Capítulo 2

Ashlee

Todavía estoy en shock, después de lo sucedido. No entiendo por qué Scott hizo una cosa como esa. ¡Cómo fue capaz de aparecer como si nada frente a mí!

Han pasado diez días y no sé nada de él. Estuve muy enamorada y sufrí mucho cuando me enteré de su muerte, entonces, ¿por qué fingirla?

—¿Necesita algo, señorita Ashlee? —me pregunta Helga apenas hago ingreso a la cocina.

—Solo quiero un vaso de jugo.

—Enseguida, señorita.

—Solo Ashlee, Helga. Por favor.

—Está bien, Ashlee. Como tú digas.

—Así está mejor —le respondo con una sonrisa—. Chris no me ha llamado a mi celular. ¿Ha llamado a casa?

—Hace una hora, más o menos. Dijo que hoy llegaría un poco más tarde.

—De acuerdo, gracias —contesto desanimada.

Desde que le comenté a Christopher que no me sentiría cómoda volviendo a trabajar en la empresa, por el momento, siento que ha estado algo distante. Ha sido extraño, hablamos poco y compartimos escasos instantes juntos.

Por la mañana, el despertar y no verlo junto a mí en la cama, es algo que me hace sentir vacía, aunque solo hayan pasado un par de días desde que volvió a trabajar. He pensado que ha querido darme espacio, dejándome analizar lo que está sucediendo. Aun así, lo necesito a mi lado y saber que me apoya.

Tomo el vaso de jugo que Helga me acerca y lo bebo de un solo trago. Estoy sedienta. Con lo sola que me he sentido, lo que hago la gran mayoría del tiempo es simplemente llorar. Llorar por haber sido engañada, llorar por no saber qué es lo que pueda pasar y llorar por sentir que el hombre que amo no está conmigo.

Estoy decidida a conversar con él, necesito su apoyo... Simplemente, lo necesito a él.

Me despido de Helga, pidiéndole que me avise si Chris llama de nuevo. Me contesta que lo hará, que no me preocupe. Al llegar a nuestra habitación, solo me tumbo sobre la cama, y sin querer que suceda, comienzo a llorar, pero también a extrañar a mi mamá. Ella fue mi apoyo; cada vez que tenía problemas con Scott, era mi gran consejera.

Aprovecho que estoy sola para llamarla, hace mucho que no hablo con ella ni con Melissa, así que me dirijo a mi mesita de noche y agarro mi teléfono. Le marco y contesta luego de un par de tonos.

—¡Hola, hija! ¡Qué gusto que nos llames!

—Hola, mamá. ¿Cómo están?

—Muy bien, mi amor. Por mi parte, muy atareada últimamente, ya que comencé a emprender en un pequeño negocio de repostería y me ha ido bastante bien, gracias al cielo.

—¡Eso es genial, mamá! Te felicito.

—Gracias, hija. Todo fue con la ayuda, consejos y apoyo de tu futuro marido —apenas dice eso, cierro los ojos como si me pesaran sus palabras; además de que siento un leve vacío en mi corazón, como si algo me faltara—, y con lo que tenía ahorrado para el tratamiento de tu hermana, decidí finalmente invertirlo y comenzar este pequeño negocio, y me está dando los mejores resultados.

—¡Qué bueno! Me alegro mucho por ti, en serio. Y mi hermana, ¿cómo está?

—Ella, además de contenta y radiante, pudo retomar lo que tanto le gusta, que como sabes, es el deporte.

—Sí, recuerdo que fue duro para ella el tener que dejarlo cuando todo comenzó.

—Así es. Conversamos con el doctor Philips y dijo que con el trasplante de médula todo salió perfecto, que solo es cosa de que vaya retomando su vida de a poco. Que el tiempo y su cuerpo dirán si es factible volver a lo que era su vida anterior.

—¡Esas son grandes noticias! Siempre recuerdo que Mel se esforzaba en ganar sus competencias de atletismo. Y era la más feliz cuando eso sucedía.

—Así es, hija. Además, ya le volvió a crecer el cabello. Un día me dijo que no se lo cortaría nuevamente. ¡Tu hermana y sus ocurrencias!

—Las extraño tanto, mamá, quisiera estar con ustedes ahora.

—¿Sucede algo malo? Te noto decaída.

Tenía miedo de que este momento llegara, pero creo que es lo mejor; debo contarle a mi mamá lo acontecido hace solo unos días.

—La verdad, sí. Hace unos días me dio una crisis de pánico y terminé en el hospital.

—¡Ay, hija, por Dios! ¿Por qué no me dijeron nada?

—Tranquila, mamá. Christopher estaba conmigo, y solo estuve unas horas en la sala de emergencias. Luego, me dieron el alta y pudimos volver a casa.

—¿Pero por qué terminaste en el hospital? ¿Y a casa, los dos?

Decido contarle todo desde un principio. Doy un suspiro antes de hablar.

