Mi musa

Una larga noche

— Mamá, es un poco raro llevar zapatos. — se quejó Tom al rato de tenerlos puestos, no se acostumbraba a la sensación de tener los pies encerrados.

— Pronto tus pies se acostumbrarán. — Le contestó Jake mientras conducía. — Ya verás que luego ni lo vas a sentir.

Cuando llegaron a la enorme mansión, la señora Gladis los recibió.

Ya la tarde estaba cayendo.

Jake los acompañó a su habitación, ya que Ana se negaba a dar un paseo por la casa o por el jardín. No quería encontrarse con esas personas desconocidas.

Se sentía muy vulnerable en aquella casa donde no conocía a nadie.

— ¿A donde vas ? — preguntó ella cuando Jake salía de la habitación desde de dejarlos allí.

— Voy a mi habitación.

— Entonces vamos contigo. — Dijo ella, tomando la mano de Tom.  

— Está bien, pueden venir. — Los dos lo siguieron por el pasillo del ala oeste.

Cuando Jake abrió la puerta de su habitación, Sam lo esperaba tendida desnuda en la cama. Al ver a los dos invitados de Jake también parados anonadados frente a la puerta, cubrió de prisa su cuerpo con una de las almohadas que tenía al lado.

— ¡Jake! ¿Por qué los traes a nuestra habitación?

— ¿Que haces aquí, Sam? Pensé que ya te habías ido.— Jake estaba tan sorprendido como los otros dos.   

— Pero sigo aquí. — fulminó los dos extraños parados al lado de Jake. — ¿Cuando me vas a decir quiénes son esas personas?

— Mi invitados.

Sam extendió su mano hasta tomar una toalla.

Los tres seguían de pie junto a la puerta.

— Pero ¿por qué están aquí? ¿De que los conoces? Parecen sacados de... — Se detuvo mirando todavía a la mujer que tenía puesto su vestido de una manera muy vulgar  y al niño delgaducho a su lado. — algún lugar raro.

— ¿De algún basurero? — dijo Ana, completando realmente lo que querida decir Sam.

— No es un basurero, es un callejón. Esta lleno de basuras, pero es un callejón.  — A Tom no le agradaba que a su hogar lo llamaran basurero, allí era donde jugaba, donde estaba creciendo y donde lo pasaba bien; eso era todo lo que conocía y lo que tenía. Aunque era el único niño que vivía allí, se llevaba bien con todos y lo cuidaban cuando su madre no estaba.

— Jake, ¿Podemos hablar un momento a solas? ¿Pueden salir mientras me vistoo tienen que estar siempre pegados  a ti ?

— Espérenme un momento en el pasillo.

Ana y Tom aguardaron delante de la puerta mientras Jake platicaba con Sam.

Además de los padres de Jake, también vivía con ellos en la enorme casa su hermano menor, Jamie, aunque este dormía más en otros lados que en la propia casa.

Tomó la cámara que tenía colgando del cuello y les tomó una foto a Tom y a su madre cuando estaban tirados en el suelo delante de la puerta de la habitación  esperando por Jake.

— Hola. — Dijo cuando se acercó. Ana lo miró con mala cara al verle la cámara en las manos. — Ustedes deben de ser los invitados de mi hermano.

— ¿Eres hermano de Jake? — preguntó Tom sin dejar de observar la enorme cámara.

— Si, yo soy su hermano menor. Mi nombre es Jamie. ¿Cual es el tuyo?

— Yo soy Tom y ella es mi madre Ana.

— ¿Quieres ver algo increíble? Estoy seguro que te gustará.

— No nos podemos mover de aquí, estamos esperando a Jake. — Intervino Ana, al ver la cara de emoción que iba poniendo su hijo.

— Solo será un momento a mi habitación , queda justo allí. — Señaló con su dedo la habitación contigua a la de ellos.

— ¡Pero esa es mi habitación! — gritó el niño, quien se asombraba por cada cosa. — ¿Vas a dormir con mi mama?

— ¡Tom, baja la voz! Y deja de decir esas cosas.

Ana se sonrojó un poco por lo que acaba de decir el niño. Jamie era un hombre muy apuesto y de una apariencia muy llamativa, sus ojos azules y su reluciente sonrisa solían ser muy cautivadoras. A diferencia de Jake, él tenía el pelo ondulado y no rizado, pero lo mantenía de un largo razonable.

— Mi habitación está al lado de la de ustedes. ¿Puede venir el niño a ver mis juguetes?

Tom sujeto la mano de su madre en una súplica silenciosa para que ella dijera que si.

— Está bien, pero yo voy con el.

— Vamos.

Jamie quitó la cámara de su cuello, miró hacia el lado donde caminaba Ana, su cara delgada y los huesos que se asomaban en su cuello, pensaba que sería una muy buena modelo para sus fotos.

— ¿Te importaría si te tomo algunas fotos? — Se atrevió a preguntarle. Miró su cabellera salvaje y sus gruesos labios. Sentía que aquella mujer podía ser la musa perfecta, observó sus delgadas piernas, abdomen plano y su ligero andar. ¡Quería fotografiarla ya! — Por favor, di que si.

— No. — contestó con sequedad. — ¿Para que querrías fotografiar a una mujer de la calle como yo? ¿Para pedir donaciones o algo por el estilo?

— Para nada de eso. — Llegaron a la habitación que estaba al lado de la suya, la habitación de Jamie. Este abrió la puerta dejándolos pasar. El pequeño Tom corrió a su interior. — Quizás seas una mujer de la calle, pero yo como fotógrafo y artista veo más que eso, para ser más sincero, te he visto y he pensado en ti como mi musa.

