EL BALCÓN DE FUGIO

De los costados de Tara se despliegan unas alas que no se distinguían. Un rápido aleteo nos eleva y comenzamos a volar. Fugio parece interminable. Avanzamos por tres horas hasta ver el fin de sus ramas. Tara sube en dirección vertical y luego gira su cuerpo ciento ochenta grados para ir en diagonal hacia la parte más alta. Dos horas después, que invertí durmiendo abrazándola porque estaba muy cansado, y porque ella es un imán para mí, dejamos atrás el cielo purpura y entramos en la oscura noche. Miro hacia atrás y descubro esa rara división de cielos, como el agua dulce por debajo de la salada.

-¿Te gusta no? –Me pregunta.

-Es una locura. En el buen sentido. Son mágicos y abrumadores todos los detalles.

 

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