Capítulo 3 Una visita inesperada

Deanne

     —El salmón luce perfecto—digo al ver las porciones cortadas para los platos de la noche. La pasta luce exquisita.

     — ¡Mami! ¡Mami! —Me giro a la entrada de la cocina y pude ver a Maiara correr hacia mí, la tomo de los brazos y la cuelgo a mi cadera, le beso las mejillas y ella ríe.

     —Mami ya va a terminar, ¿Ya comiste? —ella niega con una sonrisa. Miro a Rita quien carga la mochila de Maiara y emboza una sonrisa.

     —Se ha tomado el desayuno y en la escuela me han informado que poco ha comido—Rita, la niñera de Maiara le lanza una mirada fingiendo regaño, Maiara se esconde en mi cuello.

     —Tienes que comer, Maiara, estás en pleno crecimiento. Vamos, ¿Quieres espagueti? —Maiara sale de su escondite y comienza a aplaudir. —Vale, ve con Rita para que te lave las manos y te lleve a nuestra mesa, lo voy a preparar.

     Rita se lleva a Maiara, doy órdenes en la cocina, reviso unos pendientes rápido y llega el gerente del restaurante: Omar García.

     —Deanne, te buscan en la entrada principal—arrugo mi entrecejo.

     — ¿Quién? Si aún no abrimos al público—miro mi reloj, faltaba una hora para abrir.

     —Dice que es una amiga—sale de la oficina, el corazón se me acelera. ¿Acaso es Emma? Habíamos quedado en que primero llamaría antes de venir. Salgo de la oficina, acomodo las mangas de mi camisa y cuándo salgo a la parte delantera del restaurante, lo primero que miro es a Ellen Morgan en la puerta, con su bolso de mano en su hombro. La respiración se me corta por segundos.   “¿Qué hace aquí?” Camino hasta ella. Ella efusivamente sin decir nada se abalanza sobre mí en un abrazo sorpresa.

     — ¡Perdona! Debí de anunciarme, pero pensé que no querías verme, perdona—apenas nos separamos y comenzó a sollozar.

     —Tranquila, Ellen—seguía sorprendida. — ¿Cómo sabías de que estaba aquí?

     Ella palidece.

     —Por Connor.

     Ahora es mi turno de palidecer.

     — ¿Connor? ¿Él sabe...? ¿Él sabe que soy dueña de este restaurante? —balbuceo.

     —Sí y nos ha contado todo acerca de lo que ha pasado entre ustedes, no vengo abogar por él, nada de eso, mi familia se ha enterado de la existencia de mi sobrina, ellos quieren que hable contigo primero que todo, pero no te preocupes, él no va a venir, solo yo le he pedido esta información, ¿Aún no abres?—niego en silencio mientras mi mano sube a mi cuello y comienzo a tensarme. ¡Es obvio que sabe que siempre he estado aquí! ¡Es Connor Morgan, Deanne!

     —En una hora—no digo más. Los nervios se han instalado en el centro de mi estómago. —Vale, disculpa, ¿Quieres algo de tomar? —le hago señas de que me siga, entro al interior de la barra y le sirvo un vaso de agua con hielo, ella se sienta en el banco alto y deja su bolsa encima.

     —Sé que te ha pillado mi visita. Solo quiero verte, conocer a…—la voz de Maiara la interrumpe, ella se gira en dirección a mi hija que viene de la mano de Rita.

     — ¡Ya me lavé las manos! —se suelta de Rita y me muestra por lo alto sus manos limpias. Mi corazón se acelera, cuándo Ellen se gira a verme y sus ojos se cristalizan.

     — ¿Ella...ella es mi...sobrina? —asiento con el nudo en la garganta. Todo es tan...Salgo de la barra y me acerco a Maiara, la tomo en mis brazos y la cuelgo como chango en mi cadera, me acerco con ella dónde Ellen está sentada, está en shock cuándo le acerco a Maiara.

     —Mai, ella es...—Ellen se acerca, extiende sus brazos y llorando entre risas habla.

     —¡¡Soy tú tía!! ¡Tú tía Ellen! ¡Si es una hermosa muñeca! ¡Me la voy a comer! —Maiara ríe y sorprendiéndonos a las dos, Maiara le acaricia la mejilla con su mano y ladea su rostro como si estuviera inspeccionándola, Ellen detiene lo que va a decir y se queda sin moverse un centímetro, incluso dudo en sí está respirando.

     — ¿Tía? ¿Mami, tía? —baja su mano y me voltea a ver en espera de una respuesta. Asiento a punto de llorar.

     —Sí, mi amor, ella es tu tía, se llama Ellen y ha venido a conocerte—Maiara regresa a mirar a Ellen quien está a punto de romper en un mar de llanto.

     — ¡Tía! —le extiende los brazos para que la tome en brazos. Lo hace sin dudar, se abrazan, la besa por todo el rostro, le da vueltas, la hace reír. Me abrazo a mí misma mientras contemplo la escena frente a mí, Ellen hace lo mismo que yo, se lanza a la cadera a Maiara y la escucha atenta lo que le dice: De sus muñecas, del Zoológico, de los perros, de los gatos, de sus amiguitos, y entre otras cosas más. Le hago señas a Ellen la mesa dónde estará servida la comida, le he invitado a probar el plato principal del restaurante. Ella anda con Maiara colgada y conociendo todo el restaurante.

                                        

                                         ❖❖❖

     Dos horas después, el sol se ha puesto, la noche llega, el ruido de los clientes inunda el lugar, los meseros están de un lugar a otro atendiendo a los nuevos comensales que van llegando, la música de fondo, el ambiente del lugar y el ver a mi pequeña Maiara comer, me relaja por unos momentos. Ellen sigue escuchando a Maiara mientras ambas comen el postre.

