Regálame tus Alas
Regálame tus Alas
Por: Anne Zamora
1. Apoyo Grupal

Apoyo Grupal

Narrador Omnisciente 

—¡ Arizona Bronwbear !....tu turno— llamó la psicóloga  a cargo del grupo de ayuda visiblemente molesta. 

—¡Arizona!— volvió a llamar llevando su mano de largos dedos al puente de la nariz y acompañando este gesto con una mueca ácida que desfiguró aún más su poco agraciado rostro. Odiaba cuando la ignoraban o tenían esos "momentos" mientas estaba en una sesión. 

La chica sorprendida de que todos en el grupo de terapia  estuvieran enfocados en ella se ruborizó un poco y le dirigió una mirada sinceramente apenada a la psicóloga.

—Lo siento, me distraje— admitió con pena —¿Me decía?— se apuró en responder dejando claro que no prestaba atención a lo que ocurría a su alrededor. 

—Arizona— llamó en tono amargado— puedes prestar atención por favor, tus compañeros están compartiendo su vida, sus temores. Lo más que podrías hacer es regalarles tu atención— musitó con tono cortante y severo. Luego de una breve pausa siguió hablando fingiendo un tono más afable y empalagoso. No debía olvidar que aquella chiquilla era la hija del alcald, una sola queja de su proceder y estaría en verdaderos problemas.

— Bueno, ¡Cuéntanos!. Eres la siguiente—. Reclamó impaciente la señorita Miller, psicóloga por profesión, pero con un mal carácter que ni el mismísimo demonio tenía el honor de poseerlo.

— Mi nombre es Arizona  Bronwbear, tengo 21 años y estoy aquí porque tengo pesadillas con seres  alados  y monstruos— «¡Ya está!, ¡ya lo dije! »pensó tratando de relajarse.

—¡Hola Arizona!— respondieron todos a coro.

Estar  allí era un poco ridiculo, todos los demás habían sido atacados por alguna clase de demonio o algún ente sobrenatural. Pero ella no, ella solo soñaba con ellos. Siempre habían alas blancas o negras en sus sueños. Sueños que la ponían en una situación difícil con sus semejantes, vaya los niveles de estúpidamente de su ciudad que eran capaz de juzgarlos por sus sueños. 

A veces tenía sueños jodidamente sexuales, despertaba acalorada, pero nunca eran con el sexy de su novio, no, no tenía esa suerte.

La mayoría de las veces era con un hermoso y sensual  Arcángel de alas negras, ella en sus visiones dormida podía sentir que lo conocía, pero nunca lograba verle el rostro. Era un completo misterio que la frustraba tanto dormida como despierta. Deseaba escapar de su subconsciente, pero estaba demasiado fascinada para hacerlo. 

Mas aquel ser la dominaba, la hacía vibrar, siempre despertaba con unas enormes ganas de más, deseaba ser poseída de aquella manera aunque no se atreviera nunca a acercarse a uno de esos espectros alados que  tanto atemorizaban a su pequeña ciudad. Tampoco sabría cómo encontrar uno de ellos, en caso de que un buen día se armara del valor necesario para ir por ellos. 

Ni siquiera se atrevía a contar sus sueños como realmente ocurrían, ¿Sexo con un Arcángel? ¡No! La podrían acusar de bruja, de hereje, y ella no deseaba eso. Así que solo los disfrutaba en silencio.

Por error, le dijo a su padre que veía alas y arcángeles en sus sueños y  se había escandalizado al tal punto que allí estaba, la había mandado a terapia como si se tratara de una grave patología psicológica, así que no se podría ni imaginar lo que ocurriría si le contara a alguien sus fantasías de tener candentes encuentros sexuales con un mismo ser sobrenatural.

Le toco el turno a la chica que estaba sentada junto a ella, lucía muy demacrada a pesar de ir muy bien vestida. Pero su piel y su rostro lucia el blanco fantasmal como si de una muerta se tratara. Sin dudas habían gente allí mucho peor que ella, con verdaderos y reales problemas. 

—Mi nombre es Nercy Anderson, tengo 19 años  y fui atacada sexualmente por un arcángel oscuro en la periferia de la ciudad— la chica bajó la cara apenada y dos lagrimas surcaron sus mejillas de hielo. Sus grandes ojos grises se cubrieron como con una bruma oscura. 

Todo el grupo incluido la psicóloga se impactó y el silencio fue general. Luego se  escucharon susurros y murmullos por todo el salón, la señorita Miller se llevó  las manos a la boca y se la cubrió con espanto. Otros solo se limitaron a mirar a la chica con pena. 

«¿Eso es lo que ellos consideraban cómo   ayuda? »

Arizona observó el estado de la chica y quiso hacer algo por consolarla, ¿pero qué?. Solamente levanto la voz y termino diciendo para que los otros la siguieran

—¡Hola Nercy!— poco a poco los otros fueron saludando.

La terapia continuó con todos los chicos contando sus experiencias. Algunos alegaban haber sido abducidos por Ovnis, Otros perseguidos por Zombis, y otros aseguraban haber visto a vampiros en su habitación. Incluso una de las chicas decía hacer avistado a una sirena en la playa del pueblo.  Pero el caso de Nercy era el más triste.

La ciudad había cambiado mucho desde que se había caído el manto que los protegía de todo tipo de ser sobrenatural. Aunque contaban con fuertes murallas mágicas en ocasiones las defensas eran burladas y eran sorprendidos por  algún tipo de encuentro desagradable. Ahora todos tenían algo que decir y alguno que otro tenor personal. 

Al salir de la terapia Arizona se acercó a Nercy, la tomó de la mano y la miro a los ojos. La chica parecía sorprendida de que alguien se atreviera a tocarla después de lo que le había sucedido.

—Ya sabes, me llamo Arizona, ¿quieres almorzar conmigo?— preguntó  sin rodeos pero sin soltarle la mano.

— Eres la hija del Alcalde, el regidor de esta ciudad. Créeme cuando te digo que todo el mundo conoce tu rostro perfecto— murmuró soltándose del agarre de Arizona — que te vean conmigo podría arruinar tu reputación, mucha gente sabe lo que me sucedió.

— Solo quiero ser tu amiga, de mi padre ya me ocupo yo. No toma mucho en cuenta mis amistades— la sonrisa que le brindaba Arizona era muy sincera— los comentarios de la gente no me importan mucho— termino diciendo subiendo los hombros de manera despreocupada.

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