El estudiante

Veo la hora en el teléfono y miles de maldiciones dejan mi boca una detrás de la otra sin parar. Se supone que ya debería de estar en la universidad y aun ando a medio trafico y con los minutos contados. No me falta mucho por llegar, ¡¿pero por qué demonios me tiene que pasar esto en el primer día de trabajo?! Eso no es todo, yo venia con el tiempo exactamente contado, pero cinco cuadras después el carro falló y tuve que pedirle ayuda a un grupo de hombres para que me ayudaran a encenderlo empujándolo por atrás. Ahora me encuentro en el atascamiento faltándome muy poco por llegar. Mañana saldré más temprano de casa, esto no me pasará de nuevo.

El teléfono suena en mis manos y decido contestarlo si fijarme de quien se trataba.

—¿Sí?.

—¿Tan temprano y de mal humor? — ruedo los ojos —. ¿Cómo es la universidad? ¿Cómo ha sido el primer día de trabajo? ¿Hay compañeros sexys para ir a hacerte una visita de lo más casual?.

Me la imagino haciendo sus caritas coquetas mientras habla.

—No — resoplo —. Aun no ha comenzado el día y ya andas de preguntona, Diane. Estoy atascada en el trafico y si no llego en cinco minutos me van echar sin empezar.

—¡Cálmate, mujer! Te va a dar algo, respira un poco — el semáforo da luz verde y echo a andar el carro —. Soy tu mejor amiga, quiero y muero por saberlo todo; todo es todo.

—Y lo sabrás, eso no lo dudes — giro a la derecha y el corazón se me acelera al ver la fachada de la universidad —. Estoy nerviosa, Diane.

—Eso ya lo sé, por eso te llamo — su risita me pone aún más nerviosa —. ¿Bailas casi desnuda para muchos hombres y ahora te da nervios hablar frente a un par de chicos, Rachel? No me lo puedo creer.

—Son cosas muy diferentes — disminuyo la velocidad para entrar al estacionamiento de la universidad —. Es el hecho de que será mi primera vez en esto que tanto he soñado.

—Te irá bien, brujís. Has practicado muy bien con nosotras y doy fe de que eres una excelente profesora — sonrío, recordando que en los descansos que tomamos les enseño uno que otro idioma a las chicas —. Te paras frente a todos, sacas esa labia extremadamente orgásmica que posees y les enseñas un idioma extranjero a un par de jovencitos hormonales.

Rio, buscando un lugar donde dejar mi auto de los primeros siglos, que resalta al ser el único clásico entre tantos de último modelo.

—Ya son adultos, Diane. Lo menos que espero es que sean jovencitos que tenga que estar encima de ellos a todo momento para que me entreguen los trabajos, sabes que eso no es lo mío.

—Eres su maestra.

—Mas no mamá — chasquea los dedos y sonrío —. Te dejo, acabo de llegar y tengo los segundos contados.

—Les tomas fotos a los profes sexys y me las envías — niego con una sonrisa —. ¡Pero que no se te olvide!.

—Si, si, como sea.

Cuelgo la llamada y tomo mi bolso para bajar del auto e ir a la oficina del director. AL bajar del auto, varios chicos y chicas se me quedaron viendo y sin prestarle atención seguí mi camino hasta adentrarme a los pasillos de la universidad. Me da la sensación de que soy escaneada con gran detenimiento por todos y eso altera mi sistema nervioso ya alterado.

Me echo un vistazo rápido cruzando por un ventanal y sonrío al ver que he elegido el vestido correcto y que mi peinado está en perfecto estado.

Nada puede salir mal, todo será como en las películas de maravilloso.

Al llegar a la oficina del director, su secretaria me deja pasar diciéndome que el director, Clark está esperándome desde hace tiempo. Al entrar en su oficina, me recibe con una gran sonrisa en los labios. El hombre es muy guapo; ojos azules, cabello castaño con escasos cabellos blancos, alto, se ve que se mantiene en forma y un par de hoyuelos que le dan un toque mas atractivo a su ya mencionada belleza. No está para nada mal, es una lástima que sea el jefe.

