Capítulo 4

— ¿A caso querías verme la cara de estúpido? — Preguntó Alessio, apretando los puños —Respóndeme, ¿Esto es algo que tus padres y tus hermanos querían hacerme?

No… juro que no…

No entiendo ni una m****a de lo que estás diciendo — gruñó — Colócate esa ropa, te llevaré de regreso a tu casa. No perderé mi tiempo con un travesti.

Yoshio entró en alerta al escucharlo, no quería que lo llevara de regreso a su casa, temía que sus padres se enojaran con él o que sus hermanos lo sacaran de la habitación mientras todos dormían para que pasara la noche afuera como muchas veces.

Se puso de rodillas frente a él y agarró sus piernas, agachando la mirada sin poder verlo a los ojos porque si lo veía directamente se pondría a llorar y se vería más patético de lo que ya era.

Alessio seguía con los puños apretados mirándolo o mejor dicho su cabeza, porque su rostro estaba oculto entre tanto cabello que tenía como camuflaje. El olor que éste desprendía de su cuerpo ya se le hacía extraño y mucho más el nombre.

— Colócate de pie, Yoshio — el menor negó con la cabeza — No te lo estoy preguntando. Te llevaré a tu casa — el menor no se movió de su lugar — Si es por el dinero, te lo daré y de esa manera tus padres no te dirán nada al volver a casa.

Si vuelvo, todo seguirá igual — pensó.

— Ven — lo tomó de los brazos — No puedo estar contigo, no es que tenga algo en contra de los hombres, porque he tenido mucho sexo con ellos, pero me siento engañado… debí de suponer que nada en la vida es bueno — hizo que lo mirara — Te daré dinero suficiente para que nadie sospeche de lo que pasó aquí, pero no puedo tener nada contigo después de esto.

Fue hacia donde estaba el vestido del menor al igual que su ropa interior. Dejó salir un suspiro al ver todas esas cicatrices en su cuerpo, cada una de ellas parecían ser que no se irían tan fácil de ahí a menos que se pusiera alguna crema para eliminarla, pero con el poco dinero que tienen esas personas y la falta de tacto que tenían, dudaba mucho que ellos hicieran algo al respecto.

Le puso la ropa interior, pasando sus dedos por el cabello de éste, sintiéndolo suave al tacto.

— No tienes porque sentirte avergonzado, pequeño — puso dos dedos en su mentón — Te dije que volveré, así que no pierdas las esperanzas, ¿De acuerdo?

Llévame contigo — escribió en su mano — Prometo que no haré nada que te disguste.

— Ahora no puedo hacerlo — los ojos del menor aun seguían mirándolo lleno de dolor — Te juro que haré todo lo que esté a mi alcance, pequeño.

El menor asintió, quitando la mano del hibrido de su rostro, luego se puso de pie caminando hacia donde estaba su calzado y se lo puso. Su abrigo lo tomó con una mano, luego se quedó de pie mirando el piso de esa habitación que un tenía todas esas rosas a la espera de que la ocasión fuera especial.

—No pongas esa cara — agarró su rostro con ambas manos — Hay cosas que debo realizar para poder…

— No quiero que vuelva — escribió en su brazo — Por favor, no lo haga.

— No voy a insistir, si esto es lo que quieres — sacó su cartera — Esto debe de ser suficiente para que tu familia no sospeche nada sobre nosotros o que no hiciste tu trabajo como ellos esperaban.

— Gracias.

La comida quedó en el olvido para ambos. Yoshio no quiso probarla después de ese momento tan desagradable que acaba de pasar con el alfa. Salieron del hotel, en donde el menor esperó por al menos unos largos minutos en el auto a que el mayor diera la orden de que se marcharía.

Después de un largo viaje, dejó al menor en la puerta de su casa, en donde no había rastros de sus padres o de alguien cerca.

No se despidieron, apenas tenían menos o un día completo de haberse conocido no había caso alguno en el cual debían de estar con sentimientos de por medio.

Alessio le ordenó al chofer que lo llevara hacia donde estaba el hotel para terminar de recoger sus cosas, si su asistente aun no lo hacía. No habló con su primo, quien lo interceptó en el pasillo hacia su habitación, si éste le decía alguna palabra fuera de su lugar lo mataría con sus propias manos de ser necesario, porque ya tenía suficiente con la m****a que acaba de pasar con ese hermoso humano.

Se despojó de su ropa de camino al baño con el seño fruncido y deseando golpear a la primera persona que se le pasara por el frente. Era un hombre en cuerpo de mujer… no había explicación alguna para eso, pero su jodido olor era el mejor y eso que sólo lo había olido durante unos pocos minutos mientras lo tenía en sus brazos.

Se dio una ducha y se encontró con su mejor amigo sentando en la cama con su teléfono en manos.

— Llegaste antes de lo que se tenía planeado — siguió con su teléfono — ¿Qué sucedió?

— No resultó ser lo que en verdad esperaba, eso es todo — buscó un traje — ¿Cuándo nos iremos?

— En un rato — lo miró — ¿No te gustó esa mujer y por esa razón estás aquí tan pronto?

— Resultó ser un hombre vestido de mujer — Malakil dejó todo lo que estaba haciendo para prestarle atención — No me mires de esa manera, esto me tiene furioso más que cualquier cosa en el mundo.

— Esta m****a es un caos sin duda — dijo, sacudiendo la cabeza — Esa ropa que tenia puesto parecía que en verdad era un mujer.

