1.-Preludio: La Llegada del Imperio Infinito

El Rey del antiguo Helios, ahora Rey de todo el mundo conocido, un hombre alto comparado con sus congéneres, de cabellos negros y ojos azules, se había levantado a las 5 de la mañana para ver el amanecer, se aseaba, vestía y arreglaba solo, una rutina que nunca interrumpió aun cuando estuvo en el frente de batalla. Los rayos de sol apenas y alumbraban la habitación, pero se podía ver el hermoso acabado del suelo, paredes y techo, los pisos con bellos mosaicos, la cúpula del techo hermosamente pintada y las paredes con cuadros traídos de todo el mundo, a pesar de que al principio no quiso decorar la habitación, se alegró de haber sido persuadido. Mientras veía salir el sol volteo hacia su cama a ver a su esposa, una hermosa mujer morena de cabellos rojos y largos que aun yacía ahí, al verla esbozo una sonrisa, su vientre llevaba al que sería el Rey del mundo, aunque aún hubiera mucho trabajo que hacer para unificar a las tribus Killa al reino Helios, lo importante ya estaba hecho, al menos en su Reinado el no permitiría que la paz se desvaneciera.

—Buenos días Norman —dijo la Reina mirando a su esposo con sus hermosos ojos café, ella había agarrado por sorpresa a Norman en su ensimismamiento, aunque el no mostro signo de aquello—. Creo que hoy va ser el día, lo presiento.

—Es poco probable Selene, aún falta mes y medio para que llegue a los nueve —Dijo Norman. Que ya no tenía la sonrisa en su rosto, sino una cara con una seriedad sin igual.

—Algún día entenderás que no todo es como tú crees que es, después de todo jamás pudieron acabar con nosotras y sé que si hubieras tenido la posibilidad de ganar la hubieras tomado —dijo la Reina con una sonrisa pícara en su rostro tratando de molestar a su esposo, pero este ni se inmuto.

—Lo que dices es cierto, algún día lo entenderé, ahora me disculparas debo ir a trabajar —dijo el Rey sin pizca de perturbación alguna, saliendo de la alcoba real, afuera de esta le esperaba Pisto, su mano derecha, llevaba su armadura, aunque Norman ya le había dicho que no la necesitaba en el palacio el seguia insistiendo que nunca estaba demás estar preparado, algo que el Rey no pudo refutar. Pisto era una persona sensilla, no le gustaba llevar muchos adornos como era la costumbre entre los soldados de Helios, y habiendo escalado desde abajo esa costumbre se quedo en el, por ende encima de su armadura solo llevaba una toga blanca, ningún adorno mas salvo el collar de león que había heredado de su padre.

—Buen día Norman, hoy tenemos audiencia con el consejo sobre las tierras de las tribus Killa y su repartición, también sobre la explotación de los recursos del bosque Gan—decía Pisto mientras se paraba recto con las manos detrás de su cuerpo.

—Buen día Pisto —saludo Norman con una expresión amable en su rostro, que solo duro un segundo— Descansa, esos tipos… solo ha pasado un año desde el tratado de paz, no es momento de presionar, si se apresuran por la codicia de ganar mas podrían reavivar la llama de la guerra, aunque hayan muchos espacios que la tribu Killa no utiliza igual es sagrado para ellos, ¿se creen que la guerra la ganamos nosotros?, me encantaría ver a uno de esos eruditos pelear contra una guerrera de la luna, no tienen ni idea, ellas jamás atacaron, solo se defendieron o contraatacaron, y haciendo nada más que eso mantuvieron al ejército más poderoso del mundo en tablas. Hablando de ellas, ¿se sabe algo de la guerrera de luz de luna?

—No señor, desde que recibimos la noticia de que se había ido de su tribu a las profundidades del bosque Gan ellas no nos han dicho nada más.

—Es una Lástima, alguien como ella podría haber hecho de nuestro reino uno con una fuerza sin igual.

