Capitulo 5


●Ximena:

Ya es el día siguiente y si fuera por mi no me levantaba pero derrepente escuche unas voces y para cuando abrí mis ojos habían como 5 hombres en mi habitación y después entro Eric. 

—¿Qué hacen en mi habitación? —dije mientras veia a Eric un poco enojada.

—Vas a tener tu primer entrenamiento. —Me contesto pero dijo 'vas' de uno...¿solo yo entrenaria?

—¿Solo yo o también las chicas? —pregunte, tenía que saber eso. Pero si solo iba a entrenar yo...¿por qué yo sola y no con todas las chicas?

—Solo tu, eres la líder, tienes que estar mejor entrenada que cualquiera. —me contesto. Tiene sentido que como soy la líder tengo que ser la mejor, pero que cansado.

—Ok...esta bien. —dije no muy convencida pero pues que podía hacer.

—Bien, Sara te preparará y te espero abajo. —dijo Eric...alto ¿el me iba a ver entrenar? Sería como tener a mi padre viéndome hacer un examen...tener esa presión es horrible.

—Ok. —Sí...fue lo único que pude decir pero en mi mente lo maldeci con todo lo que pude.

Los hombres se fueron...ni siquiera se porque había tantos hombre, ni que fuera una asesina peligrosa o no se que, pero bueno. Sara empezó a preparar la tina para que me metiera a bañar y mientras yo lo hacía ella estaba preparando mi ropa. Gracias a que ella elegía mi ropa nunca he entrado a mi armario así que no se que tanta ropa tengo o que es lo que tengo. 

Salí y me empecé a vestir con lo que me preparo, un short corto flojo de color militar y un top negro, me hizo una cola alta bien relambida, no se me salía ningún cabello....sentía que mi cabeza iba a explotar de lo apretada que estaba pero no le dije nada; al final de la coleta me hizo una trenza para que no me estorbara mi cabello. 

Salí y ella me dijo el camino. Llegue y era como un gran gimnasio en su casa...había todo tipo de aparato para hacer ejercicio. Ah y también estaba él. Se acercó a mí y empezó a decirme muchas cosas sin voltearme a ver. 

—Tu entrenamiento será duro pero valdrá la pena, yo seré tu entrenador y no tendré compasión por ti. —me dijo, esto cada vez se ponía mejor...que se note otra vez mi sarcasmo.

—¡Genial...esto va a estar increíble! —le dije para que se molestara.


Mala idea...pésima idea.

—Con que muy graciosita, eh...50 lagartijas! —me dijo, me arrepiento de eso.

—Ni si quiera puedo hacer una! —le dije. Más bien no se hacer una.

—¡No me importa...50 lagartijas! Eso te enseñará a no hacerme enojar. —me dijo. No se como le hice pero lo logre. Pude hacer 50 lagartijas...bueno solo hice 30...hice que se confundiera mientras contaba.

—Ya..ya termine. —dije muy cansada...esto va a ser muy pesado.

—Bien...ahora harás. . . . . —Empezó a decir nombres de ejercicios que no conocía haci que tuvo que enseñarme como hacerlos.

Sin mentirles hice como 30 ejercicios diferentes en el rato que estuve ahí. Ya no sentía mis piernas, ni mis brazos, ni mis manos, ni mis pies, bueno en realidad, no sentía nada de mi cuerpo.

—Bien hecho, hemos terminado por hoy, tienes que ir a darte una ducha y después vas a tu clase de primeros auxilios con las chicas. Nos vemos mañana. —creo que nunca había estado tan feliz con algo que él me haya dicho.

Si, fue tanta mi felicidad que salí corriendo a abrazarlo, cuando reaccione me di cuenta de que él también me estaba abrazando...no era tan malo después de todo. Cuando el reaccionó se separó y me vio enojado.

—Ya puedes irte. —me dijo con cierto tono molesto.

—Gracias. —Le dije con una sonrisa y salí corriendo a mi habitación pero antes me di cuenta de que todos los que estaban en la habitación se quedaron muy asombrados por lo sucedido, creo que el nunca es así, y por eso se sorprendieron pero en realidad no lo sé.

Entre a mi habitación y le conte a Sara lo que ocurrió y ella me confirmo mis sospechas...él no era asi. Era asombroso, solo termine de alistarme y me fui a mi clase de primeros auxilios, no dije nada de lo ocurrido, no quería decirles que lo abrace...sería extraño.

●Eric:

Cuando le dije que ya se podía ir pude ver reflejada en su rostro felicidad...y de un momento a otro ella me estaba abrazando, fue una sensación increíble, pero cuando reaccione ya era demasiado tarde...ya la estaba abrazando. Me separe y le volví a repetir que ya se podía ir, ella me sonrió y se fue. 

Los hombres que están en la habitación me veían sorprendidos. Yo no hacía eso ni con mis hijos.

—¿¡Qué me ven!? —pregunto furioso, ellos negaron con la cabeza y desviaron sus miradas a otro lado. —¡Ninguna palabra sobre esto! ¿¡Entendieron!? —les dije enojado.

—Si señor. —Respondieron todos al mismo tiempo.

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