Capítulo 5

“A veces hace falta oscuridad para ver mejor las cosas”

Donato

Sandra entra después de que Raptor obedece mi orden de apartarse de su camino y sigue los pasos tras de ella perdiéndose escaleras arriba.

—¿Por qué decidieron mudarse? —pregunto mientras bajamos las tres escaleras del porche de la casa.

—La abuela de las niñas vivía ahí, así que les heredó su casa, además que es mucho más grande.

—Me llamó mucho la atención que dijeras “cuando las niñas llegaron a formar parte de la familia” te refieres a que… ¿son adoptadas?

—Así es, me removieron la matriz cuando estaba comprometida, así que soy más estéril que el desierto —sonríe con melancolía—, pensé que mi prometido me dejaría por ello, pero sucedió lo contrario, me cuidó como no tienes idea —lo dice con tanta ternura, sus ojos se iluminan ante el recuerdo, y algo en mi pecho se enciende de emoción, ella transmite mucho—, decidimos adoptar, no fue fácil, nada lo es, sin embargo, admitimos que fue la mejor decisión que hemos tomado.

—Es increíble, ¿ellas están conscientes de eso? Disculpa que pregunte tanto es que me parece extraordinario.

—Tranquila cariño, ellas lo saben, tenían ocho y nueve años, ya eran conscientes de la vida, y más aún cuando son niñas rotas. —eso último lo dice con atisbo de dolor.

«¿Rotas?» Guardo silencio, me sorprende su declaración «¿en qué sentido están rotas?» No me atrevo a preguntar. Sandra y Raptor, salen de la casa y me vuelven a la realidad, ambos están esforzándose por empujar una caja.

—Gracias chiquitín —la chica acaricia la cabeza de Raptor y este lame su rostro haciéndola reír con muchas ganas—, es un buen perro —me dice y me pregunto cómo hace para ser tan feliz estando rota.

—Es tan joven —digo al verla arrastrar la caja ya que no se ve tan pesada, mas, ella hace una mueca de fastidio por tener que llevarla hacia su casa.

—Y un dolor de cabeza, se las arregla para meterse en líos y llevarse consigo en el proceso a su mejor amigo, pobre Ismael, no sé cómo logra hacer lo que ella le exige.

—¿Amor? Quizás —me encojo de hombros.

—No lo creo, ella no lo ve de así, y él, a quien si ve con amor es a mi otra hija, Nati. Ellas son como el agua y el aceite, ¿tienes hermanos Cinthya?

—Una hermana, e igual que tus hijas somos muy diferentes.

—Es normal, no hay hermanos iguales, no obstante, hay algo en lo que si se parecen —la veo con interés a la espera de su comentario—, darían la vida por protegerse la una a la otra.

Mi corazón se oprime y recuerdo lo que Kathy estaba dispuesta a hacer por mí y todo lo que también hice para protegerla, en eso, Verónica tiene razón, el amor de hermanos es algo que nada, ni nadie supera, daña o rompe.

—Un lazo inquebrantable. —susurro más para mí que para ella.

—Debo irme, deberías ir a ver las habitaciones, todas están acondicionadas, regreso en un par de horas, estas cordialmente invitada al almuerzo —habla mientras se aleja.

—¡Bien! Y… ¡gracias! —la veo perderse dentro de la casa.

Miro a mi perro que no deja lloriquear en dirección por donde se perdió Sandra y su madre.

—Te simpatizó la chica ¡eh! La veremos más tarde no te preocupes.

Ladra y me sigue dentro de la casa.

—Creo que es esto es mucho espacio para nosotros dos, ¿no crees amigo? —comento, no sé si es sano, pero con Raptor es con quien más converso si no está Kathy presente.

Subimos las escaleras y hay cuatro puertas, una a una las abro y las habitaciones están limpias y como dijo Verónica, están acondicionadas. Cada una tiene su propio baño, en definitiva, es demasiado grande para dos seres vivos.

—Mira esto Raptor —entramos a una habitación, es perfecta, creo que ya sé dónde dormiré.

Tiene una linda ventana con hermosa vista hacia la calle. Me siento en el reposadero y admiro el panorama, aquí hay mucha tranquilidad y me viene esa sensación de consuelo, es como si me dijera que es aquí donde debo estar.

«¿Es aquí donde ahora perteneces? ¿Estás segura?»

El subconsciente no deja de atormentarme con pensamientos negativos.

¡Sí, es aquí donde quiero estar!, arremeto de inmediato, al menos es lo que ahora siento.

No sé cuánto llevo aquí, hasta que escucho a mi amigo canino ladrar, me asomo por la ventana y me tenso, el hombre de la cafería camina hacia la casa, lo observo avanzar dudando de cada paso y ahora me causa gracia la expresión en su rostro, habla en tono bajo, como si estuviera ensayando algo.

Raptor ladra en dirección a la puerta de la habitación, indicándome que alguien se acerca. Sigo viendo al gran tipo, se detiene unos pasos antes de llegar a la entrada, levanta el rostro como si fuese a decir una plegaria y entonces, nuestras miradas se encuentran.

Me invade un escalofrío desde la columna vertebral hasta la coronilla de la cabeza, le sostengo la mirada, llevo tanto tiempo sin ver a las personas a los ojos que se siente extraño y una familiaridad late en mi interior, como si la Cinthya de hace un año, quisiera emerger.

Nuestra conexión es interrumpida por el ladrido de Raptor, parpadeo varias veces y me doy cuenta de que estaba inmersa en sus ojos. «¿A dónde demonios me trasportaste grandulón?»

Saluda con la mano sosteniendo una sonrisa nerviosa

—Hola, em…, ¿puedo pasar? Vengo por unas cajas de Sandra la hija de Verónica.

—Cla-Claro, yo no tengo problema con ello. —declaro nerviosa.

—Podrías, por favor, decirle a tu guardián que se aparte de la entrada y deje de verme como si fuese su almuerzo.

Vuelvo la vista a la entrada de la habitación y Raptor no se encuentra…estaba tan metida en su mirada que no me di cuenta de que mi amigo canino está haciendo guardia en la entrada.

Bajo con rapidez las escaleras y en efecto, Raptor está listo, en silencio y con la mirada de cazador sobre él.

—Raptor, él no nos hará daño —sigue en guardia sin perderle la vista al grandulón—¿cierto? —Me dirijo al tipo más que a Raptor, entretanto, lo tomo de la correa y lo aparto.

—Muy cierto —me mira directo a los ojos al hablar, y no tengo idea de por qué logro mantenérsela, sus manos están a los costados, quizás sea por su actitud pasiva, sin hacer movimientos bruscos se presenta—. Soy Dante Wembley.

—¿Y yo que culpa tengo? —«¡que dije!» Me sorprendo y abro los ojos como si se salieran de sus cuencas—, digo, lo siento —niego moviendo con rapidez la cabeza «¿Qué me pasa?»—, un gusto, puedes pasar —aparto la mirada avergonzada. Y cierro los ojos al escuchar su risa burlona mientras sube las escaleras.

«¿Qué rayos te pasa Cinthya?»

Al llegar a la sala, escucho su vox y sigo dándole la espalda—Tu nombre es Cinthya ¿cierto? —y no evito mirar hacia sus brazos, son enormes, todo él es muy grande, bien pudiese estrangularme con una sola de sus manos.

—Con ese nombre me bautizaron. —susurro, sintiendo la opresión en la tráquea por culpa de mi imaginación.

—Gracias por dejarme ir por esto, Nati la hija mayor de Verónica esta vuelta un rollo con el asunto del catorce de febrero y mi hermanita también. —acomoda la aparente pesada caja.

Me acerco a la puerta de salida junto a él a una distancia prudente, donde pueda manejar su presencia, aunque le he respondido cosas que la Cinthya del pasado diría, No puedo negarme lo nerviosas que me pone sobre todo por su bran.

—Fanáticas de san Valentín, supongo.

—Son chicas enamoradas, ilusionadas, e intensas, llevan meses planeando sus citas.

—Y tú como hermano celoso aguantando las ganas de ahorcar a tu cuñado.

—Sí, y no, el chico es bueno con ella. La hace feliz y es lo importante.

Abro la puerta de la entrada para que salga y Raptor gruñe.

—¡Oye! en serio, amigo, no soy un peligro, no seas rencoroso. —el perro hace algo que nunca lo había visto hacer, aparta su mirada y bufa, ¡bufa! Dejándome boqui abierta. Me quedo viendo al grandulón que ya ha puesto en marcha su camino hacia la casa de al lado. Siento como muerde la manga de la camisa que llega hasta mis muñecas para arrastrarme dentro.

Entre gruñidos me da la espalda y ladra hacia la cocina, quiere comer.

—No tengo nada aquí debo ir hasta el auto para traer tu comida —da la vuelta para mirarme y me rio por su carita de angelito—, pícaro, sabes que no puedo evitar ceder ante esa carita. Vamos afuera niño malcriado, deberías estar feliz que interactúe más con otro humano que no sea Kathy.

Ladra como disculpa y le doy su comida después de ir por ella al auto, «estaremos bien» me animo a mí misma.

Frente a la puerta de la casa de mi vecina me debato entre tocar el timbre o solo retroceder, irme a casa y buscar que comer.

«¡Vamos Cinthya tú puedes! Es otro pequeño paso que debes dar, si no es hoy será mañana pero no nunca ¿entiendes?»

Interactuar con Verónica y su hija por unos minutos es una cosa, pero ya sentarse a comer con otros dos desconocidos más, que serían su esposo y su otra hija… es como que necesito el valor de Mérida la pelirroja de la película Valiente de Disney.

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