CAPITULO 5:

El frío era atroz, Aiden sentía como este le devoraba la piel con cada suave ventisca, por ese motivo daba pequeños saltos en el lugar al mismo tiempo que frotaba ambas palmas con fuerza para obtener el más ligero atisbo de calor.

Envidiaba con locura a las personas que podían descansar calentitos en sus camas, mientras que él debió levantarse antes del alba para solucionar la m****a en la que estaba metido.

Si es que está tenía solución.

Su compañero de robos Goofy, como le apodaban, lo había estafado en su último asalto. En lugar de tomar el cincuenta porciento de las partes de autos obtenidas, su compañero hurtó parte del porcentaje que le tocaba a él.

Esas partes ya habían sido vendidas y pagadas por un capo de la mafia china que controlaba la zona sur.

Mordisqueando su carnoso labio inferior por los nervios, Aiden solo podía suplicar a cualquier deidad que fuera Marcus el que llegara a negociar.

Tenía un largo historial de trabajos exitosos con él, los cuales estaba seguro, no pasarían inadvertidos para el hombre.

Sin embargo, cualquier esperanza que guardará en su corazón, se derrumbó al ver llegar la hermosa camioneta negra de vidrios blindados, en cuyo paragolpes trasero resaltaba una calcomanía color blanco brilloso.

Un triángulo invertido.

Al instante el corazón de Aiden se trabó en un latido, reconociendo la llegada de 

Kallias al punto de negociación.

Vistiendo con traje negro, a juego con la camioneta, el matón y mano derecha del mafioso más peligroso del lugar, bajo del vehículo y se aproximó a él con aires de suficiencia.

Asesino, violador, ladrón, torturador, cruel, perverso… una lista de títulos brotó en la mente del joven ladrón de autos, mientras observaba la pequeña sonrisa burlona que emergió en los labios de aquel demonio.

Conteniendo la respiración para evitar soltar alguna lágrima escurridiza durante la exhalación, Aiden intentó mantener su rostro firme.

—Imagino que no tienes el pedido… a menos que lo tengas metido en el recto—dijo el hombre de ojos rasgados y tan oscuros como una cruel noche de invierno.

Puntual, Kallias era un maldito gangster que no perdía el tiempo con idioteces y cosas menores, estaba acostumbrado a deshacerse de los obstáculos antes de que estos se presentaran.

El joven ladrón debía hacer su mayor esfuerzo por ablandar el corazón del gángster, de lo contrario no tendría una vida por la cual luchar.

—¿Dónde está Marcus? No me digas que se quedó dormido—ronroneó Aiden, en un intento por aligerar el ambiente.

—Yo no diría que se quedó dormido, más bien lo puse a dormir—escupió en tono burlón Kallias, al tiempo que un grupo de hombres se acercaban a él, sus matones—No te preocupes, ellos no son más que una imagen atemorizante, se mantendrán al margen de la situación… a menos que no tengas el pedido.

Aiden trago duro, al instante todo el frío que recorría su cuerpo pareció esfumarse mientras la adrenalina invadía su cuerpo con fuertes oleadas de calor sofocante.

—Las tenía, pero Goofy me las robó… no te preocupes, las recuperaré. Solo tienes que darme unos días—respondió desesperado el ladrón, sus ojos color océano brillando de terror.

—Querido Aiden, nosotros no damos segundas oportunidades—contestó Kallias, con una sonrisa en su rostro al mismo tiempo que deslizaba una mano en su bolsillo para extraer un arma, la cual no dudó en apuntar a su pecho.

El pánico y la adrenalina corrían por el torrente sanguíneo del atractivo ladrón, su respiración se aceleró al mismo tiempo que sus pulsaciones. 

Necesitaba pensar una forma de salir con vida.

—Por favor no lo hagas, ten consideración… trabaje para ustedes durante años sin cometer errores, fui fiel a ustedes incluso en los peores momentos ¿Y así es como me pagan?—escupió Aiden, su voz rompiéndose mientras su rostro bronceado era reemplazado por un tono rojizo colérico.

