Capítulo 4 Gaby

Las reacciones nunca deben ir acompañadas de la ausencia de pensamientos.

—¡Ay mi cabeza, como duele! —me quejé con la Reina que me miraba con ojos compasivos.

—¿Tomaste algo para que te afectara tanto? Si lo deseas puedes ir a descansar un rato, no te preocupes; en un momento me reuniré con mi amado Rut.

—No, no puedo, hoy debo entrenar, no se preocupe, esto se me pasará, supongo que algo me cayó mal ya que hasta donde sé las sombras no se enferman, debe ser mi lado humano aclamando atención.

—Sí, es muy poco lo que sabemos sobre tu condición, te recomiendo que te trates como si fueras una humana, ya sabes para descartar cualquier cosa y evitar que empeores... si necesitas salir para adquirir cualquier cosa, dile al guerrero Joss que te acompañe.

¡No, a él no!

—¿Dije algo que te molestara? ¿Por qué pusiste esa expresión tan seria cuando te mencioné al guerrero?

A esta mujer no se le escapa nada.

—La verdad es que estoy algo incómoda, bueno, a decir verdad, estoy más incómoda de lo normal con lo que respecta al guerrero... es que ayer lo acompañé a la casa del brujo, pero el trayecto de regreso no lo recuerdo, de hecho, solo me levanté esta mañana con este fuerte dolor de cabeza y en el trascurso del día ha empeorado.

—Dime algo... ¿tomaste alguna bebida preparada? Porque fuiste a la casa de un hechicero y ellos tienen esa mala costumbre, siempre lo hacen para tener información o salirse con la suya en algo en particular.

—Mmm... Déjame pensar... —contesté sentándome cerca de ella. El dolor en mi cabeza era punzante, la verdad era que no tenía mente para pensar—. No lo recuerdo, pero si eso fue así entonces Joss fue su cómplice —luego de analizar de forma fugaz la situación, me preocupé—, ¡Ay qué horror y si ellos me hicieron algo! Y ahora no lo recuerdo... y si dije algo indebido, algo de lo que ellos no se debían enterar —empecé a hiperventilar, no me agradaba esta situación, aún más cuando medio recordaba que el tal Neoma se había hecho pasar por una mujer para engañar a Joss—. Por cierto, ahora que analizo más a fondo la situación, con todo esto que me dices me doy cuenta de que esos brujos o hechiceros no son muy de fiar... ¿por qué accediste a trabajar con ellos? —quería desviar la conversación, ya buscaría luego la forma de enterarme con Joss de lo que pasó.

—Es una buena forma de protegernos, jugar la misma carta que utilizan los Licht nos coloca en igualdad de condiciones.

—Sí, tienes razón —me hice la tonta, al menos había logrado cambiar el ritmo de la plática.

—Espero que todo salga bien, luego de hablar con Rut me encontraré con Joss para hablar sobre los detalles y lo relacionado a los hechiceros.

Asentí y me levanté para salir de la habitación, para entonces el Rey había entrado al lugar. En cuanto observó a su mujer, se le notó el amor en la mirada.

—Permiso, nos vemos luego —me despedí por lo bajo y salí en la búsqueda de Joss, necesitaba encararlo y preguntarle todo lo que había pasado en ese lapsus de tiempo donde no lograba recordar nada.

Caminé hacia el área de entrenamiento; se encontraban varias sombras que no conocía, practicando en el lugar. A lo lejos vi a Andrea y Miriam luchando cuerpo a cuerpo, una contra la otra.

Cada vez que las veía, recordaba el momento en que la Diosa Oscuridad se apareció por primera vez ante nosotras.

*** Hace diez año atrás ***

—¿Qué vas a pedir de regalo para tu cumpleaños número dieciséis?

—No lo sé Andrea, tú eres mayor que yo por tres años, ¿qué me recomiendas?

—Pídeles a tus padres que te compren una infusión para regenerar las células de tu cuerpo y te veas por más tiempo joven... así mantendrás tu belleza por un largo periodo.

—No, yo no tengo ganas de vivir eternamente, ni de retrasar mi envejecimiento, eso de existir por siempre debe ser un calvario, además mis padres no son millonarios; así quisiera eso, no me lo podrían pagar, estoy conforme en que viviré lo que tenga que vivir y listo.

—¡Eres una aburrida! No sabes lo fabuloso que debe ser tener tiempo para hacer muchas cosas —intervino Miriam sonriendo y mirándome con eso grandes ojos color café.

—Debe ser una agonía para muchos vivir eternamente con problemas, o vivir para trabajar y pagar cuentas... este sistema lo odio, eso de trabajar, ganar dinero, invertir, comprar... en fin... es tortuoso, no creo que existamos para hacer eso, ni mucho menos para hacernos ricos, el dinero no se come, para mí lo importante son los momentos que pasamos con nuestros seres queridos.

