Capítulo 2

— Probablemente tengamos que mudarnos, pero solo sería por un tiempo. ¿Qué opinas, Sarah? — preguntó su padre, Jason, pero Sarah permanecía tan sumida en sus pensamientos y cada uno de ellos eran más bien preguntas sobre aquel papel en su taquilla, y el seudónimo de anónimo. J.H. ¿Podría haber muchos chicos en la escuela con esas iniciales y sería complicado averiguarlo ahora, posiblemente si se centrara tanto en el tema descuidaría lo demás — ¿Sarah?

Soltó los cubiertos y lo miró confundida al no saber qué estaba diciendo en los últimos dos minutos, era evidente que ellos lo sabían, por algo Jason había preguntado su opinión. Desde su regreso de ayer por la tarde estuvo algo extraña, posiblemente algo ocurrió en clases y lo ocultaba, cosa que era en vano. Pero preferían no inmiscuirse, confiaban en que ella les confesara lo que sucedía.

— Lo siento, estoy cansada. ¿Decías algo, papá? — sus padres sonrieron al mirarse y dejaron pasar el preguntarle. 

— Tu padre hablaba sobre la posibilidad de mudarnos al menos por un tiempo y pasar tiempo con tu abuela en Perú, ¿te parece una buena idea? — reiteró con una pregunta distinta su madre, Vanessa — Sabemos que puede ser difícil el acostumbrarte a otro país, sin embargo no hemos visto a la familia desde las navidades de 2012 y creo que ya es tiempo, ¿estás de acuerdo?

¿Mudarse? Entendía la razón y le agradaba la idea de ver a su abuela, tíos y primos, de repente a algún sobrino, no obstante eso significa dejar el país por un tiempo que está más que claro que es indefinido. Aún le quedaban al menos dos años para terminar la preparatoria e ingresar a la universidad, ¿sería fácil adaptarse? 

— ¿Es oficial o tienen que pensarlo? — Sarah los miró y esperó una respuesta por parte de ellos. 

— No es un hecho que viajaremos, tengo que recibir la respuesta de mi superior y ver si es posible la aprobación de mi traslado. Si no es así nos quedaremos, pero en Navidad viajaremos y nos quedaremos hasta después de Año Nuevo. 

Vale, había una esperanza de quedarse. 

Continuaron cenando y Sarah hacía lo posible por mantenerse al margen de la conversación, no porque no le interesara, solo necesitaba terminar para subir y ocuparse de la tarea de Trigonometría. 

Cerró su puerta y fue a sentarse frente a su escritorio, prendió su computadora y esperó que esta estuviese encendida, mientras sacaba sus cuadernos y dejó el de trigonometría frente a ella abierto en la página en la que colocó el separador. Abrió Spotify en la computadora y seleccionó su playlist de estudio, al principio no pensó que sería la mejor idea escuchar música al mismo tiempo que realizas ejercicios de matemáticas, pero al probarlo la primera vez h**o buenos resultados.

— Solo unos cuantos ejercicios más y daré por terminada... — el tintineo de su celular le llamó su atención y dejó por un par de minutos los problemas de lado, podría ser importante después de todo. 

Era un mensaje de Leah, al parecer está en un lío y necesita su ayuda. Si bien no especificaba cuál era la situación. No obstante, un ¡ayúdame! Da la información necesaria. En vez de responder decidió llamarla, así podría explicarle con mejor detalle. 

— Suéltalo ya. — apoyó ambos codos en su escritorio y esperó a escucharla.

— ¿Es bueno ocultar secretos? 

¿A qué se refería? 

— Quieres mi opinión personal o...

— Solo dame una respuesta.

Suspiró y miró hacia la ventana.

— No, no son buenos los secretos y menos si ocultas cosas a personas que no se lo merecen. ¿Te sirve o necesitas una respuesta extensa?

— Aunque tengas tus dudas sobre si lo que ocultas no estás segura de sí es cien por ciento verdadero? — su voz daba la señal de que nada iba bien en lo que sea que esté pasando o pensando. El sonido de un vidrio romperse al caer en el suelo la alarmó y se levantó en el instante. ¿Qué demonios estaba sucediendo? — M****a, ahora tengo otro desastre.

— Ey, Le, ¿hay algo que debas decirme? Sabes que puedes confiar en mí, ¿no? — Leah sollozaba y si trataba de hacerlo en silencio era inútil porque desde el sonido del vidrio intuía que nada iba bien — Castaña, si quieres decírmelo ahora, no hay problema. Yo te escucharé los minutos, horas y si es necesario la noche entera. 

— No debes preocuparte, estoy bien. Fue solo un accidente. 

Claro, disfrazarlo todo como si fuese un accidente. Creíble. 

— ¿Segura? Puedo ir a tu casa ahora, solo son unas cuantas calles...

— Son casi las nueve y no es buena idea, mañana prometo estar mejor. Tengo que colgar, nos vemos mañana, ¿vale?

¿Era correcto dejarlo así? La conocía desde que empezaron la primaria, si insistía era posible que ella se enfadara por no confiar en su palabra. Sentía preocupación, pues ella era su mejor amiga y le dolería muchísimo que pasara algo, y no poder ayudar a solucionarlo. 

— Vale, nos vemos mañana. Descansa, ¿sí? — miró la hora en la esquina de la computadora y según la cifras y el momento, ella no descansaría hasta que estuviera calmada. 

Colgó pocos minutos después que ella le deseó lo mismo, con esa voz apagada. 

Fue entonces que revivió ese recuerdo casi bloqueado en el que abrazaba a Leah, luego de la muerte de Sandy, su perro, que falleció a los seis meses por un idiota que no midió la velocidad. Para algunos quizás no era suficiente o que la muerte de un fiel compañero solo requería de llorar un par de horas, total solo es un animal. Leah y Sarah no pensaban lo mismo, ya que el cachorro era parte de ambas familias y desde el primer día hasta el último, había sido amado. La recuperación era por etapas y tomaba su tiempo, incluso al pasar los años el suceso de la muerte de Sandy tenía sus secuelas. Facetas. Momentos de recordar. 

Miró su cuaderno y el ejercicio que quedó en pausa, y los demás que no pasaban de cuatro. Terminaría en menos de diez minutos. Sacudió su cabeza y recordó que compró una bolsa de m&m´s y debajo estaba la carta que recibió por segunda vez de parte de J.H. Solo que no la leyó, prefirió hacerlo al llegar a casa para asegurarse de que no la vieran o que él o ella no la viera. Abrió y escogió un m&m rojo, luego sacó el papel del sobre.

Querida Sarah:

Te veo en los pasillos, no sabes quién soy. Escucho tu nombre de la boca de mis amigos, siento nervios. Pienso en cómo sería si tuviese el valor para acercarme y decirte hola, pero decido no hacerlo, porque temo a lo que pueda pasar luego de la primera palabra. No pareces ser del tipo de chica que se burlaría de un chico con mis inseguridades, sin embargo los que miran y escuchan, sí. Miro la pared blanca de mi habitación al acostarme y me planteo dejar los nervios de lado, solo así podré estar frente a ti. 

— J.H

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