CAPÍTULO 2. FRÍA MIRADA

Dentro de la aulas de la institución, Bell estaba tranquila sentada en su asiento, las últimas clases las había anotado en sus cuadernos correspondientes, pero sintió curiosidad de buscar en la biblioteca, libros relacionados a la psicología. Le parecía extraño que el tema no fuera tocado en ninguno de los salones. Ni siquiera los profesores les daban permiso o le permitían siquiera enseñar esa área.

Bell junto con una compañera —y ahora amiga— que también se hacía esa pregunta, aprovecharon de ir —durante la hora libre— directamente a la biblioteca. Apenas llegaron, entraron y procedieron a observar todos los estantes que se veían entre un pasillo y otro. Curiosamente, Bell se sintió motivada a entrar. Su compañera le siguió el paso, le sorprendía la gran cantidad de libros que habían, todos organizados desde la "A" hasta la "Z". Ambas se tomaron el tiempo para investigar, y para su mala suerte; no encontraron ningún libro relacionado al tema que estaban buscando.

—Bell... —su amiga la llamó. —No hay libros relacionados a la psicología, esto es muy extraño. —su mirada mostró desánimo.

—Seguro que los tienen ocultos. Hay que buscar bien. —le dijo con cierto positivismo.

—No estoy segura, ya investigué y fui por el pasillo de al lado y no hay nada aún... —puso su mano sobre el hombro de Bell. —Vámonos... —le dio un suave apretón a su hombro para irse de la biblioteca.

Bell simplemente asintió, mirando de un pasillo a otro a ver si lograba divisar algún libro relacionado al tema, pero no, para su mala suerte, no vio ninguno. Eso le hizo sentirse mal, y le dijo a su amiga que necesitaba irse al baño. Ella se fue directo al baño.

Y sin quererlo, se tropezó con su profesor, que ni siquiera logró verlo, debido a que su mirada estaba puesta en otro lado, lo que a el profesor le tomó por sorpresa aquello.

—Ow... disculpe señorita Jour...Journil...­ —trató de pronunciar el apellido de la joven.

—Journilten, Jour-nil-ten... —pronunció cuidadosamente con una sonrisa, su apellido.

—Oh, me cuesta un poco señorita Bell. —se disculpó con una mirada notoriamente nerviosa.

—No se preocupe... —sonrió la joven. —Bueno... eh... adiós... —se disculpó con el profesor haciendo una reverencia, dándole al profesor un claro indicio de que ella es asiática.

El profesor sonrió levemente viendo como la joven se metía en el baño y eso le causó cierta sorpresa y sin quitar su tonta sonrisa, prosiguió con su camino, cambiando ahora su semblante para que sus alumnos y compañeros de trabajo no notaran aquel cambio en el ser del profesor serio, frío y ejemplar a la hora de dirigir y enseñar sus asignaturas correspondientes.

(...)

Estaba comenzando a atardecer y Bell estaba saliendo de la institución, se subió a su bicicleta para comenzar a pedalear yendo directamente a su casa. Pero justo cuando estaba por poner su pie en el pedal, su profesor estaba saliendo de la institución también. Él, por fin la miró y se sorprendió un poco al ver a la contraria con su pie cerca del pedal y viendo su particular apariencia.

Enseguida notó que por haberse visto a los ojos, algo a él le empezó a llamar la atención. Él sonrió y se acercó a ella, se notaba que por la apariencia del profesor. Eso a la joven no le pareció nada fuera de lo común, seguro iba a preguntarle algo relacionado a las clases u horarios, o quién sabe de que tema realmente.

—Señorita Jour... Journi...— trató de pronunciar su apellido aquel hombre.

—Journilten... —corrigió la joven. —¿Si, profesor M? —miró directamente a los ojos del hombre.

—Veo que eres una de las estudiantes más destacadas, y esta semana has hecho un espléndido trabajo y quería saber si podía invitarte y premiarte por dicho esfuerzo. —sonrió el profesor. —¿Te gustaría? —el hombre le guiñó el ojo y su sonrisa aún no se había desaparecido.

Ella asintió sonriendo a lo que aquel hombre le propuso. Y él, le dijo que podía irse acompañándole subiéndose a su motocicleta. Ella dudó un poco de eso, porque no sabía dónde dejaría su bici. Pero él le dijo que podía haber una opción con ello.

—Puedes venir conmigo hasta mi casa, no vivo lejos de aquí. —le dijo la joven.

—Seguro, vamos. —el hombre la siguió y ambos se subieron a sus vehículos y fueron hasta la casa de la joven.

Una vez lograron llegar hasta el destino, el profesor de la joven Bell se dio cuenta de algo, ella vivía a unas cuantas casas de la suya. Lo que significaba una cosa, que además de tener una creciente relación de profesor-alumna, también eran vecinos.

Eso le hizo pensar algo retorcido momentáneamente. Bell se cambió de vestimenta rápidamente, no quería que la vieran salir con su profesor.

