Capítulo 1 Escapar de los monstruos

   Darío ahora se dedicaba al negocio de la prostitución tenía a su “cuidado” varias muchachas jóvenes, vendía los servicios de estas a un grupo de hombres con mucho dinero y poca moral, desde que su madre enfermara era Brenda quien hacia la comida y mantenía la casa, Darío jamás prestó atención a las hijas, pero después de la muerte de Lorena, este empezó a notar que sus hijas habían heredado la belleza de su madre, así que un día tuvo una conversación con Brenda de padre a hija.

   —Brenda mi niña, sabes que ya estas creciendo, las labores de la casa no son para las niñas bonitas, cuando las niñas son bonitas tienen la posibilidad de vivir bien sin tanto esfuerzo ¿te gustaría saber cómo?

   —Sí papá —contestó Brenda tímida.

   —Pues es muy fácil quiero que te bañes te arregles y te pongas esta ropa que he traído, papá te tomará unas fotos.

   —Está bien papá.

   Brenda se bañó se peinó y se puso la ropa que le trajo su padre pero le quedaba pequeña la falda era muy corta y ajustada y la blusa enseñaba el ombligo ella salió a la pequeña sala y Darío le tomo 4 fotografías.

   —Dentro de unos días papá te llevará a un lugar bonito y deberás jugar unos juegos con un señor muy bueno que nos dará dinero para poder comprar ropa y juguetes.

   — ¿Y para Belinda?

   —También para Belinda.

   — ¿Y qué juegos jugare, futbol? A mí me gusta el futbol.

   —No, son juegos dentro de casa, sabes algunos hombres que les gusta jugar con muñecas, pero como ya son grandes les gusta jugar con niñas como si fueran muñecas.

   —Mi mamá nos decía muñecas y jugaba con nosotras.

   —Algo así y no debes preocuparte yo estaré muy cerca y no dejaré que nada malo te pase, si sientes que algún juego te causa dolor gritas y yo acabaré con el juego, soy tu papá y yo te cuido.

   Brenda no prestó más atención a lo que le había dicho su papá, pero cuando a los poco días llegó Darío temprano a la casa y le dijo que iban para que ella jugara con un señor, se entusiasmó con la idea de poder jugar un rato y que tuvieran dinero para algo de ropa y juguetes.

   —Qué bueno papá ¿y de verdad ese señor nos dará dinero por jugar un rato con él?

   —Claro que sí Brenda, será muy fácil.

   — ¿Belinda viene a jugar papá?

   —Ella vendrá, pero solo tú jugaras a ser muñeca, ella solo mirara.

   Darío llevó a sus hijas a una casa desocupada en el centro de la ciudad, aunque era una zona con bastante actividad comercial, la casa estaba en una calle poco transitada por personas, un hombre, vestía traje con corbata era parcialmente calvo y usaba anteojos les permitió pasar, Darío se sentó en una mesa junto a sus hijas en una pequeña cocina, más allá se veía un salón con cámaras fotográficas y juguetes, la pequeña Belinda corrió hacia una muñeca de trapo.

   —Buenas tardes señor aquí estamos —dijo Darío en voz alta, luego dijo más bajo que Brenda apenas lo escuchó.

   —Ya lo sabe solo podrá mirar, nada de tocar aún es muy pequeña.

   —No, no lo es, ya es lo suficientemente grande, incluso la más pequeña.

   —Olvídelo, son mis hijas maldito, es solo mirar. O nos vamos.

   —Está bien, pero tenga en cuenta que si ella juega un poco conmigo le pago el doble.

   —Ya lo veremos otro día, por hoy es solo mirar o nada y pague por adelantado.

   Ahora Brenda no se sentía nada segura, su madre le advertía de no hablar con desconocidos que en el mundo había gente mala, pero nunca se imaginó que su padre la llevaría con gente mala.

   —Brenda ya lo sabes, el señor quiere jugar contigo en esa habitación, yo estaré aquí mismo deberás hacerle creer que eres una muñeca y si algo te duele, gritas.

