Capítulo 3

Las cosas empezaron a cambiar en el último año de secundaria, para empezar, me enamoré de una paradoja hecha mujer, era una de esas chicas que a simple vista crees poder subestimar, una dama común a los ojos de cualquiera, una chica de carácter dulce pero cuando se enfada sálvese quien pueda. A mis ojos perfecta, tenía un cabello color café, una mirada caoba y el color canela caracterizaba su piel, sus labios eran delgados parecían haber sido hechos con delineador o con el lápiz de algún dibujante perito, porque eran perfectos y sin discusión, llevaba unos anteojos medianamente gruesos con una montura redonda y vintage de color negro, la ayudaban con su visión, con ellos veía el horizonte, su pasado y los recovecos donde se ocultaba el sol, seguramente te preguntarás ¿Cuál es el nombre de tu musa? Y es que la verdad su nombre para mí es un sueño, lo más tierno era su estatura, era una leona de bolsillo, su tamaño no era proporcional a su carácter, era una lideresa innata, no había quien se le compare, era la mujer perfecta a mi parecer, ya te imagino diciendo, pero ¿Cuál es el nombre de la susodicha? El nombre lo revelaré cuando lo considere necesario, solo diré que me enamoré de una manera jamás pensada. La conocí por accidente una tarde en donde solo tomaba mi mano la soledad, cuando el cielo grisáceo lloraba sus penas y besaba el vientre del mar, yo estaba en un muelle, descansando del estrés académico, ese día no fui al colegio, sí ya lo sé, es malo faltar y les aconsejo que no lo hagan, yo por eso desaprobé un examen, pero conocí al amor de mi vida, en fin. Volviendo al tema, estaba cansado viendo el mar bajo la lluvia, quería armar un cigarrillo para poder relajarme y aunque era complejo por la lluvia, lo hice, ni bien terminé, atrapé mi vicio favorito entre mis labios y la vi. Fue como si se detuviera el tiempo, ella estaba con abrigo largo (al menos para ella, ya que era bajita) color blanco, un pantalón negro, unas botas del mismo color del pantalón y una sombrilla para cubrir su minúsculo cuerpo de la lluvia, que para ella sería un diluvio, ella caminaba sin preocupación alguna, hacía del camino una pasarela, su silueta parecía hecha por las manos del mejor escultor, como era de esperarse ella pasó por mi lado sin darme importancia alguna, algo típico en las personas que no se conocen entre sí, pero lo que jamás esperé, fue ser presa del humor negro de la vida pues con un guiño el destino me regaló una de las pocas sonrisas que no solo me alegró a mí sino que también a ella.

Al día siguiente todo se repitió, las monótonas clases, el receso, mi rutina roja y las últimas clases para acabar el día. Al llegar la hora de salida, todos salían agrupados y conversando, los populares hablando de la siguiente fiesta, los enamorados viéndose el uno al otro y caminando a la vez (aun no entiendo cómo demonios no se caían) los fanáticos de anime hablando sobre cuanto deseaban vivir en una de sus series favoritas, los fanáticos del rock soltando sus gallos sin importarles la salud auditiva de sus símiles y yo, yo solo como siempre, mientras me dirigía a la puerta de salida, vi a la misma chica del día anterior, estaba esperando a su amiga, fue en ese momento donde me dije a mi mismo “tengo que conocerla” y para ello tenía que hacer una de las cosas para las que siempre fui pésimo, “socializar”.

