Capítulo 3

— ¿Es normal? Cariño, es un chico que solo te busca cuando la otra prefiere ponerle los cuernos. — dijo Leah a Sandy, una compañera de ciencias sociales. Le aconsejaba sobre Connor West, el típico idiota infiel. 

— Ashley disfruta de todo y todos sin ninguna responsabilidad, es por eso Connor hace lo mismo. Lo suyo tiene muchos beneficios. — Sarah las miró y viceversa — ¿Qué? No dije nada que fuese cierto. 

— Llevamos casi diez minutos hablando, ¿y ahora es cuando hablas? — preguntó Sandy llevándose dos papas fritas a la boca. Leah apoyó su comentario al asentir y dio un sorbo a su bebida. 

 — Lo siento, hay un examen de física dentro de cinco minutos y no puedo permitirme desaprobar.

— Nosotras tenemos que ir a la biblioteca por unos libros, pero nos veremos en la salida, ¿vale? Suerte. — Leah agarró su mochila y el envase de jugo y se fue junto a Sandy. 

Que ella dijera estar más concentrada en un libro que en su conversación banal sobre un chico, solo era una mínima mentira, en realidad callaba para no preguntar sobre lo de anoche. Claro que una de las razones por las que no dijo ni una sola palabra era la tercera persona.  

— Si sigues mirando el libro habrá un hueco en la página. — volteó a su costado y era Darell — ¿Está todo bien?  

— Todo está perfecto, salvo por un examen en ocho minutos y que necesito hablar cuanto antes con Leah. — y justo antes de terminar de hablar se preguntó porque no solo dijo que todo está bien, y se evitó el divulgar sus problemas a un chico que no conocía de más de tres días. Bien Sarah, muy bien. 

— El profesor Hansburg es estricto, pero no malévolo. Aprobarás el examen sin problema. — Darell se sentó a su lado y dejó sus cosas sobre la mesa — A propósito, ¿luego de clases podrías ir conmigo a comprar un obsequio?

 — ¿Obsequio? — cuestionó ella. 

— Sí. Es el cumpleaños de mi hermana y lleva casi una semana pidiendo unas zapatillas que vio en la tienda con nuestro padre. — explicó. 

— Bueno, no tengo nada que hacer... — antes de que pudiera continuar la alarma de incendios sonó alarmando a la cantidad mínima de chicos en la cafetería y a los que aún estaban en los pasillos o los salones. ¿Quién fue el idiota que lo hizo? 

Los profesores y la seguridad de la preparatoria se aseguraron de que salgamos en total orden y según algunos decían que el problema se inició por unos cables en el laboratorio, Sarah no lo entendía y no era la única. Leah se acercó para verificar si estaba bien, como siempre se preocupaba mucho, y comentó lo que sabía del reciente incidente. Junto a Darell hablaban sobre más teorías y al final los profesores dejaron que los estudiantes regresaran a sus casas, y darían un comunicado sobre la decisión de lo que pasaría.  

— Tal parece que las clases de mañana serán canceladas. — Leah tenía razón, los bomberos no llegaban y el fuego seguramente se extendería hasta otras áreas, cancelar las clases sería las primeras medidas, solo hasta que se hagan refacciones a los salones afectados.  

— Creo que la única buena noticia es que el examen será pospuesto, tendrás más tiempo para estudiar. — dijo Darell al sacar su celular y m****r un mensaje a su madre avisando de lo sucedido — Entonces, ¿sigue en pie lo de ayudarme, Sarah?

— Claro, pero será mejor vernos en el centro comercial a las tres, yo tengo que ir a casa y avisarles a mis padres del incendio. No quiero preocuparlos y que se enteren por mensaje no los dejara tranquilos. — sonrió y no había problema, así que se despidió de Darell y con Leah se fueron. Era obvio lo que pasaría, su mejor amiga la interrogaría — No, no es una cita. Le ayudaré a escoger un obsequio para su hermana y nada más. No inventes historias en esa cabeza tuya.  