—Señor, además de la audiencia debemos concretar los caminos hacia el bosque Gan, también el comercio en el extremo del reino aún no se recupera del gasto por la guerra, igualmente... —Pisto prosiguió con la agenta hasta que Norman lo detuvo—. Muy bien, muy bien, ya entendí, hay muchas cosas por hacer, vayamos yendo.

A las tres de la tarde, luego de haber finalizado una buena cantidad de sus deberes, haber regresado al palacio, y estar trabajando en su oficina, el Rey estaba a punto de tomarse un descanso para almorzar, cuando escucho un alboroto afuera de su oficina y decidido salir a ver qué sucedía.

—¿Qué está pasando ahí afuera? —dijo el Rey abriendo la puerta de su oficina algo extrañado por el alboroto.

—Señor, ha comenzado, su hijo está en camino de nacer —dijo una sirvienta del palacio mientras estaba siendo detenida por un guardia, el rostro del Rey esbozaba una gran sonrisa— muchas gracias por traer esta noticia ahora regrese a sus labores.

El rey se preparó de inmediato para ir hacia sus aposentos, pero en el camino algo sucedió, el Rey escucho gritos provenientes de la calle, salió a una ventana, y allí pudo ver que un agujero del tamaño de la ciudad se había abierto en el cielo, objetos de gran tamaño empezaron a salir de ese agujero, el Rey no creía lo que veía.

—«Mierda, pero que es esto, ¿un ataque?, pero ¿de quién? Jamás vi nada igual, justo hoy, es el peor escenario para el parto» —pensó el Rey que vio a Pisto llegando corriendo por un pasillo—. Pisto, ve donde esta Selene, protégela y al bebe que está por nacer, confió en ti, yo debo organizar la defensa de lo que sea que este viniendo —decía Norman, con una respiración fuerte y tratando de entender que está pasando en realidad. Pisto no dudo ni un segundo y se dirigió hacia la alcoba real, Norman se alisto lo más rápido que pudo, tomo los guardias que había cerca y fue a toda velocidad hacia donde estaban bajando los objetos de gran tamaño que por lo que el podia ver eran metalicos, bajaban de forma antinatural como si fueran de pluma, de pronto se escucho una poderosa voz que hacia eco en gran parte de la ciudad, esa voz venía de esas cosas, decían—: Desde Hoy este mundo le pertenece al Imperio Infinito, ríndanse en este momento y no abra ninguna muerte.

El Rey Norman entendió que sea quienes fueran no parecían de este mundo, y sabían el idioma de Helios, por consiguiente estando ya cerca de esos objetos voladores metalicos, Norman decidió llamar su atención para dialogar, mando traer la bandera de su nación y le dijo a uno de sus soldados que la ondeara para mostrársela a los intrusos, mientras hacia esto mando a dos oficiales a puntos estratégicos a seguir sus mandatos de defensa y que organizaran a los soldados según sus planeamientos espesificos. Mientras esos soldados se iban, vio que una parte de una nave se abrió y de ella salieron unos seres de metal con forma humanoide, aunque uno de los que salia si se veía como humano, la nave descendió permitiendo a los que estaban saliendo de esta tocar el suelo. Al acercarse más Norman pudo ver con claridad a la persona que iba con esos seres de metal, era una mujer, llevaba pantalones y una chaqueta manga larga, todo de negro, Norman vio que en su brazo llevaba algo como un adorno, y también podudo ver un colgante con simbolos que el no reconocia, era rubia con pelo corto, y ademas tenía una gran cicatriz en el rostro que cruzaba desde su ceja izquierda hasta su mejilla derecha.

—Saludos Norman Rey de Helios, mi nombre es Minerva, seré directa, estamos aquí para conquistar su mundo, como dije, si se rinden ahora no habrá muertes —Norman apretaba los puños conteniendo la ira por lo engreído que sonaba esa afirmación, pero lo extraño es que no veía soberbia en la cara de la mujer que estaba frente a él, y por su mirada podía darse cuenta de la convicción que tenía.

