CAPITULO 8

Por favor, cree que cada palabra que digo es cierta.

Por favor, perdóname…

No puedo parar de amarte…

RICK

En la mañana, luego de corroborar que todo estuviera bien con Erín, llamé al abogado que me recomendó el doctor Farrell y me citó de inmediato en su bufete. Al llegar al sitio, me recibió al instante.

—Gracias por recibirme —dije mientras tomaba asiento frente a su escritorio—. El doctor Farrell me ha hablado muy bien de su trabajo.

—Haré todo lo que pueda para que usted quede complacido con los resultados. Confieso que me ha intrigado bastante la situación, además de que el doctor Collins es un médico con mucho prestigio en la ciudad. Será un verdadero escándalo.     

—Realmente eso es lo que menos me importa, el escándalo. Solo quiero que paguen por lo que han hecho con mi hija y conmigo.

—¿Puede explicarme los trasfondos de la situación? —preguntó con curiosidad y suspiré.

—Al parecer, fue porque me enamoré y quise rehacer mi vida —el hombre, de unos profundos ojos grises que parecían haber visto demasiado en este mundo, frunció el ceño y entrelazó sus dedos sobre su escritorio—. Hace casi tres años nos hemos separado de común  acuerdo y cuando salió la sentencia del divorcio, decidí aceptar la oferta de un viejo amigo para probar suerte en Boston. Fue el mismo día en que llegué a aquella ciudad que conocí a una mujer joven y quedé hechizado por su belleza. Sin embargo, resultó ser la sobrina de mi amigo y quien precisamente acababa de comprometerse en matrimonio.

Miré mis dedos, que jugueteaban entre sí mientras una sonrisa nostálgica se asomaba en mis labios.

—¡Vaya! ¿Qué pasó luego?

—Al principio sentí cierta decepción, pero cuando noté que mi presencia causaba cierto efecto en ella y que en realidad no estaba enamorada ni deseaba casarse, solo la seduje —me relamí los labios recordando aquellos días en que incansablemente le repetí a Samanta que solo quería su cuerpo—. Estaba encaprichado, y no voy a negar que al principio solo deseaba su cuerpo. Sin embargo, con algunas situaciones y a medida que se acercaba la fecha de su boda, me di cuenta que la quería solo para mí y que estaba irremediablemente enamorado.

El hombre suspiró y miró a ala nada, como si rememorara su propia experiencia.

—Sé de lo que habla; de hecho, me ha pasado algo similar, aunque no tienen punto de comparación porque el malo de la película de mi vida, he sido yo —compuso de inmediato su semblante, como si se hubiera dado cuenta de que habló demás—. Mejor continúe, por favor. Necesito comprender que llevó a la madre de su hija a cometer esa atrocidad con la niña.

—Bueno, la mujer de la que me enamoré y yo, tuvimos un romance en donde yo mismo había impuesto varias reglas; ella y yo solo compartiríamos intimidad entre cuatro paredes y fuera de ellas, cada uno seguiría con su vida. Pero luego de tener una discusión que me hizo ver cosas que no esperaba, me marché a Londres para alejarme y poner mis ideas en orden. No le había dado explicaciones y tampoco al había llamado durante dos semanas a pesar de sentirme desesperado por hacerlo y fue entonces que descubrí que la quería para siempre en mi vida. Sin embargo, fue en ese momento cuando Emily al parecer, se dio cuenta de que estaba enamorado y comenzó a planear todo lo que convino después —expliqué.

—¿Cómo inició el problema de su hija?

—Bueno, por todo lo que pasó entre Samanta, la mujer de Boston, y yo, sabía que el único modo que ella me aceptara era si le pedía matrimonio y le demostraba que dejar toda su vida atrás por mí, valdría la pena. Precisamente eso hice cuando regrese a la ciudad y dos meses después, luego de que ella resolviera todos sus asuntos personales, decidimos que era momento de confrontar a su tío… mi mejor amigo y decirle la verdad. Sin embargo, casualmente la madrugada del día en que debía ir a hablar con mi amigo, Emily llamó diciendo que mi hija se encontraba en coma.

»Cuando oí sus palabras me había quedado petrificado y no pude pensar más que en mi hija. Olvidé todo, me olvidé de todos y salí con lo puesto y mis cosas personales en un pequeño equipaje para tomar el primer vuelo a Londres. Estando aquí, algunas cosas me resultaron extrañas, pero pensé que solo eran suposiciones mías porque no creía capaz a Emily de hacer lo que hizo, mucho menos a Scott. Sin embargo, ahora todo tiene sentido para mí… y el único objetivo de Emily fue separarme de Samanta, que ella pensara lo peor de mí y se alejara para siempre.

Sopesé aquellas palabras con dolor porque estaba ocurriendo. En el fondo de mi ser presentía que la estaba perdiendo, que se había alejado una eternidad pensando mal de toda la situación y todo por mi maldita culpa, por ser tan confiando, por creer en las palabras de una egoísta y de un desconocido. Deseaba con todas mis fuerzas poder regresar, poder explicarle mis razones y que, aunque al principio no comprendiera, me diera una oportunidad de demostrarle que en verdad ella me importaba.

—¿Eso quiere decir que lo logró? —aquella pregunta me devolvió al momento—. Digo, por el modo en que lo dice, es como que su esposa logró su cometido…

—Es difícil decir que no. Salí de Boston si hablar con Samanta y cuando tuve la intención de hablarle, mi móvil desapareció misteriosamente y estoy seguro que fue Emily.

—¿No intentó por otros medios?

—Le he enviado cientos de correos. He llamado a la oficina donde ambos trabajamos, a su casa y al parecer, todas mis llamadas son desviadas… es extraño. Tampoco ha respondido un solo correo. La única alternativa que tuve fue pedirle a mi chofer que la buscara por mí, pero ese muchacho también me engañó porque al parecer, fue quien informó de todo el asunto a Emily. Me hizo creer que Samanta entendió la situación cuando se lo explicó y que me esperaría hasta que todo se resolviera, pero ahora estoy seguro que ella me odia.

—Si lo ama, estoy seguro comprenderá cuando se lo explique —dijo el señor Williams como si nada y negué con una sonrisa triste.

—No es tan simple… si solamente se tratara de ella, tal vez tendría la esperanza de que todo se podría arreglar. Pero no conoce a su tío. Debe estar planeando mi muerte y ella es muy vulnerable, manipulable cuando se trata de su tío.

—Por lo que entiendo, no tiene modo de comunicarse con ella.

—Mi única esperanza es que este asunto se resuelva pronto y pueda regresar a Boston antes de que sea demasiado tarde.

—Lo siento mucho —suspiró—, pero este asunto no será corto y no podrá dejar el país mientras dure el litigio.

Tragué grueso sintiéndome devastado por dentro.

¿Cuánto más debía esperar para que Samanta supiera la verdad?

—Con sus palabras, está matando mi única esperanza…

—Lo lamento, pero esa es la realidad. A menos que no accione legalmente en contra de la madre de su hija…

—Entonces no tengo otra alternativa más que esperar a que la situación se resuelva —el hombre asintió satisfecho—. ¿Cuánto tiempo cree que lleve el proceso?

—No creo que más del mes. Además, si no terminamos antes de navidad, deberá esperar otro mes, por lo que haré todo lo posible para que el caso se defina antes de las fiestas.

—Tengo un video y el doctor Farrell hará un informe médico —dije a modo de que viera como apresurar las cosas.

—Tenemos pruebas, pero esto no se definirá de un día para otro porque estoy seguro que su esposa tendrá una buena defensa que nos dará batalla. Creo que lo mejor es que se tranquilice y se haga la idea de que no será fácil.

Suspiré hondo, cerrando los ojos y pensando en Samanta.

—Entonces, no tengo más alternativa que quedarme aquí hasta que todo termine… —el abogado asintió y me sostuve el puente de la nariz con los dedos.

—Haré todo lo que pueda para agilizar la comparecencia. Lo primero que debemos hacer es ir a presentar la demanda. Seguramente transcurrirán un par de días hasta que la madre de su hija sea notificada y se presente en la corte.

—Entonces, no hay tiempo que perder —me puse de pie—. Vayamos ahora mismo a hacerlo.

—No es tan simple; debo preparar algunos documentos y necesitaré que me envíe el vídeo, además del reporte del médico. Le prometo que mañana lo haremos y pronto acabará toda ésta pesadilla.

—Muy bien. Si no existe otra manera, lo haremos así.

—Le recomiendo que vaya buscando una casa, una escuela y a alguien que lo ayude con la niña.

—¿No puedo sacarla del país? —pregunté asustado.

—Podrá cuando el juez le otorgue la custodia completa, pero debe ir organizando todo lo que le estoy diciendo para que no le pongan trabas lego del juicio.

—Haré todo lo que haga falta, no se preocupe —respondí y se puso de pie para tenderme su mano.

—Entonces, nos vemos mañana a las nueve, aquí, para acudir a la policía y luego al juzgado.

—Llegaré puntual —afirmé, cortando el saludo y saliendo de la oficina.