— Vaya, ¿Qué hizo él cuando fue desabierto?

— Ponerse de rodillas para que no lo llevara de regreso a su casa — se puso la camisa solamente, no quería ponerse el saco — No era nada de lo que pudiese sentirme bien conmigo mismo si lo tocaba. Siento que esto se está volviendo una m****a en mi vida.

— Hablas igual que tus padres — suspiró — Debo de ir a preparar el avión, espero que no te importe… que no todo en tu vida debe de salir como planeas.

— Lo sé.

El camino hacia su ciudad natal fue una verdadera odisea para él, no podía concentrarse en su trabajo debido a todo lo que estaba pasando por su mente en ese momento. El sentirse poco satisfecho era algo que no estaba en su lista de deseos.

Malakil notaba su malestar y lo único que hacía era reírse en voz baja, llamando la atención de las personas en el avión, pero de inmediato recobraba la compostura y continuaba con el trabajo.

En la parte de atrás del avión había un pequeño dormitorio, el cual lo llamaba para que fuera a descansar. No se movería de su lugar para darle la satisfacción a Asher de verlo dormirse en medio de su trabajo. El calor de la ciudad lo recibió con gusto, algo que extrañó bastante.

Fue directamente a su casa, no quería ver a nadie más que no fuera una buena botella de vino que tenía en el bar a su espera.

De esa manera pasó el tiempo, semanas más tarde estaba él con su misma rutina de siempre el día de su cumpleaños número veintinueve. Malakil le dio un hermoso regalo, un vino que estuvo buscando por meses el mercado y que no había podido encontrarlo porque sólo estaban en exhibición.

En ese tiempo no se había podio sacar de la mente a ese chico que lo tenía hecho un desastre con sus pensamientos. Tampoco se lo había mencionado a Malakil para no tener más contratiempo en el trabajo, no más de los que ya tenía.

— Recuerda que debes de ir conmigo a esa fiesta — dijo Malakil, asegurándose de que nadie estaba escuchando — Es algo intimo con algunas personas. No todos los días están pisando los treinta.

— No me gustan las fiestas de cumpleaños y menos si irán personas que no deseo ver en mi vida — firmó unos documentos — ¿Cómo van las cosas en china?

— Más que bien — le mostró las estadísticas — Ha subido el turismo en ese lugar, la policía está trabajando como se debe… y no sé nada de ese chico por si tienes preguntas.

— No te iba a preguntar por él — murmuró, sin creer lo que estaba diciendo — Todo quedó claro, él no quiere verme y yo no lo buscaré.

— Sólo se han visto un día, solamente — lo apuntó — Saliste corriendo en cuanto lo viste en su forma de hombre — se sentó delante de él — Nunca pensé que vería al estupendo Alessio derrumbarse por alguien que sólo conoció durante unas horas y que salió huyendo en cuanto descubrió que era un hombre.

— Me enfermas — siguió mirando los documentos mientras los firmaba — Iré a esa fiesta, ¿En donde es?

— Sabes dónde — se puso de pie, después de aplaudir — Sé que te gustan esos lugares, ya sabes… tu lado sádico lo puedes dejar salir esta noche. Es un lugar privado con una sesión pública y tu regalo te estará esperando cuando te aburras de las personas que quieren hacer negocios contigo.

— Gracias, nos vemos esta noche en mi fiesta — subió la mirada — Ten un lindo resto del día.

— Te deseo lo mismo, querido amigo — le guiñó un ojo, antes de salir.

El club al cual visitaba era uno de los más exclusivos del país. No todas las personas podían entrar ahí y darse el lujo de gastar dinero en sumisos o en dominantes que los sometieran por una noche o por un contrato.

El lugar tenía una sección pública de tres personas. Se sentó en un sillón, con sus piernas cruzadas y con una copa de vino blanco en su mano derecha. Alguien se sentó a su lado, pasándole una llave. Se mantuvo en silencio durante unos minutos, mirando la función que estaban dando y que no le estaba produciendo nada, era mejor quedarse durmiendo que estar ahí.

Miró el reloj de su muñeca y ya era media noche. Su cumpleaños.

— Feliz cumpleaños, Alessio — Malakil le sonrió — El próximo años es tu cumpleaños número treinta, por lo que tus padres vendrán pronto a que su hijo les dé un nieto.

— Sí, eso no pasará — negó, con la cabeza — No les daré el gusto de verme con niños a mi alrededor, me gusta la vida que estoy llevando — señaló a la pareja que estaba en la plataforma delante de ellos — Espero que no les importe que su hijo, la oveja negra no quiera saber anda de ellos nunca jamás.

— Lo que digas — negó, con la cabeza — Sube, tu regalo te espera. Es algo un poco especial para ti que espero que te esmeres con el mío.

— Sorpréndeme con éste, Malakil — se puso de pie — Iré a ver mi regalo.

Su amigo le dio una sonrisa llena de complicidad, luego se quedó mirando el espectáculo que estaba demasiado entretenido como para perdérselo. Necesitaba también un poco de emoción en su vida, desde hace unos meses por todo el cargo en el trabajo que tenia.

Alessio miró las habitaciones que estaban con números romanos en las puertas y llegó a la suya la que tenía un letrero de ocupado en la perilla. Abrió la puerta, llevándose una gran sorpresa al ver a una persona amarrada en el piso.

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