—Buenos días, Srta. Blum — sonrío, estrechando su mano.

—Buenos días, Sr. Clark.

—¿Estas preparada? — asiento, emocionada —. Vamos, te llevaré a conocer a tu nueva aula. Espero que te sientas a gusto con tus estudiantes y todo sea perfecto.

—Gracias, Sr. Clark, créame que así será.

Caminamos por los pasillos de la universidad, y aprovechó para mostrarme la cafetería, el gimnasio, la biblioteca y el gran teatro de la misma. Me hizo entrega de mis horarios y de la lista de mis estudiantes. Lenguas extrajeras es una materia extra, que muy pocos escogen para poderse graduar o sumar los puntos sobre todo para los deportistas.

Al llegar al salón, me dejó pasar primero a mí y el corazón me dio un vuelco muy extraño de felicidad. Ya me había hecho la idea de que nunca pisaría un aula de clases, pero esto que siento hoy no es nada comparado a lo que me imaginé. Hasta siento unas enormes ganas de llorar de felicidad.

—Las clases no demoran en comenzar. Srta. Blum, si tienes alguna duda no dudes en buscarme, que yo con gusto te ayudaré — sonríe cálidamente —. Te dejo sola para que te familiarices y te pongas cómoda en tu aula mientras los alumnos llegan. Te deseo un buen día.

—Muchas gracias por esta oportunidad — niega aun sonriendo —. No tendrá ni una queja de mi persona.

Se me queda viendo con una sonrisa ladeada, y muerdo ligeramente mi labio inferior. No pongas esos ojitos de hombre sexy que me derrito y los romances están fuera de nuestro alcance, Sr. director.

Por Dios, ya estoy como Diane cuando ve a un hombre.

—Tenga buen día, Sr. director.

—Nos estaremos viendo — asiento y sale del aula, devolviéndole la paz a mis pensamientos lujuriosos.

Dejo el bolso encima del escritorio y contemplo los asientos vacíos con una sonrisa de que valió la pena esperar tanto tiempo. Felicidad, es lo único que puedo sentir en este momento. Mas vale tarde que nunca, las palabras de mi madre esta mañana llegan en una fracción de segundos, arrancándome una risita de que tiene toda la razón.

Minutos después los estudiantes empezaron a llegar y más emoción me dio. Las chicas y chicos se me quedaron viendo con miradas curiosas y una que otra sonrisa maliciosa o perversa. ¿Escogí el vestido que no era? Me pregunté, viendo el reflejo de deseo en uno de mis estudiantes.

—¿Falta alguien más? — algunos se encogieron de hombros y negaron—. Bueno, entonces empecemos — cerré la puerta y volví a mi escritorio, bajo las miradas de todos fijas en mí —. Soy Rachel Blum, su nueva maestra de Lenguas, seguiré llevando el método de estudio de su antiguo maestro solo por este mes, en lo que culmina el francés y da paso a la siguiente lengua a aprender. Mi método no es del todo diferente, ni para nada complicado. Conforme nos familiaricemos...

—¿Podemos pasar, profe? — escucho una voz abriendo la puerta del salón —. Lamentamos llegar tarde, pero había un atascamiento...

—Pase, pero que sea la última vez que ocurra.

—No volverá a pasar, profe.

Tres chicos más le siguieron y sentí como el mundo se detuvo para mí en una fracción de segundos. El corazón retumbó en mi pecho con mucha fuerza y creí desfallecer allí sentada en mi silla. El último chico que entró, cruzó mirada conmigo y achicó sus ojos, estudiándome, detallándome justo como lo hizo la noche anterior y más pánico me entró. Tiene una mirada muy cargada, no soy capaz de decir palabra alguna; todo me suda y me tiembla.

No puedo creer que esto me esté pasando a mí, esto debe ser una maldita broma de muy mal gusto. Es él; el cumpleañero atractivo que golpeé accidentalmente con mi rodilla en sus bolas es uno de mis estudiantes. ¡No puede ser! ¡Trágame tierra y escúpeme donde sea que te dé la gana, pero sácame de este lugar ahora mismo!.

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