*CAPÍTULO 06*

**Amaral Watson**

Me mantengo metida en la tina con mis ojos cerrados recordando la charla que sostuve anoche con el hombre desconocido, no paro de pensar que alguien le pueda decir a Federico que mantuve una conversación muy apegada a un hombre, de ser así lo que me espera es tremendo.

Término mi baño y camino con mucha dificultad hasta la habitación, busco con rapidez algo de ropa que cubra las partes donde existen huellas de los golpes anteriores que recibí por parte de Federico, Me visto por completo y me voy a maquillar para ocultar mis ojeras, debo inventarme algo para no estar aquí en casa, le diré que debo ir a donde mis padres y que me quedaré allá para planificar la fiesta de aniversario, estoy muy segura que dirá que si, y más porque tendrá el camino libre para hacer de las suyas.

Tomo mi celular y llaves del carro para salir de casa e ir por mi hermana, hoy quedamos en comprar la ropa que usaremos para el sábado, así que me apresuro en salir.

Abro la guantera de mi auto para guardar algunas cosas ahí, en ese miro la tarjeta que me entregó el hombre de anoche, noto que solo está su número, no hay nombre, dirección ni más nada. Al parecerme muy extraño lo tiro la ventana, nadie entrega una tarjera con el numero nada más.

Llego a casa de mis padres y mi hermana no me da oportunidad de bajar a saludar, con rapidez se adentra en el auto y me pide que nos marchemos ya de casa, seguro tuvo algún enfrentamiento con nuestro padre, alguien difícil de sobrellevar.

—¿Qué sucedió? — se cruza de brazos.

—No acepta mi nueva relación, el maldito de Adam les dijo a nuestros padres lo que hice ¿Dime con que moral puede hacer eso? — suspiro.

—No tiene moral para hacerlo, pero ya no hay vuelta atrás, y calma, ellos terminarán aceptando al muchacho, creo que debiste esperar un poco más — saca su móvil.

—Es muy lindo conmigo, no podía esperar, puede que llegara alguien más pilas que yo y me lo robara — la observo.

—¿Por qué crees eso? Si le gustas nadie hará que mire a otro lado cariño — veo lo afligida que está.

—Adam me amaba, y aun así me falló — no sabría cómo animarla, es triste que tan joven tenga que pasar por esto.

—Adam es un idiota que en realidad no te amaba — me observa con fastidio.

—Todos son unos idiotas, unos malditos idiotas — abro mis ojos.

—¡Ey! Ya controla ese vocabulario Amanda, es horrible en una mujer, y más en ti que aun eres muy joven— chasquea la lengua, sabe que detesto que haga eso.

—Hay cosas más horribles que eso Amaral — me detengo en un semáforo — Como ser infiel — Puede que sea así, no sé.

—Hablando de infieles, ayer en la fiesta Federico me restregó a su amante en la cara, es tan cínico que lo hizo en público, lo peor de todo es que nadie lo notó, a excepción de una persona desconocida con la que convence extrañamente.

—¡Cabron! Como no se muere ese infeliz — ruedo los ojos por no poder con su vocabulario tan sucio.

—Ya para — la reprendo, ella debe hablar como una joven educada.

—Vale ¿Cómo te sentiste? ¿Hablaste con alguien que no conocías? ¿Cómo era? ¿Preguntaste su nombre? — me bombardea de preguntas locas.

—Me sentí falta, pero en parte fue excelente mirarlo, ahora estoy muy convencida de poner un alto a este matrimonio. Pensaba irme de la fiesta cuando Federico me detuvo, fui a tomar asiento y en eso alguien apareció detrás de mí hablándome, opinó que Federico no merecía ese puesto, en ocasiones me coqueteaba, su rostro nunca antes lo había visto, me pareció atractivo, muy varonil, y no, no pregunte su nombre, me entregó su tarjeta cuando me iba. Hace un rato la mire y no tiene nombre, dirección o algo, así que la tire por la ventana — me mira sin emitir ningún gesto.

—Vayamos por parte ¿De verdad le pondrás un alto a Federico? 

—Si, solicitaré el divorcio, pero antes debo conseguir pruebas que me ayuden a confirmar que me es infiel, de ser así será más fácil para mí, tengo que ir a la firma a charlar con Esmeralda, ella es abogada de familia y puede asesorarme mejor, tengo algunas ideas pero no estoy tan adentro del tema como ella — se pasma.

—¿Estás segura? — como nunca.

—Debo hacerlo, no deseo pasar ni un día más a su lado, es agobiante, y temo por mi vida Amanda — presiono del volante.

—Yo te apoyo ¿Y si contratas a un detective? Eso te ayudara también, como abogada penalista te servirá para llevarlo a un juzgado, si consigues pruebas donde él ha resuelto casos ilegales podrías hundirlo hasta el fondo hermana — lo mismo pensé, pero me da terror.

—No sé, Federico conoce a muchos detectives. Pensaba en hablar con mi padre — niega de inmediato.

—No, ya lo conoces, en cuanto sepa la verdad irá a matarlo, a él debemos decirle con calma, y poco a poco — un detalle muy verdadero.

—¿Y qué haremos? — saca su móvil.

—Buscaremos un detective privado, tenemos que confiar en nuestros instintos, no todos los detectives deben de estar en su poder — me da pánico, pero dejare que mi hermana se encargue de ayudarme a conseguir uno.

—¿Cómo lo buscaremos? — yo al menos no conozco a muchos, y los que conozco tratan con Federico.

—Google cariño ¿En qué siglo estás? tienes veintisiete años hermana, pareces de ochenta, y hasta creo que alguien de esa edad está más actualizado ¿Cómo fue que obtuviste tu título? — ok, eso fue una reprendida profunda y un insulto.

