El Sacerdote de Compostela
El Sacerdote de Compostela
Por: Marli Hernandez
Prólogo

Soy Ruan Albarracin. Nacido en una pequeña ciudad histórica de España, llamada Toponimia, el siete de julio de mil novecientos ochenta y siete. Séptimo hijo de un séptimo hijo. A esta altura, deben estar pensando que soy un hombre lobo... ¡No! Soy un sacerdote. Todas estas extrañas coincidencias numéricas, que me acompañan desde mi nacimiento, me han dado un don.

Debido a este don y a la fe inquebrantable de mi madre, me convertí en sacerdote. Creí que, al convertirme en uno, podría ayudar, de alguna manera, a que la gente se acercara más a Dios, y así, encontrar respuestas a mis preguntas. Pero lo que ocurrió, en realidad, es que empecé a encontrarme con situaciones inusuales e increíbles, que pusieron mi propia fe y existencia a prueba... ¡La he perdido yo! Perdí mi fe en el momento en que comencé a descubrir secretos revelados a mí, a través de mis visiones, que se intensificaban, en cada clase de teología, en el seminario. Mostrándome lo que, de hecho, existía detrás de cada uno de los que allí estaban.

En el camino de regreso, tratando de recuperarla, conocí el infierno... Cuando digo "infierno", no me refiero a ese lugar donde el fuego y el rechinar de dientes son eternos. Quiero decir, el que se presenta todos los días, ante su rostro, mostrándole verdades con las que usted luchó, ferozmente, intentando probar que eran mentiras. Verdades ocultas y manipuladas durante siglos y siglos. Aquellas que te hacen cuestionar si algo que se ha dicho o enseñado es verdad. Y lo peor de todo, es cuando esas verdades son frotadas en su cara, por seres que casi nadie tiene el poder de ver... ¡Ese es mi don! Veo cosas que casi nadie ve. Entre ellas, Lilith. ¿Ángel o demonio? ¿Salvación o perdición? Conocí a otras personas, también, de las cuales me hice amigo. De algunas, más que amigo... Magdalena, Ariel y Enoch. Ellos luchan conmigo esa misma batalla. Ya no digo del bien contra el mal, no sé si son opuestas o si poseen solo una especie de acuerdo, pues el objetivo es común. Una batalla por las almas, con un solo propósito: descubrir quién tiene más poder. En ese medio, las pobres almas son lanzadas a la tierra, como eran lanzados los gladiadores, en las arenas de Nerón, ante los leones hambrientos.

Voy a contar mi trayectoria, desde el principio hasta ahora, en Compostela, como sacerdote y como hombre... Más que eso: como un ser escogido. No estoy seguro de quién, para desentrañar los misterios que rodean a los pobres mortales, sin que tengan la más mínima idea de lo que ocurre en el fino velo, que separa lo visible de lo invisible, y la verdad de todas las mentiras.

Soy Ruan de Compostela. El sacerdote, el hombre, el ángel y el demonio; todos, dentro de un solo ser.

Invito a todos a recorrer mucho más que el camino de Santiago de Compostela... ¡Invito a todos a recorrer el camino de las dudas que hicieron que mi fe fuera puesta a prueba!

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