Capítulo 3

—Princesa —me llaman detrás de la puerta de mi mini cueva. Quien sea que esté detrás de esa puerta me ha sacado de mi profundo debate de la injusticia humana, tanto como la denigración y sociedad.

Doy un enorme suspiro, me levanto del sofá, me encamino hacia la puerta dejando atrás el sonido unísono de mis tacones.

Me he puesto un vestido fino de seda, con una manga, color negro, que me llega hasta la rodilla de la parte izquierda, pero en la altura de la derecha me llega un poco debajo de mis muslos, obviamente este vestido es un poco provocativo, pero decente en mi punto de vista. Llevo mi cabello recogido, un poco de maquillaje y un par de tacones dorados.

No soy mala y menos una santa paloma, hoy encontraré al maldito que quiere joder la organización de mi padre, conste que esto lo hago por mi familia y no por el engreído de Máximo.

—¡Lista! —abro la puerta y a la persona que veo es más ni menos que Máximo.

Por un momento me quedo ida al ver el cambio radical del gran Máximo, ¡Wao! Lleva puesto un esmoquin color azul, con una camisa blanca que hace sobresaltar la elegancia, con unas zapatillas de cuerina color negro, y su cabello lo lleva aplacado. Este hombre va a matar a cualquier mujer de un infarto porque está de… ¡Cállate Liliam! Recuerda que él no es un amigo y menos alguien que te atraiga. Sacudo mi cabeza y alejo todo pensamiento perverso.

—¿Quieres ayudarme o establecer una guerra? —cuestiona con los ojos entrecerrados.

Por un momento me quedo congelada, me quedo sosteniendo la puerta, pero mi cabeza está descifrando lo que él me quiere dar a entender.

—No entiendo —frunzo el ceño.

—Estás demasiada… —masculle con voz ronca. 

Máximo obliga a sus pasos andar e invade mi espacio personal, reprimo un grito y me quedo observando sin ninguna expresión en mi rostro.

—¿Demasiada qué? —vociferó. 

Reprimo una sonrisa por ver como se le cae la baba de estúpido, no puedo creer que los hombres caigan con una minucia de tentación o provocación. Sin embargo lo que llevo puesto es un vestido casual y no un vestido que enseña lo que no quiero que vean, pero eso no quiere decir que no me pueda poner lo que me dé la regalada gana.

—Vamos que los invitados nos están esperando —extiende su mano y yo con una sonrisa triunfante la acepto.

Máximo cierra la puerta y yo entrelazo mi brazo con el de él. Cuidadosamente me ayuda a no caer porque la nieve nuevamente se está esparciendo por el camino. ¡Oh por Dios! Ahora siento el frío, y por distraída no traje mi abrigo, lo más seguro es que muera de hipotermia.

—Cierto que hay calefacción en el gran salón —musito. Mis quijadas se mueven entre sí y mi cuerpo se eriza completamente.

—Querías impresionarme —sonríe. El muy imbécil se está riendo de mí—, ahora atente a tus consecuencias.

¡Maldito! Espera cuando encuentre a los malditos que te traicionaron y verás que me rogaras para decirte los nombres y apellidos.

Entrando al salón se siente una enorme oleada de tensión, veo que a mi alrededor están todos los Mafiosos más buscados. Todos se percatan de nuestra presencia y no dejan de mirarnos con curiosidad, Máximo se aferra a mi brazo y una parte de mí logra entender por qué, ambos caminamos dejando el unísono de nuestros calzados.

Lo bueno es que hay calefacción, porque si no estuviera muerta del frío, y eso que Máximo me debe más de una y juro que me las cobraré toditas.

—¿Todas estas personas son tus invitados? —pregunto al sorprenderme la cantidad de hombres que hay a mi alrededor.

—Sí, y tengo un mal presentimiento de todo esto —murmura.

—Tranquilo, todo estará bien —trato de tranquilizarlo.

—Te dejaré un momento aquí —nos detenemos frente a la mesa de banquetes—, no hables, no mires y mucho menos respires.

¿Qué? Este hombre está completamente loco.

Máximo no esperó que le diera mi opinión y dio la vuelta dejándome sola alrededor de todos estos asesinos, pero todo no es tan malo porque eso me da la oportunidad de buscar a la cabecilla de todo este alboroto.

Disimulo un poco y tomo una brocheta de shashlik, porque acabo de notar que alguien se aproxima y lo único que quiero es que ellos no noten mi curiosidad de saber lo que realmente estoy buscando.

—Buenas noches para la dulce dama —dice con amabilidad. Sonrío por dentro porque evidentemente uno ya cayó en el anzuelo.

—Buenas —digo secamente.

—Oh, ya veo —se sorprende—, eres de las chicas desconfiadas—sonrió falsamente al escucharlo.

—¿Eso crees? —enarco una ceja. Sin quitar mi mirada en la variedad de bocadillos que hay en la inmensa mesa.

—No creo… —murmura—, estoy seguro.

—¿Eres mafioso o psicólogo? —ríe a carcajadas al escuchar mi pregunta.