—No vivo metida en redes, y si crees que pague para tenerlo no, me jodido el cerebro estudiando — rueda la mirada.

—Deberías hacerlo— comienza a buscar — Aquí tengo uno, pero no me convence, veamos que más hay— mientras ella busca yo me detengo en el centro comercial — ¡Encontré otro más convincente! Bruno Bergmann — pronuncia su nombre — ¿Qué? Es un puto engreído — pelea con el cel — Mira al pendejo lo que dice, Soy detective privado, y mi trabajo vale, el que quiera pagar el precio que lo haga, y el que no que se marche — a mi me parece bien, cada trabajo tiene valor, y es bueno ser claro, aunque no tanto como eso — ¿Qué se cree? De seguro es un inútil — me estaciono en el centro comercial.

—¿Por qué estás tan a la ofensiva con los hombres? Lo estás insultando sin conocerlo — el engaño de Adam seguro le sigue afectando.

—Le tengo rabia a los hombres — si, es eso.

—Entonces cambia de género — queda pensativa.

—No me imagino haciendo el sexo oral a un mujer — arruga su rostro — Me quedo con la chupeta — abro mi boca.

—Suficiente Amanda, no quiero saber con detalles tus gustos y vida sexual — tomo un vestido en mano — ¿Ubicaste la dirección? — asiente.

—Esta a dos cuadras de aquí ¿Y si vamos ya mismo? Mientras más pronto mejor — vuelvo a encender el auto y tomamos rumbo a la dirección que me suministro mi hermana.

—Si, pasamos más tarde por la ropa — Veamos cómo me va.

—Tambien podemos llamar — muevo mi cabeza en negación.

—Mejor vayamos directamente, si no nos atiende no importa, igual pediremos cita para cuando tenga tiempo — ella se ríe.

—Con ese mensaje tan claro dudo que lo vean mucho, es un idiota — y sigue con lo mismo.

—Eso puede ser una táctica para llamar clientes — mueve sus manos.

—¿De verdad? A mi me espanto — me burlo.

—A mi me causo intriga ¿Ves? — continuo la ruta.

—Bueno. Quiero que seas muy cautelosa con Federico hermana, al igual de ese detective, se pueden conocer — me crea la duda. Hace un rato me decía que confiara en nuestros instintos, ahora me dice lo contrario.

—Él conoce a tantas personas, no creo estar tan salada en esta vida como para que eso pase ¿O si? — me ve con tristeza.

—Lamento ser sincera, pero puede que sí — estoy jodida.

—Igual iré, tomaré el riesgo y tu palabra de confiar en nuestros instintos — me armo de valor.

—Lo decía en juego, has estado tomando riesgos muy seguidos, anoche al conversar con un extraño y… hoy ¿Qué te hizo el extraño? — deseo llegar ya a donde ese tal Bruno.

—Nada, deja de sacar conclusiones locas Amanda — se centra en el camino.

—Solo decía — cruzo la calle por donde queda la oficina del detective.

—Espero este hombre no conozca a Federico, o ahí si estaré acabada — mi hermana cruza los dedos.

—Espero lo mismo, aunque si notamos algo extraño salimos corriendo y no vuelves más a ese lugar, y menos a tu casa — me estaciono frente al edificio

—Creo que es aquí — bajamos del auto.

—Veamos que tan bueno es el presumido que dice que su trabajo vale — entramos, ella marca el piso donde se encuentra la oficina, al llegar al piso nos damos cuenta que todo el lugar es un departamento de detectives privados —¡¿Alguien por aquí es Bruno Bergmann?! — pregunta sin pena mi hermana.

—Soy su asistente, pase por aquí — caminamos detrás de la joven mujer.

—Necesitamos hablar con el detective lujoso — Palmeo su hombro — Ey, déjame.

—Discúlpenos por favor — tomamos asiento.

—Está con un cliente ahorita, pero no tarda en librarse — asiento.

—Esperamos — coge una pluma.

—Me indica su nombre — miro a mi hermana, no sé si sea buena idea.

—No puedo — ella arruga su rostro.

—Disculpe, necesito su nombre para informarle al señor Bergmann — muerdo mi labio.

—Es que no entiende, es algo de mucho riesgo y prefiero reservar mi nombre — mi hermana bufa.

—Escucha, vino aquí para m****r a vigilar a su esposo, es un maldito asesino, y si se entera que ella está aquí nos mata a nosotras… y a ti también, por eso es mejor que no tengas idea de su nombre, el simple hecho de saber te condena a muerte, yo ya estoy condenada, pero no hay manera, es mi hermana y debo ayudarla a hundir al cabron — queda pasmada.

—Entiendo, oh, miren, ya está libre, síganme — la pobre mujer palideció con ese terror que le dijo mi hermana.

—¿Por qué dijiste eso? — pregunto en voz baja.

—Estabas actuando muy sospechosa, además, mentira no es — cierro mis ojos.

—Exageraste con lo de asesino — relaja sus hombros.

—¿Y? Igual si no lo es no creo que le falte mucho — Amanda es un caso ya perdido.

—Esta es la oficina — tomo aire, una vez que entre no hay vuelta atrás.

—Señor Bergmann, Unas señoritas lo solicitan — entramos, cuando el sujeto da vuelta en la silla mi boca traspasa el suelo y mis ojos se salen de lugar al mirar quien es el fulano detective.

—¿Es usted el engreído de internet… — poso mi mano en la boca de mi hermana para callarla.

—¿Usted? — se levanta de su lugar ajustando su traje, ese que ya de por si le queda muy ajustado.

—Si mi señora, yo — ¡Maldición, esto no podía ser peor!

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