Una cita

—No pensé que fuera tan directo. ¿No cree que suene muy comprometedor, el pedirle a una mujer que baile para usted?

No había pensado en la forma que se podría interpretar. Luego de lo que dijo, en realidad, no pensé claramente en cómo decirlo, me emocioné tanto con la idea, que lo solté cómo salió.

—No quise…

—Tranquilo. No me molestaría hacerlo. En otras circunstancias no hubiera aceptado esto, pero te me haces una buena persona, así que haré una excepción contigo.

—¿Qué día tiene disponible?

—Puede elegir el día y el lugar. Estaré un buen tiempo sin trabajar— sonrió.

—¿Y por qué no esta noche? Eso sí, salgo tarde del trabajo hoy. Por lo regular, trabajo todo el día y en la tarde-noche.

—¿No tienes días libres?

—Los sábados solamente, pero este sábado debo quedarme hasta tarde.

—Así que es un hombre trabajador, ¿eh?

—Algo así.

—Si quieres podemos dejarlo para esta noche. ¿Dónde nos encontramos?

—¿Dónde sería adecuado? Vivo solo, así que no creo que deba haber problema; aunque creo que no sería correcto.

—¿Por qué no sería correcto? Es solo bailar, ¿no? ¿O es que acaso su mente está volando y pensando en otras cosas? — arqueó una ceja, y negué rápidamente con la cabeza.

—No, claro que no.

—También vivo sola, así que puede ser en su casa o en la mía.

Me sentiría muy raro estando en la casa de una chica, y más tan tarde en la noche. No quiero causarle problemas de que me vean entrar y salir de allí. Eso se puede prestar para malentendidos con sus vecinos.

—¿Qué le parece en la mía? Los vecinos a la hora que salgo están recogidos, aunque no sería adecuado que esté a esa hora tan tarde y sola en la calle— la escuché reír con mi comentario, y la miré nervioso—. ¿Por qué está riendo?

—Se me hace muy interesante. Piensa en cosas que alguien más no pensaría.

—Claro, y también soy de los que piensan en las consecuencias que puede tener lo que haga.

—Eso en una persona es muy bueno. ¿Me dice su dirección para anotarla?

—Claro— luego de darle la dirección, nos despedimos y quedamos en vernos esta noche.

No puedo olvidar ir a recoger la casa, aunque la gran parte de ella ya está organizada. Me sentía muy ansioso y nervioso, es la primera vez que recibo a alguien en mi casa.

Durante el turno en el restaurante, miraba el reloj y me sentía más inquieto. No veía la hora de salir. Es la primera vez que, durante el trabajo, estaba deseando terminar. El tiempo parecía eterno.

Según fui al ponchador, me dirigí a mi casa para darme un buen baño y preparar algo liviano. No sé si quiera comer algo, y más por la hora, pero creo que es lo menos que puedo hacer luego de hacerla venir tan tarde. Creo que lo mejor es que la acompañe a la casa, aunque no me baje. Es muy peligroso que ande a esta hora sola. Mientras estaba en la cocina, Snowy se paseó por mis piernas.

—Te he tenido muy abandonada, ¿cierto? Hoy vendrá una invitada por primera vez a nuestra casa, así que sé buena con ella, ¿de acuerdo, pequeña?

Instantes después, escuché el timbre y automáticamente me quité el delantal para ir hacia la puerta. Ella estaba vestida con una falda color crema y una camisa blanca, con un escote en forma de V.

—Bienvenida a mi casa, Srta. Mónica. Puede pasar— ella entró y cerré la puerta.

—Tiene una casa muy bonita y organizada. ¿Realmente vive solo? — sonrió, y reí nervioso.

—Vivo con Snowy, mi gatita.

—Se nota que no entiende el sarcasmo.

—Lo siento, estoy un poco nervioso.

—Pude darme cuenta. ¿Puedo saber por qué?

—La realidad es que nunca he traído una mujer a mi casa. Es un poco extraño tener a alguien aquí, y creo que eso es lo que me tiene más nervioso.

—No se preocupe, no muerdo.