—Mucho gusto —extiende su mano—, soy Gabriel Pérez.

¡No me suena ese nombre!

—Liliam —acepto el saludo.

—¿Liliam qué? —rápidamente quitó mi mano.

—¿Eso importa? —preguntó con curiosidad.

—Idéntica a tu padre —Esboza una enorme sonrisa en su rostro. ¿Qué? ¿Será que sabe quien es mi padre? 

Contrólate Liliam y sigue con el plan. 

—¿Disculpa? —este hombre me está poniendo nerviosa, pero trataré de ocultarlo.

—Pero tienes la belleza de tu mami —susurra cerca de mi oído.

¿Mi mami? ¿Quién es este tipo? Siento que él conoce a mis padres, mi paranoia se hace presente.

—Creo que se ha confundido de chica —lo evado.

—Jamás me equivocaría con esa mirada matadora —dice con nostalgia—, siempre me encanto la mirada de mi bella Liz, ella es la droga que mi corazón no quiere superar.

¡Padre santo! ¿Quién es este hombre? 

¡Es un enamorado de mi mamá o algo más que un conocido o amigo!

¡Padre santo!

Poco a poco estoy perdiendo el color de mi piel, la serenidad que antes tenía se ha convertido en adrenalina.

—Hola, mi amor —Máximo me tomó de la cintura y me dio un casto beso en la comisura de mis labios. 

Me tomó desprevenida, primero porque el maldito mafioso conoce a mis padres y segundo porque este hijo de puta me beso sin permiso. No sé qué hacer, sí matarlos a ambos al mismo tiempo o salir corriendo.

—¿Son novios? —exclamó sorprendido.

—Sí, hay algún problema —Máximo responde con recelo.

—Ninguno —eleva ambas manos, en son de paz.

—Amor, quiero debatir unos temas de la reunión —Máximo susurra en mi oído, hasta hacerme estremecer.

—¡Bueno! No los interrumpo más —asiente—, me dio un gusto conocerte—se aleja con una sonrisa triunfante.

—Maldito… —habló entre dientes—, me dan ganas de arrancarle esa maldita sonrisa que tiene.

—¿Te hizo algo? —pregunta preocupado—Liliam, ¡dímelo!

—Nooo… Pero quiero saber cómo y de dónde, él conoce a mis padres.

—Aquí, todos conocen a tus padres.

Máximo tiene toda la razón, pero ese hombre conoce suficiente a mis padres para que se expresara con un amargo recuerdo y a la vez un anhelo.

Mis deseos de saber incrementan e incrementan. Juro por mi nombre Liliam, que descubriré quien es ese hombre y que es lo que quiere, porque desde el momento que se acercó es porque algo quería o vino a sembrar la curiosidad en mí, y el maldito lo logró porque estoy que me carcome la curiosidad.

No dejaré que él se salga con la suya, pero ahora más que nunca lo tendré en la mira.

—¿Quién es él y para quién trabaja? —la furia me ciega y en este momento no estoy con la cordura al cien por ciento.

—Es un distribuidor y trabaja para tu padre.

Esa información no me llena, por eso tendré que investigar por mi propia cuenta.

—Máximo… Suéltame —habló entre dientes.

No me había percatado que el malparido aprovechado de Máximo me tenía acorralada, la sangre me hierve, pero tengo que controlarme porque ahora soy su novia, ¿qué? ¿Su novia?

—Tranquila hembra —me guiña un ojo.

—Porque dijiste que ambos éramos novios —cuestiono con los ojos abiertos.

—Porque estamos rodeados de lacras y tú eres una princesa —su mirada se profundiza.

—¿Qué? No me digas que estás preocupado por mí —vacilo con mis palabras, llevándolo al borde de la locura.

—Al contrario, quiero salvar la mía —murmura cerca de mi oído.

Al parecer el cascarrabias está de buen humor, pero eso me vale madres, ya que lo único que quiero es que me suelte, pero él se limita en hacerme caso.

¿Desde cuándo he trabajado para actriz?

El maldito está con una sonrisa de oreja a oreja, fingiendo una ternura y amor, donde no lo hay y mucho menos lo abraza. Lo dejaré pasar, pero cuando salga de este infierno, juro que le patearé los huevos, y es ahí que se arrepentirá de haberme desafiado.

A lo lejos me percato que el maldito que conoce a mis padres va solo en dirección a los tocadores. De pronto se me vino la idea de seguirlo o averiguar quién es o qué es lo que trama. Mi curiosidad vale más y no se diga de mi insistencia.

—Puedes soltarme —gruño—, déjame ir al tocador.

—Eres un encanto primor —dice con tono burlón—, pero te dejaré ir por un momento, y si no vienes en diez minutos, ten por seguro que iré por ti.

De mala gana asiento, no sé qué es lo creé este tipo, ¿pensaría que soy una inútil? ¡Yo me sé defender! 

Sin decirle ¡ya regreso amor! Me alejé de su lado. Cada paso que daba era un retumbó unísono para los oídos de todos los mafiosos, penetrando su mirada hacia mi persona. 

En ningún momento me creo importante, porque desde el momento que nací ya era ¡importante! 

