CAPITULO 3:

Elena estaba abatida, su corazón destrozado guiaba su caminar de forma errante, sin un rumbo aparente.

No tenía el valor, ni coraje para regresar a su casa y enfrentar a su padre, quien de seguro la mataría a golpes por arruinar su única oportunidad de formar parte de la buena vida.

Con pasos lentos y pensamientos tortuosos, la hermosa mujer caminó hacia el puente, cuyo caudal de agua que corría de forma perezosa debajo de este, no era suficiente ni siquiera para cubrir por completo los pies de un niño.

Sin temor alguno por el final que se cernía sobre ella si cometía el error de pisar en un lugar equívoco, Elena asomó su melena dorada más allá del barandal de seguridad, instantes después, su cuerpo había acompañado el movimiento.

Sujetada al frío metal de la barandilla por sus delicadas manos, ella expuso por completo su cuerpo hacia adelante, permitiendo que el viento gélido besara su piel.

Sin embargo, la visión no le causó miedo, en su mente aquello le parecía una muerte más misericordiosa, en comparación a la que le daría su padre cuando llegase a su casa con la noticia de su ruptura con Jackob.

No había nada más que hacer, su destino estaba sellado y se había quedado sin opciones. 

Las lágrimas comenzaron a deslizarse por su rostro anguloso hasta caer en el río bajo sus pies, fusionándose con el agua tan azul como el océano.

Con el corazón compungido, no pudo evitar pensar en los ojos de Dorian, y en la belleza que desprendía todo su ser. Se odió a sí misma por no haberse enamorado de él, su vida habría sido más fácil, simple y hermosa con él a su lado.

Entonces, en su desesperación, una idea comenzó a brillar tan clara como el sol. Incrédula por no haberse percatado de aquella solución antes, aparte su cuerpo del borde que marcaba la fina línea entre la vida y la muerte.

Calmando su corazón herido, comenzó a darle vueltas a la idea en su cabeza, sopesando cuál sería la mejor manera de llevarlo a cabo.

Un hijo con Dorian.

Su padre no se enojaría con ella, por el contrario, estaría orgulloso ya que Dorian era un partido mejor que Jackob.

Solo necesitaba llevarlo a la cama, al igual que lo había hecho siempre, con una vez sería suficiente, después de todo, no era necesario que el bebé fuera de él, solo que Dorian lo creyera.

La impecable moral del millonario, no le permitiría dejar a un hijo y su madre, solos en la calle, desprotegidos. Aquel sería un pase seguro a una vida de comodidades.

Con una hermosa sonrisa dibujando su rostro, Elena se alejó del puente, hilando el plan para conseguir ser la señora Fleyman.

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—¿Estás seguro que no quieres pasar aquí la noche?—insistió Dorian por tercera vez a su hermano.

Después de tanto, finalmente lograba tenerlo a su lado, y se negaba a dejarlo marchar.

Sin embargo, Aiden, se mantuvo firme en su decisión.

—En verdad gracias por todo Dorian, pero prefiero dormir en mi cama y procesar todo… aunque si necesitas que me quedé lo haré—respondió su gemelo casi perfecto, notando la inquietud en su hermano.

Aquella sería la primera noche que pasaría solo en su departamento. En otra circunstancia eso le parecería de lo más normal, sin embargo, no podía imaginar lo que sería dormir sin Daphne a su lado.

—No, estoy bien… lo decía por el viaje de regreso, se está haciendo de noche—mintió Dorian suplicando que él le creyera.

—Está bien, como tú digas… pero para la próxima, aprende a mentir—contestó Aiden, con una sonrisa lupina en sus facciones.

Dorian rió por lo bajo al mismo tiempo que abría la puerta para despedir a su hermano; un abrazo y un saludo más tarde, el millonario había quedado solo en su enorme departamento.

El sonido de la madera del suelo cediendo, las cañerías trabajando y el vago rumor de los autos desplazándose en las calles varios pisos por debajo de él, eran su única compañía.

—Mierda, ni siquiera tengo una mascota…¿tan vacía y miserable era mi vida antes de ella?—dijo el hombre de ojos color océano, de pie en el living.

