Club Cuervos Negros
Club Cuervos Negros
Por: Cassandra Hart
꧁Capitulo 1 Olivia꧂

                                                        ♥ 13 de febrero

                        ๑۞๑,¸¸,ø¤º°`°๑۩ SOLTERA POR ELECCIÓN ۩๑°`°º¤ø,¸¸,๑۞๑

Sé que muchas personas aman el estar solteras, yo no. De verdad que no.

Elegí estarlo porque es lo mejor no porque sea lo que anhela mi corazón. En el fondo soy una romántica incurable que sueña con su príncipe azul—o príncipes azules—. Pero la vida a veces nos lleva por donde no imaginamos y  en mi caso, el camino de la soltería. Porque he dicho NO MÁS. Me cansé de que mi madre me muestre prospectos, ni que fuese la época victoriana.

Aunque no creerían cuan común es en las altas esferas, que se pacten matrimonios por negocios. En mi caso, aunque las reuniones para buscarme marido hubiesen sido buenas, habría dicho que no. Debido a varios factores, por supuesto.

Uno, nunca me casaré si no es por amor. Porque hablamos de toda una vida—divorciarse entre los de clase alta en esta ciudad es imposible—así que con tratos de toda a vida mejor que sea por amor. Mis padres me han dicho que no recibiré un cinco de su herencia y está bien. Nada de lo que he logrado ha sido por ellos. Salvo por supuesto la educación secundaria, pero cuando llegó el momento de ir a la universidad me dijeron que no, una mujer no debía ir a aprender una carrera sino a perfeccionarse como ama de casa. Y no es que tenga nada contra las amas de casa, jamás, pero el que piensen que la universidad no es para las mujeres, eso me molesta. Así que apliqué por una beca y asistí a la universidad.

Mi segunda razón es esta. me siento mal de que les advierta que estoy “tullida” debido a un accidente. Esa es en parte la verdad, pero ella lo hace sonar tan misterioso, que mis posibles pretendientes pasan parte de la cena mirando con curiosidad mi espalda, a ver si logran ver algo. Otros, de forma educada terminan las reuniones acompañando su retirada con caras que van de la pena, al asco.

Y me cansé. Me cansé de ser menospreciada en casa, en los círculos sociales. Hace unos meses tuve un accidente de coche, veinte meses para ser exactos y me van a decir que el que diga “hace unos meses” les hace sentir que fue hace poco, pero que en verdad son casi dos años. Pero es que mi accidente no ha quedado atrás, ha venido a acentuar lo que ya de todas formas, venía mal en mí.

Una cojera severa.

No es que cojee todo el tiempo, aunque mis padres me hacen sentir como que son peor que el jorobado de Notre Dame.

Y ahora las cosas en mi trabajo cambian su dinámica y no es sencillo, así que el saber, que me han asignado una visita a una construcción en las afueras de la ciudad me asusta. El terreno es inestable.

Pero es mi trabajo—del que les hablaré más adelante— y ahora, encima, estamos en febrero, a un día del puto San Valentín. Así que sé que es terrible—me digo con humor.

Abro mi apartamento, sus piro teatralmente. ¡Estoy muerta, molida, agotada! Tiro mis zapatos con desgano, me meto al baño y ni siquiera pienso en juguetear, si lo hago el “subidón “me agotará y no saldré de la cama. Realmente quiero estar lista, debo estar lista. He llegado de mi trabajo diurno como diseñadora de exteriores para la empresa Burgues e Hijos, en mi natal ciudad de Boston. Tengo una hora para dormir antes de empezar mi segundo empleo, en el club Cuervos Negros.

Mi horario va desde las 8 de la noche hasta las 2 de la mañana. No lo hago por el dinero, aunque setecientos dólares extra al mes, no me caen mal. Trabajo como recepcionista y amo mi trabajo. Porque la gente a la que veo cada noche es increíble. Personas que se ocultan tras máscaras y que nunca me miran mal, de mala manera o de forma prejuiciosa, pues en un sitio donde hombres de negocios se ponen correas y se dejan arrastrar por Amos, —tanto femeninos como masculinos—no se juzga a nadie.

