Capítulo 6

—¿Cuál es tu preocupación? —decidida salgo del tocador después de enfrentarme a mi misma, no tengo por qué bajar la cabeza o dejarme de un hombre que ha robado mi virginidad.

Me señala la sábana manchada de sangre, frunzo el ceño y no comprendo su alteración por un poco de sangre, ni que fuera que me hubiesen herido o matado.

—¿Eres virgen? ¡Liliam, eres virgen! —abre los ojos y empieza a gritar con mucha paranoia.

—Ah… Eso —encojo mis hombros—, pero te tengo que corregir, ¡ya… no… soy… virgen...!—enfatizo toda mi exclamación.

Me encamino y me siento en el diván que está cerca de la cama, ya que me duele mucho estar de pie y también al caminar, ¡maldito Máximo! Me ha dejado lisiada, era más que obvio, ya que no tuvo la delicadeza de meterme esa enorme, Mmm… 

¡Es una mata lujuria!

—Y lo dices así, quiero saber por qué lo dices con demasiada tranquilidad, Liliam, te pasa algo en la cabeza —el hijo de puta me insulta cada vez que puede.

—Y como quieres que lo diga —resoplo.

—Liliam, yo soy demasiado mayor para ti —baja la voz—, me siento mal por haber sido un bruto en el momento de quitarte tu virginidad, ¿por qué no me dijiste que eras virgen?—se me eriza la piel al escuchar lo que él piensa, se acerca a mí y por cada palabra que salía de su boca era un paso para él. 

—No notaste la diferencia, o todas las mujeres con las que frecuentas son tan «¡tan apretadas!» —hablo imitando su voz.

—No… Liliam —susurra débilmente—, con la única mujer que me he acostado antes de ti, fue mi difunta esposa.

¿Qué? Su esposa… ¡Difunta!

Mi piel se empieza poner chinita, al ver la mitad perdida de Máximo, ¿Qué habrá pasado?

Sin pensarlo dos veces me voy directo a sus brazos, la Liliam improsulta la he dejado a un lado. Es que es inevitable ver a Máximo en este estado.

—¿Qué le pasó a tu esposa? —preguntó con mucha curiosidad.

—¡Nada! —se levanta de golpe y limpia una que otra lágrima—… No soy bueno para ti Liliam.

Me levanto y sigo sus pasos, lentamente y con mucha cautela me acerco a él, lo empujó con la intención que caiga sentado en la orilla de la cama, inmediatamente me acerco  y me siento en sus rodillas, pegando mi cuerpo firmemente, metí mis manos en su pelo, gime en el preciso momento que jalo su cabello hacia atrás, cerrando los ojos. 

Por un momento me quedo ida viendo su mirar para luego devorar sus labios, chupe y mordí sus labios lentamente hasta que vi el momento y deslicé mi lengua en su boca. De pronto sentí que algo estaba endureciendo debajo de mí. Este impulso desencadenó involuntariamente la cordura de Máximo.

—¿Crees que todavía eres malo para mí? —susurro entre labios.

—Eres una tentación exquisita, pero a la vez una perdición descomunal —murmura, con un temblor en su voz.

Nuevamente se aferra a mis labios, devorándolo hasta más no poder, aferrándose y adueñándose de cada cavidad de mi boca, jugando con nuestras lenguas y consumiéndonos el aire entre sí.

Me separo de él, incorporándome por completo, reprimiendo lo extasiada que me encuentro en este instante, hoy el deseo no mandara más allá de mis caprichos y menos de mi ego. Una mujer es la rosa más delicada en el mundo entero, y el que la desprecie, la deseche y no la valore, entonces no merece ni una sola sonrisa de parte de ella.

—¡Lárgate! —grito, secamente—, ¡déjame sola y que sea la última vez que tú entras a mi habitación!

—¿Qué? —sus ojos salen de órbita.

—No escuchaste, quiero que te largues de mi habitación —le señalo la salida.

—Pe… pe… pe… rooo... —tartamudea.

