Observo nuevamente a la multitud mientras apretaba con fuerza la bolsa entre sus manos, se escuchaban risas y algunos cuchicheos.
¿No sienten miedo? —se cuestionó mentalmente— Porque yo sí
Tras soltar un suspiro siguió avanzando. Se encontraba a solo unos centímetros de la entrada y su nerviosismo era más que evidente. Podía delatarse o simplemente terminar fallando.
Pero debo encontrar a mi hermana.
Había tomado la decisión de buscar a su hermana tras haber sido captura y encarcelada en el reino de los lobos. Y ahora ella estaba por entrar, con solo unas cuantas monedas de plata y tres vestidos viejos.
Solo necesito saber si estás bien.
El soldado la observo unos segundos detenidamente antes de arrebatarle la bolsa de tela de sus manos y abrirla descaradamente.
—¿A qué vienes? —pregunto mientras sus labios formaban una mueca de asco al ver las ropas de la muchacha
La pequeña sintió su cuerpo temblar ante la pregunta de aquel hombre, de aquella bestia.
—Vengo por trabajo, señor —respondió en voz baja la humana
Este soltó una carcajada, con brusquedad le entrego la bolsa y su mirada recorrió el cuerpo de la mujer con morbo. Sonrió.
—¿Qué tipo de trabajo harás? —lamio sus labios con descaro
—Limpieza y cocina, señor —el miedo invadía su cuerpo, sentía como sus lágrimas se acumulaban llenas de dolor
—Ganaras más siendo una prostituta, pero como deseas cocinar es tu problema. —la mujer se mantuvo en silencio agachando su cabeza por el miedo— Javier. —un joven de cabellera negra se acercó hasta el susodicho tendiéndole una hoja— Toma, —con miedo la humana tomo aquella hoja para luego observarla— con esto entraras al palacio, ahí necesitan cocineras. Entra
Ella asintió y empezó con su caminar sintiendo como aquel soldado la observaba con la lujuria plasmada en sus ojos.
Vamos, por nuestra hermana.
Tranquila.
Se alentó a sí misma emprendiendo su camino. No podía evitar observar todo con sorpresa, grandes casas coloridas y lujosas. Mujeres y hombres caminando con ropas de telas relucientes, sonreían con descaro.
Ellos son felices mientras la hambruna ataca a mi gente.
Los humanos tenían suerte si las cosechas sobrevivían al cruel invierno, el hambre era el miedo más grande. Aunque los 3 reinos se mantenían alejados de las aldeas humanas muchas veces lobos o felinos enloquecidos atacaban derramando sangre inocente sobre la tierra. Esa era la desdicha de los humanos. Mantenerse en la sombra de crueles bestias. Soltó un suspiro mientras apretaba con más fuerza la bolsa, sentía algunas miradas sobre ella y otros murmullos que la golpeaban con dolor.
Hasta que llego al palacio, una gran puerta le daba la bienvenida en medio un escudo dorado presentaba la grandeza de los lobos. Dos soldados se mantenían de pie a cada lado de la puerta, al observar a la muchacha sonrieron.
—¿Qué hace una humana aquí? —el primer soldado observo a su compañero
La humana se sintió intimidada.
—¡Oye! —alzo su rostro ante aquel llamado— ¿Qué haces aquí? —ella con nerviosismo se acercó hasta los soldados
—Vine para trabajar
—¿Enserio? —pregunto el segundo soldado observando como la muchacha asentía— ¡Abran las puertas! —la pequeña humana retrocedió al escuchar aquel grito, sus piernas amenazaban con flagear en cualquier momento. Un chillido fuerte se oyó mientras la puerta se abría lentamente— Entra, yo te guiare
—¿Y por qué tú? —cuestiono el primer soldado
-Porque aún tengo valores y sé que terminaras haciéndole algo —el soldado a regañías se mantuvo en su posición
Siguió en silencio al soldado.
Dentro de aquellas puertas un gran castillo le daba la bienvenida, paredes marrones y grandes jardines relucientes de árboles. Se escuchaban suaves risas de mujeres mientras el viento cantaba alegremente.
—¿Quién es ella Tyler? —una voz suave y divertida resonó cerca de la tímida mujer, siguió con la cabeza agachada sintiendo como una mano tocaba sus cabellos negros
—Una nueva cocinera —respondió Tyler
—¡Qué alegría! —chillo de alegría— Yo me llamo Liz y soy también del área de cocina ¿cómo te llamas?
—Lucia —susurro suavemente
—Qué lindo nombre. —la sostuvo del brazo con suavidad— Yo la guiare a la cocina, Tyler
El nombrado asintió.
