Se aferró de las barandillas, su mano sintió la frialdad que está transmitía y su cuerpo tembló ante aquella sensación.
Se detuvo unos segundos cuando su lobo rugió internamente.
¿Qué pasa? —pero solo obtuvo otro rugido que retumbo su mente
Continuo con su camino sintiendo la mirada de las mucamas, reverenciaban ante el paso de su rey y susurraban un suave “Su majestad”.
La debilidad de su cuerpo se notaba, aquel veneno recorría cada parte causándole dolor y dejando marcas. Mostraba valentía ante su hermana y su nana, pero ellas podían notar aquel dolor. Mariana recorría su alcoba peinando sus cabellos largos mientras su dama de compañía escuchaba sus relatos. Sentía tristeza por su princesa y a la vez admiración, pronto seria la reina y su deber seria casarse, aunque aún la joven princesa no encontraba a su compañero.
Solo la diosa podrá bendecirla —siguió atenta ante cada palabra de su princesa
Pero había alguien que observaba con un brillo especial en sus ojos el lugar, Lucia mirada los grandes estantes donde inmensos y brillantes libros le daban la bienvenida. Sabía leer gracias a su hermana y lo que más la maravillaba era como podía perderse entre aquellas fantásticas historias de guerreros, de romance, de fantasía y cuentos que desde muy niña escuchaba en su aldea. Soltó una pequeña risa mientras continuaba con su camino. Sostuvo entre sus manos un libro rojo, el título yacía marcado en color dorado mientras estaba escrito en un idioma distinto al que la pequeña humana conocía.
Lo abrió de par en par y de este una hoja doblada cayo.
Ante el miedo de ser castigada recogió la hoja, pero antes de volver a colocarla en su lugar la curiosidad fue más grande que ella y con suavidad la abrió. Ahí en la blanquecina hoja yacía escrita la siguiente frase “Solo el destino decidirá mi muerte.”
Retrocedió unos pasos dejando caer el libro, ella reconocía esa frase y esa letra.
—Magnolia —de sus labios un suave susurro broto seguido de lágrimas
Su hermana.
Ella había dejado esa nota.
¿Acaso está muerta? —se preguntó mentalmente sintiendo en su corazón una punzada
Cuando estaba dispuesta a salir de aquel lugar la puerta fue abierta. Se quedó tiesa en su lugar sintiendo la penetrante mirada del hombre frente a ella. El rey no lo podía creer.
Aquel aroma.
Ella poseía aquel aroma.
Un aullido de alegría resonó en su interior. Había encontrado a su compañera. Ese aroma a menta inundo sus fosas nasales con fuerza, por unos instantes el dolor había desaparecido y solo existía ella.
—¿Qué haces aquí niña? —una voz agitada interrumpió los pensamientos del rey, Javiera se acercó hasta Lucia mientras le murmuraba que reverenciara
Ella con miedo lo hizo.
—Lo lamento, mi niño, pero ella debía limpiar la biblioteca —susurro Javiera, Lucia con disimulo arrugo la hoja entre sus manos buscando esconderla
Y el joven rey seguía observando a su compañera. Sintió como sus labios formaban una sonrisa y eso fue notado por Javiera quien lo observo totalmente confundida.
—¿Cómo te llamas? —pregunto el joven rey, Lucia alzo un poco su rostro con el miedo aún plasmado en su mirada
—Lucia —contesto suavemente
El joven rey asintió.
—Yo me llamo Kant, es un placer conocerte, Lucia —la muchacha asintió
—Creo que es mejor que esperes en tu alcoba, aún hay polvo aquí. —Javiera se acercó hasta Kant tratando de llevarse a su alcoba más el rey seguía impregnado en su compañera— ¿Kant?
El joven rey observo a su nana negando.
—No te preocupes, que continúe yo leeré sin interrumpir. —camino hasta su cómodo sillón y tomo el libro que descansaba sobre este. Javiera aún seguía impactada y observaba con los labios entre abiertos a su amado niño. Kant sintió la mirada de su nana y sonrió ante aquello— ¿Ocurre algo nana?
Ella asintió cruzándose de brazos.
—Lucia por favor vuelve a la cocina. —la muchacha con prisa salió de la biblioteca siendo seguida por la mirada del rey – Deja de mirarla —con dureza susurro la mujer
—¿Qué deseas saber? —pregunto Kant abriendo el libro
—¿Ella es…? —Kant soltó un suspiro mientras asentía, prosiguió a dejar el libro sobre el sillón y colocarse de pie
—Es mi compañera —Javiera sonrió ante aquello, sus ojos se nublaron de felicidad
—Eso es hermoso, debes decirle. —pero Kant negó— ¿Por qué no?