— Musa... ¿tu musa?

— Si. Tu cuerpo y tu rostro podrían ser lo que yo fotografiaría siempre, sin cansancio. Tienes una expresión muy única. Me encanta.

— Apenas llevas unos minutos mirándome.

— Con eso me bastó para saberlo. De eso se trata ser una musa, sabes cuando es, sabes que ese o esa es la indicada. Y lo he sentido contigo.

— ¿Acaso todos en esta familia son raros?

— Nop, yo soy el artista, Jake es el raro.

— Los dos son igual de raros. — concluyó.

Jamie entró a la habitación para enseñarle su área de juegos a Tom. — ¿Aún eres un niño? ¿Que haces con todos estos juguetes?

— No son juguetes, son videojuegos.

— No veo la diferencia.

— Siéntate aquí. — Le ofreció la silla frente a la enorme pantalla y colocó los controles en sus manos. — Aquí avanzas, en estos dos disparas y aquí puedes agacharte.

— Son muchos botones para presionar a la vez. — Se quejó, mientras  intentaba defenderse a toda costa del monstruo que la atacaba dentro de la pantalla.

Pero al cabo de unos minutos, Ana estaba tan metida en el juego como el mismo Jamie, peleando y defendiéndose de todos los monstruos y hasta ganando partidas.

— Te veo un poco incómoda con esa ropa. ¿Quieres cambiarte? Tengo varias camisetas y tal vez unos pantalones que te sirvan. — había notado como insistentemente Ana se acomodaba el vestido cada dos por tres y la forma en la que tenía sus piernas, se sentía muy expuesta  

— ¿Tienes algo cómodo y que no se ajuste a mi cuerpo?

— Espera... — Se puso de pie y abrió su armario, dejando el juego en pausa. Sacó un pantalón pijama y una camiseta. — Esto estará bien.  Puedes cambiarte en el baño.

— Gracias. — dijo Ana cuando salió con el cambio de ropa. — Me siento mucho mejor.

Alguien tocó la puerta.

— Yo abro. — Al abrir, Jake estaba de pie con los brazos cruzados mirando fijamente a Ana.

— ¿Qué? — Preguntó ella sin entender su expresión al mirarla.

— Los he buscado por toda la casa, pensé que se habían ido.

— Tu hermano nos invitó a jugar, tu estabas ocupado con tu novia.

— No es mi novia.

— Si yo esperara a alguien desnuda sobre su cama, seguro que sería a mi novio.

— Salgamos, hay que bajar a cenar. Gracias por tenerlos aquí. — Le dijo esto último a su hermano.

— Ha sido un placer. — Cuando los dos salían de la habitación, Jamie preguntó por las fotos. Todavía creía tener alguna posibilidad con su posible musa. — ¿Me permitirás tomarte algunas fotos?

— ¿Que fotos? — quiso saber Jake.

— Lo siento, no puedo. — Lo rechazó Ana, ignorando a Jake.

— Está bien, nos vemos en la cena. Ya te convenceré.

Pero aquella cena no parecía una buena idea.

Delante de Ana y Tom habían muchos utensilios para comer, demasiados y comidas muy extrañas.

— Mamá, no me gusta esta comida. — El pequeñín estaba sentando al lado de su madre mirando con demasiada fijeza todos los platos, la mesa era enorme y de ella emanaban múltiples olores de los coloridos platillos.

— Tom, toma tu plato y cuchara, nos iremos a comer a la habitación. — le dijo al oído. Cuando ella le avisó, los dos se pararon con un plato en las manos. — Muchas gracias por la cena, terminaremos en nuestra habitación.

Todos observaban cómo se retiran de la mesa con un poco de dificultad por el plato que tenían en las manos.

Cuando ya se habían ido, Sam tomó la palabra.

— ¿Vas a explicarnos ya que es lo que pasa? ¿Cual es tu relación con esa gente?

— Has traído a dos desconocidos a nuestra casa. — agregó su madre, también ansiosa por saber quiénes eran y qué hacían allí.

— También es mi casa, debo recordar. — Jake no le agradaba nada que cuestionaran sus decisiones.

— ¿Por qué ella está opinando? — Jamie sentía cierto desprecio hacia Sam, no se preocupaba en ocultarlo, la mujer le parecía muy entrometida y algo arrastrada. — Esta no es tu casa, que no se te olvide.

— Tampoco es como si fuera tuya, vivo más yo aquí que tú.

— ¿Pero quien te ha invitado si Jake apenas te soporta? Teta y culo no lo son todo, ¿aún no te ha quedado claro.

— ¡Ya basta, Jamie! Sam es más que bienvenida en nuestra casa, eso lo sabes.  — Intervino la madre deteniendo la discusión, su padre solo observaba en silencio, como siempre. — Será mejor que vayas hablando, Jake. ¿Quienes son tus invitados por tiempo indefinido? Estarán bajo el mismo techo que nosotros, es lo mínimo que puedes hacer, decirnos quiénes son.

— Ana y Tom. Son mis invitados, a ella la conocí ayer mientras robaba mi cartera, al niño lo conocí hoy cuando la seguí hasta donde ella vivía, le pedí que se viniera a la casa hasta que el niño estuviera sano, podrán notar lo delgados que están los dos, el niño tiene desnutrición, mañana un amigo empezará a tratarlo. Después de eso no se que pasará. No quiero adelantarme a los acontecimientos.

La cara de algunos era de total asombro al escuchar cómo Jake había traído a esas personas a la casa y de esa manera tan repentina. Pero Jamie estaba muy fascinado con la historia, y más convencido de que aquella mujer misteriosa tenía que ser su musa.

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