—¿Por qué están aquí? —pregunto el soldado al ver a una gran cantidad de mujeres charlando con alegría
—La señora Javiera esta por darnos una noticia y todas estamos emocionadas. —Tyler asintió— Ve, yo la cuido
Con una sonrisa en sus labios sus ojos observaron a la muchacha.
—Cuídate, Lucia —ambos se observaron por unos segundos antes de que Tyler emprendiera su camino hacia su labor, la tímida muchacha continuo con la cabeza agachada
Liz con suavidad empezó a guiarla presentándola a cada de una de las chicas quienes halagaban de la ternura y hermosura que la nueva poseía, pero Lucia se sentía tan pequeña. Con el miedo aún presente.
—Estarás bien, Lucia. La señora Javiera no es mala, —Lucia observo a Liz sintiendo algo de calma en sus palabras— además como nueva no será tan dura, se preocupará mucho por ti y yo te protegeré ¿entendido?
Lucia asintió.
—Ahí viene la señora Javiera —todas guardaron silencio, hasta Lucia quien apretando con más fuerza sus pertenencias alzo el rostro para observar
Mi dios protégeme. Protege a mi hermana.
Había llegado en busca de alguien que amaba, pero el destino le tenía más sorpresas.
El silencio seguía presente hasta que la señora Javiera observo a una alegre Liz señalar a una cabizbaja pelinegra. —Se llama Lucia —susurro Liz —Es un gusto conocerte, Lucia —la señora Javiera tenía una mirada dulce y triste, sus labios formaban una pequeña sonrisa mientras que en su rostro arrugas marcaban el tiempo que ella poseía —Gracias, señora Javiera —susurro Lucia con voz trémula —Ahora que tus compañeras ya te informaron que voy a decir algo, es momento de anunciarlo. —borro su sonrisa formando una perfecta línea en sus labios, la preocupación y tristeza eran visibles en su rostro. Lucia con disimulo la observo, los cabellos cubiertos de canas y como sus manos se apretaban sobre su vientre— Nuestro rey regresa y como sabrán no con buenas noticias, —las mujeres soltaron suaves suspiros de tristeza— aún no hay salvación para su enfermedad, por eso necesito que se mantengan calmadas. Han sido de buena ayuda para él y al menos hay que cuidarlo h
Observo por la ventana del carruaje con tristeza, una mano apretó su hombro dándole fuerza y él simplemente la ignoro. —Tranquilo, hermano. —la suave voz de su hermana ni siquiera alejaron los pensamientos que ahora atormentaban al joven rey— Llegaremos pronto, nana estará feliz ¿no lo crees? Su hermano asintió. Siguió perdido en sus pensamientos con la cabeza recostada sobre la ventana. La vida se acababa para él y aun siendo tan joven quería disfrutar de tantas cosas. ¿Cómo podre dejar a Mariana sola? —se cuestionó mentalmente— Creo que la diosa solo desea verme pronto —cerro sus ojos cuando una suave ráfaga de aire acaricio su piel y sintió algo Algo que removió a su lobo. Algo que provoco que su corazón palpitara con fuerza. Una pizca de un aroma tan satisfactorio y pleno. Solo estoy imaginando —negó mentalmente y continuo con la mirada perdida Los guardias se apresuraron en abrir la gran
Se aferró de las barandillas, su mano sintió la frialdad que está transmitía y su cuerpo tembló ante aquella sensación. Se detuvo unos segundos cuando su lobo rugió internamente. ¿Qué pasa? —pero solo obtuvo otro rugido que retumbo su mente Continuo con su camino sintiendo la mirada de las mucamas, reverenciaban ante el paso de su rey y susurraban un suave “Su majestad”. La debilidad de su cuerpo se notaba, aquel veneno recorría cada parte causándole dolor y dejando marcas. Mostraba valentía ante su hermana y su nana, pero ellas podían notar aquel dolor. Mariana recorría su alcoba peinando sus cabellos largos mientras su dama de compañía escuchaba sus relatos. Sentía tristeza por su princesa y a la vez admiración, pronto seria la reina y su deber seria casarse, aunque aún la joven princesa no encontraba a su compañero. Solo la diosa podrá bendecirla —siguió atenta ante cada palabra de su princesa Pero había a
