El silencio seguía presente hasta que la señora Javiera observo a una alegre Liz señalar a una cabizbaja pelinegra.
—Se llama Lucia —susurro Liz
—Es un gusto conocerte, Lucia —la señora Javiera tenía una mirada dulce y triste, sus labios formaban una pequeña sonrisa mientras que en su rostro arrugas marcaban el tiempo que ella poseía
—Gracias, señora Javiera —susurro Lucia con voz trémula
—Ahora que tus compañeras ya te informaron que voy a decir algo, es momento de anunciarlo. —borro su sonrisa formando una perfecta línea en sus labios, la preocupación y tristeza eran visibles en su rostro. Lucia con disimulo la observo, los cabellos cubiertos de canas y como sus manos se apretaban sobre su vientre— Nuestro rey regresa y como sabrán no con buenas noticias, —las mujeres soltaron suaves suspiros de tristeza— aún no hay salvación para su enfermedad, por eso necesito que se mantengan calmadas. Han sido de buena ayuda para él y al menos hay que cuidarlo hasta que la diosa decida llevárselo —Javiera sintió su voz quebrarse y tuvo que callar
Las presentes guardaron silencio mientras Javiera agachaba la cabeza y de sus ojos brotaban pequeñas lágrimas.
—Prosigan con lo suyo —las mujeres asintieron y cada una entraba en silencio al castillo, menos Lucia y Liz, quien trataba de calmar los silenciosos sollozos de Javiera
—Tranquila, todo estará bien —los ojos de Liz se empañaron de lágrimas sintiendo el dolor que la mujer a su lado trasmitía
Lucia sintió como los recuerdos la golpeaban. Como su hermana la abrazaba cuando en las frías noches los aullidos resonaban a lo lejos y los gritos de auxilio se impregnaban en su mente.
“Recuérdalo Lucia, yo estaré junto a ti por siempre. Te protegeré hermanita.”
—Lucia ayúdame. —Liz llamo a la pequeña humana sacándola de sus pensamientos, se acercó para ayudar a sostener el cuerpo débil de Javiera quien sollozaba cargada de dolor— Tranquila por favor, te llevaremos a tu alcoba
Ambas muchachas entraron al castillo sosteniendo el cuerpo de la mujer, Lucia sintió como la frialdad invadía su cuerpo al ver el lujoso lugar. Cuadros donde se podían ver inmensos lobos, estatuas de un color dorado y entre marcos de oro un joven de mirada fría, imagen deslumbrante y porte firme.
—Ya casi llegamos —murmuro Liz
Solo se escuchaban sus pasos y los sollozos de la anciana. Llegaron hasta una puerta de inmensa altura, Lucia como pudo la abrió dejando caer su bolsa blanca y con fuerza ambas pudieron recostar a la triste mujer. Javiera cerro sus ojos agotada por el llanto.
Liz soltó un suspiro mientras le sonreía a Lucia.
—El rey fue envenenado hace más de un año y aún no se encuentra una cura. —con tristeza le hablo a su nueva compañera— La abuela Javiera ha sido como una madre para él y por eso cada vez que menciona su muerte entra en un profundo dolor
—Pobre de aquel hombre — “Bestia” se corrigió mentalmente sin querer faltar el respeto
—Así es la vida y la diosa decidirá por él. —ella asintió entendiendo las palabras de Liz y dándose cuenta que aquella muchacha no era humana. Liz cubrió el cuerpo de Javiera con una colcha azulina, nuevamente observo a Lucia— Te llevare a nuestra cabaña, sígueme
Y en completo silencio Lucia siguió a Liz, recogió su bolsa blanca y la apretó contra su pecho tratando de calmar aquella extraña sensación que la invadía.
—Mañana empezaras con tus labores —caminaron ambas por el inmenso jardín, flores blancas, negras, amarillas y rojas relucían entre el lugar. Lucia sonrió recordando como antes en su jardín flores amarillas crecían y le causaban paz
—Nosotras dormimos en la cabaña del medio. ¿Entendido? —Lucia asintió
Todo yacía en silencio, el viento chocaba contra su piel desnuda causándole escalofríos. Al entrar a la cabaña un aroma dulce y cálido invadió sus fosas nasales.
Camas perfectamente ordenadas, dos ventanas y un candelabro plateado colgando sobre el medio del lugar.
