Bajo un techo.

Siguió a Jake hasta su coche, mirando siempre hacia atrás para asegurarse de que nadie la seguía. Tenía mucho miedo de Robert, era un hombre muy peligroso y no le temblaba el brazo para matar, sobre todo a alguien que no tenía ningún doliente. 

El pequeño Tom iba abrazado a su cuello mientras ella lo cargaba en brazos. 

El coche olía muy bien, era amplio y cómodo, le pareció extremadamente suave e incluso le entraron ganas de dormirse allí. No lograba recordar la última vez que había estado sobre algo tan cómodo y suave a la vez. 

— Debes de sentar al niño en un asiento, a tu lado. No puedes llevarlo cargado. 

— El irá sobre mi. — dijo con firmeza. 

— Si alguien lo ve, me multaran. No es la manera correcta de llevarlo. 

— ¿Crees que yo no sé cual es la manera correcta de llevarlo ? Debería de tener un asiento para niños, como no hay ninguno, lo llevaré en mis brazos. 

— Está bien, entonces conduciré hasta la tienda más cercana y le compraré un asiento a Tom. 

Ana no respondió, Jake se puso en marcha mientras ella seguía con el pequeño en sus brazos. Durante el camino, se detuvo en la primera tienda que encontró, el asiento era muy sencillo pero para sacarlo del apuro le valía perfectamente.  

Ana se sentía muy fuera de lugar en el lujoso coche, sabía que ella y Tom apestaban y solo pensaba en su aspecto. Se hacía una sola pregunta.  ¿Como irían a comer ella y Tom con el aspecto que tenían ? No podían estar delante de la gente con ese olor. Pero por lo visto a Jake no parecía molestarle o al menos sabía disimularlo muy bien.  

— ¿Por qué haces esto ? — Quiso saber Ana, intrigada con la amabilidad de aquel desconocido que solo había visto dos veces, cuando le robaba y cuando él la perseguía. 

— No lo sé. No tengo ninguna respuesta para eso. 

— Eso asusta. ¿Solo decidiste hacerlo  y lo estás haciendo ? 

— Así es. 

— Entonces ¿Jake ? ¿Así es tu nombre ? 

— Jake Matthew. ¿Cual es tu nombre completo? 

— Solo Ana. Pareces muy joven. ¿Cuantos años tienes ? 

— Treinta, ¿cuantos tienes tú ? 

— Veinticinco. 

— ¿Siempre... has vivido en la calle ? — Jake había tenido algo de duda la hacer aquella pregunta. 

— No siempre. 

Jake tenía muchas preguntas, pero sabía que no debía hacerlas, ella se sentiría presionada y algo asustada. Lo mejor era saber solo lo que ella quería decir. 

— ¿Quieres comer algo en particular ?

— ¿Podríamos comprar algunas hamburguesas y comerlas dentro del coche ? No creo que estemos en condiciones para estar entre la gente. 

— Como mejor te sientas cómoda. — Jake se detuvo en el siguiente puesto de hamburguesas, pidió varias para llevar y un menú de niño para Tom. 

El pequeño comía muy de prisa todo lo que había traído su menú, incluso el postre. Cuando hubo terminado, Jake le ofreció otra hamburguesa pero de las grandes, el pequeño la devoró igual, después se recostó en su asiento y se quedó dormido al instante. Por otro lado, Ana comía muy despacio sin quitar la vista de la comida, apreciando cada bocado que daba, como si llevara tiempo si comer algo con ese sabor, algo en condiciones. 

— Gracias. — limpió su boca y las lagrimas que le corrían. 

Después Jake se puso en marcha. 

— Ahora iremos a mi casa. 

Ana miraba a través de la ventana del coche la ciudad, la había recorrido ciento de veces caminando de un lado a otro o en alguna patrulla de policía cuando la atrapaban en algún robo, pero nunca de aquella manera. Todo lucía demasiado diferente, sentía que era la primera vez que realmente la veía a pesar de que conocía cada  tienda, cada dirección, cada callejón y cada vagabundo. Sentía en aquel momento una sensación indescriptible. El suave sonido del coche, el chirrido de las ruedas y las nubes que pasaban a su lado. Estaba sonriendo y ni cuenta de había dado. 

