Capítulo 3

Piero

Desde que hice la desafortunada pregunta sobre su novio he notado dos cosas; la primera, es que la pobre Aba se ha retraído, y ha dejado de ser comunicativa; la segunda, e inexplicable, es que una sensación de gozo se ha extendido por todo mi cuerpo.

Colocó mi mano sobre la suya, en un gesto, que por algún motivo, me parece perfectamente natural, y le digo que está mejor sin él.

- ¿Cómo decidiste dedicarte a la fotografía?- Pregunto en un intento de levantar el ánimo de la preciosa joven que me acompaña.

- Me gusta la idea de crear un recuerdo que dure para siempre.

Y con esa sola frase, ya me ha ganado; ahora entiendo a Bea cuando dice que ella es la persona indicada para nuestro proyecto.

Pido la cuenta, y al levantarme, me doy cuenta de que me he excedido con el vino, por lo que mi flamante Lamborgini tendrá que pasar la noche en el garaje del restaurante. Pero no me importa, porque Leo, el dueño es un viejo amigo, y sé que lo cuidará.

Le pide a uno de sus hijos que nos lleve a casa, y al colocarme en el asiento trasero, junto a Aba, noto como mi mano se posa sobre su muslo. No la retiro, y a ella no parece que le moleste. Lo siguiente que noto es rspiración entrecortada, y dejo de contenerme. Acercó mi boca a la suya y la beso, suavemente al principio, explorando; con una pasión desbordada poco después. La acerco a mi, y noto sus pezones erectos, y eso me excita; acarició su espalda, que el vestido deja al aire, y no puedo evitar que mi mano se cuele hacia su trasero. Lo acaricio con fiereza, y noto que la única ropa interior que lleva es un fino tanga. Santo cielo, estoy deseando ver ese pequeño tanga, quiero comprobar si es del mismo color del vestido.

Sigo besándola con una pasión que nunca antes me había inspirado ninguna otra mujer, y cuando ella está explorando el bulto que marcan mis pantalones, y creo que voy a volverme loco, siento como la velocidad disminuye, hasta que finalmente el vehículo se detiene frente a la entrada de casa.

El muchacho nos da un par de minutos para que nos coloquemos la ropa, y después muy elegantemente, toca un par de veces en el cristal, y seguidamente, abre la puerta de coche. Le doy una buena propina, y me despido de él hoscamente, mi mente ahora mismo no deja de pensar en ese tanga que he palpado con mis manos.

Pero cuando me giro para pedirle a Aba que me acompañe a mi habitación, veo que ya no está. De ella solo queda el rastro de perfume que se pierde en el interior de la mansión.

Bea

La mañana después de la cena a la que no pude asistir por mi bronca telefónica con Mattin, me despierto temprano, y con bastante asombro, veo que no queda rastro de la hinchazón de mis ojos, o del aspecto desamparado de la noche anterior, así que, decido vestirme y bajar a desayunar.

Me extraña ver a mi hermano presidiendo la mesa del buffet, con el café en una mano, y el periódico en la otra. Le pregunto por la cena, y me responde con evasivas,lo que me parece muy extraño, él no es así no sé porqué se está comportando de ese modo, pero cuando estoy a punto de preguntarle si no le agrada mi amiga, o si es que tiene una mala mañana, escuchamos como unas llaves giran en la cerradura, nos miramos, y sabemos que todo está a punto de cambiar.

Bea

Me acerco dando ligeros saltitos a la puerta, unas llaves en la cerradura cuando Piero y yo estamos en casa, solo pueden significar la llegada de mamá. La sorprendo con un abrazo de oso,  sin darle tiempo a entrar, ni a saludarnos.

Piero, más comedido, le da un abrazo algo tenso. La verdad es que nuestra madre y él llevaban desde la Navidad pasada sin hablarse, pero como yo soy la que pacifica siempre a los dos, la vuelvo a abrazar, y le pregunto como es que ha decidido venir en estas fechas.

Lo cierto es que desde que somos adultos, nuestra madre pasa los meses de invierno en casa de tía Anna, que quedó ciega tras un accidente de coche.

- Tenía ganas de ver a mis retoños, solo eso, y quería saber más sobre el proyecto de fotografía del que estuvimos hablando por teléfono.

- Pues vamos a tu habitación y te cuento todo mientras deshaces el equipaje. ¿Quieres?

Y antes de que responda, ya tengo su enorme maleta en mis manos, y la empujo en dirección al piso de arriba.

Aba

Los días siguientes a la cena los paso simplemente evitando cualquier interacción con Piero. Sé que no está bien, a fin de cuentas, yo puse tanto o más entusiasmo que él en lo que pasó esa noche, pero por algún motivo, no me siento con fuerzas para escuchar que fue un error, o que lo mejor será que nos olvidemos de ello puesto que los dos habíamos bebido más vino del aconsejable.

