Capítulo 3 Tierra Prometida

Eliot caminaba con su equipaje de mano por la

entrada del aeroportuario de París, uno de los más modernos

en todo el mundo, esta vez los integrantes estaban en la clase

económica, una forma de ahorrar los gastos de viaje, Eliot

conversaba con Alfred que, nació en Inglaterra, pero con

veinte años partió a Francia, fue a estudiar Artes, y en una

conversación con los amigos descubrió la Orden, ahora con

treinta años ayudaba a los otros miembros a entender cómo

funcionaba aquel centro de investigación, que más parecía un

organismo vivo. Sus características británicas eran

asustadizamente aburridas a los franceses. Cabellos rubios,

ojos azules y un perchón, siempre muy bien vestido y él

transpiraba arrogante hacia Francia.

Los otros miembros nacieron en Francia en

diferentes partes, pero no todos disfrutaban de parís, los otros

tres miembros habían nacido cerca de la Riviera y la

tradición del sur de Francia es que el norte del país es malo y

la gente es bruta, pero al llegar a la capital, estos tres vieron

una oportunidad en la Orden y se agarra con todas las

fuerzas.

Eliot conversaba más con el inglés, pues los otros

tres estaban allí sólo para verlo fracasar y llevar la noticia al

maestro y así poder ser ellos los futuros maestros de la

Orden. Eliot tenía esto en mente.

- Señores pasajeros del vuelo Tres, cinco, dos, siete de la

Iberia Air Lenes, con destino a Jerusalén presentar a la puerta

de embarque.

Los cinco miraron sus billetes y caminaron a pasos

controlados por el vestíbulo del aeropuerto, al llegar a la

puerta de embarque una mujer de nombre Catalina los recibió

y los encaminó al avión. Antes de embarcar Fénix apareció

en la cabeza de Eliot, ese sólo continuó caminando por la

cola, su atención estaba en su guardián. - Joven maestro,

tenga cuidado, las fuerzas de la Tierra están actuando, si

algunas cosas empiezan a salir mal, será una señal y si eso

ocurre, salga inmediatamente.

- ¡Yo sé! Confía un poco en mí Fénix.

- Yo confío, desconfiando, sé que es un óptimo

ocultista, pero recuerde el misterio que busca, no lo es.

En ese momento la comisaria de abordo entregó los

folletos del avión y la concentración de Eliot fue

interrumpida.

- Fénix, puede dejar que yo tenga cuidado. ¡Hasta

luego!

El avión comenzó el procedimiento de despegue, una

luz roja surgió en el panel y ella mostraba el diseño de un

cinturón prendiendo, la azafata que apareció en el frente y

comenzó las explicaciones, haciendo gestos con los brazos,

Eliot prendió el cinturón y comenzó a concentrarse en pocas

horas, él movería la historia mundial de una forma nunca

antes hecha. En el avión pocos minutos después del despegue

el dibujo del cinturón desapareció del panel, entonces Eliot

miró con calma alrededor, el avión estaba lleno, varias

personas que traían ropa social y algunas con vestimentas

spot, las comisarías de a bordo pronto se aparecían

preguntando qué deseaban, el día estaba desapareciendo en la

ventana del avión, cuando aterrizó en el aeropuerto de Berlín

en Alemania para embarcarse en el otro vuelo Eliot sintió un

mal súbito y se sentó rápidamente. Alfred lo socorrió y

entregó un comprimido, el chico luego mejoro y siguieron el

viaje, la puesta del sol del avión era aún más bello, Eliot y

Alfred comentaban cómo el hermoso cielo llama la atención

de todos, cuando miraron alrededor, todos estaban mirando la

puesta del sol.

El paisaje vista del cielo pronto se transformó y los

verdes de Europa dieron lugar a las arenas del Medio Oriente

y sus impresionantes montañas. Allí abajo en algún lugar

perdido en el tiempo estaba uno de los mayores secretos de la

humanidad, la proximidad con el suelo sólo hacía que la

ansiedad de los cinco aumentara.

El aterrizaje fue tranquilo, con pocos golpes, al

colocar los pies en el aeropuerto de TelAviv, el desembarque

hecho por la puerta tres para vuelos internacionales. Al pasar

por la inmigración los cinco fueron muy bien recibidos una

vez que presentaron una carta invitación para estudiar a

fondo los pasos de Jesús.

Después de salir del aeropuerto, dos coches

esperaban, de TelAviv a Jerusalén se estimaba un tiempo de

una hora y cuarenta minutos, ellos se quedarían en un hotel

en el Monte de los Olivos, lugar sagrado donde Jesús había

sido preso y llevado a juicio en el palacio de Pilato.

El hotel de paredes beige, en una estrecha calle

mostraba el contraste con el otro que quedaba a menos de

doscientos metros, cerca de la iglesia de la ascensión, un

hotel sencillo que costaría la diaria de setenta y dos euros, al

fondo de su visión el símbolo de Jerusalén moderna, el

templo con bóveda de oro, el Temple Mount, y en el lado

norte el tan famoso Monte de los olivos.

Los jóvenes descendieron de los coches y se

dirigieron hacia el hotel, donde ya estaban con las reservas

definidas, Alfred y Eliot se quedar en una habitación

mientras los otros tres se quedar en el otro, pero los cinco en

el mismo piso.

- ¡Finalmente en Jerusalén! Espero que pronto podamos ir al

lugar que usted descubrió para invocar al apóstol y descubrir

en fin ese misterio. - decía Alfred al deshacer las maletas.

- Yo también quiero descubrir pronto y volver a casa,

estamos aquí a menos de dos horas y ya estoy muriendo de

calor, eso que ya pasa de las ocho de la noche.

- decía Eliot.

- ¿Pero dígame Eliot, qué tienen los otros tres? ¿Usted parece

no tener gusto de su presencia, sucedió algo que necesito

saber?

- Mire atentamente y sabrá. - rio alto el joven chiquillo

retirando su camisa blanca y arreglándola perfectamente en la

percha de la habitación.

- Yo sé que son diferentes, pero ¿no tiene un motivo

específico? Durante todo el viaje, sólo habló con ellos

cuando era necesario. - replicó Alfred.

-¡Está bien! - suspiro alto. - Te cuento, hasta parece a los

niños que doy clases allá en la Orden, impacientes y curiosas.

- se rio con el canto de la boca Eliot.

- Siempre debocando mi curiosidad. Usted todavía va a ver

cuánto soy bueno, mañana usted verá.

- Yo sé que es bueno, fui yo quien le pidió venir con

nosotros, sé de su entusiasmo. -Eliot decía eso mirando fuera

del hotel.

- Mañana, vamos a descubrir ese secreto, calmarse Eliot. -

Alfred llegaba cerca del niño y posaba su mano izquierda en

el hombro derecho de Eliot.

Los dos prestaban atención en el movimiento

nocturno de la Tierra Santa, los carros pasando, los peatones

y de momento se veían rabinos.

Pero fuera de la ciudad moderna, en un punto del

desierto, el agujero que apareció fue expandiéndose, el mal y

el bien estaban al acecho.

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