Cuando dejaron de ver los enormes edificios y los rascacielos, cuando la carretera se fue volviendo más estrecha y casi no pasaban vehículos, Ana entró en una especie de pánico. 

— ¿A donde me estás llevado ? — Preguntó, tocando a Tom para despertarlo. — ¿por que estamos tomando este camino tan solitario ? 

— Es mi casa, queda cerca de aquí, en unos segundos ya podrás verla a lo lejos. — Jake le hablaba en un tono tranquilizador, sabía que muchas cosas era nuevas para ella y era muy normal el estar asustada. — No te asustes. 

Pero ya Ana estaba asustada, tomó al recién despertado Tom y lo cargó en brazos, mirando la puerta para buscar el momento preciso y tirarse. 

Pero entonces, un enorme portón apareció a la vista de todos, se alzaba imponente frente a ellos, fue ahí cuando Ana logró relajarse un poco. 

Había un ancho jardín justo en la entrada, Ana se irguió hacia adelante para poder ver mejor ocultando el asombro. La puerta se abrió cuando Jake acercó el coche, el pequeño Tom se puso de pie con la boca abierta mirando la grandeza del lugar. Estaba más que impresionado. 

— Mamá esto es muy grande, muy grande. Es más grande que mis brazos. Mira. — Extendió los brazos enseñando cuan grande era el jardín. — ¿Vamos a vivir aquí? Parece un castillo. — Su voz estaba cargada de emoción, ante él estaba algo que no había visto jamás. Todo para el era de ensueño. 

— Nos quedaremos unos días. 

— Jake, ¿tendremos una cama ? — Le preguntó el niño. 

— Tendrás una enorme y cómoda cama. 

— ¡Bien! Tendré mi primera cama. Pero ¿cuando me vaya podré llevármela ? 

— Cuando te vayas de aquí podrás llevarte lo que tú quieras, pequeño. Solo tienes que decírmelo. 

Jake aparcó el coche en la entrada, era justo la hora del almuerzo. Sabía que Sam lo estaría esperando. No había pensando en lo que pensarían los demás al el llevar a ellos dos a la casa porque nunca  le interesaba lo que podían opinar. 

Salió del coche abriéndole la puerta a ellos dos. 

— ¿Estas seguro de esto ? Parece una casa muy cara. — Ana levantó el rostro para poder ver la amplia mansión que estaba ante sus ojos. Debía decir que era un poco intimidante. 

— Tu no te preocupes de nada, yo me encargo de todo. Vamos. — Tomó una mano de Tom y Ana tomó la otra. 

— Buenas tardes, señor Matthew. — Dijo una señora cuando Jake tocó el timbre y está abrió   la puerta. 

— Buenas tarde, Gladis. Estos son mis invitados, el pequeño es Tom y ella es Ana. 

— Hola, Tom. — Gladis se inclinó para saludar al pequeñín. En su mirada no había desprecio ni nada similar, ni si quiera se había detenido a  pensar en su olor o su aspecto. Eran los invitados de su jefe y su querido niño y con eso le bastaba. Gladis y Jake sentían mucho aprecio uno por el otro.  Ella había estado allí desde que él estaba en el vientre de su madre y lo había visto toda su vida. — Mucho gusto Ana, lo que sea que necesites puedes pedírmelo. Estoy a tus órdenes. 

Ana la miró extrañada. 

— ¿Podrías mostrarle su habitación ? Creo que prefieren dormir juntos, así que dale la más grande y cómoda. Tom está ansioso por ver su cama. — Removió el pelo rizo y enmarañado del pequeño. — Tomen  baño y en unos minutos estoy con ustedes. 

— Está bien. — Contestó Ana, sintiéndose muy pequeña en aquella enorme casa. 

