Capítulo 3. Intenciones

Esa mañana, en JP Cosmetic, John Pierce tenía sus manos dentro de los bolsillos de su pantalón de vestir, lució un impecable traje de marca italiana en color gris, miró por el ventanal de la oficina de su padre distraído con muchas cosas en su cabeza, una de esas, Macey Crawford. Sabía que no podía volver a acercarse a ella, lo tenía prohibido. Su padre era un paranoico ya que seguía pensando que podría sacarle información de JP Cosmetic, pero era absurdo para John, en el pasado siguió sus órdenes al pie de la letra, a pesar de estar enamorado hasta los huesos por la dulce Macey, tenía que romper su corazón y alejarse, pero ahora a sus treinta y dos años, sabía diferenciar la ficción de la realidad.

―Te dije que esperaras en la casa, tu madre espera verte para comer los tres.

John soltó un largo y cansado suspiro, apenas había llegado anoche, aún con el cambio de horario y la falta de sueño, intentó mantenerse tranquilo delante de él. 

—Antes de ir a comer, necesito hablar contigo de algo que me tiene confundido...—Byron se sentó en su silla de cuero y esperó a que su hijo siguiera hablando. John se volvió hacia a él, quien ya tenía su ceño arrugado.

— ¿Qué es lo que te tiene confundido? —John cruzó la sala y llegó hasta la silla frente al escritorio de su padre, puso sus manos en respaldo de está.

— ¿Por qué tuve que venir desde Italia a New York?—Byron se tensó. — ¿Qué es lo que no pudo decirse por teléfono? Me hiciste tomar mi avión privado y dejar mi empresa. —Byron se recargó en el respaldo de su silla de cuero.

—Sabes que Eloy ha muerto y…—John le lanzó una mirada de irritación.

—Eso ha sido hace meses. —Presionó su mandíbula, —Es un suceso trágico, pero la vida sigue, ¿Y entonces?

Byron empezó a molestarse por su actitud, sabía que sería muy difícil convencerlo de que tomara la sede de JP en la ciudad como el único heredero del imperio, había pensado encontrar la manera de retomar su venganza contra MC Cosmetic, como dicen por ahí, “mantén cerca a tus amigos, pero más aún a tus enemigos” entonces pensó en algo que aunque nunca lo hubiese permitido años atrás, no sonaba tan mal ahora que Eloy no estaba ya.

— ¿Por qué nunca me has presentado una novia? —John se sorprendió por el tema que estaba tocando su padre, la primera y última vez que se interesó por ello, fue cuando descubrió quien era Macey. John se enderezó, luego desvió su mirada, no quería tocar aquel tema de hace ya casi diez años. —Ya tienes treinta y dos años, no nos has presentado a una novia, una prometida…—John caminó por la oficina en un paso lento, mirando cada detalle de la oficina, tenía que buscar las palabras correctas para decirlas a su padre. Entonces se detuvo, se tensó al descubrir el camino que estaba tomando su padre, giró su rostro hacia a él que seguía sentado en su silla.

—Si estás tratando de emparejarme con alguien de las Crawford u otra familia…—su padre sonrió al ver que su hijo había descubierto sus verdaderas intenciones, ahora la pregunta era, ¿Decirle el plan y convencerlo? O ¿No decirle nada y llegar a ello sutilmente?

Optó por la segunda.

—Mira, —levantó Byron las dos manos en el aire en señal de sacar la bandera de la paz entre los dos. —Sé qué fui cruel al obligarte a romper esa relación con Macey, pero entiende que yo en ese momento estaba tenso…—John no se creía lo que estaba escuchando de la boca de su padre.

— ¿”Estabas tenso”? —John preguntó sarcásticamente. —En serio que eres un cínico.

— ¡Ten más respeto a tu padre! —exclamó Byron furioso al mismo tiempo levantándose de su silla.

— ¿Pides respeto? —dijo sorprendido John. —Creo que eso se gana, padre. ¿Entonces? ¿Es todo? —John miró su reloj, luego regresó la mirada a él quien ya estaba rojo de la ira.

—No. No es todo. Y no, no te vas a ir aun. —Byron no necesitaba pelear con su hijo y mucho menos en este momento, tocaron a la puerta, John miró a ver quién interrumpía su reunión con su padre.

La puerta se abrió cuando Byron anunció que podía entrar, apareció un hombre con traje negro y corbata roja, era el típico uniforme de JP, así que dedujo que era un empleado, John se cruzó de brazos y retomó su camino alrededor de nuevo, dándoles privacidad.

—Señor, aquí está. —le entregó una carpeta, luego Byron le dio un vistazo, miró disimuladamente hacia su hijo quien estaba en ese momento dándole la espalda.

— ¿Es el comedor social de los Cox? —asintió el hombre, John al escuchar el apellido, se volvió hacia a ellos. Los Cox eran muy queridos para él, creció con los hijos de ellos, su mejor amigo, Oliver Cox, el menor de cinco, fue su compañero de aventuras en aquel comedor, aunque no era de dinero, ayudaban a los más necesitados con apoyo de instituciones, aunque no se veían ya que John vivía en Italia, tenían mucha comunicación, pero lo más intrigante es porque su padre estaba hablando de ellos.

— ¿Qué tiene el comedor de los Cox? —Byron con la carpeta en la mano, despachó al hombre frente a él, luego se sentó, era como si estuviese pescando y estaba a punto un pez de ser atrapado.

―He escuchado que varias instituciones que estaban apoyando el comedor, le han retirado la ayuda.  ―John arrugó su ceño, ¿Por qué Oliver no le contó la situación?

