El joven rey sonreía perdido en sus pensamientos mientras sus ministros comentaban totalmente preocupados y esperando una respuesta de su rey, pero Kant solo pensaba en su compañera.
Solo en ella.
Mientras que la princesa refunfuñaba tratando de amarrar la cinta y cubrir sus pechos, pero no lograba nada. Maldijo internamente sintiéndose inútil. Odiaba ese lugar, odiaba vestir así, odiaba no tener a sus doncellas y dormir entre sábanas que enrojecían su piel. Dejo caer al suelo la cinta sin importarle que se vieran las curvas de sus pechos, se cruzó de brazos y formo una perfecta línea en sus labios enojada.
—Odio todo esto —susurro entre dientes
Magnolia arqueo una ceja entrando en completo silencio a la alcoba.
—¿Qué dijiste mocosa?, —Mariana se sobresaltó y giro bruscamente su cuerpo— ¿odias todo esto?
La princesa no dijo nada solo se mantuvo en silencio sin observar a la mujer frente suyo. Magnolia bajo la mirada hasta llegar al esc
El aroma alcohol yacía presente en la gran mesa. El general observaba la copa de vino totalmente perdido mientras que sus guerreros celebraban una victoria. Habían obtenido tierras nuevas y ganado respeto. Maximus era uno de los licántropos más respetados del reino, poseía una mirada fría y un corazón triste. Desde muy niño su interés hacia las peleas fue grande, entrenaba con lobos mayores y siempre terminaba venciéndolos. Fue aquello una de las causas porque el antiguo rey lo nombro general no solo por su gran forma de pelear sino por la lealtad que mostraba hacia su gente. Al combatir lo hacía con todas sus fuerzas y era aplaudido al volver triunfante de sus batallas. Sonrió cuando un aroma conocido invadió sus fosas nasales, se puso de pie y el bullicio freno. Los guerreros se pusieron de pie mientras reverenciaban. Al lugar Javiera entraba del brazo del joven rey. Maximus con una sonrisa reverencio también. —Su majestad es un gusto verlo nuevamen
Las muchachas se sentían más tranquilas a la mañana siguiente. Los guerreros entrenaban, algunos adoloridos y otros simplemente dando lo mejor de sí olvidando las consecuencias del alcohol. Maximus se alistaba junto a un par de guerreros para partir al medio día hacia la aldea humana donde solía vivir Magnolia. Aún se sentía algo desencajado y no podía evitar soltar algunos suspiros. No podía olvidar las palabras que el día anterior su rey pronuncio. Solo puedo amarla en silencio. Eso era algo tan triste para un licántropo, amar a su propia compañera en silencio y sentir como tu corazón muere día tras día. ¿Podría el joven rey aguantar aquel dolor? —Pero yo hago lo mismo —susurro con tristeza Javiera observo a su hijo mientras ingresaba a la alcoba, él admiraba desde su balcón el paisaje. —¿Qué piensas? —Cosas, madre —respondió suavemente —¿Sobre la compañera de Kant? —giro su rostro sorprendido al escu
Sus incandescentes ojos observaron a Javiera totalmente confundidos. —¿Crees que sea verdad? —ella asintió, el joven rey soltó un suspiro —Tal vez deberíamos confirmarlo. —susurro el general cruzándose de brazos, Kant asintió para que su general continuara hablando— Deberíamos preguntarle a la muchacha y si es verdad hay que encarcelarla —Maximus… —intervino Javiera más su hijo la corto bruscamente —Esa asesina podría atacar a la princesa, si esa humana es su hermana tendremos algo con que amenazarla y así beneficiarnos su majestad —¿Hablas de lastimarla? —pregunto fríamente Kant, Maximus se mantuvo en silencio— No tocaras a Lucia ¿entendido? —No entiendo, su majestad. ¿Qué ocurre? —con voz nerviosa pregunto el general —Nana dile —Kant se puso de pie y camino hasta su balcón manteniendo su porte firme —Lucia es compañera de Kant —Maximus abrió los ojos sorprendido —Ahora ¿lo entiendes? —pregunto Kant sin girar s