Yo no me aguanto la risa, pobre de Máximo, su cara es todo un poema. La diosa que llevo dentro está que salta de alegría, pero es que se lo merece por qué cuando me quiere follar no dice nada de; ¡ay, eres una niña!, ¡ay, eres virgen!, ¡ay, eres caprichosa!, ¡ay eres muy santa para mí! ¡Al diablo toda esa m****a! Porque no dijo nada cuando me la estaba metiendo, porque no diferenció entre una abertura angosta, a una que está más ancha que…

Ssshhh… «Tú entraste a esa lista de más ancha que…».

—Cuando salgas, cierra bien la puerta.

—Pero qué es lo que te pasa —exclama indignado—, hace unos segundos estábamos bien.

—Estábamos, tiempo pasado —volteo mis ojos.

—Te estás comportando como el día que saliste de tu casa y eso no me gusta —me advierte eufórico—, ¡eres una maldita niña mimada!

Y vuelve la mula al trigo.

—Si salí ese día con perrada ese día es porque tú me denigraste, y eso no lo voy a permitir —vocifere—, no permitiré que tú me denigres y me trates menos que tú y los demás, porque no lo soy.

—¡Por eso! Solo por eso estabas furiosa —lleva la palma de su mano en su sien—, eres una mimada—entrecierra sus ojos y relaja sus músculos, mientras que yo voy retrocediendo en la misma manera que él avanza.

—Aléjate y mejor vete —dije con nerviosismo.

—No te dejaré y ahora menos —masculla con una voz ronca.

Se acerca y me da un beso en la comisura de mis labios, para luego dar la vuelta e irse.

Me quedo petrificada, por lo cínico y descarado que es, como se atreve a decir que no me dejara después que me dijo que él era malo para mí.

Me jalo las greñas de un lado a otro, hasta desahogar el enojo que... 

¡Mierda! ¿Dónde está...? ¿Dónde está mi laptop? 

¡En el escritorio! Salto de alegría, ya que el foco se me encendió.

Salgo de la habitación y corro hacia él, reprimiendo el dolor que tengo entre mis piernas ¡Lo encontré! Lo abro e inmediatamente busco, «cuantas son las posibilidades de quedar embarazada, sin usar protección después de tener relaciones»

¡¡¡¿Qué?!!!

Santísimo cristo, que es lo que mis ojos están leyendo…

«Si el condón se emplea correctamente cada vez que se tiene una relación sexual, el riesgo de embarazo es más o menos de tres por cada cien veces. Sin embargo, hay un riesgo mayor de embarazo si no usas condón».

M****a… M****a… M****a… La he cagado, ¡Dios mío, la he cagado! ¿Qué voy a hacer?

¡¡¡Mi madre me matará!!! Y mi padre matará a Máximo, ¿cómo pude ser tan irresponsable?

Como no puede aprender de todo lo que mi madre estudio o de lo que me enseñaron en el instituto. «Usa condón, cuando vayas a tener relaciones sexuales» o «sin globito no hay fiesta».

Pero ninguna de esas dos puede practicar, ¡santo cielo! Como puedo dar consejos si no los practico, porque exactamente eso le aconsejo a Dayron. Pero como soy una estúpida pues...

Estoy que me lleva el diablo de la preocupación, no comprendo qué es lo que me paso, porque me descontrole toda, yo no soy así, ¡madre mía!

¿Cómo no pude usar tan siquiera un condón? ¿Cómo me pude dejar llevar? Mis ojos arden, tengo muchas ganas de llorar, que voy a hacer…

Máximo está riquísimo, pero no para que sea algo más que un acostó. ¡Cállate Liliam, ni que fueras experta en el sexo! Mi conciencia tan linda como siempre, es única, ya que me vive recordándome mis desgracias. 

Lo primero que debo hacer es controlar y contar antes que diez, no quiero llegar hasta diez. 

¡No quiero!

Nuevamente, vuelvo a mi laptop, con los ojos nublados y con desesperación busco algo que me pueda ayudar, para evitar salir embarazada… Sin que aborte, porque no estoy de acuerdo con el aborto, esa es mi opinión y respeto las demás, ya que mi pensar es que los niños tienen todo el derecho de ser amados, de ser bien recibidos por una madre o una familia pobre o rica, lo único que uno debe tener es amor por un pedacito de gente que proviene únicamente de ti.

Un angelito que te sacará de tus tristezas, un angelito que te ayudará a pensar diferente de la vida, un angelito que quiere ser feliz, un angelito que no tiene la mínima culpa de lo que uno hace o deja de hacer… A veces me pongo a pensar de esas mujeres que abortan por muchas obvias razones, y una de ella es la violación. Una parte de mí comprende como debe ser el trauma de ella, como se deben sentir día a día... Unas soportan ese inmenso dolor, otras no. Unas son fuertes psicológicamente, pero otras prefieren la otra vida. 

Cada vez que escucho que una mujer fue abusada sexualmente o psicológicamente, es ahí cuando la sangre me hierve a pulmón, es ahí cuando empiezo a odiar a los malditos malparidos que sin piedad violan a mujeres y a los niños. Como los detesto, como los repudio. Sin querer me entra el deseo de exterminarlos e inmediatamente hacer venganza por todas aquellas mujeres que sufren, por aquellos angelitos. Lo que digo y no dejo de decir, ellos  no se pueden agarrar su maldito pene para jalársela y dejar de estar desgraciando las vidas de las mujeres.

Mi motor más grande es hacer venganza por esas personas frágiles, me importa un mango si no es mi asunto, pero la injusticia es mayormente mi maldito asunto.

Mi hermano me dice, ¿Por qué no trabajas con el F.B.I.? Mi respuesta es y será siempre, que es mejor trabajar sola que mal acompañada, ya que los malditos policías son unos corruptos y trabajan bajo el dominio de la Mafia…

¡Encontré algo importante!

«Sigue las instrucciones de la pastilla del día después. Si usas el plan B, toma una pastilla lo antes posible y antes de las setenta y dos horas de haber tenido relaciones sexuales sin protección. Toma una pastilla lo antes posible y antes de... ciento vente horas de haber tenido relaciones sexuales sin protección».

¡Sí…! Lo encontré. Ahora lo único que tengo que hacer es darme una ducha y salir a buscar mi milagrito.

Máximo.

¡Puta m****a! ¿Qué he hecho?

¡Es una niña! Como no puede deducir que era virgen, como no pude diferenciar lo que… ¡Mierda! Como no me pudo decir que… Sí que soy un semejante estúpido, como me dirá, «Mira Máximo, me lo puedes hacer suave, ya que soy virgen».

Quiero que la tierra me trague, Liliam es una niña y lo peor es que su padre me matara en cuanto se entere y descubra que me le he quitado la virginidad a su primera niña… A su niña. 

Cien por ciento seguro que soy y seré hombre muerto, ¡hombre muerto!

Me sentí mal por no haber sido su mejor experiencia, literalmente la traté como si fuera una puta. Aaaahh… Quiero darme con un mazo en la cabeza, por ser un imbécil y patán. Tengo que hacer algo, tengo que remediar lo que acabo de hacer. Aunque y obviamente no puedo regresarle su virginidad, pero puedo ser más blando con ella. Aunque no me quiero enamorar, no quiero que ella le suceda lo mismo que a mi difunta esposa.

—Desde cuando eres la novia de la niña mimada de Dylan —Alfredo entra a mi habitación, sacándome de mis profundos pensamientos.

—Qué quieres —dije secamente.

—U...yu… yuiii… El hombre está de malas —extiende sus manos en son de paz.

—Lárgate Alfredo —me levanto de la cama—, en este momento no tengo humor para verte la cara y menos gastar mi valioso tiempo.

—¿Disculpa? Te hice algo —se pone frente de mí—, ¡soy tu hermano!—brama con indignación.