—¿Morder? — la vi reír de nuevo, pero en realidad, por más que trato, no logro comprenderla. Aun así, tiene una sonrisa muy bonita.

—No aparenta esa edad que dice tener.

Olvidé que tenía el salmón aún en el horno y le pedí un momento para ir a la cocina. Miré el tiempo y me parece que ya está listo para sacarlo y servirlo, pero ni siquiera le pregunté. Tuve que regresar a donde estaba ella y la vi acariciando a Snowy. Se veía muy a gusto con Mónica.

—Preparé algo de comida. ¿Desea comer algo antes?

—No se supone que coma algo antes de bailar.

—El salmón es liviano, no creo que le afecte mucho, ¿o sí?

—¿Has cocinado tu?

—Sí, lo he hecho yo.

—Bueno, entonces lo aceptaré. Ya que te has tomado la molestia de cocinar a esta hora.

—Gracias.

Fui de vuelta a la cocina y serví el salmón con salteado de verduras. No sé si le guste las verduras y vegetales, pero en realidad es mi favorito y quise compartirlo con ella. Serví los platos en la mesa y busqué el vino Pinot Noir para maridar el platillo; también añadí un vaso de agua, ya que no sé si a ella le guste el vino, además de que tomar vino en la casa de un desconocido, no suena muy seguro que digamos. La busqué para llevarla a la mesa, pero decidió ir a lavarse las manos antes, así que mientras ella se encargaba de eso, yo fui buscando todo lo necesario para que no se me quedara nada. Al llegar, le ayudé a sentar en la silla y me quité el delantal para llevarlo a la cocina.

—¿Es esto una cita romántica, Sr. Steven? — sonrió, y tomó del vaso de agua.

—No sabía que se veía de esa manera. Realmente espero que sea de su agrado.

—Todo se ve muy delicioso. Gracias por la comida. Nunca creí conocer a un hombre que cocine.

—Trabajo de cocinero en un restaurante, además de que estudié artes culinarias.

—Con razón todo se ve muy presentable y apetitoso— llevó el tenedor con un pedazo de salmón a su boca, y la vi cerrar los ojos—. Sabe delicioso.

—Me gusta mucho el salmón y quise prepararlo, para que así también pudiera probarlo— sonreí, y ella alcanzó la copa de vino ya servido y le dio un pequeño sorbo.

—Me gusta mucho — lamió pausadamente sus labios, y ese gesto me llevó a mirarla detenidamente.

No se supone que la mire así, pero el escote de su camisa dejaba mucho a la imaginación. Está mal que la esté mirando de esta forma, la puedo hacer sentir incómoda y no quiero. Debo concentrarme en otra cosa.

Mi cabeza estaba teniendo ideas turbias y sin sentido, en especial con frutas, y en la impresionante similitud que tiene con…

—Melones— dejé escapar la respuesta en voz alta, y debía rápidamente salir de la incómoda situación que me encontraba—. Quiero decir, ¿le gusta la sandía? — hacer esa pregunta luego de haber estado mirándola, creo que estuvo fuera de lugar.

No sabía dónde meter mi cara, y más aún, cuando la oí reír. ¿Por qué con ella he hecho el ridículo tantas veces? Me siento como un idiota.

—Me gusta mucho la sandía, pero no creo que más que a usted. ¿Tan interesado está de comer melones?

Estaba hasta sudando de la vergüenza y actúe bajo la presión de saber que ya se había dado cuenta. Debía arreglar la situación de alguna manera.

—Le pido disculpas por haberla estado mirando hace un momento — me levanté de la silla y bajé la cabeza—. No quería hacerla sentir incómoda, pero es que no estaba preparado para verlas tan de cerca — todo lo que de mi boca salía, era como si quisiera meter más la pata, de lo que ya lo había hecho. No planeaba decirle eso, pero los nervios me llevaron a decir más de la cuenta—. Eso no era lo que quería decir— su risa no me ayudaba a calmarme, al contrario, me ponía más tenso.

—Actúas tan adorable e inocente, que siento más ganas de molestarte— rio, y se inclinó sobre la mesa—. Puedes mirarme todo lo que quieras. Para eso se hicieron los ojos, ¿no?

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