Dejando atrás las mesas y el festín llegó al pasillo en donde se encuentran los  tocadores, sin temor alguno les exijo a mis pasos que se adentren y que mi respiración se tranquilice. 

Pasando por el tocador de hombres, ¡si! Máximo se encargó de separar los tocadores. Me detengo y quedó estática al escuchar a grito partidos el nombramiento de mi madre. 

—¿Por qué hijo de puta, no me dijiste que la hija de Liz era novia de Máximo? —grita con furor. 

—Es que no es su novia —asegura Alfredo.

 —Lo que vi me dice todo lo contrario de lo que tú me dices —habla entre dientes—, esa mocosa de papi será mi boleto para que Liz esté nuevamente conmigo—ríe azotando las cuatro paredes con el unísono de sus gritos de macho machote. 

¡Nuevamente! De qué está hablando, mi mente se nubla, mi respiración se acelera y mi corazón se estruja. ¿Qué es lo que trama el maldito? 

Ahora que lo sé, no será mucha molestia  que se moleste en planear algo que jamás sucederá.

—Pero es difícil acercarse a ella —se queja.

—Pero no imposible, así que gánate la confianza —ordena—, como la que tienes con tu hermano. 

—Mi hermano es fácil de engañar —ríe—, ni se imagina que soy el ladrón y el traidor de la organización. 

¿Qué? Oh… Por Dios. 

Estoy rodeada de puras culebras ponzoñosas… Era obvio que el ciego es Máximo y la oveja traidora es el hermano. 

¿Qué hago? Le sigo la corriente o pido ayuda. 

¡Ya sé! Se lo entregaré en bandeja de oro a mi padre, pero antes tengo que saber quien es el hijo de puta. 

—No te confíes —le advierte—. Esa chiquilla es muy astuta. 

—Es una rubia sin cerebro —dice riendo. 

Ah, está equivocado y que bueno que piense así porque esta rubia sin cerebro lo pondrá en su lugar y le dará una patada en el culo, de esas patadas que lo harán estremecer hasta pedir piedad.

—No creo que sea sin cerebro, aunque lo importante es que con ella tendré lo que siempre he querido. 

—Y yo el negocio de las putas —dice emocionado—, yo te ayudo a robar las rutas y mercancía, pero tú me ayudas con el negocio de las putas. 

—Yo te ayudo siempre y cuando destronemos al maldito de Dylan —espeta—. Lo quiero muerto, y solamente así su mujer será solamente mía. 

El miedo y la angustia se apodera de mi sistema, estoy palideciendo, siento que me desmayaré. Mi mundo se acabará en tan solo segundo.

¿Muerto? Nooo… ¡Sobre mi cadáver! 

 Dios dame la fuerza para luchar, dame la valentía para enfrentar toda la tempestad, dame la fe de combatir, dame la fe de ganar.

No permitiré que le hagas daño a mi familia… Verás que tú serás el que caerá en tu propia trampa.

—¿Qué haces? —susurra. Salto del enorme susto, y con una mano Máximo cubre mi boca evitando que los malditos que están dentro de los tocadores escuchen que los he escuchado.

Antes que me cachen, me llevaré a este imprudente de aquí. Sin pensarlo dos veces tomo la mano de Máximo y lo arrastró con la mayor fuerza que tengo, ¡osea, nada!

Rápidamente abro la puerta del tocador de mujeres. Al estar dentro cierro con seguro y en un parpadeo me abalanzo a los brazos de Máximo.

Él se queda paralizado por mi cambio radical, me inclino hacia él, y en un susurro le digo que guarde silencio, ya que no quiero que nos escuchen. Pero como es el hombre machista y el más huevudo del mundo empieza abrir sus grandes tapas. 

Y como toda profesional, decidió callarlo con la única herramienta efectiva que tengo. Pego mis labios a los de él, cierro mis ojos y lentamente, él me permite el paso siguiendo el ritmo de mis movimientos.

Nuestras lenguas bailan al compás del son de la sonora rítmica del gusto y el placer, uniendo nuestras lenguas, e invadiendo y cruzando nuevas fronteras.

Máximo coloca su mano hacia mi cintura, jalándome a su cuerpo. Sintiendo su toque corporal. Mmm…  Siento una oleada de aire que invade y se apodera de mi sistema. Lentamente me separo de él, quedando con nuestras respiraciones aceleradas. Penetro mi mirada y observo como sus fracciones se tensan y lentamente su manzana sube y baja.

Mis ojos son estelar e irradian un brillo inexplicable… Muerdo mi labio inferior, sintiendo la explosión de electricidad que recorre todo mi cuerpo.

Con nerviosismo, paso mi dedo índice por sus labios, dejando a un Máximo confundido y a la vez excitado.

—Es importante que guardemos silencio —susurro.

—¿Por qué? —enarca una ceja.

—Sé quienes son los traidores y que es lo que quieren y a quién quieren —murmuró.

—¿Dime quienes son? —explota. 

Uno... dos… tres, y adiós el hombre sumiso, ya que regresó el hombre imponente y machista.

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