   —Papá él me hará daño, yo lo sé.

   —Claro que no, yo te cuido, aquí estoy.

   —No quiero papá.

   Belinda regresó cargando la muñeca de trapo al ver a Brenda asustada.

   —Debes hacerlo, necesitamos el dinero o si no tendré que dejar que personas con dinero se lleven a Belinda ya que no podré mantenerlas.

   —No quiero papá por favor —Brenda lloraba rogándole.

   —Ya basta,  cállate y haz lo que te dije.

   —Tal vez si entra con la hermana se tranquilice —Intervino el hombre de traje.

   —Te dije que la otra era muy pequeña  —le respondió Darío de mala gana.

   —Solo tendría que estar allí eso le dará confianza a la hermana mayor y le pagaré el doble.

   —Está bien; pequeña ve a jugar con tu hermana —Belinda muy decidida fue con la muñeca tan grande que tapaba su carita cuando caminaba, Darío las empujó a ambas a la habitación, era grande con una gran ventana cubierta con cortinas hasta el piso, una cámara fotográfica profesional con toda la indumentaria de una sección fotográfica,  había un sofá de frente a la cámara y un baúl con juguetes, en el sofá habían varios conjuntos de niña, Belinda fue directo a los juguetes, Brenda sentía el corazón en la boca y sus manos sudaban, se acercó a su hermana y escuchó como se cerraba la puerta.

   —Bueno pequeñas, no teman yo solo quiero ser su amigo —el hombre se acercó a ellas, se colocó de cuclillas y le pasó un mechón de cabello por detrás de la oreja a la pequeña Belinda.

   —Qué bonita eres pequeñita, ¿te gustan los perritos?

   —Sí —contestó la pequeña Belinda—, me gustan mucho y también los gaticos.

   —Yo les puedo comprar un perrito y un gatico.

   —Qué bueno Brenda —dijo entusiasmada la pequeña.

   —Señor, mejor deje a mi hermanita —Brenda le contestó muy seria.

   —Oh pero que carácter, sabes que, no me gustas nada, eres pequeña, pero tienes mirada de arpía, no veo ternura infantil en ti, así que mejor jugaré con la pequeña.

   —Por favor señor deje a mi hermanita, yo jugaré con usted, dígame como empiezo —Brenda suplicó.

   —No mejor siéntate allí, mientras yo juego a las muñecas con Belinda.

   —A mí me gustan las muñecas, ¿Dónde están? —Preguntó Belinda.

   —Llamaré a mi papá.

   —Anda llámalo, estoy seguro que no pudo resistir tomar de la botella que dejé aparentemente cerrada en la mesa, seguro ya está dormido.

   — ¡Papá! —gritó Brenda.

   — ¡Papá! —gritó el hombre.

   La inocente Belinda se echó a reír.

   —Brenda no le haré daño a ninguna, yo soy un amigo, así que siéntate tranquila, así puedes vigilarme.

   El hombre siguió hablando con Belinda y ahora le ofrecía comprar bicicletas para ambas, Brenda se sentía en verdadero peligro ahora que sabía que su padre estaba dormido, o que se había ido, todos sus instintos le decían que corriera que escapara mientras el hombre le daba la espalda, pero no podía dejar a su hermana, ella debía cuidarla siempre, eso era lo que la mantenía allí impotente sin escapar.

   —El hombre se levantó y acercó un banquillo alto de madera

   — ¿Qué te parece si yo me siento aquí y tú eres la muñeca? —le dijo a Belinda

   —Sí —dijo Belinda— yo seré una muñeca.

   —Esa ropa que está ahí es para la muñeca, porque no te la pones.

   —Pero no puedo cambiarme aquí. Tú estás viendo.

   —Pero tú eres una muñeca recuerdas, y las muñecas pueden estar sin ropa.

   —No lo sé, y si se tapa los ojos.

   —Eso sería una solución —El hombre se tapó los ojos, Brenda pensó en pegarle con algo pero ahí mismo quito la mano de sus ojos.

