Bee Happy

“La raza humana está más cuestionada que nunca para demostrar su dominio, no sobre la naturaleza, sino de nosotros mismos”.

Rachel Carson.

(1907-1964)

Bióloga marina y conservacionista estadounidense.

En dos semanas regresamos a la universidad, estoy ansiosa y no puedo dejar de pensar en esas nubes grises. No hubo más tormentas como esa, solo vientos helados, ahora es seguro caminar por las calles sin tropezar con algún escombro o árbol caído.

Estoy determinada a salir hoy. Me visto con mi camiseta favorita, azul marino con letras amarillas que dicen “Bee Happy”, junto con una abejita sonriente, me puse mis botas de invierno hasta la rodilla, chaqueta y guantes que no me cubren los dedos, salgo en busca de aire fresco, estoy harta de estar encerrada sin poder subir a la azotea a cuidar mi adorado invernadero por el mal clima. Es mi escape y no he podido escapar en estos últimos días. Le envío un W******p a Rose para invitarla al parque.

Ross:

Nop. Salida con Matt. Lo siento. Xoxo.

Yo:

¡OK! J

Debí imaginarlo, estaría pegada a mi hermano en cuanto pudiera. Ir al parque sola no es divertido, pero necesito esta libertad antes de comenzar la universidad. Rose es mi única amiga, patético, lo sé… y aunque tengo toda una vida compartiendo con los mismos compañeros en el campus, tanto de la secundaria como de la universidad, soy demasiado tímida para relacionarme más allá de las cuatro paredes de un salón con cualquiera, además de Rose.

En la puerta del edificio me saluda Eddy, el guardia de seguridad.

—¡Hey, guapa! ¿Cómo estás? —intenta hacerse el interesante, y levanta una ceja. Eddy es el guardia de seguridad más inseguro del mundo.

—Bien, Eddy ¿Cómo te va a ti? —Con un metro setenta y gafas redondas tiene cierto parecido con Harry Potter en sus últimas pelis.

—Lo de siempre. ¿Tú mamá? —pregunta incómodo, y sin saber qué más decir.

Tenemos la misma edad o cerca y no ha desistido de coquetear conmigo. Me divierten sus intentos.

—En el hospital. Voy de salida, hasta luego. —Me despido con una sonrisa y hago el gesto de adiós con la mano. Eddy es un buen chico, pero necesita seguridad, como lo dice la placa de su uniforme azul.

Camino con mis audífonos puestos, veo cómo pasan los ciclistas, los autos, las personas apresuradas a sus trabajos, así es como la vida pasa, y escucho algo de música sin prestar mucha atención a quién canta o la letra. Me encanta ponerle soundtrack[1] a la vida.

Es como ver un video musical en directo y trato de hacer que la música en mis oídos acompañe lo que veo.

No quiero ir al parque sola, así que tomo un nuevo camino, sé a dónde quiero ir.

Me subo al subterráneo, mientras tomo asiento intuyo una mirada sobre mí, curiosa busco entre todas las personas, unos chicos que parecen de secundaria hablan con el ánimo de su superjuventud, una pareja mayor sentada justo al frente conversa en susurros, una señora con un niño hermoso en los brazos le  hace muecas para que sonría. Es raro no encontrar mucha gente en el sub, supongo que se debe a las tormentas.

Con la impresión de ser observada, insisto en encontrar esa mirada y sigo buscando. Siento los vellos de mi nuca erizarse con el escrutinio, con disimulo volteo a los últimos asientos a mi espalda y ahí está, la he encontrado… Él y su mirada, parece inspeccionarme, nuestros ojos se encuentran, no vacila, no hay ninguna mueca, solo nuestras miradas conectándose, pasa un segundo cuando aparto la vista de él, sin embargo, ese segundo fue suficiente para querer saber que misterio esconden esos ojos.

Desvía la mirada a su regazo, como si el remolino que causó en mi estómago no hubiese ocurrido, como si mi sonrojo no delatara mis intenciones, como si su mirada no fuese tan intensa y cálida como los rayos del sol en la aurora, como si hubiera imaginado todo aquello.

Me giro en el asiento para seguir mirándolo como una acosadora, en todo ese tiempo no mira en mi dirección. Estoy decepcionada, quiero comprobar de verdad el color de sus ojos.

Parece que lee, aunque no puedo asegurarlo, se ve concentrado, con la cabeza hincada, su expresión no dice nada más que pura concentración. ¿Será un libro o un mensaje de texto? Quiero saber. Recuerdo que traigo puestos los audífonos y suena Perfect de Ed Sheeran, el pelirrojo había encontrado a su chica perfecta y yo a mi chico perfecto. El soundtrack del momento.

