Capítulo 8

Capítulo 8

Caminábamos en silencio, a la par, cada quien en lo suyo mientras nos volvíamos adictos al tabaco mentolado. El frio se nos colaba en los dedos y era una tortura moverlos. Dolía. El maldito frio dolía.

A Amenadiel le gustaban los cigarrillos de menta, mis preferidos. Era como si me hubiera dado un dulce y ahora lo estoy siguiendo para conseguir más, porque me lo ha prometido. Me ofreció un juego, que me intriga, me atrapa. Estoy a su merced y no sé por qué me

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