Sorpresa inesperada

En la actualidad

-Reclutas, fórmense-

La orden dada por el general al mando de aquel lugar se oyó alta y clara dentro del campamento de entrenamiento intenso en medio de la nada. Los más de 30 lobos dispersados en todo el perímetro corrieron y se formaron en 4 columnas. Uno detrás de otro, en posición de firme, tensos, rostros rectos y las manos agarradas en su espalda. 

Disciplina, era la primera y más importante ley para ser el mejor. Y Lawson Conor, nuevo recluta, lobo de alta categoría y aspirante a guardaespaldas de las filas del alfa de la enorme manada que dirigía el país entero, sería el mejor. No había duda de eso.

-Ustedes fueron los escogidos en la prueba de iniciación- el general habló con voz grave, pero medida, no necesitaba gritar, se suponía que los lobos allí presentes tenían sus instintos bien desarrollados, y un oído fino- De ustedes solo 5 lobos formaran parte de la guardia personal del Alfa Demon y tendrán una vida llena de logros y lujos para ustedes y su familia, siempre que cumplan con su papel y estén dispuestos a entregar su vida al servicio del alfa. Así que den su mejor esfuerzo, porque para el resto no preveo un futuro prometedor-

Una de las cosas que sabía Lawson cuando entró al campamento es que únicamente tenía un 10 % de probabilidades de lograr su objetivo. Era un lobo fuerte. Mucho más que los de su generación, al menos en su vecindario. Pero era consciente que sus nuevos compañeros no le dejarían el camino libre. Todos tenían el mismo objetivo. Llegar a lo más alto y no tener que preocuparse de lo que pondría en el plato de comida al otro día. No era que el país fuera pobre. Solo que si no se trabajaba duro no se lograba nada y dado que su madre y su hermano no hacían el menor esfuerzo, él tendría, como el lobo macho mayor de la familia dar el paso adelante. 

Cada 5 años hacían captaciones para cubrir las plazas vacantes en la mansión de la inmensa manada que abarcaba todo el país. Con el territorio bajo amenaza de guerra y constantes atentados por lobos infiltrados o traiciones, era normal que las bajas fueran seguidas. Eran tiempos turbulentos y las cosas no eran nada estables. Muchos ansiaban el poder del alfa, lástima que los planes siempre eran truncados.

Ser guardaespaldas de la figura más importante de la manada tampoco era una tarea de comer y ya. NO. No era nada fácil a pesar de que todos dijeran que era vivir en la riqueza estaban muy equivocados. Solo los mejores y más fieles lobos podían estar a su lado, e incluso así eran tantos las agresiones contra la vida del magnate que tenían que poner un equipo nuevo cada cierto tiempo. 

Y en eso entraba él. Que m*****a forma de jugarse la vida ¿verdad? Pero ahí estaba la parte divertida del juego.

Había estado entrenando hasta casi desfallecer para ese día. Corriendo grandes kilómetros ejercitando tanto su musculatura humana como en su forma de lobo. Largas jornadas de entrenamiento con pesas y enfrentamientos con otros lobos a modo de práctica. Agradecía su metabolismo y su habilidad para crear musculatura rápido. Gracias a eso su cuerpo estaba bien estructurado, sus brazos fibrosos, su abdomen marcado sin una gota de grasa, sus piernas gruesas y fuertes, aunque no resaltara tanto, por el momento, al lado de los demás lobos que debido a la edad de algunos era normal que fueran más grandes en todos los aspectos.

Estaba enfrascado en sus pensamientos cuando sintió unos pasos sobre la tarima anunciando un nuevo invitado. Se imaginó que sería quien dirigiera los entrenamientos. Sabía que eran dirigidos por alguien de la confianza del alfa para garantizar los resultados. Pero…

De pronto el aire se le congeló en los pulmones y su estómago se le estrujó al punto que le dolió. Aun así tomó el aire que pudo en sus pulmones para calmarse como pudo para no mostrar en su rostro su malestar. 

No lo podía creer.

El general que estaba parado en la tarima haciendo los anuncios señaló al recién llegado enderezando la espalda y haciendo una ligera reverencia a modo de máximo respeto con la cabeza a su superior 

-Les presento a la Comandante y líder de la guardia personal del Alfa, también conocida por toda la manada como su sombra, Raven Leus di Morti- tomó aire golpeándose el pecho orgulloso de a quien presentaba -Su nueva entrenadora y supervisora durante todo el campamento-

Más de una exclamación se oyó entre la multitud. La disciplina se había hecho literalmente a la basura cuando precisamente era una loba de apenas 1,65 metros de altura, que apenas le llegaba a la barbilla a todos los que estaban allí. Que era delgada, de rasgos delicados y hasta hermosos, que apenas habían sido endurecidos por el arduo trabajo y de seguro más joven que los presentes, había sido anunciada como su superior y muy superior, literal en la punta del iceberg. 

Esa loba era la segunda al mando de la manada.

La impresión que había dado había sido grande y no para bien. Que fuera una loba la que los entrenara, a ellos lobos machos, la mayoría prepotentes dado su naturaleza, era un golpe directo al orgullo. Hasta que recordaron lo que el general había dicho.

La sombra del alfa.

Y temblaron ligeramente. Ese apodo no era uno fácil de olvidar. El asesino más letal de la manada bajo órdenes del alfa. Era la persona que había mantenido a raya a aquellos que habían traicionado y atacado al alfa. Nadie estaba  salvo si era esa persona a la que se le asignaba la misión de matar. Incluso era conocido el hecho de que se había encargado de 100 lobos terroristas, ella sola, tan rápido que apenas habían podido reaccionar o hacerle algún rasguño. Después de ese hecho el apodo de la sombra del alfa la había seguido a lo largo de los años y hoy en día podía hacerlos temblar como en ese momento.

El general hizo un intento por callarlos, el bullicio no disminuía, al contrario, aumentaba, pero Raven lo detuvo levantando una mano. El hombre mayor la miró intrigado sin saber por qué estaba tan tranquila. Él sudaba bajo su traje pues el aura alrededor de la loba era densa y el olor a sangre la cubría como si ya fuera parte de ella. Más, para su impresión no era algo desagradable. Solo exótico. Normalmente, las lobas olían rico, suave, agradable para atraer pareja, pero ella no, y eso la hacía de cierta forma… extraña.

-Silencio-

Se oyó de pronto y seguidamente todo sonido se detuvo.

Una sola palabra. Había sido una sola palabra, pero el tono de su voz que amenazaba con ser aguda, impuso un orden inquebrantable. Raven ni siquiera sonrió al demostrar su poder.

Estaba acostumbrada a esta reacción ante sus órdenes.

Lawson miró la escena desde su posición y sus dedos aún hormigueaban mientras su cuerpo se negaba a moverse. Un ligero temblor lo recorrió de la cabeza a los pies, como cuando reconoces que estás por debajo de alguien, que eres la presa y eres el más débil. Y no fue el único, todos lo supieron, esa loba podía ser pequeña y parecer inofensiva, pero las apariencias engañaban, no por gusto era la que cuidaba la espalda del alfa.

Lawson sonrió irónico. Más débil ¿él? Ni pensarlo. 

Raven, como olvidar ese nombre, ese rostro, esos profundos ojos marrones casi negros en donde te podías perder como en un abismo. Esos labios que lo habían besado a él y que eran suaves, que recordaban esbozando una suave sonrisa, no aquella línea recta y dura que helaba la sangre. 

Aquella loba que sabía que era su pareja destinada, su mate.

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