   —Por qué no se sienta en el piso y se da la vuelta, así estaré segura de que usted no ve y Brenda me ayudará a vestirme muy rápido.

    —Está bien —el hombre se bajó del banquillo lo arrimó más cerca de Brenda y se sentó de espalda tapando sus ojos con ambas manos.

   Brenda no lo pensó, sus manos se movieron solas al banquillo, lo levantó y  con todas sus fuerzas  lo lanzó a la ventana, pensó que así podría pedir ayuda o al menos despertar a su padre, pero para su suerte en realidad no era una ventana era unas puertas francesa y se rompió casi en su totalidad, más allá había una pequeña área de jardín y una cerca con una puerta que estaba abierta, Brenda con el mismo impulso que la llevó a romper el vidrio agarró a su hermana de la mano, salieron corriendo y escaparon por la puerta abierta.

   —Brenda ¿y mi papá? —preguntaba Belinda,

   — ¡Corre Belinda!, solo corre —Brenda dobló la esquina arrastrando a su hermana y aun no se veía gente, pero más allá vio una plaza, ese era su objetivo, miró  atrás y vio al hombre corriendo a poca distancia de ellas.

    —No Dios mío, por favor —rogó Brenda—, corre Belinda.

     Las pequeñas piernas de Belinda les impedía escapar más rápido y Brenda no tenía la fuerza para cargarla.

   —¡Brenda mira! —Gritó Belinda casi sin aliento—, es la Virgen María, vamos.

   Brenda miró y en realidad era la Virgen con su ropa blanquísima y su velo blanco brillante, la llamó con el aliento que le quedaba.

   —Madre mía sálvanos, gracias a Dios llévanos madrecita.

   La hermana Teresa era una joven monja, acababa de tomar los hábitos y comenzó a servir de ayuda en el orfanato Sagrada Familia para niñas, por ser la más joven se encargaba a menudo de los recados, en esta ocasión iba hacia la iglesia con una carta que el sacerdote haría el favor de enviar a la gobernación solicitando alguna ayuda para mantener el orfanato, cuando estaba llegando a la plaza ve a dos niñas que corren hacia ella pidiendo ayuda, se sorprendió y se asustó a partes iguales, ya que al llegar hasta ella las pequeñas la abrazaron y la más grande temblaba de miedo viendo hacia atrás como si la persiguieran y la más pequeña permanecía con los ojos cerrados abrazándola y rezando “Dios te salve María llena eres de gracia el señor es contigo”…

   — ¿Que pasa criaturas de que huyen?    

   —Nos persigue un hombre malo, quiere hacerle daño a mi hermanita, sálvanos madrecita llévanos con mi mamá —Brenda vio hacia atrás, pero ya no vio al hombre que la seguía, aunque antes de llegar hasta la hermana Teresa lo había visto muy cerca.

   —Está bien, yo las llevo… ¿dónde está su mamá?

   —En el cielo, ella fue contigo, llévanos con ella, allá todo es bonito, ella dijo que tenía que ir y nosotras quedarnos y ser buenas, pero ya no quiero estar aquí, mejor llévanos, pero tú… no eres la Virgen ¿cierto?

   — ¡Oh! no criatura, ven ahora quiero que te calmes.

   — ¿Por qué usas la ropa como la virgen María? —Preguntó Brenda frunciendo el ceño con desconfianza.

   —Que tonta Brenda, ella es la virgen María.

   —No Pequeña, no soy la virgen María, pero tampoco estoy disfrazada, mi nombre es Teresa y soy monja, ¿nunca habían visto una monja?

   — ¿Que es una monja,  Tú lo sabes Brenda?

   — ¿Saben lo que es un sacerdote? —Brenda afirmó con su cabeza, Belinda negó.

   —Por qué no me acompañan a la iglesia y allí les explico lo que ustedes quieran y a su vez ustedes me cuentan a mí que les pasó, ¿quieren venir?

