PRÓLOGO

Marcello Corttonni, era el chico más adorable que muchos hubiesen visto. Un niño hermoso de ojos oscuros y sonrisa encantadora, con solo ocho años demostraba lo hermoso que sería cuando se convirtiera en un hombre. Marcello era el orgullo de su padre, y para él no había nada más gratificante que verlo correr por la casa.

Ahora se encontraba en el jardín acompañado de la pequeña Chiara. Él parecía adorarla, hablaba de ella todo el tiempo, sus ojos brillaban al contar las aventuras que llevaban a cabo en el jardín.

A Chiara tampoco no le era indiferente él, ella sonreía cada vez que él la recibía y juntos corrían agarrados de manos al jardín.

-¡Marcello, Marcello!- Chiara reía alegre mientras él la correteaba por el jardín.

-¡Te atraparé, Chiara!- el niño apresuró el paso y la tomó de la cintura, ambos cayeron al suelo rodando y riendo. Él quedó sobre ella, y comenzó a hacerle cosquillas.

-¡No!- reía- ¡NOOOO!- sus risas inundaban el jardín, y la luz de sus ojos opacaba la luz del sol. Marcello detuvo sus manos y se quedó mirándola.

-Eres tan bonita, Chiara- ella lo miró con sus grandes ojos café, sonrojándose hasta la raíz del cabello.

-Tú también eres muy lindo, Marcello- le sonrió.

-Cuando sea grande, me casaré contigo- la niña rió alegre.

-Yo también me casaré contigo- contestó Chiara riendo.

Marcello acercó sus tiernos labios a los de la niña y los rozó con delicadeza. Sellando así su promesa.

Ella lo miró tímidamente.

-Papá besa a mamá cuando le dice algo bonito. Yo creo que casarnos será algo bonito.

-Yo también lo creo- le sonrió.




Diez Años Después. . .

-¿Lista para irnos cariño?- le preguntó Marcello a Chiara.

-Lista, mi amor- le besó en los labios con ternura, rodeando su cuello y pegándose a él.

-Será la mejor sorpresa de tu vida.

-Vamos Marcello, ¿qué es?- le hizo un puchero.

-Las sorpresas no se dicen, pincipessa- le tocó la punta de la nariz, en gesto cariñoso.

-Oh rayos, vámonos de una vez Marcello, muero de ansias- él no pudo menos que reír ante su comentario y su ceño fruncido.

Chiara se había convertido en una hermosa jovencita. Su cuerpo delicado, hermoso y lleno en los lugares adecuados, lo cual generaba en ella unas delicadas curvas. Sus oscuros ojos color café seguían tan expresivos como siempre. Claros, transparentes y realmente bellos, traslucían luz, bondad y esperanza. Esos hermosos ojos en los que el encontraba paz y tranquilidad. Su larga y oscura cabellera, esa que a él le encantaba enredar en sus dedos y mantenerlo con fuerza mientras reclamaba sus labios. La amaba, siempre la había amado, ella era su único y gran amor.

Chiara notó como su amado estaba ensimismado en sus pensamientos, su mirada parecía lejana, él estaba a muchos kilómetros de distancia.

Marcello Corttonni, su Marcello. Bueno, dulce, cariñoso, lo había amado desde que tenía uso de razón, primero con un amor infantil, ahora con un amor juvenil, ardiente y desesperado. Amaba todo de él, y tener su compañía era una hermosa bendición.

Sus suaves labios la besaban con ternura, sus brazos la protegían, a él acudía siempre que necesitaba sentirse mejor.

Él era hermoso, realmente hermoso. Dulce y cariñoso, sus bellos ojos negros la miraban con profundidad, su espalda ancha le hacía ver unos hombros cuadrados, un cuerpo bien formado, gracias a muchas horas de ejercicio, sus manos que le dedicaban tiernas caricias, él la hacía sentir como si no existiese en el mundo mujer más hermosa que ella.

-Perdóname Pincipessa, marchémonos, quiero que disfrutes de lo que tengo preparado para ti.

Marcello la llevó a su casa. Allí todos los Corttonni reunidos, habían preparado el recibidos y estaba hermoso, flores por todos lados, bebían champagne y ella como siempre se sentía en familia.

Los Corttonni, también eran su gente.

De pronto Marcello se puso en pie, y elevó la voz llamando la atención de todos los presentes.

-Familia, quiero agradecerles por ayudarme a preparar esta fiesta para Chiara. Cariño, mi adorada Chiara, esta no es una fiesta común, quiero hacer de éste día el más especial de todos. Hace años hice una promesa, y hoy pienso dar el primer paso para cumplirla.