― ¿Y desde cuándo te interesa ayudar a la sociedad? ―Byron sintió un pellizco de molestia con sus palabras, John estaba decidido a averiguar sus intenciones.

―Siempre lo he hecho, solo que no ando por ahí divulgando o presumiendo mis buenas acciones. ―Byron esperó detenidamente a que John reaccionara, este, se sentó en la silla de cuero frente a su padre, cruzó una pierna sobre la otra.

― ¿Y qué es lo que harás? ―preguntó John a su padre, Byron no esperaba esa pregunta.

―Quiero ayudar, pero si saben que soy yo…―movió sus hombros de manera fugaz.

― ¿Por qué no mandas a averiguar con tu personal? ―Byron negó.

―Sabrían que JP Cosmetic…―John arrugó su ceño.

― ¿Y? ¿Entonces? ¿Qué es lo que piensas hacer? ―Byron miró a su hijo detenidamente por unos segundos más. ―No. ―dijo de manera inmediata por la mirada de su padre.

― ¿Por qué no? Conoces a Oliver, su familia te conoce…

―Creo que si voy a ofrecerles la ayuda, me van a rechazar. Más por ser quien soy también.

― ¿No puedes intentarlo? Pronto empezarán a tener problemas para pagar la renta del local, luego el comprar todo lo necesario para seguir llevando a cabo…

John lo interrumpió.

―Ya, ya, ya entendí. ―John se debatió rápidamente en si ir o hablar directamente con Oliver y ofrecer la ayuda él mismo. ―Iré, ¿Tienes los números? ―Byron asintió.

Su plan estaba yendo bien.

Un par de horas después, cambió la comida por una cena con sus padres. Bajó del auto frente a aquel local, era el comedor de los Cox, había avisado a Oliver que estaba en la ciudad y que llegaría al comedor de su familia a saludar, este le respondió que con gusto lo esperaría. Se ajustó su americana del traje y se detuvo frente a las puertas del comedor, sintió una opresión en su pecho, hace años que no venía, para ser exactos desde que le rompió el corazón a su dulce Macey, esa misma noche se subió a un avión y se mudó a Italia. Rara vez venía de visita, ya que sus padres eran los que viajaban hacia allá.

Abrió la puerta y finalmente entró, el lugar estaba casi vacío, no había muchas mesas ni sillas, se acercó a la oficina y tocó, la puerta se abrió y apareció la madre de Oliver, lo abrazó y lo besó en ambas mejillas con emoción, luego llegó Oliver quien estaba feliz por ver a su amigo de nuevo.

― ¡Vaya! ¡Sí que has crecido! ―dijo Oliver, ―Pero, ¿Por qué estás tan delgado? ¿Dónde están esas mejillas que solías cargar, Pierce? ―bromeó su amigo, pero realmente John si había bajado de peso, había hecho más músculo.

― ¿Y tú? ―preguntó en respuesta su pregunta. ―Te ves más flaco que yo. ―Oliver le soltó un golpe de manera divertida, después de ponerse al día, se sentaron afuera en la parte trasera, prendieron unos cigarros y se quedaron en silencio.

―Iban a cerrar el comedor. ―confesó Oliver a John.

― ¿Iban? ―preguntó sorprendido. ― ¿Qué es lo que ha pasado? ¿Por qué en nuestras videoconferencias nunca lo mencionaste?

― ¿Y sentir lástima por nosotros? ¿Para así ofrecerme dinero?

― ¡Eres mi mejor amigo, Cox! ¡Claro que te ayudaría! ―exclamó John. ―Una pregunta, ¿Cómo es que se retiraron las ayudas que recibían?

―No lo sé, todo ocurrió después de la muerte de Eloy Crawford. ―arqueó la ceja John.

― ¿Eloy? ¿Su empresa los ayudaba? ―Oliver se tensó.

―Yo no lo sabía hasta días después…―John miró algo confundido a su amigo, terminó su cigarro y tiró la colilla en un bote cerca de ahí.

― ¿Qué es lo que no sabías? ―preguntó John.

―Eso, de que los Crawford era quienes mantenían este y otros comedores de la ciudad en total discreción, nos enteramos que manejaban a través de otras personas, ―John sintió su corazón acelerarse. ―Ella…―Oliver detuvo sus palabras al ver a su amigo.

― ¿La viste? ―preguntó John.

―Sí, hace un par de días vino ella personalmente a ayudarnos, personas que eran según de la confianza de Eloy, estaban entregando a medias el dinero, entonces contó que estaría entregando la ayuda personalmente.

― ¿Macey? ¿Mi Macey? ―Oliver sonrió a medias y asintió, sabía que el tema de ella, era duro aun a pesar de casi diez años, pero el escucharlo llamarla así, notó que se le iluminó el rostro de manera fugaz, luego poniendo de nuevo aquella careta de indiferencia.  No le quedó de más decirle a John el resto de lo que sabía.

―Macey Informó que se encargaría directamente de todo, incluso me dejó su número personal por si necesitaba más ayuda o alguna emergencia en el comedor.

John se quedó sorprendido. Muy sorprendido, ¿Macey hacía este tipo de trabajo o ayuda? ¿Y su imperio? ¿No debería de estar trabajando en su empresa? ¿Por qué la Macey Crawford de alta sociedad bajaba de su silla al mundo real?

―Es extraño todo esto…―confesó John sin dejar de mirar sus zapatos.

―Es extraño que se mantuviera en secreto que eran ellos los que ayudaban en los comedores de la ciudad.

―Quizás no son de los que no suelen contar sus buenas obras al mundo…

John Pierce se había quedado sorprendido por aquello que Oliver le había contado, ayudó al comedor de su mejor amigo, así que necesitaba ver la manera de agradecerle lo que estaba haciendo.

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