Capítulo 2. El tiempo pasa

     Había pasado ya un mes desde que la vi. Sentía frustración. Nadie pudo localizar a la mujer castaña del antro. Ni los contactos más cercanos dieron con ella. Solo por ello puso en duda la capacidad de Benji y de Marco, y claro, a Michael lo harté con el mismo tema. Pero venga, ¿Quién no se obsesiona con alguien así?

     Nadie. Solo yo. Soy demasiado obsesivo.

     — ¿Cuál color eliges? —mi madre me enseñaba las muestras de tela para el evento anual de Industrias Black. Tenía que elegir el mantel para la ocasión. Me había negado a seguir derrochando el dinero en algo que no sacaba nada a mi favor. Solo gente que comía gratis se emborrachaba en la barra libre y siempre terminaba en alguna escena dramática entre los empleados.

     Hice una mueca.

     —Ese—señalé una tela en color crema, luego miré hacia el gran jardín de la casa de mis padres. Mi madre hablaba de algo, pero no presté atención. Debería de conformarse con tener mi presencia ahí, cuando podría yo estar con alguna rubia con curvas.

     La imagen de la castaña regresa a mí.

     — ¿Joe?

     La voz de mi madre me distrajo y dentro de mí se lo agradecí. No era necesario seguir obsesionado con un fantasma. Un fantasma con curvas perfectas y de nuevo me pierdo en mis pensamientos.

     — ¿Joe? —dio un apretón a mi rodilla.

     — ¿Sí?

     — ¿Qué te trae tan distraído? Acaso… ¿Alguna mujer quizás? —negué arrugando mi entrecejo y luego puse los ojos en blanco. A estas alturas, aún sigue con la esperanza de tener una «nuera».

     —Tengo cosas en la cabeza cosas del trabajo.

     Maldije al terminar la oración, sé que empezaría con el sermón de sentar cabeza, bla, bla, bla, no todo es trabajo, bla, bla, bla.

     —Si pones esa cara por qué crees que te soltaré el sermón, estás equivocado. Ya me he resignado contigo. Deberías de seguir el ejemplo de Michael y encontrar a una mujer.

     La interrumpí.

     — ¿Qué decías del sermón?

     Ella torció sus labios irritada.

     —Lo sé. Es inevitable. Pero no quiero que te quedes solo.

     Me irrité a su comentario.

     —No pienso casarme para no estar solo, además el matrimonio no está hecho para mi madre, quizás para tus otros dos hijos, Alison ya tiene un matrimonio sólido, pero para mí no existe eso. Prefiero conocer, disfrutar y seguir conociendo sin compromisos o ataduras.

     Mi madre se queda callada. Sé que añora ese día de ver a su hijo pequeño en un altar, pero es mejor sacarla de sus sueños, ya que nunca lo verá de mi parte.

     —Está bien. Pero el día que llegue esa mujer…—levantó ambas manos hacia el cielo y negó divertida—… Tiraré la casa por la ventana y le pondré un altar.

     Puse los ojos en blanco cuando empezó a reírse.

     —No lo creo. En fin, cambiando de tema… ¿Dónde está tu hijo favorito? —me lanzó una mirada dura, pero sabe que lo digo en broma.

     —Los tres son mis favoritos, Joe. Y no vendrá. Irá con…—entrecerró los ojos como si recordara algo—… Esta chica, Thompson, el otro apellido no recuerdo.

     — ¿Thompson?—Pregunté curioso. Sé que había ligado el día cuando vi a la castaña, pero él es de una noche y al día siguiente: ¿Quién eres?

     —Thompson, la hija de Don Jeffrey, el dueño de Cliver Récords ¿Sabes de quién te hablo?

     Quiero recordar, aunque me suena el apellido, pero nada llega a mí. ¿Es algún conocido de la familia de Otto Jr Cliver?  Era mi mejor amigo en la facultad, pero al finalizar, cada uno siguió su camino, no sabía mucho de su familia y él de la mía, ambos éramos reservados.

     Pero insisto me es familiar…

     —Ni idea—respondo.

     —Me ha contado que la ha conocido hace un mes, la trajo el fin de semana pasado, pero tuve que salir y no pudimos hablar mucho. Es muy simpática por lo que la traté ese momento.

     Siguió su mirada en las telas.

     — ¿Y.…?

     Sé que se muere por decirme más. Levantó su mirada y se volvió hacia mí, pero quedó sentada en el mismo lugar del sillón.

     —Los conozco a los tres. Alison, aunque esté en Londres casada, Michael y tú trabajando arduamente para sacar la empresa adelante y el apellido, los conozco. Soy su madre. Los llevé en mi vientre exactamente a los nueve meses. Sé que Michael es un mujeriego al igual que tú…—torció los labios al hacer la pausa arqueando su ceja perfecta— y tengo las ilusiones de verlos tener su propia familia, Michael me ha dicho algo.

     — ¿Qué? —me removí en mi sitio. ¿Qué le había dicho? ¿Por qué a mí no me ha contado algo acerca de la rubia con la que se acuesta? Si todo nos contamos. Eso me irritó.

     —Ha mencionado algo: «Posiblemente, sea ella la indicada»

     Tosí al escuchar las palabras finales. Me puse de pie, y me acerqué a la ventana mientras puse mis manos dentro de mis bolsillos del pantalón de vestir.

     —No creo eso de Michael.

     — ¿Por qué lo dices?

     —El ama a las mujeres. Adora tener...—me giré hacia ella quien sigue en su lugar y en su regazo las muestras de las telas—... Sexo. Sin compromiso al igual que yo. ¿No piensas que sea que ella lo esté presionando? ¿O su familia? ¿Has pensado en eso? A la mejor y tiene presión, pero de que él haya dicho eso no lo creo.

     Sonó mi móvil.

     —Disculpa, tengo que contestar. —ella asintió con aquella mirada melancólica. La llamada era de la empresa. Necesitaban mi presencia con sentido urgente. Celina, mi mano derecha no me dijo más.

     Corté la llamada.

     — ¿Todo bien?

     —No lo sé, tengo que ir a la empresa.

     Me despedí a toda prisa sin asustarla. Baxter tenía el auto listo y nos encaminamos a Industrias Black.

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