Al otro día me fui arreglado, me peiné y me acerqué a la chica que siempre solía mencionar mi nombre con sus amigas ¿Recuerdas las charlas del recreo que te conté? Bueno, fui a buscar a la chica y para mi sorpresa la encontré y le pregunté su nombre, me dijo que se llamaba Natalia, mientras conversábamos me contó que usualmente me seguía para saber si tenía novia, mas jamás se atrevería a decírmelo por sí misma, pues siempre fue alguien muy tímida (vaya timidez eh) me contó también que siempre quiso saber más sobre mí y  que le era complejo por el hecho de que no teníamos las mismas clases, encima no hablaba con nadie y los maestros eran muy celosos con la información de los alumnos y no había quien le diera información sobre mí. De esa manera pasaron un par de semanas en las cuales conversábamos, yo la escuchaba más que nada, pues no me gusta compartir mucho sobre mi vida privada, además mi interés nunca fue ella sino su amiga, al final llegó el día tan esperado, ella me comentó que su amiga la iba a recoger y yo amablemente me ofrecí a acompañarla, para suerte mía ella aceptó sin preguntar (No sé qué hubiera dicho si me preguntaba el motivo.) al llegar nos pusimos a conversar, fue algo típico ¿Cuál es tu nombre? ¿Cómo estás? Todo iba bien, ya sabía el nombre de mi amada, se llamaba Gianella, a medida que conversábamos más increíble me parecía, me enamoré primero de su átona y contrariamente aplomada voz, después de su manera tan sutil de decir las cosas, después de su porte y de sus ademanes tan peculiares, como por ejemplo la manía de jugar con su cabello, el juego que hacía mordiendo su labio mientras pensaba que decir, no lo sé, suena como una mujer común, sin mucho que destacar, pero para mí, era la única chica en el mundo de quien me podía enamorar. La plática seguía, ella me contó que estudiaba enfermería pues quería viajar al norte como enfermera y visitar a su papá, quien era preso político (No quiso decirme la razón) y que en pocas semanas iba a viajar, y que tenía dos boletos, uno para ella y uno para su amiga, yo estaba feliz y triste, feliz porque la estaba conociendo y triste porque se iba de viaje con su amiga y no conmigo.

Faltaban quince días para las vacaciones de mitad de año y mi nueva “amiga” Natalia estaba ansiosa por ir, pero la suerte conspira a veces para los buenos y a veces para los malos y en este caso me sonrió a mí, los docentes le dejaron un sinfín de trabajos, verla en clases era un espectáculo cómico para mí ya que todo el tiempo la veía de un lugar a otro en una carrera por lograr mantener su excelente reputación de alumna aplicada, yo por mi parte la ayudaba poco, terminaba lo mío a tiempo (Nunca fui muy aplicado, aunque sí acaba todo con tiempo de sobra) faltando solo dos días para el fin de clases la vi llorando sentada en la acera, me acerqué con un apócrifo interés y de manera convincente le pregunté qué pasaba y me dijo entre llantos que como van las cosas no podría viajar con su amiga al norte y que no sabía que hacer pues no quería que su amiga vaya sola, en ese momento mis ojos empezaron a brillar y con una elocuencia increíble le empecé a pedir que por favor la convenza de que vaya yo con ella, de esa manera yo podría cuidarla y el pasaje no se desperdiciaría, al inicio le pareció sospechosa mi reacción, pero luego de un par de coqueteos se le olvidó todo para dicha mía. Para no hacerte el cuento largo querido diario solo te diré que aceptó convencerla, luego de un par de palabras con Gianella, ella aceptó.

Cuando me dio la noticia de que podríamos viajar juntos, mi corazón se aceleró, sentí que al fin algo bueno me estaba pasando luego de tantos sucesos depreciables por los cuales pasé (los mismos que ya te conté) hablé con mis padres y aceptaron, no le dieron mucha importancia al hecho, ya que se hicieron más despreocupados con respecto a mí por lo que pasó con mi hermano, yo por mi parte seguía siendo alguien tranquilo. Empecé a empacar y luego de un par de horas ya tenía todo listo para el viaje, llamé a Gianella y quedé con ella para vernos en la playa a las 4:30 pm un día antes del viaje, ella me dijo con un tono irónico que cual playa puesto que habían demasiadas en Lima y cada una era demasiado grande, lo mejor sería que le dijera un lugar en específico para vernos y entre risas y discusiones ambos decidimos que el puente de los suspiros sería un lugar idóneo para vernos.

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