***

Esa misma tarde, Erín despertó confundida, sin sospechar siquiera lo que había pasado y lo que su propia madre había propiciado. Cuando pregunté qué le había ocurrido, respondió que solo recordaba haber resbalado en la clase de gimnasia y golpeado la frente. Que llamaron a su madre y vio al tío Scott, pero que después de todo aquello no recordaba nada más.

Al preguntar por su madre, el médico me ayudó al decirle que había salido de viaje por un trabajo importante y que yo estaría cuidándola. Los ojos de Erín se iluminaron y preguntó si viviría de nuevo con ella, a lo que respondí que buscaría una casa grande con un bello jardín y que viviríamos juntos por siempre.

—¿Cuándo regrese mi mami, vivirá con nosotros? —preguntó entusiasmada y traté de no decir cosas que la lastimaran.

—Ya lo veremos, cariño. Ya lo veremos —fue lo único que pude decir y gracias a Dios, no volvió a preguntar por lo mismo.

***

Al día siguiente, acudí junto con el abogado al departamento de policía y luego al juzgado, a presentar la demanda para obtener la custodia completa de Erín.

Las cosas no fueron nada fáciles, pero el señor James Williams resultó un lobo feroz en la corte y no dejó cabo suelto que fuera capaz de salvar a Emily ni a Scott.

Luego de tres intensas semanas de comparecer, de acusaciones cruzadas y de que Emily al final confesara de que ella planeó todo aquello para separarme de Samanta, porque no le apetecía que Erín compartiera su herencia con otros posibles hijos, el juez dio un veredicto, condenándola a varios años en prisión por atentar en contra de la vida de la niña. La custodia completa de Erín me fue concedida, y con ella, la libertad de poder al fin buscar a Samanta.

El doctor Farrell me recomendó a una mujer para que me ayudara con el cuidado de la niña, quien estaba dispuesta a viajar con nosotros a Boston sin ningún problema. Así que en menos de una semana había hecho todos los arreglos legales para llevarme a Erín conmigo, fuera del país.

Con los nervios a flor de piel y luego de que costara bastante que nos marcháramos de Londres sin que Erín se despidiera de su madre, arribamos al aeropuerto de Boston, después de casi siete horas de viaje.

Mi cuerpo se estremecía pensando qué ocurriría cuando viera de nuevo a Samanta. Me sentía ansioso, con el corazón encabritado y el pulso acelerado de solo imaginarla delante de mí, mirándome con reproche por haberme ido sin decir nada.

¿Qué le diría?

¿Querrá escucharme?

¿Me perdonará con facilidad?

Suspiré mientras tomábamos un taxi para ir a mi piso, donde viviríamos mientras compraba una casa con jardín como le prometí a mi hija. Además, tenía pendiente la situación de Chris, quién había sido cómplice de Emily, Aunque no estaba seguro que informarle sobre mis pasos y mentirme fuera un delito que lo pudiera enviar a la cárcel.

Además, pondría las manos al fuego de que ella ya lo puso en sobreaviso y que no lo encontraría en su lugar de trabajo.

Al llegar a mi departamento, Erín se encontraba sumamente cansada pro lo que la acomodé en una de las habitaciones subiendo las escaleras, junto con la mujer que la cuidaría. Regresé a salón y me serví un escocés mientras pensaba en como haría para hablar con Samanta. Eran casi las 10 p.m. y estaba seguro que no sería un buen momento para ir a buscarla.

Bebí de golpe el contenido de mi vaso y fui a mi habitación, en busca del regalo que le había comprado hace tiempo. Regresé con el paquete en la mano, tomé asiento y lo destapé, extrayendo de dentro una caja musical que había mandado traer de Moscú.

La misma consistía en una hermosa pieza de metal con incrustes de piedras preciosas. Dentro de ella, había colocado los anillos que escogí en un arrebato para nuestra boda.

Había estado tan ansioso por esos días, cuando ella intentaba resolver todos los asuntos que la seguían atando a aquel muchacho, que para aplacar esa inquietud, había ido a la misma joyería donde compré el anillo con el que le propuse matrimonio, y escogí dos sencillos de oro con nuestros nombres inscriptos en su interior.

Levanté la tapa de la caja y comenzó a oírse la melodía compuesta por Piotr Tchaikovsky. Un cisne blanco recorría la mitad de la caja mientras la música sonaba. Tomé los dos anillos y suspiré, rogando por mi suerte.

Sobrepasado, guardé todo de nuevo y lo devolví en su sitio. Mañana, precisamente el día de sus cumpleaños número veintidós, le daría su regalo y le explicaría todo lo que pasó.

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