—Ahhh, aquí estás tú con tu manera tan diferente de pensar, hay que aceptar que a la mayoría solo le interesa lo material, ya deberías de haber aprendido a vivir con eso —Miriam se adaptaba a todo con facilidad, a mí eso me costaba.

—Miriam, eres tan flexible antes las cosas que es difícil verte de mal humor.

—Tengo diecisiete años y soy muy hermosa, —se levantó y dio una vuelta en su eje— ¿qué más puedo pedir? —el rostro de Miriam se transformó en uno de completo asombro, algo miraba detrás de mí, al mismo tiempo percibí un profundo olor a rosas que inundó mi habitación. Miré con cautela hacia Andrea y ella mostraba un semblante lleno de incredulidad y miedo.

Tenía que darme la vuelta, ver qué era eso que ellas miraban con tanta estupefacción. En cuanto giré, creo que de inmediato dejé de respirar. Frente a mí estaba una mujer muy hermosa, que jamás había visto en mi vida, con un cabello largo, lacio, de color negro; y la piel más blanca que alguna vez vi... emitía poder, frialdad y desdén.

—Las imagino en unos años algo menos soñadoras y más fuertes —escuché y no articuló palabra, lo había dicho por telepatía, supe que todas las habíamos escuchado porque nos miramos con incredulidad.

—¿Quién eres? —pregunté mirándola a los ojos y eran todos negros, estaba segura de que no era humana.

—No soy un demonio —dijo mirando a Miriam y ella dio dos pasos hacia atrás, era evidente que le respondía a su pensamiento.

—Si no eres un demonio, ¿cómo te apareciste aquí de la nada? —le preguntó Andrea con rostro decidido.

Nos comerá o asesinará, algo me lo dice.

—Soy la Diosa Oscuridad y estoy aquí con el propósito de otorgarles un preciado regalo.

—¡¿Un regalo?! ¿Una Diosa viene a regalarme algo en mi cumpleaños dieciséis? ¿Me estás tomando el pelo, cierto? —contesté sin medir mis palabras, pero era que no soportaba que me vieran la cara de tonta.

—Debía esperar que todas tuvieran los dieciséis años cumplidos... es que me encanta el número siete, si te fijas la suma de los dígitos de tu edad dan como resultado el precioso número de lo espiritual y de la sabiduría, el siete; es por eso que no vi impedimento de localizarlas hoy y entregarles a Andrea y a Miriam su regalo atrasado y a ti... tu regalo especial.

 —Hay un truco en todo esto... hacer pactos con dioses o demonios hasta donde sé, tiene un trasfondo... algo tendrás que pagar —Miriam se veía un poco más segura, era porque estaba analizando la situación.

—No acepto tu regalo, puedes quedártelo, no estoy dispuesta a pagar consecuencias sobre algún trato hecho con una diosa, demonio, o lo que seas —no deseaba nada de lo cual no sabía realmente su procedencia y deberles favores a seres sobrenaturales no me llamaba la atención.

La mujer sonrió y puso rostro compasivo.

—Gaby, ya he tomado la decisión, además, ya sé que odias el sistema, entonces quién mejor que tú para revelarte contra él y así ayudar a los humanos.

—No creo en tus intensiones, he leído y sé que los dioses tienden a ser egoístas... solo deseo que me dejes en paz.

—¡Eres terca! —se quejó la Diosa cruzando los brazos— Sí, es cierto, nosotros somos egoístas, pero esta vez lo seré en pro de mis hijos, de la raza que yo creé para cuidar a los humanos y ustedes serán una pieza importante en una guerra que muchos ignoran.

—Te lo dije, nada bueno nos traerá esta situación —musitó Miriam.

—Soy una Diosa, puedo maldecir y bendecir sus vidas por toda la eternidad, así que mejor cierren la boca y acaten mis órdenes —la voz se distorsionó, pasó de una dulce y comprensiva a una estremecedora que emitía miedo y ferocidad.

  —Mejor comportémonos, algo me dice que no saldremos de esta si seguimos cuestionando a esta mujer —Andrea me haló hacia ella y asintió intentando convencerme de sus palabras.

Decidí hacer silencio porque tenía la seguridad de que eso podría ocurrir.

 —La sexta era sombra acabará pronto y ustedes serán la pieza clave para ayudar a ambas razas, ustedes protegerán a los humanos y lucharán junto a las sombras. A partir de hoy serán unas hibridas; van a contribuir con el desarrollo y proliferación de más sombras, para que así mis hijos, mi creación, aumente y eso traerá como consecuencia que entre los humanos el nombre del Dios ausente se dé a conocer y así empiecen de nuevo a adorarlo para ver si regresa a este plano... si eso no pasa, al menos la humanidad no estará bajo el yugo inconsciente de los Licht y su modo de vida mejorará.

¿El Dios ausente? ¿Las sombras? ¿La guerra? Por Dios, ¿qué droga se metió esta mujer? —intentaba analizar los disparates que acababa de decir.

—Gaby, estás acabando con mi paciencia —era evidente que respondía a mis pensamientos—, deja de pensar estupideces, no te comportes como el promedio de los humanos.

—¿Por qué nos elegiste a nosotras para llevar ese plan? —Andrea como siempre tan inteligente con sus preguntas.

—Vienen de familias de humanos bendecidos por el Dios ausente, ustedes son la séptima generación desde que sus familias decidieron por años ayudar y cuidar del prójimo... digámoslo así, ustedes tienen buenos genes.

—Solo somos amigas, ¿por qué las tres y no solo una de nosotras? —otra pregunta muy precisa digna de Andrea.

—La familia se escoge antes de nacer, y en vida también se eligen... a esos ustedes lo llaman amigos... yo las observo desde niñas y son más que amigas... ustedes son un complemento.

Eso era cierto, desde que nos conocimos éramos inseparables y sentíamos una fuerte conexión entre nosotras.

—¿Cuál será mi regalo? Sé que no podremos liberarnos de obtenerlo, así que, al mal tiempo, buena cara —Miriam como siempre siendo tan optimista y flexible.

—Serán unas inmortales, unas hibridas, mitad humanas, mitad sombras, entrenarán, madurarán su fuerza y mentalidad y en el momento preciso conocerán a los guerreros que las incluirán en el mundos de la sombras.

—¡Inmortal! ¿Una sombra? ¡No! Yo disfruto de mí día a día, soy feliz así, necesito de esta tranquilidad para mi buen vivir —me quejé, me aterraba esa idea.

—¿Quieres una mortalidad sin conocer a tu verdadero amor? —la Diosa se me acercó sonriendo y me mostró sus perfectos dientes blancos.

—¿Qué quieres decir con eso? —pregunté achicando los ojos, ya tenía un novio y me iba bastante bien con él.

—Lo que oíste, tú no eres tonta —la Diosa caminó hacia Andrea y la tocó. Mi amiga de inmediato se desmayó cayendo sobre el suelo como si estuviera muerta; luego hizo lo mismo con Miriam y cuando se dirigió hacia mí, volvió a preguntarme— ¿Quieres una inmortalidad sin conocer a tu verdadero amor?

No pude responderle, solo negué con la cabeza. Muy dentro de mi tenía la convicción de que uno no solo nacía para ser feliz haciendo lo que uno deseaba; sino que también existíamos para experimentar el verdadero amor en pareja, así que no tenía cara para decirle que no.

—Nos volveremos a ver, mi pequeña humana —se despidió la Diosa.

La negrura se esparció por el lugar para no dejarme ver nada más.

*** Actualidad ***

—Oye, ¿te dormiste aquí de pie? Ve a dormir como el Dios ausente manda a los humanos... no tienes porqué quedarte aquí, no ves que estorbas —Joss pronunciaba las palabras en modo sarcástico, pero me miraba diferente.

No me acostumbro a que siempre salga con comentarios hirientes, es que es tan estúpido.

—Resulta que los humanos pensamos y eso nos dispersa, me quedaría a explicarte el procedimiento de algo en lo que es evidente eres un ignorante, pero no voy a perder el tiempo contigo. —Joss contra todo pronóstico, sonrió; un gesto que me pareció genuino no mostró sus dientes, sencillamente se quedó mirándome y no hizo nada más. Y así permaneció por lo que creo fueron varios minutos— ¿Qué haces? No sé qué pretendes, pero quita esa cara de tonto de mi vista.

—Ahh, aún sigues aquí, nada —hizo silencio unos segundos—, solo te mostraba que sí sé pensar y dispersarme.

Y yo me quedé como tonta mirándolo todo ese tiempo esperando a que me dijera algo.

—¡Eres un arrogante, tonto, arruina sarcasmos!

—Lo soy —me miró de arriba abajo—, ¿ya te sientes mejor? ¿Empezarás a entrenar? Como ya ves, tus hermanas ya están en eso.

—Sí, supongo que entrenaré, pero primero quiero conversar contigo sobre lo que ocurrió ayer —Joss puso rostro pensativo y luego uno de extrañes, eso me dio cierta tranquilidad.

—¿A qué te refieres con eso? ¿Qué pasó ayer de qué?

—Buenooo... ehh. —¿Cómo se supone que debo de preguntarle? —Ayer, no sé, digo, lo último que recuerdo es que tu amigo nos dio unas bebidas y creo haber accedido a unas citas con él, solo con el propósito de que nos ayudara, ya sabes, fue como un trato.

—Ahhh —cierta incomodidad se desvaneció de su rostro —, ¿me estás preguntando sobre eso? ¡Sí, es cierto, hiciste un trato con mi amigo! Por eso al quedar todo arreglado, nos regresamos al recinto.

—¿Ocurrió algo de lo que deba avergonzarme? Es que aún me duele la cabeza y la verdad no recuerdo el momento en el que llegamos aquí, así que supongo que la bebida me cayó mal por estar adulterada.

—No ocurrió nada, ¿tendría que haber pasado algo en especial? —sus notas de arrogancia fueron palpables en cada palabra.

—¡No! La verdad es que lo dudo, no sé ni para qué te estoy preguntando esto, mejor me pongo a entrenar.

—Hay un horario que ya está publicado en aquel espacio que está allá —señaló un rincón, el cual según veía desde donde estaba, tenía una pizarra digital con varios nombres y horarios—. Pregúntale a la pizarra tu horario y ella te lo dará, aliméntate bien y concéntrate mientras entrenes, tú eres la que más horarios tendrá durante la semana porque te prepararé para que cuides a la Reina, también tienes clases asignadas con ella, para que así hagan un buen equipo en caso de alguna emergencia; y además seguirás entrenando con tus hermanas.

Por lo que veo, se me pasaran los días enfocada en solo ejercitarme.

—Está bien, sabía que algo parecido a esto ocurriría —me alejé de él y caminé hacia la pizarra.

—Hola, soy Gabriela Céspedes, puedes por favor informarme cuál será mi horario de entrenamiento.

—Con todo gusto, señorita Gaby, no es necesario que me diga su nombre de pila, la reconozco con solo detectar el sonido de su voz.

—Es la costumbre, a veces me gusta ser bien educada —repliqué sonriendo. Las maquinas eran más de fiar que hasta los mismos humanos, al menos estás no decían mentiras.

Cuando vi mi horario en la pantalla, casi que muero de un infarto. Solo tenía cuatro horas diarias para mí, supongo que en ningún momento dormiría, el hecho de descansar como una simple humana era necesario para desempeñarme bien en mis tareas, aunque podría prescindir de eso por un tiempo, pero llegaría el momento en el que sí lo necesitaría. Miré hacia Joss y este me observaba con cierta burla reflejada en sus ojos.

Ese hijo de puta me odia.

—Gracias por la información —me despedí de la pizarra con inteligencia artificial para caminar y buscar mis armas, porque según veía en este preciso momento debería estar entrenando.

—¿Qué haces? —preguntó Joss a mi espalda.

—Voy a entrenar —inyecté entre dientes cierta petulancia.

—Tienes ocho horas más de descanso, con lo que bebiste ayer y al ser medio humana aun no entiendo cómo es que estás de pie.

—Gracias, es muy considerado de tu parte, pero no, no quiero deberte favores —tomé del gran clóset de madera donde se guardaban las armas una espada liviana y la blandeé—, estoy capacitada para entrenar y hacer muchas cosas más.

—Sí, eso me quedó claro, por lo que veo también estás capacitada para formalizar citas con gente que no conoces.

—¿A qué viene ese comentario? Creo que lo hice por una excelente causa, además, ¿por qué me lo dices así de esa forma tan acusadora? Me das a entender que te importa o afecta mucho el hecho de que saldré con alguien muy guapo.

El gesto que vi en su cara de desespero e incomodidad fue tan evidente que se me hizo difícil no sonreír.

—Estás mal interpretando las cosas, si no deseas descansar es tu problema, solo intentaba ser realista en tu condición de humana.

—Me dices humana como si se tratara de un bicho raro —era incómodo que lo dijera de esa forma, al parecer le chocaba bastante de que yo lo fuera.

—Eres un bicho raro, no te equivoques, ni lo dudes —respondió sonriendo, eso me voló de un golpe mi paciencia, así que no me aguanté y le di una bofetada.

Reaccioné en el preciso momento en que mi mano chocó contra su mejilla con una fuerza que lo hizo dar un cuarto de vuelta, también pude notar que el salón de entrenamientos quedó por completo en silencio, el hecho me aturdió al estar en una habitación tan movida y sonora como esta.

Miré hacia los lados, bastante avergonzada de que todos nos miraran. No supe qué hacer en ese preciso momento, así que, prácticamente huyendo de la situación, me desmaterialicé hacia mi cuarto.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo