II. Lágrimas de dolor

El silencio seguía presente hasta que la señora Javiera observo a una alegre Liz señalar a una cabizbaja pelinegra.

—Se llama Lucia —susurro Liz

—Es un gusto conocerte, Lucia —la señora Javiera tenía una mirada dulce y triste, sus labios formaban una pequeña sonrisa mientras que en su rostro arrugas marcaban el tiempo que ella poseía

—Gracias, señora Javiera —susurro Lucia con voz trémula

—Ahora que tus compañeras ya te informaron que voy a decir algo, es momento de anunciarlo. —borro su sonrisa formando una perfecta línea en sus labios, la preocupación y tristeza eran visibles en su rostro. Lucia con disimulo la observo, los cabellos cubiertos de canas y como sus manos se apretaban sobre su vientre— Nuestro rey regresa y como sabrán no con buenas noticias, —las mujeres soltaron suaves suspiros de tristeza— aún no hay salvación para su enfermedad, por eso necesito que se mantengan calmadas. Han sido de buena ayuda para él y al menos hay que cuidarlo hasta que la diosa decida llevárselo —Javiera sintió su voz quebrarse y tuvo que callar

Las presentes guardaron silencio mientras Javiera agachaba la cabeza y de sus ojos brotaban pequeñas lágrimas.

—Prosigan con lo suyo —las mujeres asintieron y cada una entraba en silencio al castillo, menos Lucia y Liz, quien trataba de calmar los silenciosos sollozos de Javiera

—Tranquila, todo estará bien —los ojos de Liz se empañaron de lágrimas sintiendo el dolor que la mujer a su lado trasmitía

Lucia sintió como los recuerdos la golpeaban. Como su hermana la abrazaba cuando en las frías noches los aullidos resonaban a lo lejos y los gritos de auxilio se impregnaban en su mente.

“Recuérdalo Lucia, yo estaré junto a ti por siempre. Te protegeré hermanita.”

—Lucia ayúdame. —Liz llamo a la pequeña humana sacándola de sus pensamientos, se acercó para ayudar a sostener el cuerpo débil de Javiera quien sollozaba cargada de dolor— Tranquila por favor, te llevaremos a tu alcoba

Ambas muchachas entraron al castillo sosteniendo el cuerpo de la mujer, Lucia sintió como la frialdad invadía su cuerpo al ver el lujoso lugar. Cuadros donde se podían ver inmensos lobos, estatuas de un color dorado y entre marcos de oro un joven de mirada fría, imagen deslumbrante y porte firme.

—Ya casi llegamos —murmuro Liz

Solo se escuchaban sus pasos y los sollozos de la anciana. Llegaron hasta una puerta de inmensa altura, Lucia como pudo la abrió dejando caer su bolsa blanca y con fuerza ambas pudieron recostar a la triste mujer. Javiera cerro sus ojos agotada por el llanto.

Liz soltó un suspiro mientras le sonreía a Lucia.

—El rey fue envenenado hace más de un año y aún no se encuentra una cura. —con tristeza le hablo a su nueva compañera— La abuela Javiera ha sido como una madre para él y por eso cada vez que menciona su muerte entra en un profundo dolor

—Pobre de aquel hombre — “Bestia” se corrigió mentalmente sin querer faltar el respeto

—Así es la vida y la diosa decidirá por él. —ella asintió entendiendo las palabras de Liz y dándose cuenta que aquella muchacha no era humana. Liz cubrió el cuerpo de Javiera con una colcha azulina, nuevamente observo a Lucia— Te llevare a nuestra cabaña, sígueme

Y en completo silencio Lucia siguió a Liz, recogió su bolsa blanca y la apretó contra su pecho tratando de calmar aquella extraña sensación que la invadía.

—Mañana empezaras con tus labores —caminaron ambas por el inmenso jardín, flores blancas, negras, amarillas y rojas relucían entre el lugar. Lucia sonrió recordando como antes en su jardín flores amarillas crecían y le causaban paz

—Nosotras dormimos en la cabaña del medio. ¿Entendido? —Lucia asintió

Todo yacía en silencio, el viento chocaba contra su piel desnuda causándole escalofríos. Al entrar a la cabaña un aroma dulce y cálido invadió sus fosas nasales.

Camas perfectamente ordenadas, dos ventanas y un candelabro plateado colgando sobre el medio del lugar.

—Todas están en sus labores, descansa y más tarde cenaremos juntas. La ultima cama de la fila derecha es tuya

—Gracias

Liz le sonrió por última vez antes de retirarse del lugar y al fin Lucia pudo soltar un suspiro. Pudo tomar asiento sobre su nueva cama y liberar aquellas lágrimas que yacían contenidas.

—Tranquila, hermana. Te voy a encontrar

Dejo sobre la cama su bolsa blanca y se acercó a una de las ventanas. Por inercia llevo su mano derecha hasta su pecho mientras observaba el inmenso jardín. No supo si fue su mente o solo real, pero un recuerdo tan borroso golpeo su mente. Una niña corría moviendo sus cabellos negros y se escuchaban sus risas.

Lucia negó levemente.

—Solo estoy imaginando, debo encontrarte, hermana. Debo encontrarte —sus lágrimas seguían surgiendo en silencio mientras la tarde se iba ocultando y daba paso a una fría noche

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo