El beso de Dupont

" No llores, te ves mucho más linda cuando sonríes...si no tienes un amigo yo seré uno para ti, me llamo..."

El sol se colaba con tenues rayos de luz por el enorme ventanal de la lujosa habitación de Auguste Dupont, los bellos ojos castaños se abrieron solo para encontrarse, desdeñosos, con la molesta iluminación natural de la mañana, había sido una noche desastrosa, demasiado trabajo en la oficina, demasiado para delegar y, también, para soportar el solo, llevar la carga de ser el único sobreviviente era terrible, su poderoso imperio yacía sobre sus espaldas, y sabia que nadie mas que el tenia el poder de restaurar a su linaje.

Destino...aquel sueño le había traído un viejo recuerdo de cuando era un adolescente, hacia demasiados años ya, era un lobo joven aun, memorias iban y venían, pero aquella, hacia mucho que sus sueños no traían a la remembranza, Auguste sacudió su mente de recuerdos, tenía una molesta gala con poderosos contrincantes de negocios esa noche, debía terminar sus pendientes y estar fresco para la engorrosa fiesta que le esperaba, su más acérrimo contrincante de negocios estaría allí y no pensaba ceder un paso atrás en lo que venía para ambos imperios, después de todo, tenían esa pequeña pero muy sofisticada empresa en común que de algún modo había logrado obtener contratos con ambos rivales, y esa noche, finalmente, se verían las caras, no podía dejar que aquel viejo recuerdo de ojos zafiros se le metiera en la mente, embarcándose a sus deberes, Auguste dejo intencionadamente de lado aquellos pensamientos, repitiéndose una vez mas que no podía perder el tiempo en melancolías absurdas y tan viejas que ya ni siquiera valía la pena recordarlas.

Lejos de allí, Ceres se sentía realmente miserable por demasiadas razones a la vez, se había besado con Belmont Fortier, su nuevo jefe, y, además, ahora mismo tenia que lidiar sobre lo que le aguardaba para esa noche, el apuesto hombre de ojos celestes la había invitado a asistir a una reunión de clase alta, donde artistas y empresarios se reunirían, el, se vería con un nuevo socio en alguna cosa que no le interesaba en lo absoluto, la presentaría en su sociedad como su protegida, y, estaba segura, querría saber la razón por la cual había correspondido el beso del día anterior, y la verdad sea dicha, no tenia ni idea de porque lo había hecho, ella no estaba enamorada, nunca lo había estado en realidad, todo aquello eran cosas que no entendía en lo absoluto, aquel había sido su primer beso, y no entendía porque no se hallaba molesta por ello, no era como si lo hubiese imaginado de manera especial, de hecho, antes de Francia, nunca había tenido ese tipo de pensamientos, no había creado escenarios cursis en su mente sobre algún primer momento, toda su vida había sido solo sus padres y su arte, haber sido besada por primera vez, sin embargo, había removido sensaciones que no lograba comprender del todo, ¿Le había gustado? Creía que sí, pero no quería tener una relación con su jefe de ningún tipo que no fuese meramente laboral, sabia lo complicado que podría volverse aquello.

Mirando aquella caja que había llegado momentos atrás, pudo ver que su interior se hallaba un elegante vestido color zafiro que traía una nota consigo.

“Se que lo lucirás estupendamente, ya deseo verte con el sobre tu cuerpo, espero me concedas el honor de ser tu acompañante durante toda la velada, con cariño: Belmont Fortier”

Frunciendo el ceño, pudo apreciar que el vestido era en realidad una costosa pieza de diseñador que, además, venia con sus zapatos y bolso, jamás en su vida había usado tacones, los odiaba, terminaría haciendo el ridículo en aquella gala, sintiéndose demasiado nerviosa, esperaba que Belmont no le pidiese nada extraño esa noche, definitivamente no entraría en una relación con el extravagante artista.

Terminando de vestirse, salió del departamento, Belmont ya la estaba esperando, y se había quedado completamente embelesado de ver a Ceres Gultresa vistiendo de gala, cada curva de su cuerpo se acentuaba con aquel vestido entallado en corte sirena, su cabello, lo había dejado suelto y bien arreglado, el maquillaje era sencillo, pero resaltaba la belleza natural que la joven poseía, Belmont, se sentía completamente embelesado ante aquello, sus instintos salvajes afloraron aún más, quería tomarla, hacerla suya allí mismo, pero sabía, debía lograr que ella también lo deseara para poder tomarla para si mismo.

Las luces de la ciudad dibujaban formas de muchos y variados colores conforme la velocidad de la lujosa limusina aumentaba, Auguste Dupont se encontraba particularmente en silencio, perdido en sus deberes o recuerdos, finalmente el lujoso vehículo se estacionó en la entrada del recinto donde se llevaba a cabo la fiesta de gala con motivo de negocios, el solitario Dupont caminaba por la alfombra con su acostumbrado semblante estoico y malhumorado, el elegante empresario no prestaba atención a los paparazzi aglomerados al rededor, sin mirar a nadie en específico comenzó a caminar con elegancia y altanería, los flashes de las cámaras se enfocaron de nuevo en la calle, una lujosa limusina blanca con el símbolo de la media luna del clan que tanto detestaba había arribado, era el momento, todos abrían paso a su más acérrimo rival, Belmont Fortier, que, junto a una joven a la que no quiso mirar, descendían elegantemente del vehículo para comenzar en dirección al edificio.

"Ella es, tiene que ser ella, es tan hermosa como lo es el gran Belmont, los rumores dicen que es la joven prometida del gran señor de los Fortier"

Los murmullos comenzaban a hacer eco en los oídos de Dupont, pero, orgulloso como era, se negó a mirar a sus contrincantes y camino con indiferencia para perderse dentro de la lujosa fiesta.

La gala mataba de aburrimiento a Ceres, todo era demasiado lujoso y pomposo para su gusto, se arrepentía por completo de haber aceptado acompañar a Fortier, se notaba la hipocresía desbordando de los poros de casi cada persona en el lugar, todo eran máscaras, charlas banales y aburridas, mujeres regodeaban sobre su costosa joyería mientras sus maridos las ignoraban monumentalmente, los hombres no eran diferentes, los solteros presumían a sus costosas modelos y parecían competir por quién era la más hermosa, las pláticas de negocios eran el tema principal de la noche, aquello, era sumamente aburrido, un par de personas sin embargo, se habían acercado para felicitarla por su arte y le habían hecho una estúpida pregunta, ¿Era la prometida de Belmont Fortier? Por supuesto, había negado aquello, pero no lograba entender la razón de aquel rumor tan absurdo.

Ceres permanecía con una expresión estoica al lado de su jefe quien brindaba con quién se acercara a saludar, Belmont llevaba puesto un demasiado elegante traje de diseñador, había aprendido que los Fortier eran venerados por su poder y elegancia distintiva, los hombres  chismorreaban con las damas de alta sociedad, y Belmont se enfocaba en los negocios, la hermosa rubia se quería morir de aburrimiento, definitivamente había sido una mala decisión aceptar aquella invitación, al menos, se sentía aliviada de que su jefe aun no hubiese tocado el tema del beso que habían compartido, no deseaba hablar de ello, aun sentía sus mejillas arder de vergüenza por ese evento que no debió ser, después de un largo rato de sentir que no podía más, aviso a su acompañante que debía usar el baño y se dirigió tan rápido como pudo hacia este para escapar de tan sofocante ambiente insoportable de millonarios demasiado estúpidos para tolerarlos voluntariamente.

- Vaya Fortier, su prometida es realmente muy hermosa, ella se llevará el primer lugar de bellezas está noche, no hay modelo o esposa aquí que se le iguale a ella, es tan perfecta como una diosa, además, tengo entendido, que es la autora de esa bonita pintura “La mirada del Alfa” sin duda es usted un hombre con suerte, es muy joven aun, pero sin duda hacen una grandiosa pareja, lo envidio - dijo un hombre bajito y robusto que tomaba vulgarmente a una modelo rubia que parecía sentir asco del mismo, y que se embelesaba con la belleza del imponente Belmont.

- Le pediré mi estimado Yukimura, que se abstenga de hacer comentarios tan impropios sobre mi intención, conoce el código del lobo, no debe mirar con malicia y malas intenciones a la elegida por un alfa - dijo el imponente Belmont con su natural tono de autoridad logrando que el hombrecillo contuviera sus ganas de orinarse encima.

- Lo lamento mi Lord, solo quise señalar la belleza de su dama - respondió el hombre tembloroso para luego salir huyendo de la presencia avasalladora del imponente Belmont Fortier.

Los demás hombres brindaron en silencio sin atreverse a hacer notar la mucha atención que prestaron a la bella y supuesta prometida del gran Lord y continuaron charlando de negocios.

La mayoría de los hombres en el sitio pertenecían a diferentes castas de lobos, todos, poderosos líderes, aunque jamás igualando a la nobleza del linaje Fortier…o a los Dupont.

Ceres se escurría con elegancia entre los hombres y mujeres para alcanzar el baño y lograr huir un momento del tedioso y asfixiante ambiente en el lugar, pero entre las personas perdió de vista a Belmont, solo para terminar chocando con la ancha espalda de un hombre.

- Lo siento mucho, no presté atención suficiente señor - Ceres se disculpó y un irritado Dupont se volteó preparado para escupir cuanto insulto llegará a su memoria en ese momento, pues la torpe mujer derramó el contenido de su fina copa sobre el debido al impacto, pero al mirarla se congelo en el sitio.

Cabellos tan claros como la luz del sol, piel blanca como leche, tersa a la vista, un fino vestido de seda azul y bordes floreados que resaltaba un par de ojos tan profundos como el océano y de bello zafiro pulido enmarcados con gruesas y largas pestañas y cejas altivas y orgullosas ligeramente curvadas en un gesto de confusión, su pequeña y respingada nariz, bellos labios pequeños y carnosos rojo carmesí, un maquillaje apenas perceptible que solo resaltaba la increíble belleza natural de la mujer frente a él, un cuerpo esbelto, no muy alta...una diosa...una a la que reconoció de manera fugaz y repentina, la única que podía aliviar su mal humor en el acto.

Dupont apretó con fuerza sus puños logrando hacerse daño, aquella que se rumoraba, era la prometida de Belmont Fortier, no era otra que Ceres Gultresa, deseando partir por la mitad el rostro de aquel infame, tomo del brazo a la hermosa rubia que lo miro con confusión, apartándola de todo y todos para llevarla a una oscura terraza en el sitio.

– Dime, ¿Eres la prometida de Fortier? – cuestiono Dupont sin poder evitar que sus instintos posesivos lo dominaran en ese momento al sentir el aroma del infame alfa sobre la chica.

– No, por supuesto que no, ¿Por qué todos me preguntan eso? Solo vine a acompañarlo, no soy prometida de nadie, yo ni siquiera deseo casarme – respondió Ceres con enojo intentando zafarse del agarre de Dupont.

Celoso y molesto, el apuesto moreno arrinconaba en medio de la oscuridad a aquella hermosa mujer que con su aroma a pureza comenzaba a volverlo loco, no lo permitiría, no dejaría que Fortier la tuviese, estaba convencido de que había sido el que había esparcido ese rumor para intentar alejarlo, pero estaba muy equivocado si realmente creía que lo dejaría ganar.

Besando con fiereza los labios de Ceres, la bestia en su interior clamaba ente gritos y gruñidos su nombre, era ella, estaba seguro ahora que probaba el sabor de sus labios, era ella a quien definitivamente tenia que marcar como suya para lo que restaba de la eternidad, no la perdería, lo haría amarlo y desearlo para luego tomarla para el mismo.

Ceres, sentía como sin corriente eléctrica atravesara su cuerpo, era la misma sensación que tuvo con Fortier…y, sin embargo, tan diferente a la vez, Auguste Dupont la estaba besando, y ella, de nuevo, no encontraba la fuerza para resistirse…dejándose llevar, sentía aquellas sensaciones recorrer cada poro de su cuerpo, aquello no podría terminar bien y no tenia idea de lo que había comenzado, el beso de Dupont tambien la habia enloquecido.

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