Corrió de vuelta a la cabaña sin importarle los llamados de Liz. Apretaba con fuerza la hoja entre sus manos mientras lágrimas caían por sus mejillas. Su hermana. Había encontrado una pista de su hermana y por extraño que pareciera tenía un mal presentimiento. —Ella debe estar viva —tomo asiento en su cama repitiéndose aquella palabra una y otra vez De pronto a su mente llego la imagen del rey y su corazón palpito con fuerza. Un extraño sentimiento la invadía. —Lucia ¿qué te pasa? —se puso de pie observando a Liz ingresar a la cabaña luciendo su cabellera empolvada —Nada —negó suavemente —¿Segura?, —Lucia agacho la cabeza— ¿podrías contarme? —y en ese instante la pequeña humana empezó a sollozar. Liz la abrazo tratando de calmar los sollozos de su compañera— Tranquila —susurro suavemente A Lucia le dolía el corazón, no quería pensar que su hermana yacía muerta. Se negaba a creer eso. Ella tenía que estar viva. T
La princesa soltó un chillido cuando su cuerpo cayo con fuerza al suelo. Magnolia sonrió mientras colocaba la espada en su hombro. —¿Duele? —pregunto obteniendo como respuesta una mirada llena de furia por parte de la princesa Como pudo intento colocarse de pie, pero cayó al suelo adolorida. —La primera regla princesa, en batalla el dolor es normal si no puedes resistir y de un solo golpe caes ten en mente lo siguiente: Estarás muerta —susurro fríamente —¿Y de qué sirve entonces el dolor? —los labios de Magnolia formaron una sonrisa ladina— Ayúdame, escoria —¿Ayudarte? —pregunto Magnolia fingiendo ofensa, luego soltó una carcajada— Princesa en el campo de batalla nadie te ayuda ¿queda claro? Mariana se puso de pie sosteniendo su mano derecha donde se podía ver un leve corte, fulmino a su entrenadora e ignoro lo comentado. —Cuando estés peleando nadie te va a socorrer, no seas débil y lucha —Magnolia observo el cuerpo de la prin
Observo con detenimiento aquella fotografía. No podía dejar de hacerlo. Su corazón palpitaba con fuerza cada vez que esa imagen se impregnaba en su mente. Ya ni llorar podía destruir aquella fría barrera que creo en su interior. En el reino de los brujos su rey se llama Xavier Dapueto y aunque era respetado muchos cuestionaban su frio comportamiento, pero nadie sabía lo que detrás de ese frio aspecto ocultaba. Porque había un pasado tan triste y doloroso para él que durante años aún le costaba olvidarlo. —Y tal vez nunca lo olvide –—susurro suavemente mientras alzaba su mano para acariciar aquel cuadro La alcoba relucía tan solitaria y melancólica, se podía ver que todo aún permanecía intacto. Como si esperara a que algún día ella volviera. Ella. ¿Quién es ella? Una mujer de mirada cálida y sonrisa tranquilizadora, pero ahora solo quedaba el recuerdo plasmado en ese cuadro. Soltó un suspiro para observar unos segundos el cuadro
Lucia se detuvo frente al rey sosteniendo entre sus manos un libro azul, sus labios formaban una tímida sonrisa con suavidad extendió el libro con sus manos. —Tome, su majestad. Este libro se ve interesante —agacho la cabeza sintiendo el miedo invadirla El joven rey seguía impregnado en ella, observando su sonrisa, sus labios y siendo envuelto por aquel dulce aroma. Como si todo hubiera desaparecido. Lucia sentía la penetrante mirada del rey, se sintió pequeña y llena de miedo, pero su corazón latía con fuerza. Alzo su rostro y ambos conectaron miradas. Involuntariamente Lucia sonrió. ¿Qué me pasa? —se preguntó la pequeña humana mentalmente El rey reacciono agachando la cabeza con rapidez y maldiciendo internamente al sentir como su lobo aullaba de alegría, pero no podía verla sufrir. —¿Qué libro elegiste? —pregunto con voz ronca sin observarla Ella tímidamente respondió. —Uno que está en su idioma natu
El joven rey sonreía perdido en sus pensamientos mientras sus ministros comentaban totalmente preocupados y esperando una respuesta de su rey, pero Kant solo pensaba en su compañera. Solo en ella. Mientras que la princesa refunfuñaba tratando de amarrar la cinta y cubrir sus pechos, pero no lograba nada. Maldijo internamente sintiéndose inútil. Odiaba ese lugar, odiaba vestir así, odiaba no tener a sus doncellas y dormir entre sábanas que enrojecían su piel. Dejo caer al suelo la cinta sin importarle que se vieran las curvas de sus pechos, se cruzó de brazos y formo una perfecta línea en sus labios enojada. —Odio todo esto —susurro entre dientes Magnolia arqueo una ceja entrando en completo silencio a la alcoba. —¿Qué dijiste mocosa?, —Mariana se sobresaltó y giro bruscamente su cuerpo— ¿odias todo esto? La princesa no dijo nada solo se mantuvo en silencio sin observar a la mujer frente suyo. Magnolia bajo la mirada hasta llegar al esc