     El celular de Ellen suena y sin mirar la pantalla contesta.

     —Ellen Morgan—y acaricia la cabeza de Maiara revolviendo su cabello mientras ella ríe. Pero al escuchar a alguien del otro lado de la línea ella deja de hacer lo qué está haciendo, se tensa, su mirada me busca inmediato. —No. Aún estoy aquí, sí, si la conocí. Creo que no es buen momento para hablar, sí, sí, aquí está. ¿Cómo? —Ellen se gira hacia la entrada del restaurante y yo le sigo. Puedo ver a través del ventanal que da a la calle principal, el Bentley estacionado. Marco está al volante. Mi cuerpo empieza a temblar... —No es buen momento.

     Y cuelga.

     — ¿Qué hace tu hermano aquí? —pregunto en un susurro sin dejar de mirar el auto desde mi lugar. Estoy a punto de tomar a Maiara en brazos y salir por la puerta de atrás e irnos a casa. Pero sería demasiado dramático, cobarde y le daría la importancia de su presencia. Así que me armo de valor y repaso todo el dialogo de esa noche, años atrás, la ira despierta en mí, pero la controlo.

     —Me he escapado de mi escolta y me ha reclamado. Me ha preguntado si he venido y si he conocido a Maiara. —la miro detenidamente. —Sé que es incómodo, no quiero que te afecte...—su mirada se entristece y luego mira a mi hija comiendo, ajena a nuestra plática.

     —No te preocupes, hace años que lo he superado. La verdad me da igual si va y viene, solo que no lo quiero cerca de mi hija. Es todo, no la merece.

     Y nunca la ha merecido ni merecerá.

     —Lo siento, no pensé que fuese a venir, ¿Qué te parece si me marcho? Mis padres me han dicho que la fecha que tu decidas en ir a cenar ellos se organizan, ellos...—mira a Maiara y puedo ver el nudo antes de hablar—...quieren conocer a su única nieta. No aprueban lo que ha hecho Connor, la forma en que hizo las cosas, pero tienes el apoyo de nosotros, lo que necesites... ahí estaremos, Deanne.

     Asiento lentamente.

     —Gracias, en serio, muchas gracias. —miro en dirección al auto, pero ha desaparecido.

     —Me marcho, cualquier cosa, aquí tienes mi número, si necesitas niñera o solo hablar, cuenta conmigo—asiento y le doy una sonrisa. Se despide de nosotros, miro el reloj y es hora de marcharnos. Aunque sea un sábado al día siguiente no me gusta desvelar a Maiara.

❖❖❖

     — ¿Me vas a leer un cuento, mami? —dice Maiara mientras la arropo. Le sonrío y le beso la mejilla regordeta.

     —Sí, pero tienes que prometerme que vas a dormir, ¿Sí? —ella asiente, tomo el cuento favorito de ella, la cenicienta. Leo y leo hasta cuándo bajo la mirada y la miro dormir plácidamente. Eso me hace querer comerla a besos, pero sé que si la muevo un poco...despertará.

     Salgo de su habitación, me cambio de ropa, descalza camino en dirección a la cocina, busco en la nevera la botella de vino que puse a helar, tomo mi copa de cristal y me sirvo. Doy un sorbo mientras camino en dirección a la sala de estar donde está la TV de plasma, me dejo caer en el sillón y miro alrededor, los juguetes de Maiara están regado por todo el lugar, sus muñecas a un lado de la TV. Doy otro sorbo y comienza a bailar el celular sobre la superficie de la mesa que adorna el centro de la habitación. Lo agarro, pero me dice número privado. Dudo por segundos en contestar, deslizo el dedo para contestar al tiempo que doy un sorbo rápido a la copa.

     —Deanne Moore—se escucha silencio del otro lado de la línea, reviso la pantalla para saber si he alcanzado a contestar o me han colgado. Pero no, la llamada sigue corriendo...— ¿Sí?

     —Mi familia ya sabe de nuestra hija—me tenso al escuchar su voz. La boca se me ha secado, el pánico llega de golpe a mí, el escalofrío me recorre de pies a cabeza.  —Sé que debí de haber hablado con ellos desde el principio, sé que he sido un cobarde y...

     — ¿Nuestra hija? Querrás decir: "Mi hija" ¿Qué es lo que quieres, Connor? ¿Después de cinco años me llamas solo para decirme que lo que no hiciste y lo que debiste hacer? ¿No crees que es tarde para eso? Si tu hermana no me hubiera visto en el mercado del muelle, ¿Seguirías oculto en tu torre de marfil?

     —Deanne, yo...—lo interrumpo mientras me levanto de mi lugar, dejo la copa en la superficie casi derramando lo que queda de vino.

     — ¡No! ¡No te atrevas a querer aparecerte después de años solo por...! —me interrumpe.

     —Siempre he estado al pendiente de ustedes—dice en un tono intimidante.

     — ¿Y? ¿Eso cambia algo? Tu tomaste tu decisión, yo tomé la mía, ella es mi hija, solo mía, ¿Entiendes? Y no te atrevas a querer a quitármela de mi lado por qué no me has conocido aún, pelearé por ella con uñas y dientes, por más dinero que tengas en el mundo, ella es mi hija... y no la mereces. ¡Nunca la has merecido y nunca lo harás! ¡Grábatelo! —y cuelgo.

     Me recargo en la pared y me deslizo hasta el piso, tiro el celular y comienzo a llorar desconsoladamente, levanto las rodillas contra mi pecho y me abrazo.

     — ¡Tu no la mereces! ¡Nunca la vas a merecer! ¡Ella es mi hija! ¡Ella es mía! ¡Por más su padre que seas, ella es mía! —lloro por varias horas abrazada a mí, tengo que pensar con calma las cosas, como debo de actuar.

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