-¿De qué hablas, mi amor?- le sonrió con ternura.

-De que quiero ser el hombre más feliz, pero quiero hacerlo a tu lado- se hincó, poniendo una rodilla sobre el suelo, mirándola sonriente, tomó una rosa que la extendió en dirección a ella.

Chiara sintió como su corazón golpeaba con más fuerza, latía desbocado, llevó ambas manos a su boca para apaciguar el sollozo que escapó de ella. Observó el hermoso anillo de compromiso que enviaba destellos a todo lo que contenía luz y pudiese reflejar su belleza en la habitación. Las lágrimas bajaron por sus mejillas.

-Chiara, ¿vuole sposartti con me, amore mio?

-Oh Marcello- gimió feliz- si voglio, amore- respondió ella para luego ver como él se ponía en pie y la besaba con lágrimas de felicidad.

Ella se abrazó a él uniendo sus labios en un dulce beso. La familia Corttonni comenzó a aplaudir y felicitar a los nuevos prometidos. Marcello extrajo el anillo de la rosa y lo deslizó con suavidad en el femenino dedo.

En aquel momento Chiara era la mujer más feliz del mundo. Y Marcello no podría ser más feliz, aquel era el principio de una hermosa vida juntos.



DOS MESES DESPUÉS. . .

Marcello y Chiara estaban sobre las arrugadas sábanas, sus cuerpos entrelazados y sudorosos, después de una hermosa entrega. El húmedo cabello de Chiara se adhería a la espala, la frente y las mejillas, su corazón intentando recuperar la rítmica normalidad de su corazón.

Marcello la abrazaba manteniéndola con firmeza contra su cuerpo.

-Te amo Chiara, eres la persona que más amo en mi vida.

-Yo te adoro, Marcello. Soy tan inmensamente feliz a tu lado.

-Y yo junto a ti Principessa, eres mi vida.

-Y tú la mía. Fue hermoso.

-Si cariño, lo fue- él buscó sus labios uniéndolos con ternura- siempre es maravilloso.

Ellos habían descubierto el significado de la palabra hacer el amor. Sus entregas eran tiernas y pasionales, cargadas de la mayor ternura del mundo, la fusión de dos cuerpos, la unión de dos corazones que compartían un mismo latido.

-Marcello. . . – ella interrumpió el beso.

-¿Si Principessa?

-Hay algo importante que debes saber.

-Me preocupas. . .¿ Estás embarazada?- la miró fijamente.

-No, mi amor- rió- pero estarlo me haría feliz, un hijo sería la más tierna materialización de nuestro amor.

-Yo sería inmensamente feliz, Chiara, pero si no es eso. Entonces. ¿qué ocurre?

-Debo marcharme, Marcello- él se tensó y la miró frunciendo el ceño.

-¿Marcharte?. . . ¿A dónde Chiara?, no lo comprendo ¿de qué hablas?

-He sido seleccionada para estudiar en Australia, me han otorgado una beca. Sé que no te agrada la idea de separarnos, pero quiero tomar esta oportunidad, Marcello.

-Australia está lejos, Chiara- gimió él.

-Lo sé, cariño. Pero. . . quiero hacerlo- lo miró con ojos suplicantes- quiero hacerlo realmente, amore mio, eso me haría feliz. Es una gran oportunidad.

-¿Cuánto tiempo, Chiara?- ella lo miró en silencio largo rato- ¿Cuánto tiempo?

-Marcello. . . de cinco a seis años- susurró.

-¡Diablos, Chiara!- gimió removiéndose incomodo- es muchísimo tiempo. Tendremos que aplazar la boda.

-Lo sé- bajó la mirada.

-Quiero que seas mi esposa.

-Y lo seré, amore. Sólo dame tiempo - le acarició una mejilla- Sé que es mucho lo que te pido, pero vendré cada vacaciones.

-¡No puedo vivir sin ti, Chiara!- gimió como niño pequeño.

-Será difícil también para mi, cariño, pero te llamaré todos los días, te escribiré todas las semanas, puedes ir a verme y yo vendré cada vez que pueda- lo besó en los labios- te lo juro mi amor. Podremos con esto. Es una oportunidad de oro y antes de que lo digas, sé que no necesito una beca, que puedo estudiar aquí en las mejores universidades pero, quiero hacerlo. Por favor, por favor Marcello, no me pidas que renuncie a esta oportunidad.

-Sería incapaz de limitar tus sueños, mi amor- la besó- no podría vivir si te hago infeliz con mis decisiones o peticiones. Podremos con esto, mi amor- la abrazó- serás mi esposa cariño, y PROMETO QUE TE ESPERARÉ. 

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