Bajo su Mirada
Bajo su Mirada
Por: Vickmaya
PRÓLOGO.

En aquellos pasillos de una pequeña institución, una joven de cabellos marrones estaba leyendo una carta que su director le había entregado.

Parecía que las noticias no se oían no sonaban nada bien. Su semblante cambió y pasó de estar emocionada por querer aprender más sobre el área de psicología, pero en la institución no podían cederle tal permiso, debido a que, por sus absurdas políticas; una mujer no podía acceder ni darse el lujo de aprender o enseñar psicología.

Era, además de ridículo, un poco decepcionante que una mujer no pudiera estudiar o acceder a las bibliotecas de la institución de la universidad para leer sobre el tema.

Sólo podían leer un sinfín de otros temas. Pero, lo que sea que tuviera relación con la psicología, comportamiento, o más allá de la medicina humana, les tenían a pocas de las mujeres que estudiaban allí, que no tenían de otra si deseaban con todo su corazón, aprender más allá del comportamiento y naturaleza humana.

En eso, mientras la joven Bell Journilten terminaba de leer. Supuso que eso sería mejor decidir a dejarlo todo y empezar de nuevo en otro lado.

Cuando abandonó aquella institución universitaria. Sus padres y sus hermanas mayor y menor la recibieron con los brazos abiertos.

Bell contó las novedades y fue algo desastroso para la familia que dicha institución fuera tan tremenda y miserable por simplemente negarle el conocimiento de la psicología a una joven mujer.

Pero Bell, lejos de ponerse mal o de quejarse sabiendo que tenía sus razones. Se propuso buscar desde su ordenador si había algo que podía hacer.

Y encontró que había un profesor en el área de su vecindario que sabía del tema. Investigó con regularidad sobre él, vivía a unas cuantas casas.

Era alguien que estaba por encima del nivel, un profesor digno que se ganó el respeto de todos y por buenas razones, podía ofrecerse como un sustituto profesor de primaria hasta de universidad.

Cumpliendo un rol importante e intachable. Bell no podía negarlo, no podía dejar de verlo y de pensar en eso. Vio que esta persona, bajo ese perfil de profesor; se notaba que era sociable, reservado a veces, pero con una amabilidad que se notaba a lo lejos que iba a tratarte bien. Sin importar si eras hombre o mujer.

Bell anotó su dirección y números de teléfono por si en algún momento llegaba a comunicarse con él y decidió, a pasos algo apresurados, enviarle un correo.

Aquel destino que estaba genuinamente notándose a plena distancia, ella lo notaría.

No sólo su particular e intachable imagen. Sino que, bajo su mirada escondía una particularidad que nadie más que sólo la joven Bell estaría dispuesta conocer tarde o temprano.

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