—Todas están en sus labores, descansa y más tarde cenaremos juntas. La ultima cama de la fila derecha es tuya
—Gracias
Liz le sonrió por última vez antes de retirarse del lugar y al fin Lucia pudo soltar un suspiro. Pudo tomar asiento sobre su nueva cama y liberar aquellas lágrimas que yacían contenidas.
—Tranquila, hermana. Te voy a encontrar
Dejo sobre la cama su bolsa blanca y se acercó a una de las ventanas. Por inercia llevo su mano derecha hasta su pecho mientras observaba el inmenso jardín. No supo si fue su mente o solo real, pero un recuerdo tan borroso golpeo su mente. Una niña corría moviendo sus cabellos negros y se escuchaban sus risas.
Lucia negó levemente.
—Solo estoy imaginando, debo encontrarte, hermana. Debo encontrarte —sus lágrimas seguían surgiendo en silencio mientras la tarde se iba ocultando y daba paso a una fría noche
Observo por la ventana del carruaje con tristeza, una mano apretó su hombro dándole fuerza y él simplemente la ignoro. —Tranquilo, hermano. —la suave voz de su hermana ni siquiera alejaron los pensamientos que ahora atormentaban al joven rey— Llegaremos pronto, nana estará feliz ¿no lo crees? Su hermano asintió. Siguió perdido en sus pensamientos con la cabeza recostada sobre la ventana. La vida se acababa para él y aun siendo tan joven quería disfrutar de tantas cosas. ¿Cómo podre dejar a Mariana sola? —se cuestionó mentalmente— Creo que la diosa solo desea verme pronto —cerro sus ojos cuando una suave ráfaga de aire acaricio su piel y sintió algo Algo que removió a su lobo. Algo que provoco que su corazón palpitara con fuerza. Una pizca de un aroma tan satisfactorio y pleno. Solo estoy imaginando —negó mentalmente y continuo con la mirada perdida Los guardias se apresuraron en abrir la gran
Se aferró de las barandillas, su mano sintió la frialdad que está transmitía y su cuerpo tembló ante aquella sensación. Se detuvo unos segundos cuando su lobo rugió internamente. ¿Qué pasa? —pero solo obtuvo otro rugido que retumbo su mente Continuo con su camino sintiendo la mirada de las mucamas, reverenciaban ante el paso de su rey y susurraban un suave “Su majestad”. La debilidad de su cuerpo se notaba, aquel veneno recorría cada parte causándole dolor y dejando marcas. Mostraba valentía ante su hermana y su nana, pero ellas podían notar aquel dolor. Mariana recorría su alcoba peinando sus cabellos largos mientras su dama de compañía escuchaba sus relatos. Sentía tristeza por su princesa y a la vez admiración, pronto seria la reina y su deber seria casarse, aunque aún la joven princesa no encontraba a su compañero. Solo la diosa podrá bendecirla —siguió atenta ante cada palabra de su princesa Pero había a
Corrió de vuelta a la cabaña sin importarle los llamados de Liz. Apretaba con fuerza la hoja entre sus manos mientras lágrimas caían por sus mejillas. Su hermana. Había encontrado una pista de su hermana y por extraño que pareciera tenía un mal presentimiento. —Ella debe estar viva —tomo asiento en su cama repitiéndose aquella palabra una y otra vez De pronto a su mente llego la imagen del rey y su corazón palpito con fuerza. Un extraño sentimiento la invadía. —Lucia ¿qué te pasa? —se puso de pie observando a Liz ingresar a la cabaña luciendo su cabellera empolvada —Nada —negó suavemente —¿Segura?, —Lucia agacho la cabeza— ¿podrías contarme? —y en ese instante la pequeña humana empezó a sollozar. Liz la abrazo tratando de calmar los sollozos de su compañera— Tranquila —susurro suavemente A Lucia le dolía el corazón, no quería pensar que su hermana yacía muerta. Se negaba a creer eso. Ella tenía que estar viva. T
La princesa soltó un chillido cuando su cuerpo cayo con fuerza al suelo. Magnolia sonrió mientras colocaba la espada en su hombro. —¿Duele? —pregunto obteniendo como respuesta una mirada llena de furia por parte de la princesa Como pudo intento colocarse de pie, pero cayó al suelo adolorida. —La primera regla princesa, en batalla el dolor es normal si no puedes resistir y de un solo golpe caes ten en mente lo siguiente: Estarás muerta —susurro fríamente —¿Y de qué sirve entonces el dolor? —los labios de Magnolia formaron una sonrisa ladina— Ayúdame, escoria —¿Ayudarte? —pregunto Magnolia fingiendo ofensa, luego soltó una carcajada— Princesa en el campo de batalla nadie te ayuda ¿queda claro? Mariana se puso de pie sosteniendo su mano derecha donde se podía ver un leve corte, fulmino a su entrenadora e ignoro lo comentado. —Cuando estés peleando nadie te va a socorrer, no seas débil y lucha —Magnolia observo el cuerpo de la prin
