Capítulo 5: Jelena

Gaviota me confirmó que estaba armado. Suspiré de alivio, en un momento de rabia accedí a que fuéramos con el muñeco de torta al banco, después con la cabeza fría pensé mejor, ¡Qué loca! ¿Y si hay un atraco? ¿Si me quieren robar allá? ¿Yo tengo mi dinero allí? ¿Si tiene matones o cómplices y mataban a mi Gaviota y a mí Buzo y a mí? Pero ya estábamos en el carro, pero ese mismo día esa gente quedaría descubierta, pensaba.

Mi padre. Debí admitir para mí que cuando conocí a Nathaniel, o a Jeremías pues desee que fuera mi padre que me buscaba, claro después de hacer todo el escándalo que hice porque pensaba que era un viejo que me quería joder. El demostró que solo me quería ayudar y aconsejar. Era como un padre, de hecho, era mi padre, ¿Será verdad? ¿Y si es una trampa? mientras íbamos camino al banco no pude evitar llorar un poco. De forma quita. ¿Por qué no me lo dijo? Era una sensación extraña, por un lado me alegró haberlo conocido y haber disfrutado de su compañía, pero por el otro lado, me dolía que no me hubiese dicho la verdad, que obviamente sabía.

El hombre que contestó su teléfono, me dijo que debía confiar en Eitor Atlas, que era el hombre de más confianza de mi Nathaniel. Eitor era un maldito engreído. Ahora que no llevaba las ridículas gafas y que su cabello había cedido a la humedad de la playa y al ajetreo de la situación, debí reconocer que era guapo. Muy guapo, pero el maldito engreído ¡Qué nunca me tocaría! Estúpido.

Claro seguro se acuesta con la elegante, fina Olivia, mi hermana. Tengo una hermana, pensé.

Ella era bella, pero rara. Decía cosas muy raras y actuaba extraño, como si fuera loca.

—¡Por fin llegamos! —dijo Eitor.

Nos bajamos los tres y Eitor iba adelante con sus aires de señor importante. Entró con confianza al sitio y saludo a una mujer que trabajaba para el banco, ella asintió y nos hizo ir hasta una sala, allí esperamos los cuatro.

—¡Tus amigos pueden esperar afuera! —dijo él.

—¡No! Se quedan.

El rodó los ojos y miró hacia la puerta, entró un señor alto y gordo con un sobre en la mano y se lo entregó a Eitor después de verificar su identidad. Nos dejó solos.

Eitor examinó el sobre, y lo abrió, comenzó a leer para él. Sus ojos repasaban las líneas mientras su rostro se mantenía inexpresivo. Sus ojos eran color miel. Eran ojos profundos.

—¡Sabes leer! Qué bueno, pero ¿Estamos aquí solo para presenciarlo o nos dirás? —dije con ironía.

Me miró con fastidio.

—¡Acostumbro a leerlo primero! Soy el abogado o ¿Tú eres abogada? —dijo en tono petulante.

—¿Quieres saber qué dice eso? —me preguntó Gaviota con cara de pocos amigos.

—¡Sí! Quiero que lo lea en voz alta —dije.

—¡Léelo en voz alta! Por favor —dijo Gaviota con tono amable —. O te arrancaré la lengua y no podrás hacerlo, ni ahora ni nunca más —dijo con voz calma y su rostro sereno.

El lo miró dudoso y estaba casi segura de que se había chorreado en los pantalones, solo si le hacía caso a Gaviota demostraría que era un hombre inteligente.

—¡Bien! Lo haré, porque lo pediste con amabilidad primero —dijo.

Sonreí con una mirada burlona. El me miró y me ignoró.

—Para que Jelena Testa, a quien en documentos citados reconozco como hija legítima, y heredera de mis bienes junto con mi hija Olivia Van de Venter, pueda disponer de los bienes heredados por mi debe cumplir las siguientes condiciones: debe dejar de competir en torneos de surf, debe contraer matrimonio en un periodo de un año a partir de la fecha de la lectura de este documento que consta en custodia del banco, no estará habilitada para celebrar ningún acuerdo o contrato con los McNamara, no con su sola firma, deben estar de acuerdo, Olivia Van de Venter, Valentín Pou, Jelena Van de Venter y Ei...tor Atlas…

Yo no entendía nada de lo que leía, solo que me reconocía como hija y que era una Van de Venter. Buzo tenía los ojos y la boca abierta.

