XLVI. Manténgame en su memoria

Las risas frenaron, las miradas se posaron en el joven de cabellera rubia que caminaba hacia ellos. Vasco observaba a Jacob profundamente, pero Jacob solo sonreía. Su torso desnudo relucía de rasguños y sangre. Sus labios conservaban una sonrisa.

—¿Vas a felicitarme? —pregunto Jacob, una de sus fieles sirvientas apareció con un abrigo rojo acercándose a su señor

Con suavidad empezó a colocarle el abrigo.

—¿Por qué tanto silencio?, ¿acaso no vas a saludar a tu rey? —Vasco seguía con la mirada fría

Giró acercándose al cuerpo inerte del lobo negro. Este relucía de sangre en su pelaje, su respiración era agitada y lenta. Estaba muriendo, pero aún tenía vida.

—Jugaste sucio por eso ganaste —se colocó de cuclillas para acariciar al moribundo lobo

—¿Jugar sucio?

—Se de ese medallón, ese te dio más fuerza. Si ese medallón no estuviera en tu poder estarías débil. Aunque pensándolo bien, —se colocó de pie nuevamente— aún no ganas

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