—Bueno, yo... hace unas semanas comencé a recibir unos anónimos que hablaban sobre volver a mi vida y estar conmigo de nuevo.

—Hija, me asustas... —me interrumpe mi madre.

—Recibí más de uno, y aunque no le tomé mayor importancia, Christopher sí lo hizo, así que optamos por vivir juntos en su departamento.

—Por un lado, era de esperarse, considerando que se casarán.

—Sí, y aprovechando la oportunidad, decidí rentar el mío y ya tengo a alguien viviendo ahí. Qué mejor que sacarle un ingreso extra.

—Es una gran idea, cariño.

—Sí, Chris me convenció. Pero eso no es lo peor. Terminé en el hospital porque me encontré con alguien que jamás imaginé que vería de nuevo.

—¿Con quién? Hija, por favor, no me asustes.

—Con Scott, mamá, mi ex novio.

—¡¿Qué?! ¡¿Pero cómo es eso posible?! ¿Acaso no estaba muerto? —De seguro, ahora se está llevando su mano hasta su boca para taparla, debido a la impresión que la noticia le ocasionó.

—Sí, mamá, lo mismo pensaba yo, pero al parecer, fue todo un engaño. Luego de ese pequeño encuentro, no lo he vuelto a ver, ni menos a saber de él.

—Es imposible de creer... ¿Por qué haría algo así?

—No lo sé. No logro encontrar una respuesta que me lo clarifique.

—¿Y qué harás, hija?

—No tengo idea. Tengo miedo de volver a enfrentarme a él, después de descubrir que me engañó y se hizo pasar por muerto.

—Solo voy a pedirte que te cuides, mi amor, no quisiera que nada malo te sucediera.

—Tranquila, mami. Chris contrató a un par de escoltas en caso de cualquier cosa.

—Bueno. Me quedo más tranquila sabiendo que Christopher te protege.

Conversamos unos minutos más y luego nos despedimos. Cuelgo la llamada y otra vez dejo mi celular en la mesita de noche. No me doy cuenta, ni escucho cuando Christopher entra a la habitación, solo reacciono a su presencia cuando me doy vuelta y veo que se acerca a mí a paso lento.

—Sabes que estaré cuando me necesites... —dice al llegar a mi lado.

—No ha sido lo que he sentido en los últimos días... —le recrimino.

—Lo siento, nena —se disculpa a la vez que trata de acercarse a mí, pero como no quiero tal cosa, por estar dolida, me alejo unos pasos—, solo quise darte espacio para que estés tranquila, para que puedas pensar con claridad —agrega al notar mi rechazo.

—¡Pero has causado todo lo contrario! —Le grito—. Me he sentido sola y sin ningún apoyo.

—Ash, mi amor...

—¡No me digas así! Lo único que he hecho todos estos días es llorar. Ya siento que no me quedan más lágrimas por derramar. —Comienzo a sentir los ojos aguados una vez más, pero no lloraré ante él—. Me he sentido sola. No es fácil darte cuenta que has vivido tres años engañada, pensando que quien fue tu novio está muerto, cuando, más bien, fue todo un engaño.

—Ashlee... yo...

—¡¿Tú, qué?! —le interrumpo.

No aguanto más y empiezo a llorar de nuevo. Siento rabia e impotencia de no tenerle junto a mí cuando más lo necesito.

Me recuesto sobre la cama y me llevo las manos a la cara, no quiero que me vea llorar. Prefiero hacerlo cuando estoy sola.

—Cariño, lo siento... no era mi intención hacerte llorar —comenta e intenta abrazarme; finalmente, dejo que lo haga, porque es lo que necesito. Extraño sus abrazos, esos que son únicos y capaces de hacerme sentir en paz—. Quería que con serenidad pensaras en todo lo que está pasando, sin presiones. Además, ya que no has sido a la empresa, y con Hillary reemplazándote, no doy abasto. Es eficiente en su departamento, pero haciendo tu trabajo es un cero a la izquierda. —No puedo evitar reír un poco—. En serio, nena, no quería molestarte, pero por favor, vuelve a la oficina. Te necesito a mi lado. —Veo que duda en decirme lo que piensa ahora—. También… está el hecho de que Eric pasó por la oficina para pedirme que salga en una cita con Angelique.

—¡¿Qué?! —Exclamo muy molesta—. ¿Acaso no va a terminar con esa absurda idea de casarte con ella?

—Al parecer, no.

—¿Y tú qué le dijiste? —En realidad, no quiero saber la respuesta, pero deseo que sea la que yo espero oír.

—¿Qué crees? Le dije que no, pero me amenazó y no sé qué pueda hacer ahora.

—Ojalá esta pesadilla termine de una vez. Siento que nos llueve sobre mojado.

—No importa, nena. Mientras estemos juntos, podremos salir de esta y de cualquier otra situación. Ahora, levántate que saldremos.

—¿A dónde?

—No pienso decirte.

—Tú y tus sorpresas.

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