Maldito malparido, ahora dices que eres mi hermano cuando tú has sido mi mayor y único enemigo. En el instante que tenga las pruebas de tu maldita traición, juro que en ese instante tú me las pagarás todas… La que me has hecho.

—Lo mejor que debes hacer es no provocarme —lo empujo—, última vez que te cruzas en mi camino.

—Señor —unos de mis hombres está tocando la puerta de mi habitación.

Me encamino y antes que de abrirla le tiro una mirada fría a mi hermano, no quiero que se meta en mis asuntos y que ni crea que lo dejaré que siga jugando detrás de mí, averiguaré que tanto escuchó Liliam.

—Qué pasa.

—La Srta. Liliam, está histérica porque no la dejamos usar ninguna camioneta —mis ojos se abren de golpe—, ella dice que puede salir de aquí a la hora que quiera.

¡No puede ser! No la puedo dejarla una hora sola porque ya quiere hacer y deshacer. ¿Cómo se le ocurre? Esta loca porque nadie le ha dado permiso de salir.

—Vamos.

Bajo las escaleras, llegando a la planta baja, corro antes que esa niña quiera salirse con la suya, ¡Dios! Están caprichosa.

¡Dios, que hice para merecer esto!

—Está hecha una fiera, dice que si no la dejamos salir… —sonríe—¡Que nos matará a todos!—imita la voz de ella.

—Santo cielo, y cuánto tiempo lleva con la histeria —pregunto.

—Media hora, y cada vez se pone más agresiva —niego acompañada con una sonrisa.

A tan solo unos metros la veo como está gritando como una loca, apresuro mis pasos antes que mate a unos de mis hombres con sus chillidos. (Lo digo metafóricamente)

—Liliam… —grito. Obtener la atención de ella, y eso la hace encabronarse más, ya que dejó de gritar para encaminarse hacia mí.

—¡Contigo quiero hablar! —chilla.

—Vamos a tu cueva —enfatizó la última palabra con burla.

—Eres un malparido de m****a —explotó. Uuufff, la niña se ha convertido en mujer.

—Ven —la tomó del brazo, me la llevo lejos de todos los curiosos, no hay necesidad que todos escuchen la excusa de su histeria.

—¡Suéltame imbécil, me estás lastimando maldito! —¿Qué? Hasta boca sucia me salió la niña.

En un santiamén la jalo hacia mi cuerpo y la suspendo, hasta cargarlas como un saquito de papas, no pesa. ¡Nada! Ella comienza a patalear, a tirar manotazos y a chillar como una loca en apuros. Una mano la pongo en sus muslos evitando que enseñe lo que por derecho me pertenece, ya que la niña anda una minifalda. ¿Quién es su sano juicio anda con una minifalda en este tiempo de invierno?

Apresuro mi andar para llegar lo antes posible a la cabaña.

—Qué es lo que te sucede —abro la puerta de la cabaña e instantáneamente la cierro, antes de que la muchacha trate de escaparse.

—Eres un maldito gilipollas —se abalanza hacía a mí y me da más de una palmada en el pecho.

—¿Gilipollas? —frunzo el ceño, ese lenguaje lo he escuchado antes, pero no aquí.

—¿Por qué no me dejas salir? 

—Porque nadie, absolutamente nadie puede salir de aquí —le respondo en el mismo tono de voz.

—Pero tengo que salir —habla con desespero—, por si no lo recuerdas no usamos protección—protesta con un emoji.

¡Puta m****a! Me llevo la que me trajo.

Era demasiado obvio que no usará ni un tipo de planificación, ya que era virgen cuando la toque.

Liliam.

Estoy que me lleva los mil y un mil demonios, cómo es posible que me prohíban la salida, ni que fuera su prisionera. ¿Qué se ha creído? A mí nadie me manda, ni él, ni nadie. Le demostraré que no soy una mujer de dominio, porque soy una mujer que domina.