— Así comienzan la mayoría de relaciones, primero salen en una no cita y después ya cumplen un mes de novios. Aunque no lo creas, pasa.  

— Tienes que dejar de ver esas películas clichés, hacen daño. Mucho daño. — rió y enganchó su brazo con el de Leah — Darell es un buen chico, de seguro la única relación que tendremos será la amistosa.  

— Tal vez... No sabes qué puede pasar de aquí a una semana, quien sabe si sigues pensando de la misma manera. — sonrió y por un segundo cayó al recordar que había olvidado algo importante en su mochila. O eso es lo que le dijeron — Esto es para ti. 

Extendió hacia ella el sobre con una carta dentro, no era un secreto lo que contenía, sin embargo sentía curiosidad el cómo Leah lo tenía consigo.  

— En medio del pasillo lo encontré y a juzgar por la tinta... — vio lo escrito en el sobre y había manchas de dedos por la tinta, de seguro no espero a que estuviera seca — ¿Tienes un admirador secreto?  

— Algo parecido. — murmuró al doblar la esquina seguida de Leah. 

— ¿Algo? — cuestionó sorprendida. Si alguien manda una carta, hoy en día, de manera anónima, es un admirador.  

— ¿Podemos dejar el tema y hablar sobre lo que pasó anoche?  

— Anoche solo tuve un accidente, nada más. No tienes por qué alarmarte. 

— ¿Eres completamente honesta? — en el primer segundo sabía que Leah podría malinterpretar la pregunta como si desconfiara de si le confesaba la verdad. En los años de amistad no había ni una sola vez en la que no se hablaran con total honestidad. 

— Sarah, no tienes por qué pensar que miento. No hay motivos, simplemente tuve una mala noche.  

Mala noche, accidente y su cambio de humor, razones válidas para pensar que algo pasaba. No insistiría o ambas acabarían discutiendo.  

— Tienes razón. Yo estoy siendo una entrometida y si confío en que estas siendo sincera, siempre lo hemos sido la una con la otra. 

— No, yo también lo siento. No debí reaccionar de esa manera. — el celular de Leah vibró y lo revisó, era un mensaje de su madre preguntando si estaba bien, recibió el llamado de la directora informando el incidente. Tecleó una breve respuesta casi como si no le importara informar que salió ilesa de lo sucedido.  

Prefirió no preguntar, era mejor que estuviese todo tranquilo, y evitar así otra discusión.  

— Debo llegar cuanto antes a casa, ¿no te molesta ir sola? — Sarah negó y se despidió de ella con un corto abrazo. La vio irse por el lado contrario y segundos después retomó su camino, entre los pasos que daba en su mente rondaban preguntas sobre lo que había escrito en la carta. 

Ni bien piso el porche de su casa vio salir a su madre que hablaba por celular, seguramente con su padre. No consideraba que su estado de ánimo era el de una madre preocupada, así que no tendría que tranquilizarla. Antes de que su madre terminara la llamada guardó en su mochila la carta para evitar preguntas.  

— Sarah me enteré de lo que pasó, ¿estás bien? — y si, se equivocó. Tal vez no aparentaba preocupación, pero el revisar si presentaba rasguños o alguna quemadura representaba su estado.  

— Estoy bien, no tengo nada. El incendio pasó en el laboratorio y de seguro la directora ya te explicó. — entraron a la casa y desde la entrada ella pudo oler el delicioso aroma a lasaña. Receta familiar creada por la abuela.  

— Sí. De hecho, me informó que hay daños que requerirán más tiempo y las clases se reinician el jueves. Las tareas que faltan entregar serán enviadas a los correos de los profesores y se recomienda que estudien los temas que de las clases de los siguientes días.  

En los siguientes días su habitación sería su lugar de trabajo u oficina.  

— Subiré a ducharme y bajaré para almorzar. 

— No tardes. — dijo su madre y fue a la cocina.  

