Numen, el poder dentro de ti
Numen, el poder dentro de ti
Por: Luce Monzant
Pararrayos

“Incluso la paz se puede comprar a un precio demasiado alto”.

Benjamín Franklin.

(1706-1790)

Políticopolímatacientífico e inventor estadounidense.

Algunos dicen que después de la tormenta viene la calma, no es lo que pienso en este momento. La tormenta más fuerte registrada en Chicago está en pleno apogeo y no da tregua a la ciudad. Me encuentro mirando unos ojos idénticos a los míos, pero en los suyos no veo el temor que siento.

Desde siempre le tuve miedo a las tormentas, a los truenos, a la ferocidad del diluvio, y aunque la luz de los relámpagos me atrae como abeja a la miel, saber que luego del resplandor viene ese rugido de la naturaleza hace que quiera meterme debajo de la cama.

Mis manos tiemblan.

Por fortuna, tengo a mi piedra angular, mi roca fuerte, mi hermano. Aunque soy mayor que él por unos dos minutos con cuarenta segundos; de los dos, él es el fuerte, el valiente, el que se arriesga sin importar qué, y que me cuida por sobre todas las cosas.

—¡Ven aquí! —grita desde la puerta, por encima del crujido de un trueno.

No dudo en saltar a sus brazos.

Estamos acostumbrados a las tormentas en esta época del año, y no por nada la llaman «La ciudad de los vientos», sin embargo, esta vez creo que es diferente. Como si alguna deidad allá arriba estuviera en plena batalla.

—Gracias. —Le digo al abrazarlo fuerte, me siento un poco más en calma con su abrazo de oso.

—Miedosa. —susurra, al intentar apartar mi mirada fija en el ventanal, donde se describe un rayo perfecto que desciende desde las nubes casi negras e ilumina toda la ciudad. ¡Maravilloso!

No logro entender cómo a algo tan hermoso como un rayo, le siga algo tan siniestro y estrepitoso como el sonido del trueno.

—Tonto. —respondo, y se escucha de nuevo ese sonido estruendoso, seguido de un silencio perturbador.

Matt y yo estamos en mi habitación, siempre que hay una tormenta, él es mi caballero de brillante armadura. Me deja en mi cama y cierra las persianas.

—¿Nunca vas a dejar ese miedo tonto tuyo? —pregunta, sentándose a mi lado.

Aunque somos gemelos, no somos idénticos, médicamente somos gemelos fraternos, cada uno tuvo su saco dentro de mamá, además del parecido de nuestros ojos, es muy distinto a mí. Con su metro ochenta o algo más, su caminar tan seguro, delgado, y con músculos definidos por su adicción al gimnasio. Yo, por el contrario, soy mucho más baja, voluptuosa y con cero coordinación en los deportes. Muy distintos. Sin embargo, tenemos esa conexión de gemelos a pesar de las diferencias. Sabemos cuándo necesitamos uno del otro.

Mi respuesta a su pregunta anterior, una épica rodada de ojos, y se carcajea como si hubiese dicho el mejor chiste del mundo.

El reflejo de otro rayo hace brillar la habitación por un breve instante, aún a través de las persianas, este departamento me encanta, pero en días como hoy hasta llego a odiarlo. Siento como si el ventanal se hace más grande cada vez que hay una tormenta.

—Todo va a estar bien, tranquila, abejita. Todo pasará. —Ese es el mantra de mi hermano mientras intenta calmar mis nervios.

Entre la tormenta y la noche, me sumerjo en una duerme vela sintiendo los ruidos espeluznantes ya muy lejanos. Las tormentas me agotan, me hacen sentir somnolienta y nerviosa, siempre termino cansada del ruido y los rayos.

Ahora me siento segura por lo que me dejo ir, sé que mi hermano me protegerá, que la tormenta pasará, y que gracias a la ingeniería y a Benjamín Franklin este edificio tiene pararrayos.

Me dejo ir, junto con Morfeo…

***

Apenas abro los ojos…

—¡Buenos días, abejita! —Sí, esa es mi mamá, con su personalidad tan explosiva. No lo entiendo, los médicos tienden a ser serios e imperturbables, no como esta mujer que me abraza hasta casi dejarme sin aliento.

—¡Mamá, me quedo sin aire! —Me suelta, al escuchar mi quejido lastimero.

No sé por qué me extraña, si siempre que llega de su guardia nocturna hace lo mismo. Y antes de salir, por supuesto. El apretón de boa constrictora no puede faltar.

