LI. El comienzo de un final

Se observaron con detenimiento.

—Bienvenido, su majestad —susurró César lleno de sarcasmo

El joven rey cayó de rodillas doblegado por el dolor que invadía su cuerpo. Apretó sus dientes mientras su mano derecha agarraba con fuerza su pecho donde un terrible dolor lo invadía.

—¿Duele? —César soltó una carcajada al ver al frágil rey en el suelo— Pides verme y ahora solo caes al suelo. ¿Me estás pidiendo clemencia?

—No —susurró Maximiliano entre dientes, pero César solo sonrió

—Eres muy patético, su majestad, nuestro señor tenía toda la razón al decirnos que eres débil. ¿Hay algo más que deba saber?, —solo obtuvo como respuesta una mirada fría y enojada del joven rey— ¿me odias?

Se empezaron a escuchar golpes a la lejanía con dolor el joven rey cerró sus ojos lentamente, los sonidos llegaban desde el gran muro. Estaban atacando el muro con ferocidad de pronto varias personas rodearon al joven rey mientras se reían de él.

—Si quiere

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