A cada espacio que miraba en la habitación, le resultaba imposible recordar a la hermosa mujer cuyos ojos parecían la invocación de la noche más profunda. Sin embargo, su ausencia era obvia, al igual que el dolor y pesadez que sentía en su corazón.

Durante las horas que estuvo junto a Aidan, solo podía desear la presencia de Daphne a su alrededor, aún así, con la mente fría y el corazón fragmentado, se retractaba de aquel deseo.

Porque si Dorian estaba una vez más frente a ella, dudaba poder dejarla ir.

Con pasos cansados, caminó hacia el mullido sillón, dónde decidió que pasaría la noche, después de todo, no se atrevía a despertar en una cama vacía otra vez.

—¿Y ahora qué hago? ¿Cómo se recupera de  una relación que nunca existió?—susurró con los ojos colmados de lágrimas y la voz quebrada.

Jamás se había sentido así en toda su vida, solo tenía un vago recuerdo de la tristeza que padeció con la muerte de su madre, sin embargo, está no se comparaba con el vacío en el alma que generaba la ausencia de la increíble mujer.

Tenía los ojos cerrados y apretados con fuerza, intentando alejar su mente de la cruda realidad, cuando el estridente sonido del timbre en la puerta principal lo obligó a permanecer atado a ese mundo.

Intentó alejar la vaga esperanza de que fuera Daphne detrás de la puerta, sin embargo no pudo frenar el temblor en sus manos.

Con pasos apresurados, la emoción apoderándose de su corazón y una sonrisa vaga emergiendo en sus labios carnosos, el millonario caminó hacia la entrada, dónde abrió la puerta al instante que sus dedos tocaron la superficie del pomo.

Su corazón se destrozó, al tiempo que sentía como una piedra se hundía en medio de su pecho, y la vaga sonrisa se esfumó al igual que cualquier vestigio de esperanza.

De pie al otro lado de la entrada, cargando una mochila sobre su espalda, estaba Luca.

Su aspecto era desalineado y desgarbado, aún más de lo usual, la piel bronceada estaba pálida con un aspecto lívido.

«¿Qué demonios le ocurrió?» fue lo único que logró pensar Dorian, antes de que el agente se deslizara en su casa sin previo aviso.

Con nerviosismo cerró la puerta a sus espaldas y sacó un cigarrillo de su chaqueta de cuero negra algo desgastada por el tiempo.

—Necesito que me dejes quedar unos días—explicó el agente, colocando el cigarro en sus labios y encendiéndolo con manos temblorosas.

Dorian se dio cuenta al instante que algo muy malo estaba ocurriendo, no era usual que Luca tuviera esa actitud.

Entonces su corazón se saltó un latido al pensar en Daphne.

—¿Qué ocurre?—escupió el millonario al instante con notable preocupación en su voz.

Aquello llamó la atención del agente, quien demoró sólo un instante en leer el motivo del pánico creciente en el rostro de Dorian.

—Ella está bien… o al menos eso creo, aún no me comuniqué con ella—explicó Luca haciendo una pausa para dar una larga inhalación al cigarro—La cagua como los mejores y ahora la agencia me está cazando.

La respuesta trajo paz al corazón del millonario, quien sintió como el alma volvía a entrar en su cuerpo.

—¿Te vas un par de horas y  la cagas a tal punto que te quieren casar?—bromeó Dorian, comenzando a caminar hacia el juego de sillones de cuero blanco.

Sin embargo, Luca permaneció estático, dió una larga inhalación al cigarro para acabarlo, luego dejo la colilla de este en lo que parecía ser un jarrón muy caro y feo, antes de encender el siguiente.

—No casar de casamiento, con Dios y todas esas mierdas… hablo de cazar como un maldito animal. Me quieren matar—gruñó en respuesta el agente muy nervioso.

—Si no es que te matas tu primero con todos esos cigarrillos—.murmuró Dorian notando como consumía este con voracidad—Puedes quedarte aquí si es lo que quieres.

—No es lo que quiero, pero ahora es lo único que se me ocurre. Cuando venga Daphne pensaremos en algo mejor—respondió Luca, comenzando a caminar por la habitación.

Al escuchar la mención de que Daphne vendría nuevamente, el millonario podría haber estallado de felicidad, sin embargo lo disimuló, después de todo el motivo de eso era grave.