Soy una mujer con empoderamiento, soy una mujer con principios, soy una mujer del sexo dominante, el sexo que hace y deshace con cualquier hombre que se cruce en su camino.

—No había pensado en eso.

—Uy... Eso no es novedad, ya que solo piensas con la cabeza de abajo —hable con ironía.

—Que chistosita me saliste mi amor.

¡Me saliste! ¡Mi amor! Oh, no, tú y yo no somos nada.

—¿Disculpa? —enarco una ceja— repítelo nuevamente…

—No soy tu grabadora personal. —¡Maldito!

—Eres un maldito.

—No es novedad, y te daré una noticia para tu tranquilidad —se encamina hasta el sillón, hasta que se sienta cómodamente—, soy infértil—dice con mucha seguridad.

¡Infértil! Este hombre cada vez me sorprende; primero de la esposa muerta y ahora que es infértil, ¡Wao! Estoy anonadada, me he quedado sin palabras, eso quiere decir que me puede coger o me lo puedo coger cuando quiera, sin preocupación alguna.

¡No puedo creer lo pervertida que me he vuelto!

—Eso quiere decir que no hay necesidad de salir —camino hacia él—, uff, gracias a Dios.

—Sí, quédate completamente tranquila.

De un solo me dejo caer al sillón que está frente al de Máximo, cierro mis ojos y exhaló todo el aire que tenía contenido por causa del estrés, el enojo y la preocupación. Ahora lo importante es concentrarme en el plan para hundir al tal Gabriel y el traicionero del hermano de Máximo.

—Deja de gastarme con la mirada —de reojo veo a Máximo tan ido, me observa detenidamente.

—Los ojos son para ver y tú más que nadie sabe eso o es que te tengo que dar clase de anatomía.

¡Hijo de puta! Así que te burlas de mí, veremos quien da clase a quien.

—Creo que no —negué con un poco de gracia—, lo mejor sería que otro me enseñe lo que no sé.

¡Toma esto! Veremos si eres un celoso machista.

—Sobre mi cadáver —se levanta furioso—, no juegues conmigo Liliam, no conmigo—me sentencia.

Si es celoso y machista. ¡Comprobado!

¿Qué se ha creído? Está loco, si piensa que tiene poder hacia mí por lo que pasó ayer.

—Aclaremos algo —cruzó mi pierna derecha con la otra, con la intención de provocar el incendio del embramamiento de Máximo.

Un hombre es fácil de engañar, nosotras las mujeres tenemos las mejores armas del mundo, podemos conseguir lo que queremos, podemos educarlos y si yo quiero puedo tenerlo en la palma de mi mano… Puedo ser una mojigata, pero a la vez soy una diabla sin control.

—Me estás provocando —traga grueso.

¡Lo he logrado!

—Nosotros no somos absolutamente nada —dije con un poco de gracia—, recuerda que ¡Tú eres malo para mí!—me burlo.

—Estás jugando con juego, no te quejes cuando te quemes junto a mí —masculló con voz ronca.

Se inclina hacia mí, ambas manos las pone en el respaldar del sofá, impidiendo moverme, acorralándome como su presa. Trago grueso al sentir su presencia cerca de mí, al sentir ese aroma que invade mis fosas nasales, al ver esos ojos grises oscurecerse por completo, llenándose de deseo y de mucha lujuria.

—No me quejo… —muerdo mi labio inferior—¡Lo disfruto! —susurro.

—Me encantas —acerca su nariz a mi cabello, aspira el aroma de mi esencia—. Mmm…  Estas para comerte, saborearte y disfrutarte.

Radicalmente mi piel se eriza al escuchar su voz ronca cerca de mi oído,  provocando que estalle de adrenalina, que me embobe, que caiga rendida antes sus encantos… ¡Mierda! No me puedo dejar engatusar, no puede dominarme más, y menos mis deseos carnales antes que mi ego.

—No sabes lo que dices y menos lo que deseas —mi voz sale débilmente.

—Hagamos una tregua —propone.

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