—Voy a morir, no hay nada que pueda hacer. No puedo dejarla a cargo de este reino, sabes que el consejo desaprobara que una humana rija a lobos, podrían matarla. —sintió la melancolía invadir su corazón— Es mejor que no sepa nada, debo mantenerme alejado de ella
—No podrás evitarlo, están destinados. —Kant cerro sus ojos— Al menos ama antes de que la muerte llegue a ti
—No, no quiero amar o viviré mis últimos días atormentado de solo desear salvarme. Yo deseo dejar todo listo para que Mariana tome mi lugar, solo puedo callar esto. —se acercó a su nana tomándola de los hombros— Debes prometerme que la cuidaras después de mi muerte y guardaras este secreto para siempre
Javiera resignada solo pudo asentir y mostrando su consuelo abrazo a su pequeño mientras él dejaba que algunas lágrimas brotaran.
Le dolía el alma.
Sintió aquella felicidad inundar su moribunda vida y ahora debía resignarse a callar.
Corrió de vuelta a la cabaña sin importarle los llamados de Liz. Apretaba con fuerza la hoja entre sus manos mientras lágrimas caían por sus mejillas. Su hermana. Había encontrado una pista de su hermana y por extraño que pareciera tenía un mal presentimiento. —Ella debe estar viva —tomo asiento en su cama repitiéndose aquella palabra una y otra vez De pronto a su mente llego la imagen del rey y su corazón palpito con fuerza. Un extraño sentimiento la invadía. —Lucia ¿qué te pasa? —se puso de pie observando a Liz ingresar a la cabaña luciendo su cabellera empolvada —Nada —negó suavemente —¿Segura?, —Lucia agacho la cabeza— ¿podrías contarme? —y en ese instante la pequeña humana empezó a sollozar. Liz la abrazo tratando de calmar los sollozos de su compañera— Tranquila —susurro suavemente A Lucia le dolía el corazón, no quería pensar que su hermana yacía muerta. Se negaba a creer eso. Ella tenía que estar viva. T
La princesa soltó un chillido cuando su cuerpo cayo con fuerza al suelo. Magnolia sonrió mientras colocaba la espada en su hombro. —¿Duele? —pregunto obteniendo como respuesta una mirada llena de furia por parte de la princesa Como pudo intento colocarse de pie, pero cayó al suelo adolorida. —La primera regla princesa, en batalla el dolor es normal si no puedes resistir y de un solo golpe caes ten en mente lo siguiente: Estarás muerta —susurro fríamente —¿Y de qué sirve entonces el dolor? —los labios de Magnolia formaron una sonrisa ladina— Ayúdame, escoria —¿Ayudarte? —pregunto Magnolia fingiendo ofensa, luego soltó una carcajada— Princesa en el campo de batalla nadie te ayuda ¿queda claro? Mariana se puso de pie sosteniendo su mano derecha donde se podía ver un leve corte, fulmino a su entrenadora e ignoro lo comentado. —Cuando estés peleando nadie te va a socorrer, no seas débil y lucha —Magnolia observo el cuerpo de la prin
Observo con detenimiento aquella fotografía. No podía dejar de hacerlo. Su corazón palpitaba con fuerza cada vez que esa imagen se impregnaba en su mente. Ya ni llorar podía destruir aquella fría barrera que creo en su interior. En el reino de los brujos su rey se llama Xavier Dapueto y aunque era respetado muchos cuestionaban su frio comportamiento, pero nadie sabía lo que detrás de ese frio aspecto ocultaba. Porque había un pasado tan triste y doloroso para él que durante años aún le costaba olvidarlo. —Y tal vez nunca lo olvide –—susurro suavemente mientras alzaba su mano para acariciar aquel cuadro La alcoba relucía tan solitaria y melancólica, se podía ver que todo aún permanecía intacto. Como si esperara a que algún día ella volviera. Ella. ¿Quién es ella? Una mujer de mirada cálida y sonrisa tranquilizadora, pero ahora solo quedaba el recuerdo plasmado en ese cuadro. Soltó un suspiro para observar unos segundos el cuadro
Lucia se detuvo frente al rey sosteniendo entre sus manos un libro azul, sus labios formaban una tímida sonrisa con suavidad extendió el libro con sus manos. —Tome, su majestad. Este libro se ve interesante —agacho la cabeza sintiendo el miedo invadirla El joven rey seguía impregnado en ella, observando su sonrisa, sus labios y siendo envuelto por aquel dulce aroma. Como si todo hubiera desaparecido. Lucia sentía la penetrante mirada del rey, se sintió pequeña y llena de miedo, pero su corazón latía con fuerza. Alzo su rostro y ambos conectaron miradas. Involuntariamente Lucia sonrió. ¿Qué me pasa? —se preguntó la pequeña humana mentalmente El rey reacciono agachando la cabeza con rapidez y maldiciendo internamente al sentir como su lobo aullaba de alegría, pero no podía verla sufrir. —¿Qué libro elegiste? —pregunto con voz ronca sin observarla Ella tímidamente respondió. —Uno que está en su idioma natu
