Segundo intento

  

  — Si vas a irte tan temprano, al menos avisa. No puedo creer que estoy aquí y ya te vas. — Samantha abrió los ojos después de tocar  el lado de la cama de Jake y encontrándolo vacío. Su voz salió un poco pastosa por el sueño. Pero Jake seguía vistiéndose sin prestarle atención. —¿Para que me pediste que viniera anoche si ya te vas ? ¿No estabas libre el día de hoy ? ¿A caso ha surgido alguna operación de emergencia ?

  — Vuelve a dormir, no tienes que enfadarte porque me levante primero que tú. — Se puso sus zapatillas y tomó el celular de la mesita de noche. — Y no te dije que vinieras, tú te apareciste sin avisar. ¿Ya lo olvidaste ? Solo voy hacer ejercicio. 

  — Ese no es el punto, ya que ahora estoy aquí. 

  — Volveré antes de comer, dile a mama si te quedarás a almorzar, sabes que no le gusta que lo hagas sin avisar. 

  — Está bien. Esperaré a que regreses. 

  Podría decirse que Samantha o como ella prefería que la llamasen, Sam, era la novia de Jake, pero no era así. Había estado por años detrás de él, pero al ver que a Jake no le interesaba tener una relación, no solo con ella, sino con nadie, lo había persuadido para que tuvieran eso que solían llamar amigos con derecho a roce, pero para Sam eso no bastaba, a pesar de haber sido idea suya. 

  Las dos familias eran muy cercanas desde hace muchos años, eso le daba ciertos beneficios a Sam que Jake aunque quisiera no podía quitarle. Sam era una famosa periodista conocida mundialmente por el mundo del deporte. 

  La operación del día anterior había sido un éxito, como se esperaba, después de varias discusiones con el director Tyler, Jake se había ido a aquel supermercado para ver si volvía a ver a la joven de ayer, pero ella no estaba. 

  La noche anterior se le había ocurrido la brillante idea de ir temprano en la mañana, observar desde lejos y ver si la encontraba. No tenía la más mínima idea de porqué hacía eso, pero Jake solía hacer cosas que ni el le encontraba sentido. Era un poco taciturno y no solía interesarte por nada más que no sea la medicina, estaba muy cerca de ser un bicho raro. Pero eso solo era en el mundo normal, dentro de un hospital a Jake le cambiaba incluso la personalidad. 

  Aparcó el coche unas tres esquinas antes del lugar, era muy temprano de la mañana, un poco antes de la hora en la que estaba allí el día anterior. 

  Mientras caminaba hacia allí, iba mirando por las esquinas de los edificios a ver si la veía tirada en algún rincón cerca del lugar. 

  Tal vez solo quería conocer su historia o recuperar su cartera. 

  Se escondió detrás de un coche, miró hacia la entrada del supermercado, había algo abultado detrás de la estantería, cubierto por cartones, telas y periódicos. Debía de ser ella. 

  Se acercó despacio a la estantería, tomó un periódico y comenzó a leerlo para tapar su cara, no quería ser reconocido a la primera. 

  — Son tres dólares. —Los cartones y las demás cosas cayeron al suelo cuando ella se incorporó. — No vale devolverlo, ya lo ha tocado y lo ha hojeado. Si no tiene cambio, acepto cinco, diez o veinte. Nada de pago con tarjeta, no somos una empresa reconocida. 

  Lo raro para Jake, después de escucharla, era que el precio del periódico había bajado, eso lo hacía preguntarse cuál era su precio real.  

  Jake bajó con lentitud el periódico descubriendo su rostro, cuando la chica se dio cuanta que era el mismo hombre de ayer, intentó huir, él la sujetó por la muñeca impidiendo su escape, pero ella no se dio por vencida, le pegó un puñetazo en el pecho que lo hizo soltarla. 

  Todo eso ya Jake lo había previsto. 

  Ella huía, corriendo de prisa otra vez descalza. 

  El dio varios saltitos ajustando sus zapatillas antes de empezar a correr tras ella. 

  Los ejercicios que hacía cada mañana de algo le tenían que servir. 

  En menos de unos segundos ya la había alcanzado. 

  — ¡Solo quiero hablar !—Le dijo, corriendo a su lado. Pero ella no respondía, se esforzaba más en correr para poder perder a aquel extraño desconocido de vista. No sería tan fácil. —¡Detente !  

Jake volvió a sujetar su mano, pero esta vez los dos estaban en movimiento, primero rodó el cuerpo de ella seguido por el de Jake, la acera iba raspando su piel conforme caían, más no había sido Jake el que había recibido el daño sino aquella mujer cuya ropa apestaba como la mismísima b****a, cuyo color de piel no se distinguía por la suciedad y el color de su pelo podía ser cualquiera. Su cuerpo fue a impactar contra un poste de luz, siendo su cabeza la más afectada.

  Cuando Jake se incorporó, la buscó a su alrededor con la mirada. 

  Ella intentaba ponerse de pie, la sangre roja que bajaba por su rostro destacaba bastante en ella. Tocó el líquido pegajoso en su frente y después se puso de pie, soltó un grito de dolor y volvió a caer al suelo. 

  Jake corrió hacia ella. Limpió la sangre que estaba a punto de bajar hacia sus ojos, la herida parecía profunda. Tomó su cabeza entre sus manos y la hizo recostar en el suelo. 

  — Estoy mareada. — La voz le salía temblorosa. 

  — Tranquila, vas a estar bien.  — Sacó su móvil del bolsillo, miró nuevamente a su alrededor, esta vez para tomar el nombre de la calle donde estaban y le marcó a una ambulancia. — ¿Te duele en algún otro sitio ?— Le preguntó, luego de colgar, comenzó a inspeccionar su cuerpo para ver si tenía alguna otra herida importante. Ella señaló su rodilla derecha, Jake rasgó aquella parte de la tela del supuesto pantalón, dejando ver la herida que tenía allí, estaba un poco magullada la rodilla, aunque no parecía nada grave. Después de pocos minutos llegó una ambulancia. 

  Cuando la joven escuchó las sirenas, intentó incorporarse para escapar, Jake la sujetó por los hombros  haciéndola quedarse en el mismo lugar. 

  —¡No, no, no ! ¡Estoy bien ! — Comenzó ella a gritar con tono desesperado, peleaba contra las manos de Jake que la aprisionaban. — No necesito un hospital, estoy bien.  

  El paramédico se acercó a ella junto con su botiquín para verle la herida. 

  — Soy médico, ya le he revisado la herida, necesita ser limpiada y sutura. También tiene un poco de daño en la rodilla derecha. No deja de sangrar su cabeza. 

  — Necesitamos que la mujer se tranquilice para poder subirla a la ambulancia. — El hombre miró un poco asqueado la sucia mujer que permanecía inquieta debajo de los brazos de Jake. Arrugó su cara por el aspecto y tal vez por el olor que emanaba de ella. 

  — No será muy fácil, se niega. 

  — Un tranquilizante. — propuso el otro compañero del paramédico, sin acercarse a ellos. 

  — Por favor... — Sujetó con fuerza la mano de Jake mientras lo miraba con lágrimas en los ojos. — No dejes que me lleven. 

  — No tienes de que preocuparte, estaré contigo en todo momento. 

  Pero aquellas palabras no servían de consuelo para la joven mujer, quien al ver que Jake no intervenía, continuó pateando y gritando hasta que se le colocó el tranquilizante. 

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