CAPÍTULO 5

Pensé que tenía ganas de cagar, pero no me salió nada, mis nalgas querían darle un beso sin lengua al sanitario. Hablando de besos no puedo evitar recordar a mi exnovia. La chica era una perra del infierno. Es posible que cupido no me haya asaeteado con una flecha cuando me fije en ella sino con un arpón ballenero. Una bala dum dum directo al corazón.

Una noche no llevando mucho de empatados me quede a dormir en su cuarto completamente borracho y la muy degenerada me echó encima un galón de gasolina y estuvo toda la maldita noche lanzándome cerillos encendidos para prenderme fuego.

Otra noche se trajo consigo la jeringa hipodérmica de un amigo suyo (un melodramático adicto en estado terminal) la cual tenía un coctel sumamente explosivo de sida y heroína y cocaína en su émbolo (un verdadero crimen contra las alturas, como si un jodido cocodrilo se comiera a una jirafa) e intentó chuzarme la piel, mi quimono de humo, mi esmoquin con fecha de caducidad, toda la velada con múltiples lances que logre esquivar con gran esfuerzo y escudándome con toda clase de cosas.

Si hubiese sido nada más con heroína yo me dejo chuzar, pero con la otra movida ni hablar. No quiero sacar liebres muertas de mi sombrero de mago cuando quiera jugar a prestidigitador. Hasta que se cansó y logre desarmarla.

Al otro día se levantó y me encontró viendo películas gore. Entonces me dijo oye Puchungore si ayer te di un picotazo con la hipodérmica de Martín ni sueñes con volver a follarme. Me encantaba cuando me decía Puchungore. Puchungo que es el fulanito de los gatos + gore.

Luego añadió, eres tan necro que si hubiera un ataque zombi te sentirías en un harem. Y yo le dije disfruta la extinción. Ama el final. Ese mi lema.

Otro día fuimos a comer grasosas papas rellenas con ají picante, de los que te hacen transpirar violentamente como un casquete polar derritiéndose, y la muy insolente lanzó su papa contra un ventilador de techo que tenía las aspas en movimiento.

El resultado fue que llovió arroz y pollo y verduras y zanahorias y supernovas enloquecidas dándose puños y patadas hasta que salten las dentaduras postizas e injurias sobre mi persona tratando de defenderla. Un tipo hasta me gritó. Detesto tu arte y yo le respondí SI NO TE GUSTA MI ARTE PUES APUNTA BIEN EN EL RETRETE. No se me ocurrió nada más. Simplemente pensé: Bueno es un tipo musculoso. Estoy sobrio, y tendría que enfrentarlo yo solo, yo y mis tendencias suicidas haciéndole porras, yo y mi sistema nervioso de gato mojado, drogado y electrificado en una perrera. Está claro que mis habilidades sobrenaturales para la logomaquia resultan inútiles en una pelea a los traques. Salvo para que enloquezcan de furia y me propinen golpes con más fuerza, a mí que tengo cerebro de alíen, verga de mono y aguante de humano.

Pero bueno qué importa, una de las cosas que más me gusta de la literatura, es poder escribir lo que no dije en su momento, ya sea por miedo, por falta de inspiración o por no salirme de contexto. Aquello es un acto poético de alquimia que cada artista comprende y eso lo hace de vital importancia para su momento histórico.

De todas maneras, no se confundan, si he llegado hasta donde estoy no se debe a que la esencia del filósofo haya optado por mi cuerpo para recipiente, o porque este predestinado a convertirme en héroe, o porque ya no tenga pupila en los ojos, totalmente blanqueados es decir pura esclerótica, huevo sin yema como si los hubieran metido en detergente de tanta heroína que me he inyectado en el antebrazo, o porque cuente con el favoritismo de gente importante, o porque haya nacido con estrella. Todo ha sido por mi disciplina. Mi sed insaciable. Recuerdo que no hace muchos años leía a diario hasta 15 horas durante meses, años. Si la pared era demasiado dura de romper, yo la socavaría a punta de golpes, débiles en un comienzo, pero golpes después de todo. El truco era mantener la constancia, no desfallecer, llevar siempre la barbilla en alto por más que haya que mirar de vez en cuando al suelo para no pisar una mina personal o atollarse de m****a hasta el apellido. Golpee tantas veces la piedra que salió chispa.

Todo esto me parece similar a la parábola china (yo también soy escritor de parábolas a ver si me paras bolas) del hombre que subió a las montañas para forjar la espada más letal y perfecta porque tiene un par de cabezas por cortar. En mi caso yo no tenía que cortar ninguna cabeza. La espada que yo subí a la montaña para forjar estaba pensada para cortar el vacío, por ende, debería de ser liviana, como la sangre de mil colibríes cromada por la luna.