Y reconozco muchos de los rostros, políticos, celebridades locales y quizás una que otra extranjera. Esa noche sin embargo, será tranquila. Pienso en la fecha de mañana, la noche más “romántica” del año y en lo que haré. Estar sentada en mi puesto como recepcionista en el club más increíble y decadente de la ciudad. Me lo digo a mí misma, pensándolo con emoción, porque de verdad es un lugar fuera de este mundo, el sitio no es el problema sino la fecha en sí.

Por eso no me he esmerado en buscar algún atuendo sexy y revelador. Mañana vestiré igual que siempre, un pantalón de lino gris con talle a la cadera, zapatos bajos —pues realmente apesto con tacones—una camisa blanca de manga larga y un fajón rojo para marcar mis caderas. Tres botones de mi parte superior estarán abiertos y sí, como agregaré un sujetador de escote profundo, mis senos se verán bien.

Mis tetas son geniales y les saco provecho. Ah, no me he presentado, ni les he hablado de mi peculiar condición. Mi nombre es Olivia y me encanta el sexo.

Ríanse, suena como si me estuviese presentando en uno de estos grupos similares a Alcohólicos Anónimos. Pero es que esa soy yo. Pero no salgo con nadie, pues fui golpeada salvajemente por alguien en quien debía confiar, el ataque, aunque con miedo a los hombres me dejó con adicción al sexo. —bien jodida, quedé bien jodida, porque ¿cómo ser una adicta al sexo que le teme a los hombres? Pero, soy una persona peculiar.

Tener sexo significa mostrarse físicamente y gracias pero no gracias.

Para acostarme con alguien debo conocerlo primero y conocer gente nueva me aterra, por eso entonces para mí, el sexo viene de dos formas, o con mi amigo Ryder, quien es puerto seguro pues solo es sexo, —sé que suena raro… bueno, pienso sonriendo, la verdad sea dicha, es bastante raro—, o me doy placer sola con una amplia variedad de juguetes y los orgasmos llegan, así que al menos no estoy insatisfecha.

Me gustan dos hombres, tan diferentes el uno del otro que me pregunto, cómo es eso posible.

Mi amor número 1: Nicholas Gordon, un hermoso y caliente bombero de la estación 00 en Boston. Metro noventa—lo sé porque abrí su expediente—un cuerpo musculoso, cubierto de tatuajes. Es, además, uno de los Amos del club Cuervos Negros, todo bien hasta ahí, salvo por una pequeña cosita, un detallito insignificante… Nicholas Gordon ni siquiera sabe que existo.

No llevo mucho en el puesto, cuatro meses para ser exactos, pero he asistido como observadora, de ahí que sé quién es Nick y como este lleva fuera el mismo tiempo que llevo trabajando ahí, no me ha visto.

Mi amor número 2: Bruno Wolf, y sí, lo sé. Tan solo el nombre evoca orgías a la luz de la luna. Lo que siento por él es distinto, más profundo, sé que su vida ha sido dura, sus padres murieron cuando tenía veinte años y ha estado solo, dirigiendo las muchas empresas que posee.

Es dueño del club, de varios hoteles y es quien me dio este trabajo nocturno. Lo he visto varias veces fuera de ese sitio, Ryder nos presentó hace un año. Le gusto, me gusta muchísimo, el bulto entre sus piernas me deja claro que le atraigo… me desea. Pero nunca hemos dado un paso más allá.

De alguna forma es como si supiera mucho de lo que me sucedió cuando fui atacada, pero es imposible. ¿cierto? Pero algo en su actitud, me hace pensar que algo sabe. Por ej., si me ve jalando peso —y no hablo de blocks de cemento sino de una caja pequeña con papeles, o con equipo del club—deja su oficina para ayudarme y al inicio recibía miradas especulativas. Ahora, como que todos se han contagiado de su aire protector.

Me mira siempre, pero sus ojos van a mi espalda cuando suspiro cansada así que sí, sabe algo. Ignoro cuanto, eso si.

Tras descansar llego al club, está cerrado pues organizan la fiesta de mañana. La noche pasa calma, solo veo trabajadores montando la escenografía, no hay señal alguna de mi amado jefe, así que, tras cumplir horario, salgo a buscar un taxi. La empresa a la que he llamado me ha dicho que no hay unidades disponibles, vaya m****a.