El rostro de Kallias no se ablandó, sin embargo desvío la mira del cañón hacia el suelo.

Aquello trajo consuelo al alma atormentada del ladrón.

—Tienes razón, es muy despreciable por mi parte matarte a quemarropa. Por eso te daré la oportunidad de salvar tu vida.—respondió el gangster pasando una mano por su cabello negro lacio—Contare hasta diez, si logras atravesar el campo sin ser alcanzado por ninguna de mis balas, te perdonaré la vida.

Las palabras brotaron de los enrojecidos labios de Kallias, para golpear de lleno a Aiden.

Estaban en medio de un campo que servía como desarmadero abandonado, la entrada del mismo estaba a metros de distancia, aquello más que una oportunidad para vivir era una cacería a campo abierto.

No tenía oportunidad de sobrevivir.

—Por favor Kallias, te lo imploro—dijo Aidan, una súplica rota.

—Uno, Dos—comenzó a contar el bastardo, la sonrisa perversa aún bailando en sus labios.

Fue entonces que comenzó a correr con desesperación, lo más rápido que pudo hacia la calle.Después de todo, era mejor luchar por la vida, aunque la esperanza de sobrevivir fuera mínima.

Con los músculos de sus piernas doliendo por el abrupto esfuerzo, y el aire en sus pulmones quemando con cada exhalación, Aiden corría sin pensar en el tiempo o la distancia que había recorrido, su mirada fija en el portón de alambre oxidado que parecía cada vez más próxima a él.

Las probabilidades no estaban de su lado, al igual que la suerte, sin embargo estos jamás lo habían estado, por lo que no le dio importancia y siguió su camino. Después de todo, él forjaba su propia suerte.

Cuando estaba a menos de dos metros de su salvación, escuchó el estruendo sonido del disparo, que de seguro aturdió la audición de todos a su alrededor; unos segundos después, Aidan sintió el impacto de la bala, luego llegó el dolor.

Este no era semejante a nada que hubiera experimentado antes, las electrizantes sensaciones de fuego devorando la piel se extendían a lo largo de su espalda, por lo que solo la sangre cayendo desde un profundo orificio a la altura de su hombro logró confirmar la ubicación de la herida.

A diferencia de lo que hubiera esperado, él no cayó al piso, ni su visión se volvió borrosa, tampoco perdió las fuerzas. Sus ojos color océano seguían fijos en la vida más allá del alambrado.

Utilizó el dolor para recordarse que aún estaba vivo y obligarse a sacar fuerzas de eso para llegar a su objetivo.

Y así lo hizo.

Logró salir del campo visual de la bala refugiándose detrás de un muro que conformaba la cerración del lugar, en el preciso instante que el gatillo era oprimido nuevamente y una bala era expulsada a toda velocidad, dirigida al preciso lugar dónde instantes atrás había estado su cabeza.

El movimiento brusco de arrojarse contra el muro, arrancó de sus ojos feroces lágrimas de dolor; aún así, no tenía tiempo de sentirlo o compadecerse de sí mismo.

Si quería salir con vida tenía que ponerse en marcha y correr, después de todo, ¿Cuánto demoraría un grupo de gangster en tomar la camioneta y comenzar a cazarlos?.

Un ronroneante motor volviendo a la vida respondió aquella pregunta y lo puso en movimiento.

Ellos podían tener armas, una camioneta y superarlo en números, pero Aiden corría con una ventaja, conocía el lugar a la perfección, por eso lo había escogido desde un principio.

Por este motivo, para el momento en que los matones salieron a la calle, el joven y atractivo ladrón ya había desaparecido del lugar.

Utilizando un estrecho pasaje oculto por árboles entres dos casas, logró deslizarse hasta la manzana contigua, donde no demoró en buscar otro pasadizo.

Sin embargo, a cada paso que daba sentía menos fuerzas y su mente comenzaba a perderse entre cúmulos de nebulosa. 

No podía aparecer en el hospital o clínica con una herida de bala, eso levantaría preguntas y llamaría la atención de personas innecesarias, por este motivo decidió ir al único lugar seguro que conocía.

