Capítulo 1. Una búsqueda

     Viernes y la noche era joven, llevé a otra mujer a mi departamento para poder «jugar» un rato y así sacar mi frustración por aquella mujer castaña, me había molestado no volverla a ver, quería saborear esos labios color carmín, saber más de ella, aunque me mostraba un aire muy familiar, la intriga había ganado por segunda vez. 

     Me miré en el reflejo de mi espejo del baño, mi cabello alborotado, mis mejillas sonrojadas por lo que acaba de terminar de hacer con mi invitada, finalmente la había sacado de mi departamento sin esperar a que me pidiera mi número o que ella me entregara el suyo, no estaba interesado en nadie desde años atrás cuando me rompieron el corazón en añicos, mi forma de ver a las mujeres había cambiado, no podía confiar en ellas y mucho menos a las que solo me buscaban por conveniencia o fingían que estaban enamoradas de mí a pesar de no darles más que una sola noche, a ellas, las olía desde kilómetros atrás. Había estudiado cada gesto, cada reacción de ellas, cuando sus pupilas se dilataban, el motivo y el siguiente movimiento que harían. Sí, ese era Joe Black. 

            Estaba dispuesto a que no me rompieran el corazón de nuevo. 

     Odiaba que me provocaran, y esta noche, esa castaña se había salvado de mí. Me pasé una mano por mi cabello para acomodarlo, ajusté el listón de mi pijama que colgaba a la cadera, luego salí de mi baño, la cama desarreglada me recordaba que tenía que hacer. Tiré de la tela para dejar desnudo el colchón y poner nuevas sábanas, el olor del perfume barato de la mujer se había impregnado en el lugar, «Uh, ¿Quién usa un perfume tan empalagoso y exagerado?» al terminar, me tiré en ella y pasé mis manos por debajo de mi cabeza, miré el techo y de nuevo mi mente comenzó a intoxicarme con los recuerdos del pasado, la chica nerd de cabello rubio, sus lentes, la forma en que mordía la punta de su pluma, o el tic de su pierna al cruzarla cuando ponía concentración. Suspiré cerrando mis ojos y una sonrisa apareció, su mirada azulada se quedó en la mía, una sonrisa oculta apareció en sus labios, ella me había pillado observándola.

     —Buenas noches, Ash.  —susurré su diminutivo en la oscuridad. 

     ***

Sábado por la mañana…

     — ¿Castaña? —La reacción irónica de Michael era más irritación para mí.

     Solo crucé mi pierna por encima de la otra y di un sorbo a mi bebida, luego dejé mi vaso para enfrentarlo de mal humor.

     —Sí, una castaña, alta, de piel pálida, usaba un traje de cuero negro, cierre metálico sobre su escote, caderas perfectas… Piernas largas.

     Mi voz iba bajando de tono mientras le daba santa y seña de la mujer.

     — ¿Te ha atrapado? —dice en un tono burlesco.

     —Se ha escapado de mis manos. Quiero… simplemente cobrarme lo que me hizo hacer.

     Soltó una risa mi hermano.

     — ¿Te estás escuchando? Nunca dejarás de ser un hombre vengativo… simplemente conoce a otra y ya.

     Negué.

     —No.

     — ¿Qué es lo que tiene de especial la «castaña»?

     — ¡Por favor, Michaelssss! ¡La quiero en mi cama y ya! ¿Es tan difícil de entender lo que quiero? Llama a tu amigo, ese gorila que trabaja como gerente del antro y ponlo a investigar.

     —Relájate. Le marcaré en la tarde.—lo fulminé con la mirada. —Okay, ya. Le marco ahora.

     Michael sacó su móvil y marcó a su amigo.

     — ¡Hey Richard! Disculpa que te despierte. ¿Puedes hacerme un favor grande? Es para mi hermano. Está buscando una mujer castaña, alta, piernas largas, emmm, vestía de cuero, con un cierre metálico en la parte de su escote… Sí, sí… Está bien, gracias.

     Colgó la llamada.

     — ¿Y? —pregunto intrigado.

     —Va a investigar, cuando tenga algo me llama. ¿Ya? ¿Contento? —soltó Michael irritado. No era de seguir las órdenes de su pequeño hermano, ni de buscarme mis caprichos, pero si veía la intriga sobre la mujer que andaba buscando.

     —Te veo a la una para almorzar.

     Me levanté del sillón que adornaba la oficina de Michael.

     —«Sí, gracias»—fingió Michael recibir de parte mía.  Mientras me dirigía a la puerta de cristal, me giré hacia Michael e hice el gesto de buscar algo en el bolsillo interno de mi americana y cuando atraigo la atención curiosa de Michael, saqué y extendí mi mano en dirección a él y levanté el dedo del medio.

     Michael solo puso los ojos en blanco.

     —Madura «Black»—dijo en un tono irritado. —Además, no se vale usar mis bromas…

     Y salí de la oficina de mi hermano con una sonrisa al ver su gesto irritado.

     Sabía que encontraría tarde o temprano a esa castaña.

     «Y voy a tenerte… Suplicando»

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