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Mis nervios comenzaron a aumentar a medida que los minutos comenzaban a pasar. En cualquier momento sonaría el timbre y ellos llegarían. Le había enviado mi ubicación a Alán para que pudiera reenviársela al chofer y así llegaran directamente hasta aquí, a mi casa. Había preparado algo de comer, Víctor había puesto la mesa y los dos queríamos recibir de buena forma a nuestras visitas. ¡Claro! Nuestras visitas eran canijas, pero yo no iba a ser igual que ellos.

— ¿Está todo listo?

—Sí, acabe de acomodar los platos.

—Bien. Entonces...

Sonó el timbre. Me quite el delantal y lo colgué en la percha de mi alacena. Fui a lavarme las manos. Víctor se encargó de abrir la puerta. Las voces de mis hermanos comenzaron a retumbar en mi cabeza. Cuando termine de lavar y secar mis manos, me gire para poder mirarlos. ¡

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