—Me disculparas Minerva, pero nosotros no sabemos nada de ustedes, ¿cómo quieres que nos rindamos sin conocer la fuerza que tienen?, invaden mi ciudad y exigen rendición, nosotros no nos rendiremos con unos cualquieras llegados de la nada.

—Entonces si demostramos que somos muy superiores a ustedes, ¿se rendirán?

—No, no lo haremos, lucharemos hasta el final —en ese instante Norman tomo su gladius y fue a toda velocidad a atacar a Minerva, pero un segundo después una esfera de energía apareció cubriéndola, Minerva hizo un gesto con sus manos, los grandes cuerpos de metal se movieron y apuntaron sus manos hacia los soldados que estaban allí, un sonido atronador le siguió a este acto, balas fueron lanzadas hacia los guerreros ahi presentes, algunos levantaron sus escudos pero fue inútil, las balas los atravesaron como cuchillo caliente en mantequilla matando a todos los guerreros que estaban junto al Rey, los cuerpos salieron volando y la sangre mancho todo el camino, luego Minerva hizo otro gesto y se detuvieron.

—¿Ahora te das cuenta de nuestra superioridad Rey de Helios?, pedía rendición por misericordia, no deseo más muertes, ríndete o más sangre correrá por esta ciudad —Norman grito con todo lo que tenía y fue a golpear otra vez a Minerva, sabía que era inútil, pero compraría tantos segundos como pudiera, porque en su mente solo había una cosa que importaba en ese momento, su hijo.

*

Al mismo tiempo que pasaba esto, Pisto escucho estallidos estridentes, como si rayos cayeran en la ciudad, esto hizo que apresurara el paso y olvidara completamente todo protocolo, paso entre las mujeres que estaban custodiando la recamara y entro, al ingresar vio algo imposible, las mujeres que iban a ayudar con el parto estaban impolutas, como si no hubieran hecho nada para ayudar en el parto, y él bebe ya había nacido, estaba completamente bien y en los brazos de su madre, no había forma de que eso sucediera, no solo porque él bebe era prematuro y se veía como un bebe por completo desarrollado, sino porque el tiempo de parto había sido insignificante, pero así fue. La Reina yacía en su cama, estaba bañada en sudor, respirando con dificultad.

—Pisto… Toma… al niño… y corre —decía la reina alargando su brazo, se veía muy cansada, casi sin fuerzas—. Vete… lo más… lejos… que… puedas —Selene respiraba cada vez con más dificultad—. Pero mi reina yo n...

—Tu… no… entiendes —dijo agarrando las ropas de pisto con la poca fuerza que le quedaba—. Nunca… sentí… nada… igual…nadie… puede… detenerlos —diciendo esto la reina se deja caer en su cama respirando con fuerza, parecía que quería decir más pero no le era posible.

Pisto no entendía nada de lo que la reina Selene quería decir, pero viendo la situación no haría ningún mal llevar al bebe a un lugar más seguro, el palacio tenía sus pasajes secretos, y como hombre de confianza del Rey conocía algunos, tomo al bebe y fue hacia uno de estos pasajes, él bebe empezó a llorar muy fuerte, Pisto se puso nervioso, no tenía idea de cómo calmarlo solo atinó a hablarle.

—Resiste pequeño yo te protegeré con mi vida así que aguanta —Pisto que jamás había cargado a un bebe estaba temeroso de hacerle algo, pero a pesar de su inexperiencia lo cargo con suma delicadeza. Yendo por los pasillos, y pasajes secretos del palacio ya empezaba a planear que haría después, a quien contactaría y como volvería, pero lo que no sabía Pisto es que jamás volvería a la capital, Raten, y ese Bebe se volvería su hijo.

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