   —Está bien iremos con usted, vamos Belinda —contestó Brenda.

   En la iglesia el padre Antonio y la hermana Teresa pudieron con pericia y paciencia enterarse de todo lo que pasaba a las hermanas, incluso pudieron saber que el papá de las niñas tenía un prostíbulo, analizando lo que les contó Brenda.

   —Niñas ¿y qué les parece si vamos al orfanato donde yo vivo para que coman y si quieren jueguen con otras niñas? —Brenda se puso nerviosa, pero Teresa lo entendió.

   —Brenda te prometo que no te pasará nada malo, con nosotras en el orfanato esta la madre Carmela que es la directora, otras monjas y más niñas, sé que entiendes que hoy estuviste en peligro, y lamentablemente existen personas malas, pero Dios te guió hasta mí y no permitiremos que sufran más.

   —Y mi papá ¿cómo sabrá dónde estamos? —Preguntó Brenda.

   —Tu papá cuando se presente tendrá que dar explicaciones a la policía Brenda, ya que no está bien lo que hizo mi niña.

   —Yo no lo quiero… yo solo esperaba el momento de poder huir de él, mamá no pudo llevarnos porque se enfermó, pero ella quería que escapáramos, si tratan bien a  mi hermana, yo no tengo problema en trabajar para pagar por la comida.

   —Oh pequeña, tu no trabajaras, si colaboraras y seguirás reglas, pero te prometo que haré lo posible para que estén a gusto.

   —Está bien, Belinda nos mudaremos con la hermana Teresa, por fin podremos alejarnos de papá y sus amigos.

   — ¿Y ahora seremos princesas?, que bueno Brenda la Virgen nos ayudó.

   —Claro que si mi amor, la virgencita las ayudo —afirmó la hermana Teresa abrazando a Belinda.

   El padre Antonio las llevó al orfanato y entró para hablar con la madre Carmela, después iría a la policía y explicaría el caso, mandaron a la hermana Teresa con las niñas al patio.

   —Vengan niñas en este momento es receso para que las niñas jueguen antes de ir a clase a estudiar, díganme saben leer.

   —Yo sé leer y escribir, pero mi hermanita no.

   —Está bien Brenda, por hoy estarán conmigo,  pero a partir de mañana cuando sea hora de clase, Belinda ira con las niñas más pequeñas para que la enseñen ¿está bien?

   —Hermana Teresa mire la acuarela que hice.

   —Oh que bien Elena, te quedó muy bonita, viste que con practica todo se logra —Elena era una chica delgada y desgarbada con lentes y cabello oscuro más alta que Brenda—, Elena te presento a Brenda y su hermana Belinda, ellas ahora vivirán con nosotras.

   —Hola, si quieren pueden venir conmigo a pintar con la acuarela.

   —No lo sé ¿puedo?

   —Claro que si Brenda ve, Belinda se puede quedar conmigo y la llevo a jugar con las niñas más pequeñas, ellas tienen plastilina.

   —Sí yo quiero plastilina —decía emocionada Belinda, impaciente por jugar con otras niñas.

   —Pero Belinda que venga conmigo.

   —No, yo quiero plastilina —respondió Belinda cruzando sus delgados brazos e inflando los cachetes, la hermana Teresa miró a Brenda a los ojos.

   —Ve Brenda te prometo que aquí están seguras y yo no me apartaré de Belinda, ve con Elena.

   — ¿Tus padres murieron, por eso están aquí?— preguntó la pequeña Elena mientras caminaban hacia una mesa con hojas blancas y acuarelas.

   —Sí, murieron.

   —Lo siento mucho —Elena se inclinó y le sobo el hombro— los míos también, pero aquí me cuidan bien, las hermanas son buenas, no te preocupes por tu hermana, ella estará bien con la hermana Teresa.

   Brenda le creyó a Elena porque aún tenía dudas, pero después que Elena le aseguró que ahí eran buenas personas se relajó y Elena y ella se convirtieron en amigas inseparables.

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