Una mano en mi hombro, un susurro en mi oído, reconozco el olor y la voz, el objeto de mis fantasías… sin embargo, mi primer instinto es golpear y como siempre cargo cosas extra en mi cartera, como un pisapapeles, por ejemplo, —así, casual jajaja—el impacto lo envía al suelo.—Santa putísima m****a, ¿Qué hice?

Aunque me muero de la pena, compruebo que, como arma de defensa, el pisapapeles realmente funciona.

—Demonios, Oli.

—Lo siento, Bruno. ¿Cómo demonios pensaste que acercarte a alguien por la espalda estaba bien? Espero no haberte arrancado una muela.

—No, no me arrancaste nada, un milagro he de decir, pero sé que andas bien preparada ¿Con qué me diste?

—Un pisapapeles.

Me mira ahí desde el suelo y sonríe con orgullo.

—Esa es mi chica. Mi pequeña y delicada hadita, con el brazo de un luchador.

Lo veo levantarse y acomodarse la ropa. Puedo morir de la pena.

—¿Vas a venir mañana, hadita?

—Wolf, trabajo aquí, debo ganarme el sueldo. O al menos, eso fue antes de atacar a mi jefe.

—Mañana es solo para socios y sus sumisas regulares. No es día de trabajo, ya la empresa de catering tiene todo listo, entre sus servicios están algunas edecanes, así que no hay trabajo para ti.

—¿Qué pinto aquí entonces?

—Estarás conmigo, por supuesto.

Río, me carcajeo pensando que bromea, el pisapapeles le ha dado más duro de lo que creo, pero su mirada de—te ataré y devoraré Caperucita—me dice que habla en serio.Y no sé cómo hacer que entienda que no puedo integrarme a sus grupos, a sus juegos. Es un dios griego que mecere estar con alguien que le siga el ritmo.

—Wolf, de verdad que no pinto nada aquí. ¡Mírame por Dios!

—Lo hago, hace un puto año lo hago y encajas, no puedes no notarlo.

—Vengo solo a trabajar, físicamente soy diferente a las mujeres de aquí, soy bastante discapacitada y no es que sea malo, pero en un sitio donde el sexo y el físico van de la mano…

—¿Eso piensas de verdad? No debes olvidar que varios de nuestros miembros, hombres y mujeres, de esbeltos no tienen nada.

—No es lo mismo y de verdad, estoy cansada. Solo quiero ir a casa y dormir.

—Oli, estás muy desanimada.

—Hoy ha sido un día enredado. He visto a todos trabajar, pero no pude ayudar. No es solo que les ordenaste no dejarme mover ni mi engrapadora, es que me siento inútil.

—No les ordené, les pedí amablemente.

—Claro que sí. Solo dejémoslo estar. Vete a casa y me iré a la mía.

Doy media vuelta y mi maldita cojera, está ahí y me frustro y lloro, porque cuando las emociones me abruman, lloro.

—Oli, detente.

—¡Mírame por Cristo!

Mis gritos lo sorprenden, creo que es la primera vez que pierdo el control de mis emociones frente a él.

—No te estás infravalorando, no lo estás. ¿Verdad? Porque nada me cuesta mostrarte cuanto me gustas, mi polla llena mis pantalones, Olivia, no puedes no ser consciente de lo que me haces sentir.

—¿Has visto a las sumisas?

—¿Me has visto mirarlas, salir con ella a tomar un café o ver películas de Hugh Grant una y otra vez?

—No te metas con mi Hugh.

—Lo sé bien, hadita. No sé cuántas veces hemos visto la misma película de la mujer defecando en el camper.

—Se estaba cagando porque comió mucho, pero no es el punto. Sé que las has visto conmigo, pero no sabía que era un sacrificio..

◦•●◉✿♥    𝑀𝑒 𝑒𝓃𝒸𝒶𝓃𝓉𝒶𝓇í𝒶 𝒸𝑜𝓃𝑜𝒸𝑒𝓇𝓁𝑜𝓈, ¿𝒹𝑒 𝒹ó𝓃𝒹𝑒 𝓂𝑒 𝓁𝑒𝑒𝓃?   ♥ ✿◉●•◦

꧁☬Nos vemos en el capítulo que sigue.☬꧂

Capítulos gratis disponibles en la App >
capítulo anteriorcapítulo siguiente

Capítulos relacionados

Último capítulo