Mientras observaba al agente deambular por el lugar recogiendo objetos y adornos, para examinarlos durante un instante y devolverlos al lugar, Dorian se dio cuenta que el hombre necesitaba tranquilizarse.

—Es extraño que le diga esto a alguien más aparte de mi. Pero no debes tener miedo, eres Luca Lee, inteligente, atractivo y muy audaz, puedes lograr cualquier cosa—dijo el millonario, cruzando los brazos sobre su pecho.

—Aunque tu coqueteo me halaga, dudo poder lograr volver de la muerte luego de que me disparen en la cabeza con un rifle—respondió el hombre arrojando la colilla del cigarrillo en el caro jarrón para encender otro.

—Si vas a matarte con esa porquería de tabaco, por favor no lo hagas arruinando mi jarrón favorito—gruñó Dorian, ignorando las palabras del agente.

Sin embargo, el hombre de aspecto desaliñado y ojos color cielo tormentoso, se detuvo en seco para observar al horrible jarrón y luego al millonario.

—¡Mierda!, ¿Cómo no te va a ir mal en el amor si tienes un pésimo gusto?—se burló el agente, mientras seguía dando vueltas por el lugar.

—Aunque sea extraño para tí, algunas personas nos enamoramos de las personalidades y no las apariencias—respondió enojado Dorian, quien comenzaba a perder la paciencia.

—Por eso lo digo exactamente—contestó Luca aniquilando el nuevo cigarrillo y arrojándolo nuevamente al jarrón, sin embargo, no prendió otro—¿Qué haces para matar el tiempo? Y no me digas que jugar ajedrez porque eres pésimo.

Las primeras palabras del agente se perdieron antes de calar en la mente del millonario, por lo que solo se limitó a responder la pregunta.

—¿No te cansas nunca de ser un idiota?—comenzó a decir Dorian, y al notar que los hombros del agente se elevaban con desdén continuó—Leo, eso me distrae del presente—finalizó señalando con la cabeza la biblioteca a sus espaldas repletas de libros.

Espero con paciencia la burla en respuesta del hombre, pero está nunca llegó. Por el contrario, como si no los hubiera notado hasta el momento, el agente caminó hacia el enorme mueble y comenzó a leer los títulos de los libros.

—Uno creería que lees obras clásicas—ronroneó el agente tomando el libro de Stephen King entre sus manos.

—No juzgues un libro por su portada— respondió el millonario aproximándose a Luca.

Este último, dejo el libro en su lugar con cuidado y prosiguió su inspección, leyendo los títulos desde el lomo de estos sin mucho interés. Sin embargo, uno hizo detener su lectura y con una sonrisa lupina en los labios comenzó a hablar.

—Pero mira la joyita que tenemos acá—canturreó el agente tomando el libro entre sus manos—Cincuenta sombras de Grey.

Al instante las mejillas del millonario adquirieron un tono similar al del fuego, mientras Luca zarandeaba el libro frente a él.

—Es solo un libro—respondió Dorian, intentando aplacar la vergüenza que lo invadía.

—Claro que no lo es...¿Quién lo diría? Dorian Fleyman leyendo literatura erótica. ¿Debo preocuparme porque tengas un cuarto rojo escondido en el departamento?—se burló el agente, el nerviosismo alejándose de sus facciones para ser reemplazado por la alegría.

Dorian estuvo a punto de negar la existencia de un cuarto sexual, sin embargo una verdad se hizo evidente. Luca leía ese tipo de historias.

—¿Y tú cómo sabes lo del cuarto? No era que no leías este tipo de historias—retrucó el millonario arrebatando el libro de las manos del agente.

Muy lejos de causar el efecto que el hombre de ojos color océano había deseado, Luca comenzó a reír con fuerza.

—Nunca dije que no leía ese tipo de historias—ronroneó en respuesta.

Ante aquello, ambos comenzaron a reír de forma estrepitosa.

Los dos pasaron la mitad de la noche leyendo libros y debatiendo entre si.

Por esa noche el agente olvidó que su cabeza tenía precio, y Dorian, olvidó su soledad.

Durante esa noche, los dos esperaron entretenidos y disfrutando la compañía del otro, la llegada de la mujer cuyos ojos eran la encarnación de la noche inmoral, quien nunca llegaría.

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