Una ducha fría para despejar su mente. Leer la carta para deshacerse de la curiosidad. Finalmente, en la comida no estaría tan pensativa y podría platicar sin problemas. No duró mucho el tiempo en el baño, salió enrollada en su toalla y una mediana en el cabello. Estando ya vestida bajo mientras recogía su cabello en una coleta.

— Tu padre llegará en cinco minutos, y que no te asfixie si comienza a preguntar demasiado por lo de la preparatoria.  

— No creo que llegue a tal punto. — se sentó y Vanessa dejó un plato con la lasaña servida frente a ella — Huele delicioso, gracias. 

— Estoy segura de que no podrá superar a la lasaña que preparaba tu abuela. 

 Notó que su voz cambió, y si, era porque el tema aún era doloroso.  

Hace cuatro años falleció Judy, la abuela más tierna y cariñosa que podrías haber conocido, y una excelente cocinera. Gracias a sus secretos culinarios Sarah no dependía de su madre en las veces que se quedaba sola en casa, en las pocas veces que sus padres viajaban por el trabajo. La partida de una mujer muy querida y amada, luego del fallecimiento de su esposo, era una herida que aún no cicatriza. La segunda.  

— Eso me recuerda que debes enseñarme la receta del pie de limón que quedó pendiente...  

— Por poco y ya lo había olvidado. — ambas rieron — Si mañana no tienes planes por la tarde, la cocina será toda nuestra.  

— Trato hecho. — dijo y seguido probó la comida que sin exagerar, sabía exquisita. 

 Platicaban sobre diversos temas, antes de que Jason llegara, y hablaron sobre la campaña que se lanzaría el mes próximo. El trabajo era mérito de Vanessa, ella al ser una reconocida publicista, se espera que todos los proyectos que empiecen deban de ser un completo éxito. Si no, la destruyen de distintas formas. Por supuesto que recibía todo el apoyo incondicional, y era recíproco. Sarah estaba orgullosa del trabajo arduo de cada día que su madre hacía. 

El tiempo de madre e hija fue bueno, mientras duró. Jason llegó y traía consigo una caja de Donuts, y era fácil de adivinar los sabores porque eran las favoritas de las dos mujeres más importantes de su vida.  

— Papá, basta, estoy bien y no es necesario demandar a nadie. Fue un accidente y pasan casi a menudo. — cuando se trataba del bienestar de su no tan menor, o pequeña hija, no se molestaba en tomar cartas en el asunto — Relájate.

— Lo que no entiendo es cómo sucedió, se supone que pagamos por una buena educación y que tu seguridad, al igual que la de los demás, sea una prioridad. — puede que decir que se tranquilizara no era una opción — De todas maneras se organizara una junta para dar con el problema, y los padres nos encargaremos de que no suceda de nuevo.

Cierto, todavía el motivo del incendio eran rumores, nada cierto y eso tomaría su tiempo para llegar a una respuesta. 

— Olvidemos por un momento todo o la comida estará fría. — sugirió Vanessa y los tres entre otro tema de conversación continuó el almuerzo. 

Unos cuantos chistes y ayudaba a su madre con los platos y su padre lavaba los trastes en el fregadero. Una rutina en las veces que almorzaban. Y luego subió a su habitación y a descansar lo que quedaba de tiempo hasta las dos y treinta. Revisaba su celular y daba like en una que otra publicación, o comentaba algunas fotos. Hasta que el mensaje de Darell la distrajo.

                                           Lo siento, ocurrió un problema. ¿Quedamos mañana en la tarde?

Precisamente en la tarde ya tenía planes y no cancelaría. 

Tengo planes. ¿Podemos en la mañana antes de las doce?

A los pocos segundos recibió su respuesta y era un: Claro, a las diez y treinta en la entrada.

Tenía la tarde libre, si quería mañana no tener percances con la entrega de trabajos debía empezar por hacerlos en ese mismo instante.  

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