El joven rey sonreía perdido en sus pensamientos mientras sus ministros comentaban totalmente preocupados y esperando una respuesta de su rey, pero Kant solo pensaba en su compañera. Solo en ella. Mientras que la princesa refunfuñaba tratando de amarrar la cinta y cubrir sus pechos, pero no lograba nada. Maldijo internamente sintiéndose inútil. Odiaba ese lugar, odiaba vestir así, odiaba no tener a sus doncellas y dormir entre sábanas que enrojecían su piel. Dejo caer al suelo la cinta sin importarle que se vieran las curvas de sus pechos, se cruzó de brazos y formo una perfecta línea en sus labios enojada. —Odio todo esto —susurro entre dientes Magnolia arqueo una ceja entrando en completo silencio a la alcoba. —¿Qué dijiste mocosa?, —Mariana se sobresaltó y giro bruscamente su cuerpo— ¿odias todo esto? La princesa no dijo nada solo se mantuvo en silencio sin observar a la mujer frente suyo. Magnolia bajo la mirada hasta llegar al esc
El aroma alcohol yacía presente en la gran mesa. El general observaba la copa de vino totalmente perdido mientras que sus guerreros celebraban una victoria. Habían obtenido tierras nuevas y ganado respeto. Maximus era uno de los licántropos más respetados del reino, poseía una mirada fría y un corazón triste. Desde muy niño su interés hacia las peleas fue grande, entrenaba con lobos mayores y siempre terminaba venciéndolos. Fue aquello una de las causas porque el antiguo rey lo nombro general no solo por su gran forma de pelear sino por la lealtad que mostraba hacia su gente. Al combatir lo hacía con todas sus fuerzas y era aplaudido al volver triunfante de sus batallas. Sonrió cuando un aroma conocido invadió sus fosas nasales, se puso de pie y el bullicio freno. Los guerreros se pusieron de pie mientras reverenciaban. Al lugar Javiera entraba del brazo del joven rey. Maximus con una sonrisa reverencio también. —Su majestad es un gusto verlo nuevamen
Las muchachas se sentían más tranquilas a la mañana siguiente. Los guerreros entrenaban, algunos adoloridos y otros simplemente dando lo mejor de sí olvidando las consecuencias del alcohol. Maximus se alistaba junto a un par de guerreros para partir al medio día hacia la aldea humana donde solía vivir Magnolia. Aún se sentía algo desencajado y no podía evitar soltar algunos suspiros. No podía olvidar las palabras que el día anterior su rey pronuncio. Solo puedo amarla en silencio. Eso era algo tan triste para un licántropo, amar a su propia compañera en silencio y sentir como tu corazón muere día tras día. ¿Podría el joven rey aguantar aquel dolor? —Pero yo hago lo mismo —susurro con tristeza Javiera observo a su hijo mientras ingresaba a la alcoba, él admiraba desde su balcón el paisaje. —¿Qué piensas? —Cosas, madre —respondió suavemente —¿Sobre la compañera de Kant? —giro su rostro sorprendido al escu
Sus incandescentes ojos observaron a Javiera totalmente confundidos. —¿Crees que sea verdad? —ella asintió, el joven rey soltó un suspiro —Tal vez deberíamos confirmarlo. —susurro el general cruzándose de brazos, Kant asintió para que su general continuara hablando— Deberíamos preguntarle a la muchacha y si es verdad hay que encarcelarla —Maximus… —intervino Javiera más su hijo la corto bruscamente —Esa asesina podría atacar a la princesa, si esa humana es su hermana tendremos algo con que amenazarla y así beneficiarnos su majestad —¿Hablas de lastimarla? —pregunto fríamente Kant, Maximus se mantuvo en silencio— No tocaras a Lucia ¿entendido? —No entiendo, su majestad. ¿Qué ocurre? —con voz nerviosa pregunto el general —Nana dile —Kant se puso de pie y camino hasta su balcón manteniendo su porte firme —Lucia es compañera de Kant —Maximus abrió los ojos sorprendido —Ahora ¿lo entiendes? —pregunto Kant sin girar s