—Señorita Bell... te ves... muy hermosa — sonrió mirándola.

—Gracias... nunca he tenido una cita ni menos con un hombre... —se ruboriza un poco.

—Seré entonces el primero, ¿no? —él le ofrece su brazo para ayudarla a subirse a su motocicleta.

Luego de haber hablado mientras Bell se sujetaba del abdomen de su profesor. Notó que éste iba en dirección a su casa. Cuando estacionó la motocicleta, apagó el motor. Se quitó el casco y Bell se bajó sin ninguna dificultad de la moto.

—¿Vives aquí? —preguntó Bell sorprendida

—Si, y eso me convierte en tu... además de profesor, tu vecino. —sonrió y le dio un suave apretón a su hombro.

—Oh, eso... eso es fantástico. —sonrió la joven y accedió a entrar a su casa sin ningún problema.

Aquello fue, para el profesor una linda sorpresa. Bell se subió a su motocicleta con cuidado y sosteniéndose de su abdomen, el profesor movió los pies y poniéndolos sobre los pedales, movió el manubrio para luego encender el motor y proceder a ir en dirección a la casa del profesor. Y una vez llegaron allí. El hombre se bajó y ayudó a Bell a bajarse, procedieron a entrar.

El hombre le dio acceso a su casa después de haber abierto la puerta de su casa y como todo un caballero le dejó entrar. Bell contempló el interior de su casa y mientras su profesor. Y él, de manera discreta y sutil, procedió a llamar a un servicio de comida rápida, aprovechó de atender a la joven mientras esperaba a que le trajeran el pedido. Y mientras esperaba, comenzó una plática para mantenerse distraídos.

—¿Te gusta la comida rápida, señorita Bell? —sonrió mirándola.

—Bueno... no siempre tengo ese privilegio de comer algo así, pero si me gusta. —la chica sonrió.

—La comida que pedí ya estará por venir. —el profesor se levantó del sofá.

—Oh, se lo agradezco... pero no era necesario que pidiera comida para mí. —ella sonríe nerviosa.

—Descuida señorita Bell... usted merece ser felicitada merecidamente por su esfuerzo. —el mayor fue a la puerta al escuchar el sonido del timbre.

El hombre fue directamente a buscar lo que había pedido hace minutos. Abrió la puerta para recibir el pedido y, en eso Bell notó algo mientras su profesor mantenía una trivial conversación con el repartidor. Aquello que notó, fue algo sumamente llamativo; su profesor mantenía fluida la conversación, percibió esa mirada que le empezaba a atraer de algún modo.

Aquella mirada era fría, pero atractiva, de algún modo eso comenzó a notar ahora que, después de que su profesor le diera la merecida propina al repartidor, se fue agradeciendo por la charla y la propina y se fue. Se sorprendió al percibir aquel semblante en él.

Bell, lejos de inquietarse, fue a la sala donde su profesor trajó los envases de comida. Él de forma caballerosa le sirvió en el plato, la comida. Bell agradeció por ello y procedió a comer con él, mientras comían, se iban conociendo de a poco, el profesor descubrió lo mismo en Bell, y ella, se quejó con respecto a algo. Le comentó el porqué no podían ver el área de psicología. Y el profesor, miró atentamente a lo que dijo Bell, y quedó sorprendido.

—Es injusto, ¿comprende? —dijo mientras continuaba comiendo.

—Sí. —asintió dos veces. —Entonces en ese caso puedo darte clases de psicología... pero no será posible en las clases. —mencionó rascando su frente.

—¿Por qué no? —preguntó triste.

—Porque tampoco me es permitido dar clases de ésa área. —dijo y acercó su mano y con una sonrisa tocó la mano de la chica. —Pero... con todo gusto, me ofrezco a ser tu tutor en el área de psicología. —miró directamente a los ojos de la joven y vio que ésta sonrió.

—¿De verdad? —ella preguntó a lo que el hombre asintió. —Se lo agradezco muchísimo, profesor. —agradeció haciendo una reverencia con sólo mover su cabeza.

—Puedes venir los días que estés desocupada cuando gustes, yo estoy encantado de darte clases... —hizo una breve pausa. —psicológicas... —sonrió sin mostrar los dientes y le guiñó el ojo.

De esta forma, Bell sin saberlo, su profesor estaba más que dispuesto a enseñarle. Sin embargo, ella no conoce del todo aquella faceta retorcida, desagradable y dominante. Quizás si tan fuese un poco más precavida, hubiera evitado caer en sus trampas.

Pero el profesor M era muy precavido, muy cuidadoso con mostrar dicha faceta, y de lo contrario si la enseñaba tan deprisa; quién sabe como se lo tomaría Bell. Pero ella comenzaba a mostrar un cariñoso y afectivo vínculo afectivo con este profesor, quién bajo ese perfil de hombre elegante y ejemplar, y dicha faceta que, a Bell lentamente le comenzaba a dar curiosidad descubrir.

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