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—Estar enfermo es un asco –dijo Duncan, molesto, y escuchó la risa de Allegra.

Estaban tirados en el piso con moqueta, abrazados, pero él estaba débil todavía.

Quería con toda su alma hacerle el amor, pero entre que las drogas le producían sueño, y le dolían todos los huesos del cuerpo tanto por la paliza, como por el malestar, no había podido continuar con el juego de besos y caricias en el que Allegra lo había metido tan seductoramente.

—Recupérate, y te haré el amor otra vez.

—Mmmm… ¡cuánto te he extrañado!

—No más que yo –él se echó a reí

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