—Estuve preocupada anoche, ¿cómo estás, abejita? No había línea telefónica, me cansé de llamarlos a ti y a tu hermano para comprobar que estaban bien. La tormenta cobró varias víctimas —cuando dice eso, noto que tiene sus ojos llorosos—, siempre es duro perder a alguien en la sala de emergencias.

—Lo siento mucho, mamá. Estoy bien. Matt se quedó conmigo. Sabes cómo me ponen las tormentas.

—Sí, lo sé. Matt me contó al llegar a casa. Estaba en su cuarto, intentaba comunicarse con Rose.

—¿Qué pasó con ella? —Rose es la novia de mi hermano, la odiaría por quitármelo, pero es mi mejor amiga de toda la vida, así que no hay nadie más perfecto para él que ella.

Supe que serían el uno para el otro desde que juntos pegaron chicle en el cabello de la maestra, en la escuela, y solo se reían de su maldad. Matt la ama, y ella le corresponde del mismo modo. La envidio a veces, quiero encontrar a alguien así para mí.

—Rose está bien, solo que por la tormenta no hubo línea telefónica y… —Continua mamá, a medida que sale de mi habitación, solo le escucho un poco antes de desaparecer por el pasillo, seguía hablando de cómo la tormenta había arrasado con la ciudad entera, árboles caídos, pérdidas humanas y hasta personas desaparecidas. Me imagino una escena al estilo Chicago Fire.

Se asoma a la puerta de mi habitación, dice—: Es obvio, que no comenzarán la universidad en la fecha indicada.

Media hora después de llegar, mamá ronca en el sofá. Me arreglé para salir con mi hermano a casa de Rose, solo queda a unas cuadras, así que debemos caminar hasta allá por los daños en la calle.

Con mis Converse húmedas, llegamos al pórtico de Rose, ya nos esperaba con una sonrisa de oreja a oreja. Se abalanza sobre mi hermano, e intentan fundirse como uno solo.

—¿Hola? ¡Yo existo! —informo con fingido dolor.

Rose se separa, me abraza casi con la misma fuerza.

—¿Cómo te fue con la tormenta? —Rose sabe de mi aversión a las tormentas.

—Bien, como siempre. —Me encojo de hombros restándole importancia.

—La encontré temblando de miedo cerca del ventanal. —Esta vez es Matt quien habla, con una pizca de burla en su voz.

—No esperaba que fuera distinto. —responde Rose mirándolo a los ojos.

—Oh cielos, olvidan que estoy aquí.

Rose ignora mi comentario anterior—: Vayamos adentro. Hay películas y dulces.

Aunque no me gustan las películas, siempre me entretengo viendo adaptaciones de libros y criticando cada aspecto que no se apegue a la historia. Matt escoge la película, una de superhéroes que no me interesa en lo absoluto. Me aburro, mucho.

Cerca de veinte minutos más me doy por vencida y decido salir al patio de la casa de Rose, lleno de grama y flores hermosas. Me encantaron desde el primer día que vine a su casa hace tantos años, al fondo hay un árbol grande con una casita de madera. Mi infancia, toda en este patio.

Me dejo caer en el columpio, me saco los audífonos que tenía en mis oídos.

De repente pienso en las nubes de anoche, en su forma de remolino, y tan oscuras como el hoyo más profundo, hace que la ciudad se vea tan pequeña… Aparto ese hilo de pensamientos.

Me concentro en imaginarme cómo será este año en la universidad, ¿seguiré con esa carrera o me cambiaré a lo que de verdad me apasiona, el diseño de jardines? ¿Será mucho mejor que el año pasado? Debo solucionar pronto mi indecisión con respecto a qué carrera seguir.

La señora Annie sale y me entrega una pequeña bolsa con galletas caseras de vainilla con chispas de chocolate. Las amo. Las amaré por siempre, las mejores galletas del mundo mundial.

—Gracias, sabe cuánto amo sus galletas señ…

—No me llames señora —me interrumpe.

—Está bien, Annie. Gracias. —digo con un sonrojo.

Asiente, y regresa a la casa, me deja sola con mis pensamientos y muchas galletas, pecado hecho un círculo dulce y delicioso.

Debió pasar mucho tiempo, y yo con la vista en el césped, pues, cuando me doy cuenta, es hora de regresar. Se avecina otra tormenta, ya hay nubes grises y al mirar al cielo me encuentro de nuevo con esa masa casi negra que parece querer succionar todo como un tornado.