El caso es que no se confundan. Todo el mundo quiere ser el mejor, me pregunto si todo irá bien ahí dentro, si la autoestima esta los suficientes m.s.n.m de lo normal. Yo solo me conformaba con existir, como fuera, no importaba si era en forma de ameba o de dios, para mí era lo mismo, me daba igual si producía mi propia luz como los peces abisales o si pedía mechero para encender mis cigarrillos, lo divertido del asunto y mi consejo si los van a evaluar de esta lectura con examen, es que resalten muchas veces, con todos los colores de ser posible, que siempre fui un idiota hasta que los libros hicieron de mi un poderoso centauro con un carcaj de fuego. Aquello explotó la cabeza con poderes telequinesicos, estilo Scanners, a más de uno que me querían ver trastabillar y caer en el pozo de la infructuosidad. En el catafalco de lo normal.

Porque somos tan buenos, que nos vamos a ir todos para el cielo, cogiditos de las manos cantando canciones cursis y contando anécdotas de libro de auto superación, somos tan bellas personas que el demonio musulmán se rehusó a arrodillarse ante el recién creado ídolo de barro Adán. La misma rabia que contaba Da Vinci que sentía el fuego de la estufa por el agua que ponían a hervir encima. El fuego es el ser que todo lo trasmuta por antonomasia. El elemento primigenio. El elemento más empingorotado.

Además, el demonio con visión intemporal capaz de atravesar del comienzo al final de los tiempos, supo que el ídolo de barro, alias Adán Kadmon, todos los delincuentes tienen alias, iba a convertir el paraíso entiéndase la tierra, en un planeta en vía de extinción. Así que dios resulto siendo el diablo y el diablo dios. Que divertido. Es como lanzar una moneda al aire que cae parada o no deja de girar nunca como la combinación de un gato que cae parado y un pan con mantequilla de maní que cae boca abajo. Síganme para más cizaña metafísica, síganme para más se lo explico con plastilina en mi estilo puramente realismo neo barroco sucio.

En fin, aquella era una chica demasiado peligrosa. Estando con ella te podías ver envuelto en cualquier entuerto inesperado. El caso fue que un día decidí no volver a verla por pura seguridad mental. Además de que conocí a otra chica que puso patas arriba mi mundo. No hay que sacar un clavo con otro clavo sino con una perforadora petrolera. Aunque luego

¿con qué sacas una perforadora petrolera?

Con el paso del tiempo la perforadora petrolera también salió de mi vida. A la final todos salen de tu vida, no esperes otra cosa que soledad. Yo estaba con todos, y en cuanto comencé a cantar y cerré mis ojos, todos aprovecharon para esfumarse fumarse mis porros.

Lo último que recuerdo haberle dicho a ella fue: ¡vete a sorber semen con un pitillo por el coño! Ella me respondió: la violencia de tus mantras licuefacciona mi cerebro.

Y desde ese día no la volví a ver. Supongo que se suicidó o tuvo hijos (al fin y al cabo, de menstruo a monstruo solo hay una letra y buenas intenciones) o los abortó como a dos o tres míos o viajó al ojete del mundo queriendo escapar del funeral de nuestros sueños, del hedor de su pestilencia o transmutó en fonema sagrado o advirtió las señales del fin del mundo y se sepultó en un bunker o fue lobotomizada por un cirujano con tembladera debido a la resaca en donde hoy día la magrean enfermeros de un hospicio mental.

El caso es que alguna que otra vez intente telefonearla. Abrir el condenado directorio y buscar su escurridizo nombre, su invisible nombre, su atonal y telúrico nombre, su gran puto nombre escrito con nitroglicerina sobre mi sangre de bestia enamorada.

Desistí de inmediato al ver las interminables columnas de nombres impresas en las hojas. Todos aquellos estarían muertos dentro de doscientos años. Yo, tu, el, nosotros, vosotros, ellos. Los no nacidos ahora mismo están haciendo fila para reventar. ¡Y tantos nombres iguales! Si cobraran derechos reservados por los nombres sería más divertido leer el directorio telefónico.

Pero bueno no confundas la luz al final del túnel con la brasa del horno crematorio me dije. Esto no es amor. Simplemente es sexo y temor a la soledad y anhelo de poetizar lo ordinario. El espectro ergonómico de mi sueño fue desfigurado por el coeficiente intelectual de un demiurgo mal intencionado. La etiqueta fantasma de mis plegarias fue arrancada por un misil tierra aire. Soy como un pez abisal dentro del acuario de mi cuerpo.

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