capitulo 4

Falister apena pudo contener una risita. Había vuelto a meter la pata.

_ No he querido decir, vaya ... _ aparto la mirada de la señora Heliodor, sin saber muy bien como salir del atollado _. Mi único propósito es conocerla ... hablar con ella… para que podamos familiarizarnos antes de tomar una decisión... Pero puedo asegurarle que, una vez que cierre el trato, le brindo a todo aquello a que este a mi cuidado el respeto y el afecto que merece.

 Heliodor adopto una expresión dubitativa, como si se preguntara cuanto respeto merecía cuñada. Por su parte, la señora Heliodor siguió mirando fijamente a Isaac, intentando evaluar al hombre que comparaba el matrimonio con la compra de un caballo y que admitía sin pudor su interés en montar a su querida hermana.

_ Supongo que es una buena respuesta ... conociendo a mi padre, no podía esperar que eligiera a un marido para Aita basándose en algún lazo de afecto. Debo confiar, pues, en que mi marido y lord Faliste no nos habrían presentado si no creyeran que sea usted un digno pretendiente para mi hermana! _ suspiro con resignación, como si el ducado no significara absolutamente nada para ella, y suavizó su tono _. Por favo cuando vea a Aita dígale que he preguntado por ella y que puede contar conmigo para lo que sea, diga lo que diga padre! _ la vehemencia de sus palabras prometía terribles represarías para el hombre que se atreviera a hacerle daño a su hermana.

_ Muy bien, señora Heliodor. Con mucho gusto transmitiré su mensaje.

El vago interés que tenía por esa chica se había avivado gracias a aquella breve y reveladora conversación. Aunque no quisiera casarse con ella, estaba impaciente por conocerla y comprobar porque la misteriosa Aita daba tanto que hablar.

En la fiesta había muchos diques y conde de toda irlanda. La fiesta eran los lugares de chismes y nuevos socios o parientes políticos. Sir Romsome No se presenta con mucha frecuencia en la fiestas, Dado el fallecimiento de su única hija, se mantenía alejado de las fiesta por un tiempo.

Nicolás cárter, señor de Ghland, estaba concentrado limpiando la hoja de su espada y componía en aquellas tarea una imagen agradable, si es que hubiera llegado a saberlo o le importase. Su constitución y temperamento eran los de un soldado, y las finas arrugas que surcaban su rostro denotaban determinación y una cierta inflexibilidad. 

 En el brillo de sus ojos había un incómodo cinismo. Era moreno de piel, con el cabello negro, los ojos de un gris oscuro y la nariz recta y bien formada, perfecta para la arrogancia. Tenía los pulmones bien marcados. la boca perfectamente dibujado y capaz de cierto encanto en sus gestos, pero en aquel momento apretaba los labios con seriedad. 

En resumen, era un hombre atractivo, o al menos eso solían decir las mujeres, pero de temperamento vivo e imperioso, de modo que no era fácil manejarle. Uno de los Carter negros, que podía encantar a atraer, pero cuyo carácter era tan fuerte como su apariencia. El motivo por el mensaje enviado por de Romsome y que había llegado hacía menos de una hora, unas noticias que había causado en el honda sorpresa.

Enola de Romsome, la hija de diez años de sir latís de Romsome, la niña que estaba destinada a ser su esposa, había muerto de una fiebre. No lo había presentido. ¿Cómo iba a imaginárselo? La chiquilla tenía solo diez años. Lamentaba su muerte, que duda cabe, y había enviado las palabras de condolencia adecuadas a su padre, sir Latís de Romsome.

La muerte de la única hija de sir Latís era muy dolorosa, aunque Nicolás apenas era capaz de encontrar entre sus recuerdos algún detalle personal de aquella criatura de cabello castaño vestida de azul intenso, que corría riendo tras un cachorro en el patio de su casa. Fue la única ocasión en que la vio, cuando se selló su compromiso.

Pero bajo su aflicción corría un torrente de alivio cargado de culpabilidad. Aquel matrimonio iba a ser una alianza que en su corazón nunca había querido, un acuerdo político en el que la niña había sido simplemente una moneda de cambio utilizada en la lucha por el poder de la marca Globes. 

Estaba claro que sir Latís pretendía atraparle en una unión con los Latís, de la que no pudiera escapar, con el fin de que pudieran dominar la Marca entre ambos. Pero si Latís sería un aliado incómodo en las presentes circunstancias. La lealtad de los Latís para con la casa de Lang no encajaban con el apoyo de Cartel al rey Exol de lancaster. Tampoco le hacía demasiada gracia verse prometido a una niña tan pequeña.

Sin embargo, había de reconocer la necesidad de volver a casarse tras el fallecimiento de Lady Enola, su esposa. Ya era hora de darle un heredero a sus dominios, se dijo mientras seguía limpiando la hoja de la espada con un paño suave. Siempre y cuando sir Latís no intentase remediar aquel repentino colapso de las negociaciones ofreciendo otra novia de la familia.

¿Y si le proponía a que fuera su sobrina, Dolores De Romsome, quien ocupara el lugar de su hija en el tálamo nupcial de los Carter? Nicolás dejó a un lado la espada y apoyo las espalda en la silla. Dolores de Romsome. Una muchacha difícil, con más interés de la cuenta en las artes oscuras. 

Conocía su reputación, ya que los rumores se extendían con toda rapidez, en la Marca. Tanto quieres, sir Latís, establecer todo su poder en la socialite, que preferiría Utilizar a su sobrina como moneda de cambio para adquirir más poder. Pero nada bueno se decía de ella. Una chica brusca, de rostro anguloso...  bueno en realidad era ya mujer, y de una lengua afilada. 

Poco aguante, poca belleza, pocas emociones femeninas en resumen, era todavía una niña, cuando tuvo que asumir el control de la casa de su familia en Brarink y la educación de su hermano menor tras la muerte de su padre, y permanecía soltera a pesar de su edad. 

Sí, se añadía a la mezcla su falta de pudor al hablar y sus conocimientos de nigromancia … Nicolás hizo una mueca. No, desde luego no era una novia atractiva. Su nombre trae consigo desgracia, y absolencia, su nacimiento es de una monarca, pero que poco tacto tiene de ella misma.

De todos modos, era muy poco probable que se la ofreciera. Los rumores decía que la había enviado al Monasterio de santa marta para tomar los votos bajo la autoridad de Lady Dolía de Romsome, su tía abuela, que era la Priora allí. Sir Latís podía decir que la muchacha había descubierto su vocación, pero la maledicencia decía que había salido de su casa para no encontrarse con sir Latís.

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