Nos despedimos de Rose y nos apresuramos a nuestro edificio mientras que las primeras gotas comienzan a caer.

Pasaron otras dos horas donde parecía que el cielo se fragmentaría y nos caería encima, una tormenta incesante. El sol ni se asomaba, aun cuando era mediodía, la ciudad estaba envuelta en oscuridad. Matt, como de costumbre permaneció cerca de mí, mientras mamá preparó chocolate caliente.

Y nos dispusimos a jugar Scrabble[1], ya que no podíamos encender la TV, «por seguridad». Soy la mejor en el juego, Matt solo me gana con trampa, y mamá, es ágil con palabras como Acalasia[2], Fimosis[3], por lo que siempre se lleva varios puntos, asumiendo que esas palabras existen. Nos divertimos un rato esa tarde, aún llovía, pero la lluvia no era tan escandalosa como la noche anterior. Las deidades seguro habían llegado a un acuerdo de paz.

Al final ganó mamá, como siempre y eso fue todo.

Mamá celebró su triunfo con su baile feliz, algo al más puro estilo del Sombrerero loco de Alicia con su FutterWacken[4].

Mañana debe ir a su guardia continua de setenta y dos horas, en la emergencia del hospital universitario de Northwestern. A veces la extraño en casa, pero entiendo lo importante que es para ella salvar vidas, por eso su área es la emergencia, y me enseñó cuan hermosa y valiosa es una vida desde que era una niña.

Alrededor de las seis de la tarde cuando la ciudad entera se queda sin electricidad. Todo está sumido en una completa oscuridad, entro a mi habitación y me quedo sorprendida por el apagón repentino e intento retroceder, en tanto ese ventanal descubierto me invita a acercarme, a mirar los rayos caer e iluminar las sombras.

Vivimos en un edificio residencial alto y desde mi enorme ventana, se puede ver casi toda la ciudad, amo esa vista. Sin embargo, en los días de tormenta la detesto, a excepción de esta tarde, es diferente. Lo que siento es una especie de adoración hacia esos rayos en el cielo. No sé qué me sucede o qué me poseyó, solo sé que me alienta a acercarme cada vez más… cada vez más atrayente… más hipnótico…

Escucho mi nombre y me apresuro a bajar con mamá y Matt. Mientras camino escaleras abajo me pregunto, ¿qué fue eso, es real? Nunca había tenido esa sensación tan abrumadora de querer estar cerca de aquel resplandor. Creo que los nervios me están jugando una mala pasada. Y como en cada tormenta eléctrica, me siento un poco somnolienta, cansada.

Al llegar abajo, la electricidad regresa, y se me hace imposible abrir los ojos por completo, y ver lo que pasa. Mi mamá con una linterna en las manos, Matt apaga una vela.

—Abejita, tardaste una eternidad, creí que tenías un ataque de pánico. —dice mamá, me estremezco porque podría haberlo tenido, estaba sola con los rayos, y en completo estado de veneración. Me gusta la lluvia, mas, con las tormentas es algo diferente.

—Solo no encontraba la puerta. —Miento.

¿Sería cierto o un producto de mi imaginación? No puedo confirmarlo, así que, lo ocultaré y negaré.

—¿Asustada, abejita? —pregunta el necio de mi hermano.

—Obvio —Ruedo los ojos—. Me dejaste sola —respondo lanzándole un puño a su brazo.

—¡Auch! Tranquila fiera. Creí que ya estabas aquí abajo. —asegura, y me hace cosquillas en las costillas.

El servicio eléctrico se normalizó luego de un tiempo de constantes interrupciones, ya todos juntitos casi dormidos en el sofá, aunque algo incómodo se siente correcto en un momento así. Lo último que pienso antes de dormir es en esa sensación, en ese anhelo, y un escalofrió recorre mi piel.

Me obligó a cerrar los ojos y conciliar el sueño, mientras recuerdo  el resplandor, el hermoso resplandor…

[1]) Scrabble: es un juego de mesa en el cual cada jugador intenta ganar más puntos mediante la construcción de palabras sobre un tablero de 15x15 casillas.

[2]) Acalasia: consiste en la incapacidad para relajar las fibras de músculo liso del aparato gastrointestinal en cualquier sitio de unión de una parte con otra.

[3]) Fimosis: Estrechez de la abertura del prepucio que impide descubrir el glande total o parcialmente.

[4]) FutterWacken: Es el término utilizado para referirse a la danza de la alegría del sombrerero en Alice In Wonderland.

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