—Deberá vivir por al menos un año bajo el mismo techo que Olvia Van de Venter. Todas estas condiciones son de obligatorio cumplimiento, de lo contrario la herencia pasará a manos de Olivia Van de Venter, sin condiciones. Jelena Van de Venter es aspirante a la herencia por el plazo de un año contado en adelante, de no cumplir las condiciones, no heredera...su boda con El...—dijo el hombre y se quedó mirando el documento con detenimiento. Me miró y volvió a leer para él.

—¡Lee para todo! Por favor —le recordó Gaviota.

Él lo miró, tragó grueso.

—Su boda  con Eitor Atlas deberá celebrarse lo más pronto posible, el plazo es de un año. Si Eitor Atlas se negara, un documento que recibirán al irse del banco lo convencerá. Jelena y Eitor recibirán una copia.

El me miró atónito.

Quería que me casara con el abogado petulante. Para poder disponer de cuánto.

—¿De cuánto hablamos? —pregunté.

—¡Te tocaría el equivalente a 250 millones de dólares! —dijo con voz automática.

Mire a los chicos que llevaron las manos a la cabeza y yo estaba que no creía nada, mi padre, una herencia. ¿Casarme y con él en específico? ¿Por qué? ¡No! Definitivamente no.

Él reviso otro sobre, lo abrió y me extendió un papel que estaba en el sobre. No habló.

Lo leí por encima y entonces me acomode en la silla.

Querida Jelena.

Lamento que te enteres de esta noticia ahora qué yo estoy muerto, ya debo estarlo, sí estás leyendo esto. Es muy raro hablar de mi en ese sentido, en presente, futuro y pasado. Soy cobarde, esa es la razón por la que lees que soy tu padre y nunca te lo dije. Tuve la intención de hacerlo cuando te contacte. Tenías 18 años la primera vez que te hablé. Iba directo a decirte que era tu padre y que tenías una hermana, media loca y caprichosa pero de buen corazón en el fondo, pero muy en el fondo, admito. Pero eras tan desconfiada y me costó tanto ganarme tu confianza que después me costó decir la verdad. No quería perder lo que teníamos.

Las veces que dije que te amaba como a una hija, quería decirte que te amaba, hija. Estuve siempre muy orgulloso de ti, muy inteligente, bella, deportista, un poco mentirosilla y egocéntrica pero incluso amo eso de ti.

La vez que te golpeaste la cabeza por estar de fiesta en un yate con tus amigos extranjeros casi me morí del susto, pero llegaste diciendo que habías competido en un pueblo cercano y que la tabla te golpeó la cabeza, me reía de tu mentira tan tonta no de la gracia de la anécdota. Solo quería decirte eso, quería que supieras que ame reírme de tus ocurrencias después de haber estado muerto de miedo.

Te veía antes, la primera vez que te busque tenías 16 años, solía verte de lejos, en la playa corriendo como una salvaje, luego a los 17, si a los 17 cuando perdiste tu virginidad con ese surfista británico, hasta de eso me enteré, hija, de todo, de tus noviazgos fugaces y de tus enamoramientos tontos. Cuando cumpliste los 18 y ya esa familia te iba a dejar ir, tuve que acercarme a ti hija. No podía abandonarte de nuevo.

Perdóname Jena por haberte dejado sola en tu infancia, por no haber estado en tus cumpleaños, en no haber estado allí para malcriarte comprándote juguetes y lo que quisieras. Quiero que sepas que disfrute mucho tu cumpleaños 19, los 20, los 21 los pasamos genial, los 22 y los 23, los 24 y quizás ya no hayan más, hija estoy muy enfermo. Estoy muriendo y no podremos despedirnos, no quiero. Quiero que me recuerdes como ese "viejito listillo" como me decías y no me veas en el estado tétrico que me encuentro.

Quisiera que dejaras a ese maldito Tito, es un vago y se aprovecha de ti, vive de tu dinero, siempre te lo dije, pero como es guapo caíste, ¿Sabes quién también es guapo? Eitor Altas.

Si te casas con Eitor, no solo habrá posibilidad de que salves a la familia de algo que ya Nathaniel, el que tú conoces como Tom, el verdadero Nathaniel, te contará. Cobarde soy cobarde hija mía. Perdóname.

Eitor oculta un secreto. Ayuda a tu hermana.

Con amor , Jeremías Van de Venter "el viejito listillo".

No me odies hija, ya estoy muerto.

Levanté la mirada y todos me veían expectantes, yo solo lloraba a mares.

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