Con la llegada de la señora Cardoglia no me resulta difícil pasar desapercibida, la verdad, pues la casa está revolucionada, y yo ya he comenzado a hacer las primeras pruebas de luces. Mi intención es comenzar la semana siguiente a fotografiar todos los aspectos de la vida de Villa Cardoglia.

Aún así,mientras repaso mi trabajo sentada en el escritorio de mi habitación, no puedo olvidar como las manos de Piero me recorrían entera, y como yo devoraba sus labios con un hambre que no he sentido en mis veinticinco años de vida.

Aba

El lunes siguiente, el que había marcado en mi calendario para el inicio del trabajo, se despierta gris y plomizo, y me doy cuenta de que no podré hacer fotos de los exteriores, pero la verdad es que no quiero desaprovechar el día entero, y puesto que Bea y su madre van a ir de compras a la ciudad, y han decidido llevar con ella a Rosa, la cocinera, para que pueda visitar a su hijo pequeño, que actualmente estudia en la Universidad, decido ir a la cocina.

Ya he estado antes en la cocina, pero no como ahora, pues nunca antes había podido fijarme de su mobiliario antiguo perfectamente restaurado para encajar con las necesidades de una cocina moderna.

Su enorme mesa, que según los hermanos ha sido propiedad de la familia durante varias generaciones, es la estrella de la habitación. Y así quiero que quede reflejado en mis fotos.

La fotografío sola, con algunas botellas de vino de la bodega encima, e incluso pruebo a poner algunos de los ingredientes que suelen ocuparla cuando Rosa está por allí,  pero ninguna toma acaba de gustarme mucho.

Y mientras yo sigo abstraída en la mesa, en la luz, y en como conseguir que refleje el alma que aporta a la cocina, escucho unos pasos firmes que cruzan la puerta, y sé que solo puede tratarse de Piero.

Aba

No necesito volverme para saber que detrás está Piero. Y no solo porque sé que nadie más se ha quedado en la casa esa mañana, sino porque huelo su aroma a café, y noto su imponente presencia en el vano de la puerta.

Me giro despacio, un poco tensa, y lo veo allí parado, contemplándome.

- Hola, espero que no te importe, pero como la luz era tan mala, he aprovechado para hacer fotos de interior. Pero si quieres comer aquí, puedo recogerlo todo en un momento.

- No, no, es que es un placer verte trabajar, se ve que pones el alma en tu trabajo, y eso no es fácil de encontrar hoy en día.

Me ruborizo como una colegiala, pero internamente siento como crece en mi el sentimiento de dicha por sus palabras.

- Gracias por el cumplido. ¿Quieres que te muestre el ángulo que he escogido para esta habitación?

- Claro.

Él se acerca, y automáticamente regresa a mis entrañas ese calor que me recorre cada vez que lo tengo cerca. Le explico como estoy trabajando, y él lo observa todo con interés, me da ideas, me cuenta historias de como la cocina estuvo abierta a los habitantes del pueblo durante la Gran Guerra, o de como su hermana y él la utilizaban de refugio cuando no querían que sus padres los encontraran, y me encuentro tan mágicamente rodeada por su magnetismo, por sus historias, y por su aliento cálido cerca de mi cara, que acerco mis labios a los suyos. Al principio dudo, y voy a retirarme, pero él no me deja,  me agarra por la cintura, y me devora. En pocos minutos, los besos se hacen más rápidos y urgentes, y antes de que me dé cuenta,me coge por las caderas, y me coloca encima de esa mesa que nos ha mantenido ocupados durante un buen rato.

Mientras me besa, noto como cuela una de sus grandes manos bronceadas por debajo de mi vestido, recorre la piel sensible del muslo, y no se tiene, sigue hasta encontrar mi centro.

Me baja las braguitas de un tirón, y me avergüenzo cuando veo que son unas braguitas blancas de algodón, nada sexys, pero a él, no parece importarle. Me acaricia entre mis pliegues, y su mano juega en mi interior.

Cierro los ojos, me muerdo el labio intentando contener los gemidos que brotan de mi garganta, y noto como su boca baja de mis labios a mi pecho, y luego a mi interior. Me lame como si quisiera comerme, y yo dejo de contener los gemidos que se escapan a de mi interior, porque nunca, en toda mi vida, he sentido un placer tan inmenso.

Mientras bebe de mi, introduce dos dedos en mi interior, y me hace retorcerme de placer, su movimiento rítmico me vuelve loca, sus manos expertas se mueven sin darme tregua, quiero contener mis jadeos, pero no puedo, y mientras su boca sigue lamiendo cada centímetro de mi, noto como me tenso por dentro; él lo nota también, y acelera el ritmo de los dedos que aún mantiene en mi interior, y cuestión de segundos exploto de gozo en su boca.

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