¿Por qué su corazón se sentía tan extraño? Simplemente no podía descifrar aquel sentimiento que embargaba su corazón. Luego de llorar en los brazos de Liz ambas continuaron con sus labores, Lucia había entrado a la alcoba del general junto a su compañera y segundos después ambas desaparecían de aquella alcoba. Una emoción recorrió su cuerpo cuando escucho la voz del joven rey. Sus manos temblaron lentamente y las ganas de verlo se hicieron presentes en la pequeña humana. Quería escuchar otra leyenda, escuchar como la suave y cálida voz del rey la hacía soñar, pero ella debía continuar con sus quehaceres. Las muchachas murmuraban ante el repentino llamado de Liz. Lucia sentía el medio embargar su corazón. ¿Qué pasa?, ¿por qué la llamo? —se preguntó mentalmente la pequeña humana mientras limpiaba con suavidad algunas frutas Minutos antes Javiera había entrado a la cocina con una sonrisa cálida en sus labios, las muchachas guardando resp
Sonrió mientras abría con rapidez la carta. Tomo asiento en el pasto fresco sintiendo el aire helado rozar su piel desnuda. “Mi pequeña ¿cómo estás? Los días se hacen largos para mí sin tu presencia aquí. ¿Ella te trata bien?, ¿te sientes incómoda? Lo lamento, pero te extraño tanto. Quiero que pronto vuelvas y estés a mi lado. Aunque tu hermano trate de calmarme lo único que deseo ahora es tenerte a mi lado, tomar el té mientras me cuentas sobre tus sueños y tu sonrisa ilumina el castillo. Todo es tan melancólico. Mi corazón te anhela mi pequeña niña. Las cosas aquí están bien, tu hermano organiza todo para tu coronación y aunque suene triste esperamos el día de su muerte con tanto temor. Debes ser fuerte, yo sé que eres fuerte y tu hermano también. No confió en esa mujer, pero no puedo ir por ti. Debo esperar. Esperare con ansias
Javiera asintió ante las palabras de su hijo. Ambos después de tomarse unos segundos entraron a la alcoba del joven rey encontrándolo sentado observando con tristeza hacia la ventana. —Mi pequeño ¿cómo te sientes? —Kant formo una pequeña sonrisa en sus labios —Bien. —susurro con voz átona— ¿Cómo esta Lucia? Javiera sostuvo las manos de su pequeño mientras lágrimas surcaban sus mejillas suavemente. —No llores. —suplico el joven rey, alzo su mano limpiando los rastros de lágrimas— Estoy bien Javiera negó. —Me duele verte así, no mereces sufrir —los labios de Kant formaron una sonrisa —Nana ya no llores. —la mujer agacho la cabeza— ¿Cómo esta Lucia? —Ella se encuentra bien, está descansando y siendo cuidada por Liz, su majestad —Kant asintió ante las palabras del general —Necesito arreglar todo de una vez, si mi muerte está cerca debo dejar todo arreglado para la coronación de Mariana —susurro débilmente cerrando s
Kant apretaba sus manos cuando sentía la mirada de su compañera, su corazón palpitaba con fuerza y su lobo aullaba de alegría, pero debía ignorarla, aunque su corazón doliera. La pequeña humana observaba como el joven rey seguía su camino ignorándola y la tristeza se instaló en su corazón, agacho la cabeza resignada alejándose del lugar. Ya habían pasado trece días desde lo sucedido. Kant pasaba la mayor parte del día en su despacho, organizando todo para el día de su muerte y aunque Javiera odiaba escuchar aquello sabía que aquel día llegaría muy pronto, observaría la sonrisa de su pequeño desvanecerse y su corazón apagarse. ¿Qué se podría hacer ante la muerte? Nada. Lucia simplemente yacía perdida en sus pensamientos intentando comprender que era eso que sentía por el joven rey, porque adoraba verlo y sentir como sus manos picaban por tocar aquel suave rostro o ¿Por qué Kant aparecía en sus sueños? Su sonrisa. Su mirada. ¿Qué era ese
—Magnolia. —susurro la joven loba llamando la atención de la humana quien giro su rostro para observarla— Ayúdame a ponerme de pie Magnolia soltó un suspiro para luego tenderle la mano, una corriente eléctrica recorrió el cuerpo de ambas cuando sus manos se sostuvieron con fuerza. Se observaron unos segundos para luego en completo silencio ingresar a la cabaña. Ahí dentro el calor que emanaba de la chimenea se impregnaba en la piel de la joven loba. Sonrió al sentirse más cálida. Se podía sentir el nerviosismo entre ambas y solo querían evitar alguna conversación. —Magnolia. —nuevamente la voz de la princesa resonó en el lugar— ¿Tienes una daga? —la joven humana frunció el ceño —¿Para clavártelo? —Mariana se puso de pie enojada —No. —contesto rápidamente, sostenía con fuerza la cinta que cerraba el escote de sus senos— No puedo abrirlo, está muy apretado Magnolia rodo los ojos mientras se acercaba a la joven loba. De su bota izquierda