— Síganme, por favor. 

Jake siguió el sonido de las carcajadas de Sam  mientras ellos se iban con Gladis. 

— ¡Jake ! Al fin llegas, hemos estado esperando por ti para almorzar. — Sam se abalanzó sobre él y le dio un ligero beso en los labios, él la apartó un poco de su lado. Odiaba cuando ella en frente de sus padres fingía que tenían una relación, cuando para él no era así y todos lo sabían. — Hueles un poco raro. ¿Donde estabas ? Es como a b****a. ¿Estabas en algún basurero ?

— Déjalo que termine de llegar. — Le dijo la madre de Jake, la señora Isabella. Se paró a darle un beso a su hijo. Ellas estaban en la terraza frente a la piscina tomando el sol. — ¿Donde has estado todo el día, tesoro ? Era tu día libre. 

— He traído a dos invitados. Se quedarán por un tiempo indefinido. Sus nombres son Ana y su hijo Tom. 

— ¿Has traído a una mujer a la casa ? — preguntó Sam algo alterada. 

— No me suenan sus nombres, ¿los conocemos ? 

— No, mamá. No los conocen. 

— ¿Por qué tienen que quedarse aquí ?— Se quejaba Sam, como si tuviera algo de opinión en aquel asunto. —  ¿No pueden ir a un hotel o cualquier otro sitio ? ¿Donde están ahora?

— Se quedarán aquí porque yo los he invitado. Ahora están tomando baño. Espero que los traten bien.  

— ¿Nos acompañarán a comer ? 

— No madre, lo siento. Ya hemos comido. 

— Entonces ve atiende a tus  invitados, que se sientan cómodos en casa. 

Su madre le dio otro beso en la mejilla, cuando Jake disponía a irse, ella tomó su mano y  observó las heridas en ellas. 

— ¡Jake, tus manos ! — gritó con algo de pánico a pesar de que las heridas no eran la gran cosa. — ¿Que ha pasado ? 

— No es nada grave, mamá. Tranquila. 

— ¿Estas herido ? ¡Déjame ver ! — Sam tomó ambas manos de él observando lo raspada que estaban. 

— Me he caído, eso es todo. — Jake se dio la vuelta sin decir nada más. No le gustaban  los escándalos y más  cuando eran por ningún motivo. 

Se encontró con Gladis en el pasillo.  

— Señor, están ubicados en la tercera habitación del ala este. 

— Muchas gracias, Gladis. 

— Debería de ir a verlos. La mujer está algo asustada. No la veo muy cómoda. 

— Tu no te preocupes. 

— Tampoco tienen otras ropas. Le he llevado algo al niño pero la mujer no tiene nada que ponerse. 

— Iré enseguida, le llevaré algo de Sam. 

Jake se fue a su habitación y tomó un vestido de Sam, de las cosas que ella iba “olvidando” deliberadamente. Volvió hacia el ala este rumbo a la tercera habitación. Él dormía en el sentido contrario, en la segunda habitación. 

Tocó la puerta. 

Tom abrió. 

Su pelo negro  rizo caía sobre sus hombros, su rostro estaba muy limpio y todo de él olía a lavanda. 

Jake lo tomó en brazos y lo cargó, la camiseta que llevaba le quedaba enorme. Sintió los huevos del pequeño bajo sus manos. 

Ana asomó la cabeza, llevaba puesto un albornoz blanco y su pelo húmedo suelto. 

Salió del baño y Jake entró a la habitación. 

— ¡Mira! ¡Estaaaa es mi cama ! — Tom se bajo de sus brazos y comenzó a saltar en la cama. Reía con cada salto que daba. 

— Baja Tom, no hagas eso.  

Cuando Jake miró a Ana, su pelo era de un color castaño claro, se esparcía bajando por sus hombros y su pecho. La cara se podía apreciar más, sus facciones y las expresiones de su rostro ya no estaban bajo el manto de la suciedad. 

Ahora si ya conocía el rostro de Ana y le parecía hermoso. 

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