Observo con detenimiento aquella fotografía. No podía dejar de hacerlo. Su corazón palpitaba con fuerza cada vez que esa imagen se impregnaba en su mente. Ya ni llorar podía destruir aquella fría barrera que creo en su interior. En el reino de los brujos su rey se llama Xavier Dapueto y aunque era respetado muchos cuestionaban su frio comportamiento, pero nadie sabía lo que detrás de ese frio aspecto ocultaba. Porque había un pasado tan triste y doloroso para él que durante años aún le costaba olvidarlo. —Y tal vez nunca lo olvide –—susurro suavemente mientras alzaba su mano para acariciar aquel cuadro La alcoba relucía tan solitaria y melancólica, se podía ver que todo aún permanecía intacto. Como si esperara a que algún día ella volviera. Ella. ¿Quién es ella? Una mujer de mirada cálida y sonrisa tranquilizadora, pero ahora solo quedaba el recuerdo plasmado en ese cuadro. Soltó un suspiro para observar unos segundos el cuadro
Lucia se detuvo frente al rey sosteniendo entre sus manos un libro azul, sus labios formaban una tímida sonrisa con suavidad extendió el libro con sus manos. —Tome, su majestad. Este libro se ve interesante —agacho la cabeza sintiendo el miedo invadirla El joven rey seguía impregnado en ella, observando su sonrisa, sus labios y siendo envuelto por aquel dulce aroma. Como si todo hubiera desaparecido. Lucia sentía la penetrante mirada del rey, se sintió pequeña y llena de miedo, pero su corazón latía con fuerza. Alzo su rostro y ambos conectaron miradas. Involuntariamente Lucia sonrió. ¿Qué me pasa? —se preguntó la pequeña humana mentalmente El rey reacciono agachando la cabeza con rapidez y maldiciendo internamente al sentir como su lobo aullaba de alegría, pero no podía verla sufrir. —¿Qué libro elegiste? —pregunto con voz ronca sin observarla Ella tímidamente respondió. —Uno que está en su idioma natu
El joven rey sonreía perdido en sus pensamientos mientras sus ministros comentaban totalmente preocupados y esperando una respuesta de su rey, pero Kant solo pensaba en su compañera. Solo en ella. Mientras que la princesa refunfuñaba tratando de amarrar la cinta y cubrir sus pechos, pero no lograba nada. Maldijo internamente sintiéndose inútil. Odiaba ese lugar, odiaba vestir así, odiaba no tener a sus doncellas y dormir entre sábanas que enrojecían su piel. Dejo caer al suelo la cinta sin importarle que se vieran las curvas de sus pechos, se cruzó de brazos y formo una perfecta línea en sus labios enojada. —Odio todo esto —susurro entre dientes Magnolia arqueo una ceja entrando en completo silencio a la alcoba. —¿Qué dijiste mocosa?, —Mariana se sobresaltó y giro bruscamente su cuerpo— ¿odias todo esto? La princesa no dijo nada solo se mantuvo en silencio sin observar a la mujer frente suyo. Magnolia bajo la mirada hasta llegar al esc
El aroma alcohol yacía presente en la gran mesa. El general observaba la copa de vino totalmente perdido mientras que sus guerreros celebraban una victoria. Habían obtenido tierras nuevas y ganado respeto. Maximus era uno de los licántropos más respetados del reino, poseía una mirada fría y un corazón triste. Desde muy niño su interés hacia las peleas fue grande, entrenaba con lobos mayores y siempre terminaba venciéndolos. Fue aquello una de las causas porque el antiguo rey lo nombro general no solo por su gran forma de pelear sino por la lealtad que mostraba hacia su gente. Al combatir lo hacía con todas sus fuerzas y era aplaudido al volver triunfante de sus batallas. Sonrió cuando un aroma conocido invadió sus fosas nasales, se puso de pie y el bullicio freno. Los guerreros se pusieron de pie mientras reverenciaban. Al lugar Javiera entraba del brazo del joven rey. Maximus con una sonrisa reverencio también. —Su majestad es un gusto verlo nuevamen