Con pasos torpes, Aiden avanzó por la ciudad temeroso de toparse con los matones, al mismo tiempo que imploraba a cualquier deidad llegar al departamento de Dorian.

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—Me parece una mierda—bufó Luca indignado con la mirada gris fija en la pantalla.

Dorian hizo el intento de esbozar una leve sonrisa, pero el cansancio lo venció y optó por limitarse a fruncir el ceño.

Una vez que sus ojos se volvieron arenosos por la lectura de libros, ambos optaron por reclinarse en el sillón y ver películas.

Comenzaron despabilando con películas de terror, siguieron criticando historias de acción, y cuando finalmente él sol emergió por el horizonte repleto de edificios de lustrosas ventanas, Luca propuso ver Titanic.

Sin embargo, lejos de disfrutar con la película, el exagente parecía inclinado a criticar cada extracto de esta.

El millonario estaba admirado del escepticismo con el que Luca abordaba la historia, incluso a la hora del tan ilustre final de la pareja, no dejó de criticar cada segundo.

—Es una película—respondió Dorian con la voz cansada y la mirada adormecida.

Pero Luca, muy lejos de estar igual que el millonario, parecía haberse tomado veinte tazas de café. Al momento de oír sus palabras, el exagente de mirada tormentosa, volteó hacia Dorian con notable enfado.

—¡Ya sé que es una película, pero deberían aportar hechos reales!… por ejemplo, si me estuviera hundiendo en un barco, lo primero que haría, a parte de conseguir un chaleco salvavidas, es buscar un buen trozo de madera para usarlo de bote—respondió casi sin interrupción Luca.

—Buena suerte haciéndolo con un loco disparando—respondió en tono burlón Dorian al tiempo que se incorporaba y estiraba su cuerpo.

Luca lo siguió, sin embargo, solo fue para seguir presionando con la película y su final.

—Creo que lo habría hecho mejor que ellos—comenzó a murmurar fastidiado, sin embargo se percató de la acción del millonario—¿a dónde vas?—interrogó el agente.

—A la cama, tengo la espalda entumecida por el maldito sillón—respondió Dorian, liberando un largo y profundo bostezo.

El millonario comenzó a caminar con pereza hacia la habitación, pero la mano que Luca dejó reposando con firmeza en su hombro detuvo su andar. 

—¿Y Daphne?—murmuró el hombre cuyos piercings adornaban su sonrisa.

—¿Que hay con ella?—respondió lascivo Dorian, al instante todo atisbo de cansancio pareció esfumarse.

—¿No te quedarás despierto a esperar su llegada?—dijo el agente mordiendo con delicadeza su labio inferior.

—La esperé toda la noche, también tengo una vida. Si ella llega, me despiertas—contestó con brusquedad Dorian, al instante odio las palabras que surgieron de su boca.

Estaba enfadado, como un niño pequeño había esperado ansioso la llegada de Daphne, pero a ella no parecía importarle lo más mínimo él.

«De seguro ya se fue a otro lugar remoto y finge ser la pareja de alguien más» 

Aquel pensamiento le pesó en el alma, algo que Luca pareció leer en sus ojos color océano.

Limitándose a asentir con la cabeza, Dorian recibió toda la aceptación que necesito por parte del hombre frente a él.

Aún así, cuando sus pasos comenzaron a conducirlo rumbo al pasillo que conectaba las habitaciones con los demás ambientes, el timbre de la entrada principal sonó.

Aquello fue todo lo que él millonario necesitó para correr hacia la entrada con el corazón trotando.

Sin demorar un segundo a pensar, abrió la puerta de forma brusca, con la esperanza que una hermosa mujer de cabello color noche le devolviera la mirada con una hermosa sonrisa.

Pero no fue una mujer la que encontró al otro lado, un ensangrentado, aturdido y casi inconsciente hombre de cabello color noche, luchaba por mantener los ojos abiertos.

—Aiden—logró decir el millonario con desesperación al tiempo que se lanzaba hacia adelante, para atrapar a su hermano, quien perdía el equilibrio.

Un segundo después, los hermosos ojos color océano de Aiden se cerraron.

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