Es guapo, de una manera sencilla y armónica, es de esa belleza que en medio de la multitud no distingues, pero al detallar te das cuenta de que estuvo ahí todo el tiempo, esperando a ser descubierta. Ese tipo de belleza que demuestra que no solo es guapo, sino que además tiene un corazón de oro. Me incita a querer caminar hasta él y preguntarle cómo hace para tener esa belleza extraña.

Dejo de mirarlo, pero mi mente no deja de recordarlo, esos ojos intensos, no logré ver su color, tiene cejas gruesas y una nariz recta.  El cabello un poco desordenado, muy oscuro, sus labios definidos, el inferior sobresale un poco más y una barba muy sexi para ser permitida.

He tenido muchos amores de subterráneo, esos que solo los ves una vez en un viaje de metro y no lo ves nunca más, también he tenido muchos amores literarios, como el señor Darcy[2], —por ejemplo—, que sé que nunca se harán realidad. Este chico, es como una combinación de ambos. Parece irreal y a la vez tan común.

Llega mi parada y me enfoco de nuevo, salgo de mi mundo de ensueño, donde ese chico misterioso puede iluminar la ciudad con sus ojos. Un nuevo pensamiento me atraviesa, ¿cómo será su sonrisa? ¿Igual de expresiva que su mirada? Es hora de parar de imaginar y bajar del vagón, antes de hacerlo quiero asegurarme de que no me quedé dormida y he estado soñando todo esto del chico hermoso con mirada de sol. Lo busco entre la multitud que sale apresurada por la otra puerta y no lo veo. Seguro fue un sueño… y recién acabo de despertar…

Ser recibida por el aroma de las flores es la mejor sensación del universo, es como estar en mi propio mundo, mi propio paraíso.

Eso es para mí ParadiseGarden, fue amor a primera vista. Lo encontré hace poco más de un año por casualidad, escondido en un callejón en medio de los enormes edificios del centro, en ese momento era un local nuevo. Pasé por el frente y llamó mi atención los hermosos colores de los tulipanes en la entrada, eran como un campo holandés y desde ese entonces es aquí donde compro las flores y semillas para mi vivero. El lugar me llamó desde el principio.

Hermoso, lleno de aromas y colores. Hay todo tipo de plantas, desde arbustos, cactus y helechos hasta las más hermosas rosas, orquídeas y sobre todo variedad de tulipanes, mis favoritos. Aunque es un espacio pequeño, hay una sección de bricolaje, donde venden herramientas de jardinería y todo lo que necesitas para hacer tu propio jardín. De aquí saqué mi pala y muchas de las flores que cuido en mi invernadero de plantas ornamentales.

La señora Mitchell, la dueña de la tienda, podría decirse que es tan colorida y divertida como sus plantas, debe tener la edad de mamá, me encanta su cabello rojizo con rulos desordenados hasta el hombro. Deja atrás una tijera con la que parece estaba cortando un bonsái, se acerca y me saluda, tan familiar.

—¡Hola, cariño! ¿Qué te trae por aquí? ¿Cómo está tu mamá después de las tormentas? Supe por las noticias que hubo varios fallecidos. —Pone cara de preocupación.

—Buenos días, señora Mitchell. Sí, es una lástima, algunos fueron a parar en sala de emergencias, mamá dice que nunca es fácil enfrentar pérdidas así. —Intento cambiar de tema, y digo—: Vengo por unos jarrones y abono. No he revisado mi azotea desde las tormentas, pero no creo que esté bien. Las flores deben haber sufrido un poco.

—Bueno, linda, pasa por aquí, lamento lo de tu invernadero —comenta y me invita a pasar, hace señas con las manos a que la siga a la sección de jarrones—, toma el que gustes, y sabes dónde encontrar los abonos. —Me deja sola con la elección y mi indecisión ante tanta belleza que tiene en la tienda.

Al final termino por escoger dos jarrones pequeños y tres grandes, más dos sacos de abono. La señora Mitchell, tan amable ofreció llevar las cosas hasta mi edificio, después de debatir sobre que era muy abusivo de mi parte dejarle hacer eso, al final ella ganó, no tuve más opción que dejarle mi dirección y así quedó el trato.

  Le doy las gracias por el favor que se negó a cobrarme y me despido dándole un abrazo.

Y al girar para dirigirme a la puerta de salida, de nuevo tengo esa sensación que tuve en el metro, de que alguien me observa, volteo, repaso la tienda y no veo a nadie más que a la dueña que me sonríe con cariño, le devuelvo la sonrisa y salgo deprisa con un solo pensamiento.

¿Será el chico de mirada intensa…? ¿Será él…? ¿Estará él ahí…? No puede ser. Estoy loca, entre la presión de comenzar de nuevo la universidad y las tormentas, estoy enloqueciendo. Sí, tiene que ser eso.

[1]) Soundtrack: Banda sonora.

[2]) Fitzwilliam Darcy: es un personaje ficticio creado en 1813 por Jane Austen en la novela Orgullo y prejuicio. Es considerado uno de los principales personajes de la literatura romántica.

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